Disclaimer: Lo de todos los capítulos de todas mis historias. Lo reconocible no es mío y no cobro por ello, lo que os resulte nuevo e increíblemente sorprendente a la par de original si es mío y el precio por disfrutar de ello es un agradable y crítico (de forma constructiva) review. Gracias.

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Caída del cielo

Todos tenemos un ángel de la guarda, pero qué pasaría si cuatro ángeles se ganaran un merecido ascenso tras su dura tarea y en su lugar quedara una joven e inexperta aprendiz al cuidado de los cuatro chicos más populares de Hogwarts.

Prólogo

A todos nos han contado siempre que, desde que somos muy pequeñitos, tenemos un ángel que nos cuida y nos protege. Ese ángel que todos imaginamos de cabellera lacia y rubia, ojos de un azul cielo llenos de paz y bondad y unas elegantes alas inmaculadas con infinitas plumas de tacto sedoso. Nuestro ángel de la guarda; el que nos cuida en nuestros tropiezos y cura las heridas.

Pero no solo los corrientes muggles cuentan con esa protección especial que les da esa seguridad al levantarse por las mañanas. Lejos del mundo mágico, en un lugar donde ni el propio ministerio de magia puede interferir, el reparto de alas blancas, protegidos y arduas tareas está a la orden del día.

En lo más alto de la más alta montaña y rodeado siempre por nubes blancas y esponjosas, se encuentra la Sede Central de la Luz Blanca. Donde los altos cargos de la corte celestial dedican sus horas de trabajo a inspeccionar la labor de cada ángel de la guarda anotando triunfos y fracasos, a examinar a los jóvenes aprendices y a su poco experimentada magia blanca y a procurar el mantenimiento de cierto equilibrio en la tierra.

—Increíble —exclamó una voz masculina llamando la atención de los otros dos individuos que estaban sentados junto a él en aquella mesa en forma de media luna—. Absolutamente increíble.

De nuevo el silencio se adueñó de la sala en el momento en el que la voz se silenció. Esa mañana había sido particularmente agitada, y era en esa sala de altas paredes blancas que se unían en una elegante cúpula de cristal donde los altos cargos de la corte se habían reunido, como cada mañana, para examinar aquellos asuntos que estuviesen a la orden del día. Sobre una tarima que se elevaba un par de metros del suelo la mesa en forma de media luna presidía la estancia acompañada del enorme papiro donde venían recogidas todas y cada una de las normas de la corte y que había sido colgado en una de las paredes de la estancia, justo detrás de la mesa. Todo aquel que llegaba a esa estancia se sentía intimidado por la extensa lista que se alzaba regia tras las cabezas de los tres mandatarios de la corte celestial, los cuelas no favorecían en absoluto a que la tensión se relajase.
Los tres Serafines se encargaban de dirigir todo cuanto concernía a los asuntos angelicales con una eficacia envidiable. Ataviados con sendas túnicas de un intenso color rojo con ribetes dorados en el cuello y los puños y con tres pares de poderosas alas doradas a su espalda; Un primer par de alas que cubren su rostro a cualquiera que se presente ante ellos, un segundo par que les sirve para volar y un tercer par de alas que cubren sus pies de manera elegante.

El serafín que estaba sentado entre sus dos compañeros examinó una serie de documentos que descansaba sobre la mesa mientras sus dedos tamborileaban creando una melodía peculiarmente armoniosa. Tras el examen se escuchó un carraspeo que inundó la sala.

Frente a ellos, cuatro ángeles se mantenían firmes, con las grandes alas desplegadas a su alrededor y sin dejarse intimidar, sabedores de que su causa era justa y de que tenían motivos suficientes para estar en esa estancia.

—Bien, somos conscientes de los muchos quebraderos de cabeza que vuestro caso ha traído a la organización —el serafín del centro había tomado la palabra finalmente, con lo que una voz femenina, cargada de dulzura, llenó la habitación—. No son pocos los informes que han llegado a nuestras manos procedentes tanto de la sabiduría de los Querubines como de la justicia de los Tronos.

—Nos consta el duro trabajo que habéis realizado durante toda vuestra trayectoria. En especial a lo largo de estos últimos dieciséis años —ahora era el Serafín situado a la derecha el que hablaba. Parecía estar sereno, sus manos entrelazadas descansaban sobre la mesa y su postura, aunque solemne, era más relajada que la de sus dos compañeros—. Es por esa razón por la que consideramos viable vuestro ascenso y la delegación del cuidado de esos cuatro chicos a alguien cuya habilidad deba ser puesta a prueba.

