Capítulo 1

Comienzo, Llegada y Encuentro

El repicar intenso y tenaz de la lluvia sobre aquel vidrio desgastado y resquebrajado por el tiempo me distraía continuamente de mi tarea. Eventualmente descargas de placer aguijoneaban mi ocupado cerebro en un intento vano de atraer mi atención. Algo suave y tenue me tocó la piel del torso en un intento fallido de parecer delicado, hastiado por la situación miré la lujuriosa y ávida criatura que yacía a mis pies, clamando por mi atención como si de ella dependiese su existencia.

Ciertamente era hermosa, piel clara, ojos negros y brillantes, boca grande y labios delicadamente rojizos, nariz pequeña, frente estrecha y pelo liso y lacio de color negro azabache. A decir verdad todos aquellos atributos asociados a sus facciones eran correctamente definidos como "bellos" pero para alguien como yo, la verdadera belleza es algo con un sentido más profundo y complejo que la determinada fisonomía con la que nacemos. El arte es efímero, una frase que resume en su totalidad la creencias artísticas en las que baso mi vida.

La sonreí condescendiente mientras intentaba recordar su nombre, a menudo danna me recuerda que debo se cortés y agradable con las mujeres, pero esa regla que el se aplica me resulta realmente incomprensible, puesto que el término mujer para mi significa algo muy diferente que lo que significa para él.

-Dei…hazme tuya –musitó fervientemente mientras se recostaba sobre el escritorio de roble abriendo las piernas inocente y precoz, a la vez que gemía sin parar de tocarse.

-Lo siento, se acabó por hoy Inori –di gracias por haber recordado a tiempo el nombre de aquella chica definida de hermosa en cánones normales.

-Pero Dei…-comenzó a balbucir con aquella voz irritantemente aguda.

-Se acabó –la corté mientras comenzaba a adecentarme subiendo los bóxer y los pantalones con ánimo de desaparecer de allí.

-Espera un momento…si te marchas, le diré al director que has intentado violarme –el tono venenoso e infecto que adquirió su voz me hizo replantearme una vez más, hasta que punto yo estaba dispuesto a tener sexo con "cualquiera".

-Haz lo que te de la gana. Hmm –gruñí mientras cerraba la puerta corredera con desgana, bostezando y suspirando de hastío.

Lo que aquella chica dijese de mí poco iba a afectarme, quedaba poco para que terminase el semestre, los profesores estarían de claustro y nadie atendería las idioteces que aquella chica lasciva y venenosa pudiera decir. Por uno de los muchos ventanales que salpicaban las pareces amarillas del instituto, pude apreciar que la lluvia había dejado paso a un sol agradable y vigoroso que parecía irradiar alegría.

Las escaleras del primer piso estaban desiertas, ni un alma a la vista que pudiese delatar mi pervertido acto del día. Con nueva energía fluyendo por mis venas y el pelo apartado de mi rostro me sumergí de lleno en la prístina, cálida y tierna luz del sol de mediados de marzo, a la vez que el aroma de los cerezos en flor levantaba mis ánimos sobre el nivel estándar de felicidad.

Avancé con pasos seguros entre las mesas de madera que había a la salida del instituto intentando identificar a mis peculiares amigos entre la exaltado multitud que en esos momentos gritaba, maldecía y conjuraba cien mil tipos diferentes de insultos referentes a profesores cateadores.

-¡DEIDARA! –una voz familiar, masculina y arrogante se elevó por encima de las restantes, yo volví el rostro y prevenido del siguiente movimiento del enemigo recibí en mis manos el impacto de un bollo de chocolate que debería haberme manchado la cara de crema. De todas formas el jodido aperitivo fue arrojado demasiado fuerte, provocando que el relleno rebosase y me ensuciara la cara y el pelo.

-Hay que joderse, ¡Maldito Hidan cabronazo! ¡Hmm! –maldije en voz alta mientras me limpiaba los restos del tentempié y le sacaba el dedo al cabrón de mi compañero.

Varias mesas a la izquierda un tipo alto de cabello engominado peinado hacia atrás y sonrisa ancha y estúpida, reía a carcajadas.

-¡Deidara tendrías que haberte visto la cara! –rió todavía más fuerte cuando me acerqué a sentarme a su izquierda, entre Nagato y Yahiko.

