Shingeki no Kyojin no me pertenece.
Otra historia corta sobre Mikasa y Levi. Puede considerarse una continuación de Perdido.
Miércoles
Es temprano, puedo notarlo. Me peino, intentando acomodar mi cabello. Acabo de cortarlo y aun no logro acomodarlo bien. Acomodo mi ropa. Tal vez hoy note los pequeños cambios. No, botas con tacos no, no le gusta. Tarareo una canción. Debo aprovechar ahora que estoy sola. A él no le gusta que pierda el tiempo en esas cosas.
Sabía que estarías ahí. Siempre estás a estas horas. Me miras, serio, ilegible, pero mueves la mano en forma de saludo. Veo que tienes una taza preparada para mí, y una sensación abrumante invade mi pecho. Él nunca me trata de la misma manera en que tú lo haces. Tal vez no lo notes, pero esas pequeñas cosas significan mucho para mí. Es extraño, pero poco a poco voy notando que me tratas diferente a los demás.
No dejas de sorprenderme. No pensé que fueras tan hablador. Me cuentas historias de tu madre, y veo en tus ojos un brillo extraño, un intento de encontrar algo más que nos una. Lo siento, no sé cómo decírtelo, pero además de compartir un apellido, mi padre no se asemejaba demasiado a tu madre.
Te ríes. Te ríes. ¿Realmente piensas que soy graciosa? Él no lo hace. Pasé estos últimos años pensando que con el amor solo viene sufrimiento. Que solo puede romper, quemar, doler, terminar.
Me dices que no conoces a nadie que cuente chistes de gases como yo. Pues por más extraño que me parezca que todos tus chistes giren alrededor de baños, y caca, creo que también eres muy gracioso.
Caminamos hacia la cocina, para preparar más te. Sigues hablando, y no dejo de sonreír. Me dices que te sorprende que sea tímida. A mí no. Para que hablar si nadie quiere escucharme. Pero tú lo haces, y me sorprendes nuevamente.
Te cuento de mi vida en la cabaña, cuando era pequeña, y veo que te interesa lo que digo. No sabes cuánto significa para mí. Casi comienzo a hablarte de él, pero me hablas de los pájaros, y de la libertad, y sé que es hora de dejar el pasado atrás.
Pasé estos últimos años pensando que con el amor solo viene sufrimiento. Que solo puede romper, quemar, doler, terminar. Pero en un miércoles, con una taza de té en mis manos, sin atreverme a mirarte a los ojos, me doy cuenta que estoy cayendo por ti.
