Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc. Nadie gana ningún beneficio económico con esta historia.

Capítulo 1

Leyna miró ansiosa a los lados, llegaba cinco minutos tarde y sus nervios parecían aumentar incluso más rápido de lo que pasaban los segundos. Pensó que quizá quedar en uno de los sitios más llamativos que había alrededor del estadio de quidditch en el que se iba a jugar la final del mundial no había sido tan buena idea. La gente era mucho más numerosa de lo que habían esperado cuando quedaron, claro que entonces no sabían que Chile, la selección revelación de ese año, sería una de las semifinalistas. Muchos chilenos habían acudido a la capital de Panamá, sede del mundial, simplemente para apoyar al equipo de su país, aunque muchos de ellos lo tuvieran que hacer desde el exterior del campo ya que las entradas estaban completamente agotadas. Temía que con todo ese jaleo no pudiera encontrar a Altais y verlo era lo que más deseaba en ese momento, verlo, abrazarlo, besarlo… lo había echado mucho de menos ese mes y medio que había estado sin verlo. Apenas se habían carteado un par de veces, todas ellas para confirmar su asistencia a esa final y para poder quedar, y de cualquier forma esas cartas tan impersonales no eran suficientes.

Suspiró largamente para tranquilizarse un poco, se alisó la camiseta de tirantes que resaltan el contorno de sus pechos, algo más llenos, y jugó con los cordones del cinturón que sujetaba esos pantalones cortos que dejaban ver sus largas piernas. Allí hacía tanto calor, aunque en perspectiva no era para nada malo, nada de túnicas por el medio.

—Hola, Leyna —escuchó la voz de Altais justo detrás de ella, las palabras le rozaron en la curva de la mandíbula, a la altura que él usualmente llegaba.

Una sonrisa se formó en los labios de ella al escucharlo y no dudó un segundo en girarse para abrazarlo, pero ese segundo movimiento quedó olvidado cuando lo vio bien. Había crecido en ese tiempo, concretamente medía como ella, pero sin duda era un gran cambio, además creyó apreciar algo más de fortaleza en sus brazos y su torso. Sin duda el conjunto la dejó sin palabras.

Altais sonrió con presunción, evidentemente divertido por la sorpresa y levantó la mano para cerrarle la boca que había caído un par de centímetros. Ya que no parecía por la labor de hablar, eliminó la distancia y movió esa mano a la nuca para besarla breve, pero intensamente.

—Te eché de menos —confesó. No se le habría pasado por la cabeza decirlo en futuro antes de las vacaciones, no le gustaba la Adivinación, pero ahora sí era un hecho, había estado pensando mucho en ella, incluso se había colado en sus sueños, en el primer sueño que recordaba en años, desde que comenzó a no descansar no había soñado; además sabía que ella apreciaría que se lo dijera.

Ella sonrió ampliamente ante esas palabras que no había esperado escuchar. —Yo también —contestó volviendo a besarlo, despacio, dulce, con anhelo—. Mucho.

—Mucho… ¿Tan malo fue el verano? —bromeó con una sonrisa presuntuosa, pero aún sin soltarla, acariciando su nuca.

—Muchas fiestas aburridas, muchas compras, ningún beso como estos —contestó como si fuera evidente.

—Creo que puedo subsanar uno de esos puntos para mejorar tu verano —ofreció, acercándose de nuevo a su boca y lamió lentamente el labio inferior, tentándola a aceptar, pedir más.

Ella estuvo tentada de aceptar esa oferta, pero haciendo un gran esfuerzo negó y se alejó cogiendo una mano de él.

—Ven, hay otro sitio mejor —le dijo guiñándole un ojo con coquetería.

Altais asintió y por esa vez se dejó llevar, al caminar se notaba que no sólo había cambiado físicamente, había sufrido un cambio más profundo, sus pasos eran más seguros y más propios de un depredador. Le había costado, pero al final había comprendido durante el verano, después de conseguir cerrar el flujo de magia, que ese nundu plateado era una parte de él, más que imponerse antes tenía que acogerlo, conocerlo y eso se mostraba en su forma de moverse ahora entre otras cosas. Esa forma peculiar de caminar atraía miradas más de lo que ya lo había ido haciendo su atractivo.