—Nos damos cuenta de lo dura que ha resultado vuestra tarea durante estos últimos años y nos damos cuenta de que ningún ángel experimentado tiene por qué enfrentarse a algo semejante —aseguró el Serafín situado a la izquierda—.Es por ello que, a partir de ahora, esos cuatro protegidos pasarán a disposición de los examinadores quedando vosotros libres del cargo.

Los cuatro ángeles asintieron con satisfacción mientras contemplaban como su sencilla túnica blanca adoptaba un color azul pastel mientras una banda de color ultramar cruzaba su pecho con elegancia. El ascenso a arcángel ahora era una realidad para los cuatro orgullosos empleados. El cuidado constante a lo largo de todo el día había terminado, a favor de una nueva encomendación infinitamente más noble e importante.

Fueron despedidos amablemente por los tres Serafines y los cuatro nuevos arcángeles abandonaron la estancia sintiendo como el orgullo y la liberación crecían a cada paso que daban.

Solucionado este primer contratiempo era el momento de solucionar los que venían a continuación. La labor de un Serafín no cesaba en ningún momento y solucionar algo significaba crear un problema nuevo derivado del anterior. Tras el ascenso de los cuatro arcángeles ahora se enfrentaban a cuatro humanos sin protección oficial y eso era algo que no podían permitir. Las reglas no lo permitían.

Segundos después de que los recién ascendidos desaparecieran por el extenso pasillo que llevaba a la estancia de los Serafines, un ángel de aspecto inocente y despistado entró, precedida por otro de apariencia mucho mas tranquila y confiada.

—Señores —el ángel de aspecto seguro inclino la cabeza ante los serafines y después dio un paso hacia atrás, dejando al segundo frente a la mesa de media luna.

Los tres Serafines la examinaron detenidamente mientras aquel ángel de tez pálida, cabello de una sorprendente oscuridad y de apariencia sedosa, y grandes ojos azules miraba a su alrededor llena de curiosidad.

—Àraidhe. Aprendiz dispuesta a enfrentarse a las pruebas de aptitud para recibir sus primeras alas ¿no es así?—leyó el Serafín del centro y de nuevo la estancia se llenó de aquella voz dulce.

El ángel prestó atención, de inmediato, a la mesa donde los Serafines estaban sentados. Por su expresión de desconcierto parecía que aun no había reparado en ellos durante su examen visual de la sala.

—Así es —contestó asintiendo fervientemente con la cabeza sin darse cuenta del terror que se reflejaba en la cara de su acompañante.

—Hemos tenido en cuenta tus resultados y queremos ponerte a prueba para confirmar si eres apta para formar parte de los escuadrones de ángeles guardianes —anunció el serafín de la derecha que aun mantenía los dedos entrelazados—. Serás enviada a Londres y tu misión consistirá en encargarte del cuidado de cuatro magos de diecisiete años durante su último año escolar. Por el momento careces de alas y tu magia blanca es limitada, con lo que deberás internarte en el mundo de los humanos siendo uno de ellos mientras cumples tu cometido—explico con voz paciente y la chica sonrió esperanzada.

—Cuidar y proteger a cuatro magos durante un año. Sin problema señor, soy perfectamente capaz de lograr lo que me piden —aseguró moviendo los puños en señal de triunfo y golpeando, sin darse cuenta, al ángel que la había acompañado justo en la boca del estómago.

Este se inclinó hacia delante intentando disimular los dolorosos pinchazos que sentía en el lugar donde había recibido el golpe.

—Limítate a lograr que acaben el año con vida y nos daremos por satisfechos —aseguró el Serafín de la derecha reuniendo los papeles que tenía sobre la mesa en un montón y dejándolos, de nuevo, sobre esta con un golpe seco—. Y tú —añadió señalando al acompañante—. Te encargarás de examinar sus progresos —el interpelado asintió con la cabeza.

Tras esto la voz femenina retomó la palabra.

—Como supondrás, si vas a pasar un año entre humanos tú misma te verás encerrada en un cuerpo humano. Teniendo en cuenta que aun no tienes las habilidades de un ángel guardián no supondrá demasiado castigo para ti, y, además, conservarás tu magia blanca —la aprendiz sonrió—. Eso sí, deberás simular que usas una varita a la hora de poner en práctica tus habilidades. En el mundo mortal necesitan algún objeto mágico que les permita canalizar su potencial y exteriorizarlo en forma de hechizos. Además deberás aprender a vivir entre humanos y estudiar atentamente cómo son, qué sienten y qué piensan. Cada ángel guardián debe, además de cumplir su misión de proteger, encontrar una armonía con su protegido que solo se consigue mediante el estudio.

La chica asintió a cada explicación del Serafín sin que su expresión de concentración variara ni un ápice.

— ¿Alguna duda?

Àraidhe negó con la cabeza y en ese preciso momento desapareció de la estancia. Su examen había comenzado.

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