Disclaimer: todos los personajes pertenecen a J. K. Rowling
"Este fic participa del Reto Semi-anual "Más allá del epílogo" del foro Hogwarts a través de los años".
Gracias a Joha por la sugerencia del título xD
Advertencia: Esto es un EWE, no sigue el canon después de la batalla de Hogwarts, en parte porque es un regalo y en otras porque era necesario para que la historia siguiera los parámetros establecido por mi hermana Deb-Bellatrix (cuando tienes una hermana capaz de lanzarte crucios, aceptas todo lo que dice xD)
Variables: en negritas la que aparece en el capítulo
Enero: Callejón Diagon
Febrero: Sé quién era esta mañana cuando me levanté, pero creo que he debido cambiar varias veces desde entonces.-Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll.
Marzo: Pasión.
Abril: Varita de Sauco.
Deb, hermana, este pequeño fic es un regalito para ti, con eso de que este año no te regalé nada, tenía que remediar xDDD
Espero que te guste y que no me presiones mucho para subir capítulos xD
Con todo mi amor
(y no, no es para evitar crucios...)
I
El principio de los problemas
Cuando Neville se despertó aquella mañana, no parecía un día diferente de cualquier otro de ese invierno. Un manto blanco cubría Londres y el aire frío golpeaba al auror en las mejillas mientras caminaba presuroso hacia el Caldero Chorreante. En cuanto entró al local, se sentó en la barra y saludó a la dueña.
—Hola Hannah, una cerveza de mantequilla, por favor —dijo mientras se quitaba la bufanda.
En cuanto la chica le puso el tarro enfrente, Neville acercó las manos para calentárselas. Este invierno estaba siendo particularmente frío, y el auror agradecía estar de vacaciones para poder quedarse frente al fuego en su casa.
—¿Qué te trae por aquí Neville? —preguntó la ex Hufflepuff. El chico solo se encogió de hombros sin decir nada y la mujer continuó—. Hoy por la tarde llega mi hijo de Hogwarts, entró a su primer año y viene para las vacaciones.
—Me alegro —comentó el auror fingiendo interés—, tengo que irme.
Sin decir nada más, se levantó, pagó y salió al Callejón Diagon. Caminó cabizbajo intentando evitar que el aire frío lo golpeara en el rostro y en cuanto llegó al local, entró. Recogió la tarta que había pedido y se encaminó al punto de aparición más cercano.
En cuanto aterrizó pasó a través de los maniquíes y comunicó su destino al que estaba tras el cristal. No tardó en obtener el permiso para entrar al hospital y tras saludar a la bruja de la recepción, subió hasta la habitación de sus padres. Como cada año en época navideña, Neville visitaba a sus padres y les llevaba una tarta de melaza para festejar con ellos, sin perder la esperanza de verlos mejorar. Tal vez este sería el año en que descubrieran la cura.
En cuanto llegó a la habitación, supo que algo no estaba bien. Había demasiados sanadores al interior y un carrito con pociones impedía la entrada al cuarto. Se quedó paralizado durante varios segundos, aterrorizado con la idea de que algo malo había pasado a sus padres, pero no eran los únicos pacientes ahí. Temblando un poco, empujó el carrito y entró.
La caja con la tarta cayó de sus manos al ver la escena y el ruido lo hizo sobresaltarse. Miró hacia la cama de su madre y la vio sentada, con las rodillas contra el pecho y tapándose los oídos, mientras los sanadores soltaban maldiciones sobre la cama de su padre.
—¡Maldición! —Suspiró— ¿Hora de la muerte? —preguntó la sanadora secándose el sudor de la frente con la manga de la bata.
—Nueve cincuenta y tres —respondió otro sanador lanzando un tempus.
En cuanto la mujer se dio la vuelta para salir de la habitación, vio a Neville en el umbral.
—Longbottom, lo lamento mucho, hicimos todo lo posible —intentó consolarlo, pero el otro no pareció escucharla.
La sanadora lo llevó a una silla y regresó unos minutos después con un vaso de agua.
—¿Te sientes bien?
Neville miró a su interlocutora como si la viera por primera vez y tomó el vaso de agua que le ofrecía.
—Pensé que se curarían pronto —murmuró y tras una larga pausa añadió—. ¿Qué pasó?
La sanadora le explicó que Frank había sufrido un ataque, había empezado a convulsionar y ningún hechizo ni poción había logrado pararlo. Cuando por fin se había quedado quieto, se dieron cuenta que su corazón había dejado de latir y por más que intentaron reanimarlo, de nada había servido.
—Todavía no sabemos la causa del ataque, eso lo sabremos después de la autopsia, si la autorizas.
Neville negó con la cabeza y la mujer entendió que no quería perturbar el descanso de su progenitor para saber la causa de la muerte, eso no le devolvería la vida.
—Gracias, Parkinson.
Sin agregar más, se levantó y fue hacia la camilla de su madre, para empezar a platicar con ella.
…
Neville dejó caer la cuchara dentro el tazón y miró hacia el fuego, pensando en la mañana que había tenido. No esperaba que las vacaciones navideñas empezaran de esa forma y no podía dejar de culparse por no haber llegado antes a San Mungo. Si tan solo no hubiera parado a por una cerveza de mantequilla, tal vez hubiera llegado a tiempo para salvar a su padre. "Estoy siendo tonto" pensó "si los medimagos no pudieron hacer nada, ¿qué podría haber hecho yo?" En ese momento extrañaba a su abuela más que nunca, ella seguramente le habría dicho algo para hacerlo sentir mejor.
Se levantó para llevar el tazón vacío a la cocina, cuando un patronus le cerró el paso.
—Preséntate de inmediato —la voz del jefe de aurores retumbó en la habitación.
Neville, extrañado de que lo llamaran en sus vacaciones, agarró los polvos flu y desapareció en un instante.
En cuanto llegó al departamento de aurores, vio a Rogers, el jefe, rodeado de algunos compañeros más. Cuando el escuadrón estuvo completo, le explicó lo sucedido.
—Hace unos minutos llegó el expreso de Hogwarts a King's Cross y al ver que nadie bajaba, algunos padres irrumpieron en el tren para encontrarlo completamente vacío. Nos comunicamos con Hogwarts y allí nos confirmaron que treinta y cuatro alumnos abordaron desde la estación de Hogsmeade. En algún punto del trayecto, el tren fue interceptado y los alumnos desaparecieron. Necesitamos averiguar que pasó lo más pronto posible.
Los aurores se miraron entre ellos sorprendidos, sin poder creer lo que acababan de escuchar.
—¡Vamos! Vayan a investigar —gritó el jefe al ver que nadie se movía.
Los aurores no perdieron más tiempo y se aparecieron en el Andén 9 y ¾. La escena que los recibió era desoladora. Los padres de los niños desaparecidos estaban merodeando por el tren y el andén intentando encontrar respuestas. En sus rostros se veía desesperación.
—No creo que encontremos pistas en el tren, si había algo habrá sido destruido —comentó Hopkins, uno de los aurores .
—Hay que intentarlo —respondió Neville.