Leyna no pudo evitar también mirarlo por el camino, apreciar mejor esos cambios en él que lo hacían tan atractivo. Un par de chicas se quedaron observándolo embelesadas y sus poses cambiaron a unas más provocadoras. Ella sintió los celos crecer un poco dentro de sí, soltó la mano de Altais, lo rodeó con el brazo por la cintura y metió una mano en uno de los bolsillos traseros de su pantalón, un movimiento que había visto alguna vez a las parejas de la calle.

Él la miró un poco sorprendido por esa acción y decidió también pasar su brazo por la cintura de Leyna y sujetarla. Era consciente de las miradas, ese verano no había estado de retiro como el anterior, había tenido que moverse por la ciudad y se había hecho a captar esa atención extra y también había debatido sobre cómo sacarle partido en lugar de que resultara en una molestia, incluso había practicado, había jugado un par de veces con ese deseo sin al final dar absolutamente nada, había sido divertido. Así mismo se percataba de las miradas de algún chico que observaba a Leyna, esa era otra cualidad adquirida, su posesividad había aumentado. Quería llegar a ese otro lugar, esperaba que más íntimo y no sólo ver sino sentir con sus manos los cambios en el cuerpo de su novia.

No tardaron mucho en llegar a una zona más alejada, con más árboles, y por lo tanto más escondida. Leyna sonrió pícaramente y en un movimiento atrevido apretó un poco la nalga sobre la que estaba su mano.

—Hice un buen trabajo, ¿verdad? —preguntó señalando una pequeña tienda de campaña.

—Sí… sí —contestó habiéndose sonrojado y saltado un poco como un colegial inexperto que desafortunadamente debía admitir que era ante ese apretón—. Es un sitio mejor —concordó.

Ella se puso enfrente de él, mordiéndose el labio inferior. —¿Quieres ver cómo es?

—Espero no haber venido hasta aquí para quedarnos mirando la lona —replicó alzando una ceja.

—No, sin duda esa no era la intención al traerla de extranjis —contestó cogiéndolo de la camiseta y caminando hacia atrás—. Me prometiste solucionar mi verano.

—Sólo me ofrecí a hacerlo —la corrigió mientras la seguía.

—Yo acepto la oferta —aseguró tirando del labio inferior de él antes de dar con la tienda y entrar.

Una vez dentro, Altais no se contuvo más, la rodeó con un brazo por la cintura apretándola contra sí y la otra mano volvió a la nuca para mantenerla en un largo e intenso beso. Un tenue gemido salió de los labios de ella en el ardiente beso. Una de las manos de Leyna apretó su pelo negro y la otra se aferró a su camiseta. Sin detenerse dieron pasos a ciegas dando con una viga en el centro, sabía que había una cama al fondo a la izquierda, pero la desventaja de la horizontalidad era que necesitaba una mano para sostenerse. Dejó de rodearla por la cintura ahora que el obstáculo se ocupaba de mantenerla pegada a él y la mano ahora libre se aventuró bajo la camiseta. Dejó los labios de Leyna y comenzó de dejar besos por su cuello y hombro descubierto, lamer y raspar con los dientes.

La chica sacó la varita de un bolsillo de su pantalón, hizo un hechizo para evitar que los sonidos salieran de la tienda y la dejó de nuevo en su sitio para que sus manos estuvieran libres para volver a recorrer el cuerpo de Altais. Las metió bajo la camiseta por su espalda, subió despacio notando como se tensaban los músculos de esa parte de él con los movimientos que hacía, apretó sus hombros y bajó pasando al frente, al pecho, al abdomen y a los costados. Todo jadeando con cada beso a su cuello que había expuesto más a él al ladear la cabeza.

Altais siguió con su tarea un poco más, deleitándose con esos jadeos, elevando la mirada al placentero rostro de Leyna. Volvió a besarla, lamiendo, chupando, mordisqueando sus labios, danzando su lengua con la vecina, en tanto su otra mano descendió para tocar esa piel caliente e ir subiendo poco a poco la camiseta. Detuvo el beso y la miró a los ojos, cuando ella los abrió continuó subiendo la camiseta hasta sacársela al ver que no ponía ninguna pega y la miró detenidamente y sin ningún recato, en sus ojos se podía ver la certeza innegable de cuánto le gustaba lo que veía. Esos pechos contenidos en un fino sujetador de color negro que resaltaba con su nívea piel, el vientre plano, la suave curva de sus caderas…

Leyna tomó y soltó aire despacio para calmarse ante esa mirada. Se acercó a él de nuevo y esa vez fue ella la que subió su camiseta hasta deshacerse de la prenda, dejándola caer a un lado. Observó el fuerte pecho confirmando el cambio en éste, aunque fuera menos evidente que su altura, y no se contuvo de pasar las yemas de los dedos por él, mirándolo fijamente, embelesada.

