—Oficial… —Murmuró la zarigüeya agarrando su estómago con fuerzas. Era un animal grande para su raza y tenía un aspecto lastimero, el pelaje crispado, los ojos llorosos y enrojecidos por estárselos tallando, encorvado sobre sí mismo mientras se aferraba con sus patas a mantener su estómago en su lugar, por lo visto. A su lado, un felino enorme y oscuro como la noche, una pantera negra, se removía nervioso, alejándose milímetro a milímetro de su compañero de asiento, cada tanto se decidía a quitarle la mirada de encima y miraba sobre su hombro entre las callecitas de la ciudad y a los animales que transitaban las banquetas, pero instintivamente volvía la mirada al pequeño roedor a su lado. —De verdad me siento mal.
—Sí, como sea. —Soltó Nick desde la parte delantera, comprobando el radio. —En la central te darán atención médica, tienes mi palabra.
—Pero de verdad me siento mal.
Nick conducía la enorme patrulla hacia la central de policías. Se había retrasado casi media hora en su cita con Judy y era la tercera vez que trataba de marcarle para hacerle saber de la contingencia. De todos modos le había puesto un mensaje para asegurarse de que lo supiera. Pero por todos los cielos, esa coneja era una despistada de primera. No podía negarlo.
—Oficial. —Murmuró de nuevo el maleante en un hilo de voz, sonando lastimero y poniendo nervioso a su compañero de asiento, quien ahora había hecho por sentarse lo más lejos posible.
—Para ya. —Pidió Nick molesto. Harto del comportamiento de su prisionero, pero tratando de mantener los estribos. Judy seguramente ya habría sacado una pastilla, algún calmante o algo y se lo habría hecho llegar por la malla que los separaba. Pero él no tenía un botiquín. Suspiró resignado mientras arrancaba de nuevo con la luz verde. —Mira, de verdad lo siento, no tengo botiquín conmigo, en la estación podremos darte algo y…
Y nada. Todo fue un destello de luces y ruido.
Primero el ruido de las llantas derrapando en el asfalto, el sonido inconfundible del caucho siendo quemado con brutalidad porque el vehículo ya no puede detenerse. Después una camioneta enorme (podría ser de un león o algo poco más grande) se estampó de lleno en el costado de la patrulla, consiguiendo volcarla. Nick se habría aferrado al volante de no ser porque el impacto lo lanzó contra su propio vidrio, con el golpe consiguió astillar el cristal y él terminó abriéndose la sien, donde una fina hebra de sangre se deslizó hacia abajo. Apenas vio su sangre antes de caer inconsciente.
.
Abrió los ojos, desorientado.
Le dolía la cabeza.
Le dolía todo el cuerpo.
Parpadeó un par de veces tratando de orientarse y entonces escuchó un ruido extraño a sus espaldas. Algo viscoso, rítmico, un ruido característico que le heló la sangre y lo hizo querer vomitar. Ya lo había escuchado antes. Alguien masticaba…
Giró un poco la cabeza, lentamente, tratando de hacer la menor cantidad de ruido posible, se sintió aterrorizado cuando vio al enorme felino, negro como la noche, cubierto de sangre.
Pero él no era el victimario.
Su compañero, un mamífero pequeño, una zarigüeya, era quien hacía semejantes ruidos. Sus colmillos se cerraban poderosamente sobre el vientre destrozado de la pantera con la que había compartido el trayecto, masticaba la carne cruda antes de dar un tirón para arrancarla del cuerpo, y aunque Nick trató de evitarlo, terminó desviando el rostro hacia la mirada vacía y perdida del felino, quien ahora parecía más una presa que un depredador y quien parecía llevar tiempo muerto. Trató de desabrochar el cinturón, percatándose de que la malla que separaba a la pantera de él mismo casi se había caído por completo. Jadeó desesperado cuando la mirada mordaz del roedor se fijó en él.
Y por primera vez en años, rezó.
La zarigüeya tiró un zarpazo a la malla, soltó un chillido, siguió atacando a la malla en lo que Nick se desabrochaba el cinturón y retrocedía todo lo posible entre el asiento y la guantera, trató de bajar los vidrios de la patrulla pero a simple vista el sistema eléctrico no servía. La malla cedió un poco y Nick vio los enormes colmillos manchados de sangre cada vez más cerca.
—Alto. —Bramó el zorro sacando su arma de la funda y apuntando a la zarigüeya. —Detente, no me obligues a dispararte. —Pero el roedor siguió atacando una, dos, tres veces más hasta que la maya cedió.
Nick apretó los ojos…
Y tiró del gatillo.
