PRÓLOGO
Las manos de Dawn se aferraban con fuerza al antepecho que rodeaba la popa del barco. Era la única que se había atrevido a salir de los camarotes para tomar un poco el aire. Sin duda en Sinnoh el invierno había llegado; el frío era innegable. Por suerte, llevaba su abrigo rojo puesto.
Respiró profundamente, dejando que el húmedo y salado aire marítimo llegara hasta sus pulmones, los llenase de aquella sensación fría que flotaba por el ambiente. Trató de enfocar su atención en el horizonte, pero le fue prácticamente imposible deducir que eran aquellas figuras que se dibujaban en la lejanía. Aquel no era un día soleado, sino uno de tormenta. Las nubes oscuras cubrían todo el cielo de forma uniforme, pareciendo incluso que la noche había llegado antes de tiempo.
Escuchó unos pasos resonar contra los tablones que conformaban la popa. Volteó, vislumbrando una silueta acercarse hasta ella. Lo vio cuando embarcó, era uno de los tripulantes de aquel barco. Un chico de aproximadamente 25 años, vestido con el uniforme blanco que lo identificaba como parte del personal de la tripulación. Él le sonrió, su voz era tranquila y gentil.
— Es extraño ver a alguien merodeando por la cubierta. Más considerando el frío que hace.
Aguardó en silencio y ladeó ligeramente la cabeza.
— Supongo que quería tomar un poco el aire —le contestó prácticamente en un susurro.
El marinero le sonrió cálidamente, como si a ojos suyos Dawn fuese su pequeña hermana. Ella se sintió conmocionada en percibir ese sentimiento. Hubiese deseado poder seguir así un tiempo más, sintiéndose que alguien la apreciaba. Incluso si era un completo desconocido con el que apenas había intercambiado un par de frases. Sin embargo, no todo es siempre como uno desea. El rostro del marinero cambió, su expresión se volvió preocupada. Sus ojos miraban ahora hacia el horizonte, sus cabellos negros danzaban delante de sus ojos, tan azules como el mar.
— ¿Ocurre algo? —se atrevió a preguntar después de un largo debate interno. Contrario a lo que pensó, su expresión de preocupación se acentuó aún más. Su vista seguía fija al horizonte.
— Estoy preocupado.
Dawn se vio ligeramente sorprendida como no le costó ningún esfuerzo permanecer en silencio. Años atrás no era así. Antes solía hablar siempre, llegando incluso a meter la pata en más de una ocasión. Por aquel entonces, lo difícil para ella era cerrar la boca y no interrumpir a los demás, puesto que no hacer eso le había llevado a más de un problema en alguna que otra ocasión. No obstante ahora parecía que estar callada era como mejor se encontraba.
— Según el radar, estamos muy cerca de la próxima parada. EL problema es que no vemos la luz del faro y la costa es bastante escarpada. Es peligroso adentrarnos sin la luz del faro para guiarnos pero debemos atracar a como de lugar…
El marinero se mordió el labio. Dawn conocía ese gesto, había hablado más de la cuenta. Él bajó la mirada hasta encontrarse con sus oscuros ojos. Sonrió torpemente, aparentando normalidad cuando, en realidad, haciendo eso era cuando más delataba el hecho de que estaban en problemas.
— ¿Cuál es la ciudad?
— ¿Perdona? —preguntó él desconcertado.
— La próxima parada.
No había demasiadas ciudades situadas en una bahía escarpada.
— Ciudad Marina.