—Ésta imagen es mía —dijo de repente, dejando su mano sobre el pecho de Altais.

—Vaya… yo que quería probar a nadar con el calamar gigante este año —bromeó ante ese pronto.

Ella lo miró a los ojos un segundo sin comprenderlo, luego se sonrojó y bajó la mirada aunque no apartó su mano de él.

—No mía… yo… claro van a verte sí o sí… —contestó.

—Conozco ese sentimiento —respondió poniendo una mano en su mentón instándola a mirarle y cuando lo hizo le dio un beso más lento.

—¿Por qué? —preguntó aún con los ojos cerrados por el beso.

—Porque sólo te quiero para mí —contestó Altais.

La chica se estremeció ante esas palabras, la seguridad que había en ellas. Lo abrazó pegándolo a ella de nuevo y su espada volviendo a dar con la columna de madera.

—Sólo soy tuya —susurró antes de volver a unir sus labios, ofreciéndose a él.

Altais sonrió en el beso, le gustaba saber que lo tenía claro y continuó con la tarea de recorrer el cuerpo de ella con las manos, llevando ambas desde la cintura a los pechos, apretando levemente.

—Altais… quítalo —musitó ella interrumpiéndose con un jadeo.

Él quería creer que se refería a lo que tenía bajo las manos, pero prefirió asegurarse.

—¿Qué quieres, Leyna?

Ella se mordió el labio inferior un segundo. —Quiero que me quites el sujetador, Altais —contestó sin vacilar, estaba segura de querer sentir sus manos en esa parte de ella.

El chico sonrió, con cierta emoción en el estómago y también nervios por si quitárselo resultaría tan complicado como había alcanzado oír comentar a algunos chicos. Besó brevemente sus labios y llevó las manos a la espalda de Leyna, ascendiendo un poco hasta dar con el cierre, lo palpó para hacerse a la idea de en qué consistía y tras sólo un par de intentos logró desabrocharlo. Puso las manos en los hombros de ella y empujó los tirantes por los brazos hasta que la prenda cayó al suelo. Sus ojos la observaron si cabe con más deseo que antes. Se obligó a levantar la mirada a la chica sonrojada, la besó largamente hasta que pareció que volvía a relajarse y entonces se aventuró a llevar la mano derecha a un pecho, a sentir esa suave piel en la palma de su mano, así como el pezón, endureciéndose en segundos con esa estimulación extra, además de la que ya había tenido a través de la tela.

Leyna gimió más sonoramente que cualquier otra vez sobre los labios de él, arqueándose hacia ese toque y profundizó ese beso encontrando la lengua de él. Ese simple toque era mucho más intenso sin la tela del sujetador de por medio, era sin duda un punto sensible y que la hizo sentirse más excitada. Miró a Altais con deseo en sus ojos, llevó su boca a su cuello, besándolo y mordisqueándolo, sus manos recorrieron su espalda con ansia y decidió moverse hacia la cama que había al fondo. Las manos de ambos siguieron moviéndose al caer en la cama, una de las de Altais se afanó en descubrir las mejores formas de estimular esa parte descubierta, disfrutando de los sonidos que escapaban de la boca de Leyna, tanto que al final se tuvo que obligar a detenerse antes de que fuera muy evidente cuánto disfrutaba la experiencia. Las manos fueron retirándose y se esforzaron por hacer los besos poco a poco más calmados, aunque parecía imposible detenerse del todo; ambos querían más de aquello, pero no estaban preparados para experimentar mucho más por el momento.

Altais se retiró de encima de ella quedando tumbado a su lado. Ella se quedó un par de segundos como estaba, pero finalmente cedió a la tentación y se acurrucó junto a él, rodeándolo con un brazo por la cintura.

—¿Me paso de cursi o está bien? —preguntó medio en broma, mirándolo con una sonrisa en la que se veía la satisfacción conseguida minutos atrás.

—Está bien seguir sintiéndote —contestó girando la cabeza para besarla.

