Hola gente! Bueno aqui estoy compartiendo una nueva historia, espero que les guste :)
La historia trata de la vida de nuestra queridisima Helga G Pataki, ya con 15 años en una secundaria de Hillwood y, por supuesto, con un Arnold viviendo en San Lorenzo.
La idea es contarles capitulo a capitulo como nuestra personaje va creciendo lejos de su amado. Algunos capítulos tendran continuación, otros quizás no. Pero si se pierden la historia solo porque no continúa no entenderán de que les estoy hablando en la siguiente.
Bueno, espero que lo disfruten mucho, espero sus rewiews, ahora si los dejo con el primer capitulo.
Los derechos de Hey Arnold! no pertenecen al autor de dicha historia, sino a Craig Bartlett y Nickelodeon.
Amanece lentamente en Hillwood. Lo que es otro día más para el almanaque, es más importante para los estudiantes de secundaria pues es el primer día de clases. Una muchacha rubia de pelo suelto, con unos jeans claros y remera rosa se lava los dientes estrepitosamente, puesto que, una vez más y como siempre, llega tarde a clases. Saluda a sus padres gritando y llega corriendo a tomar su mochila para luego salir pegando un portazo fuerte y solo para seguir corriendo hacia la escuela. "Diablos no puede ser, siempre tarde, ¡siempre tarde!" se quejó para si misma. Pisó varios charcos de lodo, se chocó a muchas personas y puestos callejeros también a la vez que iba gritando disculpas, aunque no sabia si ya porque lo sentía o porque estaba acostumbrada a hacerlo. Nada la detuvo. Finalmente se agarró de un árbol para poder recuperar aire y respirar. Valió la pena correr, había llegado a tiempo.
Cruzó la calle para poder ir al frente de la puerta, allí la estaba esperando su mejor amiga quien la recibió con una sonrisa.
-Bienvenida a la rutina amiga ¿Te agitaste mucho hoy?
-Recuerda regalarme un reloj despertador para el siguiente año por favor Phoebs –contestó aun agitada.
-Recordado –sonrió la pequeña oriental- Si no te molesta puedes acompañarme a ingresar, vamos a buscar unas buenas ubicaciones para sentarnos y quiero estrenar un casillero.
Las dos comenzaron a caminar por los pasillos de la institución mientras saludaban al resto de compañeros que se iban cruzando. Phoebe llevaba puesto una camisa a cuadros color verde junto a un pantalón negro que le sentaba muy bien pese a su diminuta estatura. Ni bien llegaron al casillero se encontraron con la presencia de una vieja amiga, una muchacha alta de cabellos cortos y oscuros, muy elegante vestida con ropa de ultima moda.
-¿Qué onda chicas? –saluda Rhonda.
-Hola princesa –saludó Helga con su ironía de siempre- parecen que tus vacaciones te han tratado muy bien.
-¿Lo dices por el bronceado? Solo las playas de Miami pueden darte este color, nena.
-Si, lástima que no te da humildad que creo que es lo que más necesitas –rió la rubia.
-Vamos Helga, -respondió de mala gana- ni siquiera ha comenzado la primer clase y ya me comienzas con tu palabrerío…
-Vamos Rhonda –dijo imitando su tono de voz- ¿Desde cuando eres tan aburrida?
Suena el timbre que indica que vayan a sus aulas y las tres amigas se dirigen al salón. Helga se sentó casi en el fondo del aula para pasar desapercibida por los profesores en caso de que quiera dormir, sin embargo alguien se sentó muy cerca de ella.
-Hola Helga –saludó amablemente con una sonrisa.
-¿Qué hay zopenco?
-¡Que bueno! No has cambiado para nada –se alegró.
-Pues claro que no, soy la misma de siempre. ¿Qué esperabas cara de murciélago?
-Precisamente estaba esperando esto, encontrarme con la misma Helga que conocí el año pasado –y se retiró.