1 Desde el principio (Monster – Starset)
N/A: Aunque ésta historia tenga mi estilo de escritura, puede que te encuentres con una historia que se sale de mi estilo personal, la idea original de todo lo que leerás a continuación es de mi propio Nick Wilde, quien gestó más de la mitad de los hechos narrados a continuación. Caos es una historia construida en equipo, así que el mérito es de ambos. Sin embargo, quiero recalcar que ésta historia no sería posible sin él. ¿Qué opinan? ¿Merece un review?
Procuraré actualizar una vez cada máximo 10 días, dado que la historia no la estoy escribiendo sola, no sé si pueda actualizarla con mucha frecuencia. Espero comprendan la situación.
Nick sonrió al ver el identificador de llamadas, principalmente por la fotografía que aparecía en pantalla, Judy viendo a la distancia con los audífonos puestos mientras esperaba distraída en el borde de una plaza, esperándolo a él… la foto de Judy, la que ella nunca supo que le había tomado. Sonrió contestando con el altavoz.
— ¿Listo para la cena? —Murmuró coqueta, consiguiendo que el zorro riera por lo bajo.
—No puedo esperar, dulzura. Me encanta que ésta vez sea en tu casa. Muero por conocer tu nuevo departamento.
—Te va a gustar. Lo prometo.
—No tanto como la cena, espero. —Respondió coqueto, aferrándose con fuerzas al volante para tratar de suprimir el escalofrío que vino tras sus palabras. Escuchó la risa coqueta de Judy al otro lado y sonrió con ganas. — ¿Significa eso que la cena es muy buena?
—Depende.
— ¿De qué?
— ¿De si quieres primero la cena… —Y con voz lasciva (Nick casi pudo ver la sonrisa de medio lado y los ojos entrecerrados de la presa) añadió —O el postre?
Nick tragó saliva. — ¿Qué traes puesto?
—Depende, ¿Vas a querer primero el postre?
Nick tragó saliva y se abrió el último botón de la camisa. —Qué calor. —Murmuró divertido.
— ¿Ya entregaste la patrulla?
—No. —Respondió rápidamente, agradeciendo el cambio de tema. —Estoy a unas calles, el tráfico está horrible. Pero lo prometo, tesoro. Estaré en casa antes de las seis.
—Te espero con el postre servido. —Añadió al final, coqueta de nuevo.
— ¿Qué traes puesto? —Gritó Nick al darse cuenta de que Judy se estaba despidiendo.
—Mi nuevo pijama. ¡Uy, el horno! Tengo que apagarlo. ¡Te veo en un rato!
— ¡Judy! —Gritó ansioso, pero la coneja ya había cortado comunicación. Soltó una carcajada cuando se percató del calor que tenía. Sonrió ampliamente.
Y por algún motivo, se le ocurrió encender la radio de policía.
—… unidades cercanas a la zona, repórtense de inmediato. Repito, central llamando a las unidades disponibles a la calle Riachuelo esquina con Tundra, unidades cercanas a la zona, repórtense de inmediato, cambio.
Nick lo pensó un momento y luego tomó el radio. —Central, aquí el oficial Nick Wilde, placa 0-7-2-3-6 reportándose.
—Oficial Wilde. Un robo en progreso en el banco central de Zootopia.
—Estoy por la zona. —Comentó encendiendo la sirena y pisando el acelerador. — ¿Detalles?
—Es un grupo tras el que estamos hace tiempo. Tres panteras, dos leones, un zorro y dos zarigüeyas. Armados todos, hay trece oficiales en la zona.
—Diles que uno más va en camino.
—Sí, señor.
Nick llegó al banco en un abrir y cerrar de ojos y se encontró con que Bogo en persona estaba en la zona, recargado contra una camioneta blindada dando indicaciones. Nick le envió un texto a Judy, explicando que se había desviado por el robo, y luego volvió toda la atención al jefe.
—Wilde. —Soltó sorprendido Colmillar al ver al vulpino recargándose contra la llanta del vehículo para ocultarse también él. —Pensé que había terminado tu turno.
—Estaba por la zona.
—No pago horas extras, Wilde. Bueno. —Soltó el jefe en tono burlesco. —Un elemento mediano es mejor que nada.
—Oiga. —Respondió Nick fingiendo indignación. —Éste año dos elementos mini cuentan más que un elemento grande.
—Buen punto. —Concedió un tigre sonriendo.
—Ésta es la situación, tenemos al grupo de contención adentro, lo más seguro es que sólo tengamos que tomar prisioneros y partir.