Ella sonrió y asintió feliz. —¿Has venido con Teddy y el señor Potter al final?

—Sí… y tres cuartas partes del clan Weasley —dijo con evidente pesadez—. Como predije, mi padre consideró que el quidditch no era tan prioritario como para dejar los negocios una semana y coger un traslador transoceánico. Propuse venir solo, pero la idea no cuajó.

Leyna chasqueó la lengua. —Es una pena, porque yo podría haberme escabullido para que no te sintieras solo.

—Sentirse solo sería una bendición en estos días, pero… no diría que no a tu compañía.

—Ni a mi compañía ni a mis libros nuevos —aseguró mirándolo con orgullo por sus adquisiciones.

—Este año no eres la única que ha paseado por ciudades a la busca de buenas librerías —repuso él.

—En ese caso podemos hacer intercambios —sugirió dándole un corto beso—. En Rumania encontré una librería antigua, había oro dentro, me hubiera llevado todo —le contó emocionada con el recuerdo—. ¿Dónde has estado tú?

—Pues además de Bulgaria las primeras tres semanas, fui a La Rochelle, en Francia, mi abuela paterna vive allí, tuve que asistir a dos fiestas en las dos semanas —confesó y soltó un leve suspiro—, es el precio a pagar, el resto del tiempo sólo tengo que hacer acto de presencia en las comidas. Y esta última semana estuve en Londres.

—Alguna vez he ido con mis padres a La Rochelle, a la playa, pero tampoco la conozco mucho, ni a la gente de allí —le contó—. ¿Y dónde conseguiste los mejores libros?

—Allí, en La Rochelle, el barrio mágico es tan grande como desconocido, no consta sólo del barrio en sí, hay muchas tiendas en la zona muggle protegidas por encantamientos, esas están esparcidas y son las mejores porque las conocen los que viven allí o más asiduos, no los turistas —explicó Altais.

Leyna sonrió suavemente. —Eso suena genial, el mejor sitio para perderse durante horas y días —respondió moviendo la mano que estaba cobre el costado de Altais para hacer formas imaginarias en su abdomen con la yema de un dedo—. A quien me lo enseñara se lo agradecería eternamente —dejó caer convirtiendo su sonrisa en una más traviesa.

—¿Y cómo mostrarías tu agradecimiento? —le siguió el juego.

La chica lo miró con una sonrisa genuinamente brillante. —De cualquier forma que me pidieras —aseguró.

—Son unas palabras muy imprudentes —dijo Altais.

—¿Y eso por qué? Confío en ti —aseguró—. Me lo dijiste tú, no ibas a permitir que me hicieran daño.

Altais tardó unos segundos en recordar cuándo había dicho tal cosa, no que no estuviera de acuerdo con ello, al fin y al cabo Leyna era suya y por tanto tenía que cuidarla.

—Sólo me aseguraba de que no dirías algo así a otra persona de menos confianza —se explicó.

—¿Acaso me estás llamando inocente Hufflepuff? —inquirió ella arqueando una ceja.

—De primero, sí, justo eso era lo que parecías —confirmó él.

Ella frunció los labios mirándolo molesta. —Pues no lo soy, eres al único que le diría eso.

Altais le acarició los labios con el pulgar. —No te enfades, sólo me aseguraba que tantas fiestas con Zaniah no te hubieran afectado más de lo que se esperaba.

—No lo han hecho, estoy tan Slytherin como cuando me pusieron al sombrero en la cabeza, incluso más —aseguró relajando los labios—. Siempre me quejo, pero consigo escaparme un rato para hablar con gente interesante de verdad, no sólo famosos del corazón.

—Me alegra saberlo. Y en cuanto a esa futura deuda, te diré cuando se acerque el momento de saldarla —respondió retomando el tema.

Leyna sonrió de nuevo y asintió. —Estoy deseando ver esas librerías —contestó antes de besarlo despacio, sin ninguna prisa ni pretensión de más y continuaron hablando, intercalando las palabras con besos y alguna caricia, hasta que tuvieron que irse para ver la semifinal.

-o-o-o-

—Bien, hablemos de cosas importantes: ¿qué opináis de una fiesta temática para este sábado? Estaba pensando en surferos o la movida muggle de los 60 —dijo Zaniah.

Estaban en la primera semana de clase y estaban aprovechando ese rato entre la comida y la clase de Pociones para disfrutar de esos días de calor dentro de los estándares de Escocia sentados junto al lago.