-Ah, mira que emocionante ¿Verdad? - respondió ya casi adormeciéndose justo cuando ingresó el profesor al aula.
Timothy regresó a su banco y tomó asiento. Desde donde se encontraba él podía observarla muy de cerca y así podía soñar con ella todo el tiempo que quisiera. Timothy era un muchacho de estatura promedio, de cabello castaño con unos increíbles ojos celestes. Había ingresado a la escuela el año anterior puesto a que se había mudado para Hillwood para ese entonces. Si bien cuando la había visto le había parecido muy bonita, jamás logró imaginarse que se iba a enamorar tan profundamente de Helga. Le apenaba profundamente el hecho de que ella lo ignore por completo y lo trate como a cualquier compañero más. Sin embargo no se daba por vencido, le encantaba mirarla, observar en ella sus ojos azules, su uniceja, sus largas piernas y también, por supuesto sus pechos y su trasero, aunque al mirar estos últimos siempre se sonroje.
Luego del largo sermón del nuevo profesor, finalmente llegó la hora de almorzar. Helga se levantó rápidamente para ir a donde Phoebs y arrastrarla hacia el comedor. Muy cerca de ellas pasó corriendo un atolondrado Gerald quien ni se molestó en pedir perdón, lo que a Phoebe le causó bastante desagradable.
-Aun estoy esperando el día que se le enreden esos pelos necios contra algún techo –rió Helga.
-Yo estoy esperando el día que sea más cortés y nos pida disculpas –protestó la oriental.
-Creo que alguien está celosa –dijo la rubia haciendo una mueca de risa.
-¡Claro que no! ¿Por qué debería de estarlo?
-Vamos Phoebs, ambas sabemos por qué estaba corriendo asi.
-No Helga, no voy a aceptarlo. Sabes que él es parte de mi pasado, eramos solo unos niños, nada más. –pero al girar en el primer pasillo vieron al morocho besando apasionadamente a su nueva novia, Sophia una muchacha de octavo grado, uno menor que ellos. Phoebe dirigió una mirada sutil de tristeza hacia la escena pero siguió su camino con su amiga.
-¿Lo ves? –comentó la rubia con cara de vanidosa por haberlo sabido antes.
-Si, lo veo. –rodó los ojos al mirarlos de nuevo- Y también ya lo he visto antes.
-Se fuerte Phoebs –se limitó a decir Helga para el mal gusto de su amiga.
Luego de tomar sus comidas cada una se sentaron en la mesa donde Rhonda y Lila se encontraban allí. Al rato se le unieron también Sid, Harold, Stinky y Timothy.
-¿Que onda Helga? –dijo Sid -¿Vas a volver a estar en el equipo de baseball de niñas este año?
-Por supuesto que si zopenco ¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Cómo alguien como yo, la gran Helga G Pataki, bateadora número uno de todo Hillwood va a faltar en el equipo? ¿Te imaginas el destino trágico que sufrirían esas niñas sin mi?
-Ya, no era para que estés abriendo esa bocota que tienes –reprochó Harold –Mejor llénatela comiendo unas de estas barras de chocolate –sacó una de su bolsillo- que están super.
-¿Cómo es posible que hayan pasado tantos años de conocernos y que aún sigas igual, Harold? –interrumpió Rhonda.
-Es que la esencia de las personas no cambia nunca –explicó Phoebe.
-¿La ciencia?
-No Stinky, la esencia. El resultado de todas las cualidades que nos define como seres que somos –respondió una muy amable Lila.
-Exacto. La esencia de Lila es ser una señorita perfección ¿Lo ves? –explica Helga mientras todos rien.
-La esencia de Helga es ser mandona y gruñona como desde el kínder –acotó Harold.
-De todas maneras yo creo que siguen siendo cualidades –acotó Timothy mirando a Helga.
-Yo creo que tu mejor cualidad es cuando cierras la boca –contestó una Helga a medio sonrojar.