—Hay algo que no cuadra, jefe. —Comentó una osa mirando sobre la camioneta con el entrecejo fruncido. —Tenemos aquí casi media hora, ellos no han tomado nada. —Nick vio el auricular que llevaba la oficial y sonrió, seguramente era de los del departamento de inteligencia. Había oído hablar de ellos, eran la élite de la policía de Zootopia y sabía perfectamente que Judy quería llegar a formar parte del escuadrón. Él simplemente no terminaba de entender qué tenían de interesantes si sólo eran un equipo más de la fuerza y seguían estando bajo las órdenes de Bogo.
— ¿Cuál es el punto? —Urgió el jefe.
—Señor. —Murmuró ella viendo a Bogo a los ojos. —Mi compañero dice que no han hecho absolutamente nada, han estado ahí adentro, vigilando a todos y mirando sus relojes, ni siquiera vaciaron las cajas que están a la mano, no están robando el banco. Están esperando.
— ¿Esperando a qué? Eso no tiene sentido. A menos que ellos fueran parte de la…
El grito de una presa llamó la atención de todos. Nick vio bajo el vehículo, percatándose de que un zorro gris bastante grande sostenía a una oveja por las patas y le apuntaba a la cabeza con un arma, había gritado algunas exigencias pero el resto de los oficiales estaba más interesado en apuntarle al vulpino que en escuchar razones. Nick salió de detrás del vehículo, mostrando la placa y la pistola.
—Alto. Por favor. Todo el mundo. —Hizo una pausa para asegurarse de tener la atención de su congénere y, cuando la obtuvo, sonrió tranquilizándose, lanzando la pistola lejos de sí y avanzando medio paso hacia el otro zorro. —Alto. No tiene por qué ser así, así que vamos a calmarnos todos.
— ¡Cálmate tú! —Gritó histérico el maleante, lastimando a la oveja por la presión de su agarre.
— ¡Todos! —Gritó Nick dedicándole una mirada mordaz a quienes se habían adelantado apuntando las armas. —Todos vamos a calmarnos. De un zorro a otro. —Murmuró regresando la atención al vulpino del rehén. —Entre nuestra especie no nos mentimos. ¿Cierto?
—No podríamos. —Escupió nefasto el animal, mirando con rabia contenida a Nick. —Te atraparía.
—De acuerdo. Escucha. —Murmuró haciendo una seña con su mano derecha. Podría parecer un tic y pasar desapercibido. Y ahora se arrepentía, Nick se arrepentía de haber acudido sin Judy, era ella la que conocía perfectamente todas sus artimañas. Pero suspiró internamente al ver que varios oficiales comenzaban a rodear el edificio y al vulpino ahora que Nick tenía toda su atención. —No hay muchas opciones. No te voy a mentir. Tienes a un rehén, así que no puedo ofrecerte un trato, pero no han tomado nada, ni han matado a nadie. Así que pueden rendirse en éste momento y la sentencia se verá bastante reducida.
—No me hagas reír.
—Escucha. —Murmuró con voz aterciopelada, percatándose de que el vulpino relajaba un poco los hombros. Judy una vez le había dicho que él sería un excelente negociador si se lo proponía. Constantemente le recordaba que cuando aterciopelaba la voz y hablaba bajito no había nada que no pudiese conseguir. Incluso Bogo parecía perder poder ante los encantos naturales de cazador que Nick había probado tener. —Un colega está llegando a la azotea, y tiene un arma de precisión. No tendrá ningún problema con volarte la cabeza si no paramos esto. De todos modos, después de escapar de nosotros ¿A dónde vas a correr? Tu rostro está en las noticias.
—Saldré caminando. —Retó en tono burlón.
—Sí, como digas. ¿Y luego qué? ¿Cuál es la siguiente fase del plan? Tienes dos opciones, amigo. O sales caminando con esposas en las muñecas, o sales en una bolsa de plástico con una bala en la cabeza. Hay niños presentes, quisiera evitarme la escenita y el psicólogo.
— ¿Qué me asegura que no me estás mintiendo? —Gritó histérico. —Un zorro policía, esa sí que es una estafa grande.
Nick se agachó hasta el piso y luego deslizó su placa con fuerzas hasta hacerla chocar contra los pies del vulpino. —Ahí está mi garantía. —Murmuró avanzando medio paso más.
—Agáchate a recogerla. —Exigió el zorro a su rehén, y Nick aprovechó ese instante para correr con todas sus fuerzas y taclear a su congénere, arrancándole el arma de las manos. Dos oficiales más se cerraron sobre ambos zorros y se llevaron a rastras al gris. Nick sacudió su placa y sonrió mirando a Bogo, quien negaba con la cabeza.