—Surferos es como ir sin ropa —protestó Leyna a la que no le hacía nada de gracia la posibilidad de que Altais fuera captando más miradas de las habituales. Ese sentimiento le hizo acomodarse mejor en el pecho de su novio en el que estaba apoyada casualmente, sentada entre sus piernas.

—Claro, ese es el propósito, despedir las vacaciones con los mejores recuerdos del verano —contestó la otra.

—Yo prefiero los surferos a la movida… menudas pintas —opinó Emery haciendo una mueca de desagrado—. Y seguro que Chealse me apoya cuando lo sepa.

—No metas a Chealse en esto, que no está —lo reprendió Leyna con el ceño fruncido.

—Los de los 60 son tan extravagantes y divinos… Pero las otras ideas geniales me las tiraron por tierra en el comité para esta ocasión, otra opción que se barajaba era una discoteca a secas, pero es tan soso… esa tonta de Dunam no tiene nada de originalidad —explicó Zaniah.

—Al final vas a hacerla como quieras, Zaniah —replicó Leyna rodando los ojos y miró a Altais desde abajo, estaba un poco más recostada que él—. ¿Irás? —preguntó, aunque lo que le hubiera gustado preguntar era si iría en el caso de que fueran medio desnudos.

—¿Cuándo he ido yo a fiestas que no fueran las celebraciones de quidditch? —contestó con otra pregunta, por otra parte entre las posibilidades prefería la semidesnudez a vestirse con ropas muggles ridículas.

Leyna sonrió evidentemente aliviada y dejó un corto beso en sus labios. —Entonces creo que me quedaré contigo esta vez—decidió.

—Pero tenéis que venir, es la primera fiesta del año —protestó Zaniah—. ¿A que tengo razón, Emery? —buscó apoyo.

El chico le palmeó la cabeza mirándola con condescendencia. —Si yo tuviera algo mejor en lo que ocupar mi tiempo… no iría —aseguró, refiriéndose a alguien mejor con el que pasar el tiempo.

—¿Por qué no pueden venir a la fiesta, bailar, beber algo y después liarse, como hace todo el mundo? —objetó la chica.

—Porque nosotros no somos todo el mundo —respondió la rubia sonriendo con arrogancia.

—Pues podríais hacerlo por mí, es una deshonra que ni mis amigos vengan a mi fiesta —dramatizó la de pelo caoba.

Leyna rodó los ojos. —Zaniah, no tengo ganas de ponerme a contonearme y beber medio desnuda con casi todo el colegio delante —protestó.

—Es sólo de cuarto para arriba —puntualizó—. Para los pequeños se hace otra.

—Sigue siendo mucha gente.

—Me cambió por un tío que cada verano vuelve más bueno —se lamentó—. Mi mejor amiga me abandonó.

—Sólo es una fiesta, enseguida podremos hacer una por la primera victoria de Slytherin —repuso la otra—. Además, ¿acaso no lo harías con alguien como él? —bromeó palpando un bíceps de Altais.

Zaniah observó ese gesto, ¡quién lo pillara!, en tanto Altais no sabía si sentirse ofendido porque hablaran de él como si no estuviera allí o simplemente ignorar esa charla insustancial.

—¿Pero vendrás a otras más?

—Siempre he ido a todas tus fiestas, aunque fuera un ratito —contestó y para dejarlo claro añadió—: Iré si no hay que ir medio en cueros.

—Vale —aceptó contenta—. Aunque creo que va ganando por votación la propuesta de los surferos.

Leyna negó con la cabeza y suspiró tranquila por haber terminado con la discusión.

—Y hablando de cosas importantes, ¿ya habéis planeado vuestros TIMOS? —preguntó Emery, extrañamente interesado en los estudios.

—Más o menos. No creo que vaya a necesitar un esfuerzo extra que los otros años, sólo hay algo que aún tengo que decidir cómo solucionar —contestó Altais, aliviado de que se dejara esa charla.

—¿Qué cosa? —preguntó curiosa Leyna mirándolo, también aliviada de terminar el tema fiestas.

—Estoy pensando para mi futuro profesional en el departamento de legislación o el de relaciones internacionales. Para el segundo se pide un EXTASIS en Estudios Muggles, y desde que Hermione Weasley dirige el departamento de legislación, también. Para poder presentarme por libre antes debo de presentarme también al TIMO para demostrar que no sería una pérdida de tiempo para los examinadores, no habiendo cursado la asignatura previamente —explicó el chico.