-Miren, allí vienen Gerald junto a Eugene –dijo Sid.
-Oye Gerald ¿Qué no te han enseñado a que primero se come la comida y luego el postre? –se burló Harold nuevamente.
-Oye, si lo dices por Sophi entonces no me queda mas que responder que tendría una dieta a base de postres –contestó un morocho sonriente.
-¡Y que postre! –acotó Stinky recibiendo una mirada de odio por parte del morocho.
-Ah, vamos… -dijo Helga al ver a su amiga incómoda- Si ella es un postre, debe ser alguno de segunda categoría…
-¿De que hablas Pataki? Tu no eres ni siquiera una fresa del postre, tan solo mírate. –bromeó Gerald.
-Tienes razón, yo valgo más que un simple postre –remató ante las risas de los demás.
-Yo estoy de acuerdo con Gerald –interrumpió Rhonda- de veras Helga, y lo digo como amiga, deberías combinar más los atuendos cuando te vistes.
-¡Siento mucho estropear tu paisaje, su alteza! –se burló sin darle importancia.
-No entiendo de que hablas tú Rhonda, la ropa al fin y al cabo es para vestirse nomás. –acotó Harold.
-¿Cómo vas a entender de moda si tienes un doctorado en mal gusto, gordiflón?
-¡¿Gordiflón?! ¿Cómo te atreves?
-Vamos chicos, basta ya de pelear. Terminemos de comer bien –expresó Lila con toda su amabilidad.
-Ya han escuchado a la señorita perfección –y volvieron a las peleas.
Mientras todo ocurría Timothy no paraba de observar a Helga. Tenía una sonrisa tan bella, tan perfecta. Era todo en la vida del muchacho. No podía parar de pensar en ella un instante, todos los días, todo el día. Ella era la perdición de él, pero aún nadie lo sabía.
Helga regresó a su hogar luego de un nuevo día de clases. Las cotidianidades no habían cambiado mucho. Bob seguía trabajando con los localizadores y Miriam divagando por el hogar. Hoy no habría nada mejor para hacer que quedarse en casa y soportar un nuevo día en familia.
-Ya llegué papá.
-Hola Olga, ¿Sabes de casualidad donde está el abridor de latas que tu madre no sabe donde lo ha guardado otra vez?
-Soy Helga, papá. –Respondió de mala gana- Y no tengo idea de donde puede estar.
-Maldición, siempre debo hacerlo todo yo en esta casa… -refunfuñó mientras se volvía a la cocina.
-Si Bob, todo tienes que hacer tú –rodó los ojos mientras se dirigía a su habitación -¿Mamá?
-Aquí estoy Helga –salió su madre al pasillo- ¿Cómo fue tu primer día de clases?
-Igual, ya sabes, lo de siempre –rodó los ojos- El profesor explica y nosotros copiamos.
-¡Que bueno! Me alegra que te esté yendo bien –dijo sin prestarle mucha importancia.
-A propósito mamá, este sábado es el cumpleaños de Lila y nos quedaremos en su casa.
-¿Se quedarán a dormir?
-Pues si, eso creo.
-¿Beberán? –preguntó con preocupación.
-No lo se Miriam –respondió molesta.
-Sabes que no quiero que estés bebiendo Helga, puede ser peligroso.
-Vamos Miriam, ya no soy más una niña, tengo quince años.
-Pues para mi siempre lo serás, muchachita –la abraza mientras Helga se zafa tan pronto como sea posible – ¿Van a ir los muchachitos también?
-¿Muchachitos? –preguntó extrañada.
-Si, muchachos, ya sabes, quizás alguno que te guste…
-¿Me guste? –Rió- Me haces reír mucho madre, como si hubiera alguien interesante…
-Ya sabes Helga, tu hermana Olga a los quince años ya tenía un novio.