-¿Qué hay Genbaku? –me preguntó el pelirrojo de los piercing con una sonrisa.

-Hmm, nada nuevo –respondía con indiferencia recostándome sobre la mesa, cuando recordé algo importante, me envaré con rapidez y perforé con la mirada a Hidan Yamaguchi, el cual ya estaba preparado para tocarme los cojones otra vez.

-Te advierto cabrón que no tengo ganas de cortarme el pelo otra vez, así que métete los jodidos chicles en las pelotas haber si se te enredan ahí –solté y me volví a acurrucar en la mesa aún algo húmeda a causa de la lluvia.

-Vaya, ¿tienes el día Emo Deidara? –ladró el antes aludido en voz alta.

-Tío, déjale en paz tus putos chillidos me rebotan en la cabeza –gruñó Nagato en mi ayuda.

-En ayuda del Emo siempre va otro Emo –en el preciso momento en el que terminó de decir aquello la mano de Yahiko le soltó una hostia de cuidado al bocazas de Hidan.

Todos reímos.

-¡A callar putas! –gimió el engominado pseudos-ente mientras se frotaba la nuca con vigor.

-Argh joder Hidan tu siempre tocando los cojones. Hmm. Con el buen humor con el que había terminado las clases hoy –me quejé elevando el rostro al cielo.

-¿Las clases? ¡JÁ! ¿Te piensas que nos chupamos el dedo Genbaku? –preguntó Yahiko lascivo mientras me guiñaba un ojo de un modo empalagosamente femenino.

-Es cierto… ¡Deidara ya es hombre! –Hidan estalló en carcajadas atrayendo la atención de todos los demás alumnos, pero como nadie se atrevía a reprocharnos nada por diferentes y variados motivos, apartaron la vista y siguieron chillando a su bola.

-Tu cállate pedazo de marica, que soy hombre mucho antes de que tu madre te vomitase –respondí.

-¡Tío a mi madre ni media! –saltó.

-Bueno Deidara, déjate de chorradas y cuéntanos de una vez que le has hecho y a quien –el tono melodramático de Yahiko me resultó más cómico que morboso, pero, independientemente de cómo preguntase y en que tono, tarde o temprano acabaría contándoselo así que me limité a relatárselo omitiendo detalles para evitar que mi "aventura" fuese catalogada como pornográfica.

-¿Entonces no te la follaste? –pregunté Hidan algo decepcionado.

-Hiciste bien…si la chica no te acabada de convencer… -Nagato dejó la frase a medias a causa de un bostezo.

-Pobre chica, no le terminaste la faena –suspiró Yahiko incorporándose, -Bueno putas, me voy a "hacer un recado" –sonrió y se despidió de nosotros con un gesto de la mano.

-Maldito cabrón agujereado –musitó Hidan compadeciéndose de si mismo.

-¿Donde esta danna? –pregunté.

-Me parece que está en el aula de arte ayudando a una alumna nueva.

-Supongo que con "ayudar" te refieres a tirándosela… ¿no? –preguntó Hidan interesado.

Nagato frunció el ceño molesto.

-Que para ti no exista nada más que el sexo y las tetas no quiere decir que para los demás sea así, hay gente que se entretiene leyendo o mirando arte, pero claro, todas esas actividades requieren al menos tres neuronas…lástima porque a ti te falta una –respondió el moreno molesto.

-Si –respondió Hidan riendo, -para querer hacer esas cosas hay que ser marica o tener novia –finalizó riendo aún mas alto, esta vez fui yo el que le propinó una hostia.

-¿Queréis dejar de joderme de una vez? –resolló.

-Te preguntaría si eres capaz de dejar de decir gilipolleces, pero eso es algo inconcebible para alguien como tú –respondí hastiado por el comentario.

-Tú cállate rubio afeminado, que eres el que menos tiene que hablar.

-Afeminado tu padre capullo, di lo que quieras porque yo, aunque te joda, triunfo entre las mujeres –le contesté con suficiencia.

-Maldito cabrón eso ya lo sé –respondió el albino apretando los dientes.

-Joder Deidara, que gran ego –dijo una voz femenina a mi espalda.

Me volví sonriendo ampliamente para ver a la responsables de tan verdaderas palabras.