Ella formó una "o" con los labios, no habían hablado de su futuro, de sus planes, aunque no le sorprendía realmente su elección. Después sonrió de lado.

—Puedo devolverte las clases de duelo con unas de Estudios Muggles —ofreció.

—No creo que la necesite, sólo tengo que leer los libros de la asignatura —denegó—. A no ser que vayas a enseñarme algo más… mágico —sonriendo de igual modo.

—Leí algo así como refuerzo positivo —contestó ella guiñándole un ojo.

—¿Y si soy un mal alumno? —susurró en su oído.

Ella tiró del lóbulo de la oreja de él. —Tendré que castigarte.

—¡Ey, parejita! Perversiones en la intimidad —los reprendió Emery riendo.

—Hablaremos sobre cómo vas a conseguir eso —susurró Altais antes de dirigirse a su amigo—. En ese caso, ¿cuáles son tus planes?

—Criaturas, Herbología, Encantamientos y Pociones. Creo que esos son los mejores para poder estudiar dragones —contestó el chico con seriedad y asintió para sí mismo—. Mejor cuanto más formación.

—Podrías preguntarle a alguien que se dedica a ello. Teddy podría escribirle a Charley Weasley —ofreció Altais, tener un buen contacto ayudaría a su amigo, lo que en retrospectiva podría ayudarle a sí mismo si eso lo ayudaba a progresar.

—¡Cierto! Después buscaré a Teddy, y cruzaré los dedos para librarme de pociones —dijo emocionado con la perspectiva de no presentarse a esa asignatura—. ¿Y tú, pequeña listilla? —le preguntó a Leyna.

—Encantamientos, Herbología, Defensa, Transformaciones y Pociones —contestó ella sin vacilar en ninguna.

—Ya tienes decidido qué hacer después —dedujo Altais.

Ella asintió. —Haré la carrera de Auror —confirmó.

Altais se sorprendió al escucharla y quiso preguntarle por las razones que la motivaban, pero se habían puesto un aviso en la varita para que no se les hiciera tarde para ir a clase y en ese momento les avisó haciendo que los cuatro se pusieran en movimiento con más o menos ánimo por acudir a Pociones.

—Buenas tardes —saludó el profesor Zrinski para llamar la atención de los alumnos, al instante enmudecieron los pocos que aún hablaban—. En esta clase vamos a realizar la poción vinculadora. ¿Alguien puede decirme su utilidad?

Leyna levantó la mano y esperó a que él le diera la palabra.

—La poción vinculadora sirve para vincular dos objetos, con uno puedes saber la localización y el estado del otro, si es muy fuerte ese vinculo incluso puede afectarle lo que le pase a uno al otro —explicó.

—Bien, señorita Samuels. Diez puntos para Slytherin. ¿Alguien puede darme un ejemplo de su uso? —preguntó y le dio la vez a Azaleh.

—Uno de los usos más usuales es vincular dos objetos contenedores, por ejemplo, podrías tener una bolsa y a través de ella ver el interior de tu baúl e incluso coger cosas de él —contestó el chico.

—Diez puntos para Gryffindor, señor Farley —concedió el profesor—. Los ingredientes y el procedimiento pueden encontrarlo en la página treinta y tres de su libro. Sólo les haré el apunte de que deben llevar especial cuidado cuando agreguen las colas de lagartija y los hígados de cangrejo de fuego debe estar absolutamente congelados antes de proceder a pulverizarlos.

Todos empezaron a realizar la poción, Leyna vigilando a Zaniah para que no estropeara la poción antes de hora. Cuando llegó el momento congeló los hígados de cangrejo de fuego y empezó a triturarlos hasta que quedó un polvo muy fino. No supo cómo pasó, pero justo cuando empezó a echar en el caldero las medidas exactas el líquido empezó a burbujear, lo último que vio antes de la explosión fue a Higgs a su lado riendo como un imbécil.

El espeso líquido se sentía caliente, rozando casi el límite de quemar, y ella lo tenía por todo el cuerpo. Lo sentía bajar por su pelo, su túnica, sus brazos y su rostro. Se obligó a mantener los ojos cerrados para que el mejunje no entrara en ellos, quería matar a Higgs.