— ¿Quién me golpeó a mí? —Se quejó el vulpino viendo a los oficiales, Colmillar sonrió delatándose.
—Otro teatrito de éstos y te suspendo por un mes. —Amenazó Bogo cuando Nick los alcanzó.
—Perdón, jefe. —Murmuró Nick con una sonrisa de oreja a oreja, demostrando que no lo sentía en absoluto. Ambos rieron ligeramente y luego volvieron la vista al banco, donde comenzaron a sacar a los asaltantes uno a uno.
—Bueno, traes una patrulla. —Comentó Bogo viendo el vehículo mal estacionado. — ¿Puedes transportar a dos de nuestros sujetos? Es lo menos que puedo hacer por agradecer tu osadía.
Nick frunció el ceño y asintió de mala gana. —Sólo haré una llamada primero.
Se alejó unos pasos, sonriendo ampliamente y marcó el número de Judy.
— ¡Me adelanto, señores! —Gritó bogo subiéndose a su vehículo. —Iré preparando la bienvenida para nuestros invitados de honor.
Nick sonrió al ver a sus dos nuevos invitados y suspiró negando con la cabeza al percatarse de que uno sostenía con fuerzas su estómago. Suspiró.
Judy sabría qué hacer con él.
.
Nick estaba jadeando. Sentía el latido de su corazón retumbando contra sus oídos y no ayudaba nada el hecho de haber escuchado el sonido sordo y atronador del arma disparada. Pedazos de carne, huesos y un chorro de sangre ahora cubrían la parte trasera de la patrulla. Suspiró tratando de serenarse, repitiendo una y otra vez que tenía que hacerlo. El disparo limpio en el centro de la frente lo acompañaría toda la vida, pero aquel no era momento para lamentarse. Se aseguró de que ambos animales estuviesen muertos y luego trató de abrir la puerta del piloto, que ahora estaba sobre su cabeza. Empujó con todas sus fuerzas hasta que logró abrir la patrulla. Suspiró tomando aire para saltar pero el radio lo sacó de sus cavilaciones.
Tomó rápidamente el extremo y contestó.
— ¡Nick a central! —Y aunque su voz sonaba desesperada a medio camino entre el grito y su voz, la respuesta que recibió fue igual de ansiosa. —Jefe, soy Nick.
—Nick, gracias al cielo. Pensé que… No importa. ¿Dónde estás?
El vulpino asomó la cabeza por fuera de la patrulla y luego volvió al radio. —Cerca de los suburbios, un auto se estampó contra la unidad. Los dos presos están muertos, repito, los dos presos están muertos. Espero órdenes jefe.
—Vuelve a la central inmediatamente.
— ¿Qué está pasando? —Nick volvió a asomarse por sobre la puerta y descubrió con horror que el suyo no era el único choque. Vio tres autos más estampados contra las paredes. Vio a un animal colgando sobre el volante de su vehículo, vio a dos más atropellados y suspiró desesperado al ver que, hacia donde mirara, sólo podía distinguir desesperación. —Jefe, ¿Qué está pasando?
—Vuelve a la central, te daré los detalles aquí. Nick. No dejes que te ataquen. Tenemos un brote.
—Brote… ¿Qué tipo de brote?
—Podría ser peor que los aulladores. Nick, vuelve a la central inmediatamente, tenemos que reagruparnos para poder proteger a los civiles de la ciudad.
Nick sintió un nudo en el estómago y asintió, aun sabiendo que Bogo no podría verlo. Suspiró desesperado y se ajustó de nuevo el arma al cinturón. Rebuscó entre la guantera encontrando una segunda arma y un radio de alto alcance, tomó todo lo que parecía útil y salió de un salto. Por un momento, se quedó agazapado en la puerta trasera de la patrulla, observando el entorno, tratando de entender un poco de todo lo que ocurría, pero sólo llegó a una conclusión.
Una sola palabra, en realidad, que describía perfecto cómo estaba la situación.
Y por un momento, esa palabra lo llenó de ansiedad, principalmente porque no había logrado comunicarse con Judy y asegurarse de que estuviese bien.
¡Judy!
Nick revisó su celular, agradeciendo internamente que estuviera casi intacto, tenía una esquina estrellada, pero eso era todo. Suspiró. Marcó el número de Judy, quien por enésima vez en el día, lo mandó a buzón.
Y esa palabra lo golpeó de nuevo.
Zootopia. Su ciudad. Todo…
Todo sumido en la oscuridad.
Caos.