-Pero Olga es perfecta, Helga no lo es –respondió de mala gana y se encerró en su habitación.
Y es que Helga estaba diciendo la verdad. Jamás se volvió a sentir enamorada desde que Arnold no está más. Hacía mucho tiempo que la rubia ya no sentía como su panza se estremecía como cada día que lo veía, ni el sudor helado de la piel ni los estruendosos y rápidos latidos del corazón. Ella lo recordaba con mucho amor, pero había olvidado como se sentía querer devotamente a alguien. Hacía tiempo que había dejado de escribir poesía pues no tenía más inspiración, dejó de hacerlo a diario para hacerlo solo de vez en cuando. Sin embargo, por alguna extraña razón, no había podido olvidarlo jamás y lo recordaba todos los días de su vida. Hoy no iba a ser la excepción. Se la pasó todo el día encerrada en su habitación escuchando música y leyendo comics. Pero la tranquilidad que reinaba iba a ser interrumpida por Bob quien la llamaba desde afuera.
-¡Olga! ¡Olga! Uno de tus amiguitos te busca en la puerta de casa.
-Soy Helga papá –respondió por millonésima vez mientras se dirigía a la puerta y atendía.
-Hola Helga –saludó Timothy- ¿Cómo estás?
-Hola cara de murciélago. ¿Qué hay de nuevo? –cierra la puerta y se sienta en el pórtico.
-Nada, solo estaba de paso y como sé que vives aquí me parecía muy irrespetuoso pasar por la puerta de tu casa y no saludarte.
-Veo que tienes una vida muy interesante, zopenco. –el muchacho rió.
-Sabes Helga, me caes muy bien. –Sonrió- Eres una caja de sorpresas.
-Soy un ser increíble y no tiene que decírmelo nadie para que me de cuenta.
-De acuerdo –y enfatizó:- ser increíble ¿Vas a ir al cumpleaños de Lila?
-¿Y eso a ti que te importa?
-Lo siento, no quise ser grosero –se sonroja- Solo quería saber si vas de curioso…
-De acuerdo. ¿Se te ofrece algo más? –lo miró despectivamente.
-No… -se sonrojó- No. –se afirmó para si mismo. –Creo que mejor iré a casa, ya es muy tarde. Gracias por atenderme y nos vemos mañana.
-Si, si, adiós –contestó Helga mientras ingresaba en su casa.
Estaba subiendo las escaleras para ir a su habitación cuando oyó nuevamente a sus padres discutir. Se encerró con llave una vez allí y tomó el teléfono para llamar a su mejor amiga y distraerse de la situación de sus padres. Luego de haber charlado lo suficiente decidió irse a la casa de su mejor amiga a dormir puesto que ya no soportaba más oírlos gritar. Colgó y comenzó a buscarse las cosas para llevarse a lo de su amiga cuando al fin los gritos cesaron. No le importó mucho pues eso no la iba a hacer cambiar de parecer, ya había arreglado con Phoebe. Tomó sus cosas y salió de su habitación. Se dirigió a donde su padre para avisarle que no pasaría la noche allí y éste, como siempre, no le dio importancia. Menos después de haber discutido tanto. Se marchó de su casa y en un abrir y cerrar de ojos ya se encontraba en lo de la oriental.
Ambas cenaron allí y luego de esto se quedaron mirando unos Dvd's de bandas musicales. Estaban teniendo una velada perfecta hasta que el teléfono sonó.
-¿Diga? –contestó Phoebe.
-Es Bob ¿Olga se encuentra allí?
-Enseguida –dijo de mala gana pasándole el teléfono a Helga.
-¿Qué quieres ahora Bob?
-¡Quiero que vengas urgente a casa! ¡Es una emergencia!
-¿Qué pasa Bob? ¿Aun no encuentras el abre latas? –preguntó sarcástica.
-No, es sobre tu madre… la acaban de internar.
-¡¿Qué?!
Continuará...