El profesor se acercó rápidamente y desvaneció la poción en primer lugar, tanto de Leyna como lo que había salpicado al propio Higgs que seguía riendo.

—Silencio —ordenó cortando las risas, inspeccionó lo que quedaba en el caldero de Leyna—. Especifiqué que echara el hígado congelado, señorita Samuels.

—Pero yo lo congelé, profesor —aseguró ella mirando mal a Higgs—. Lo hice todo correctamente.

El profesor siguió la dirección de la mirada de ella, parecía más factible que se tratara de algún sabotaje siendo ella una alumna aventajada en la asignatura, siempre había hecho pociones excelentes.

—Vaya a la enfermería para que comprueben que no ha filtrado la poción en su piel, señorita Apeldty, acompáñela —decidió, a Higgs parecía que sólo le había saltado en la ropa.

Leyna asintió poniéndose en pie con molestia por perderse la clase. Fue hacia la puerta pero aún no había dado más que un paso cuando sintió una fuerza tirando de ella hacia atrás y chocó fuertemente contra Higgs.

—¿Ya has aceptado que estás mejor en mis brazos, Samuels? —dijo arrogante el chico pasando un brazo por la cintura de ella.

—Señor Black, haga el favor de vigilar la clase en mi ausencia —dijo al chico que observaba de un modo peligroso esa acción de Higgs—, en seguida vendrá otro profesor a relevarme. Ustedes dos vengan conmigo a la enfermería. Señorita Apeldty puede quedarse y trate de prestar atención a su poción —ordenó, quitando el hechizo de éxtasis en que había puesto dicha poción con la anterior orden, y avanzó hacia la puerta.

—¿Qué ocurre profesor? —preguntó Leyna preocupada cuando salieron de la clase, evidentemente era una efecto secundario de una poción mal hecha, sólo esperaba que Zrinski supiera revertirlo, pensar en ella pegada a Higgs le producía escalofríos.

—Me temo, señorita Samuels, que la poción deficiente ha tenido efectos adversos inesperados —respondió Zrinski mientras caminaban por los pasillos y observaba la muestra de poción que había tomado, además de efectuar algún que otro encantamiento sobre ella sin querer perder tiempo.

—Disculpe mi atrevimiento, profesor Zrinski, pero eso ya lo había notado —protestó ella por esa contestación tan evidente.

—Es simple, Samuels, estás unida a mí —contestó Higgs tratando de volver a cogerla pero ella lo evitó apartándose todo lo que podía.

—Señor Higgs, no preciso que me dé más pistas sobre quién saboteó la poción de su compañera. Tenga por seguro que en cuanto se solucionen todos los problemas que está causando se encargará de limpiar las letrinas de la enfermería hasta final de curso —aseguró el profesor Zrinski, su voz suave como la seda.

El moreno gruñó por lo bajo, pero miró a Leyna y le lanzó un guiño que a ella simplemente le resultó repugnante, tenía ganas de librarse de él, de volver a clase, o mejor, ir con Altais y dejar que le quitara ese recuerdo de la memoria con un solo beso.

—Entonces ¿nunca ha oído de este efecto secundario, profesor? —insistió ella mirándolo expectante.

—De ser así ya estarían separados —contestó el hombre abriendo las puertas de la enfermería—. Buenas tardes, Poppy. Se precisa un análisis toxicológico sobre el señor Higgs y la señorita Samuels, están vinculados a un metro a causa de una reacción adversa ante la mala preparación de la poción vinculante —explicó sin más demora.

La mujer lo miró con horror ante la noticia y se acercó a los jóvenes para coger sus manos. —Pobre criaturas… vamos, venir conmigo, os haré un chequeo completo para asegurarnos de que no hay nada más —les dijo con una sonrisa—. Puede darle la muestra a la señorita Laroche, señor Zrinski, yo me ocuparé de los chicos y le informaré con cualquier novedad.

El hombre le dio otra muestra y siguió analizando la que tenía. —Regresaré al término de las clases.

Poppy hizo un gesto de asentimiento y guio a los Slytherin para hacerles las pruebas pertinentes.

Continuará…

Notas finales: El nuevo año empieza con problemas, ¿hasta dónde creéis que llegaran las consecuencias de la bromita de Higgs? Y vosotros que ya os habíais hecho ilusiones con el salseo en el Mundial…