-Gracias –contesté, ella me sacó la lengua mostrando la perforación en la misma.

-Hola mi amor, ¿Qué tal? –se acercó a Nagato y lo besó en los labios, provocando que el moreno se ruborizase y como consecuencia Hidan y yo empezamos a reírnos a carcajadas.

-Dejadlo ya anda – suspiró ella.

-Konan, ¿viste a danna? –pregunté yo.

-Esta en el aula de Arte con la chica nueva.

Esas palabras captaron mi atención al instante…pero por desgracia no fui el único.

-¿Chica nueva? –pregunté atropelladamente.

Konan rió.

-Si par de viciosos – contestó ella al percatarse de mi expresión y la de Hidan, - pero por desgracia para vosotros no creo que ella sea de "esas" –dijo ella pasándose los dedos por el pelo azul celeste.

Konan era la única chica que formaba parte de nuestro grupo de amigos, estaba con nosotros desde siempre. Había empezado a salir con Nagato hacía un par de meses sorprendiéndonos a todos pues ninguno sabía que la chica de los piercing estaba enamorada del retraído y solitario moreno.

Ella siempre me había caído bien, pues era a la única a la que yo consideraba "mujer" con total sentido. A diferencia de las chicas a las que yo me tiraba Konan era compleja, inteligente, perspicaz y agresiva, siempre te dejaba mal cuando se trataba de insultos y jamás nadie la vió callarse una verdad. Eso era lo que la diferenciaba del resto de entidades del sexo opuesto.

-¿Y como se llama ella? -Pregunté, pues la cara de Hidan, al escuchar lo antes dicho por la chica parecía haberle quitado todo interés.

Menudo cabrón violador estaba hecho….

-Pues… -Konan no llegó a decir nada, desvió la vista de mi cara y la clavó justo detrás de mí sonriendo y saludando con la mano, parecía entusiasmada.

Luego de eso reconocí la voz de danna a lo lejos, me volteé para ver entre la multitud su brillante cabello pelirrojo, había gente delante así que no lo pude apreciar hasta que se apartaron para dejarle pasar, pero, por alguna enigmática razón me fijé en la figura femenina que caminaba a su lado de la manera más atrayente, sensual y grácil que había visto jamás. Se me descolgó la mandíbula literalmente mientras observaba, absorbía y registraba todos y cada uno de los detalles del cuerpo de aquella deliciosa mujer. Era alta, tal vez mediría 1`65, su piel era de un tono intermedio entre el blanco perlino y el bronceado natural, de aspecto cremoso y suave.

Su cara era cuadrada de rasgos rectos y perfectamente simétricos, ojos grandes de color castaño chocolate, nariz de tamaño medio perfectamente proporcionada labios gruesos y rosados, boca pequeña y barbilla redondeada. Tragué saliva mientras comenzaba a analizar su delicioso cuerpo. Tenía un busto delicado, grande y esponjoso, su talle era medio, perfecto y redondo, lleno de curvas, curvas que me haría padecer mil y un males con solo imaginarme sobre ellas, ávido de más bajé hasta sus piernas, largas de piel brillante y de aspecto fuerte. Me repasé los labios con la lengua en ademán lascivo mientras observaba como su pelo castaño claro recogido en un denso moño en lo alto de la cabeza y el flequillo recto se movía agitado por el viento primaveral.

Salí de mi ensoñación cuando Konan se rió.

-¿De que te ríes? Hmm –pregunté molesto.

-De tu cara de hombre que acaba de ver una diosa –me contestó en voz baja para que solo yo pudiese escucharlo.

-Que dices… -negué, pero para mi asombro me había ruborizado completamente, como un niño pequeño.

-Hola –la voz de danna me hizo levantar la vista, eso sí, no sin antes cerciorarme de que mi cara había adoptado mi máscara de tío "cool" desbancando a la anterior de panoli agilipollado.

-Hola Sasori, ¿Qué tal Takeuchi? –la voz de Konan sonó tranquila.

Levanté la vista, dispuesto a aguatar lo que me echaran, pero me esperaba todo menos que su belleza se multiplicase por cien de cerca.

Su delicioso rostro estaba feliz, sonreía a Konan y miraba alternativamente a danna algo azorada por la situación.

-Deidara… ¿Por qué no has terminado el trabajo para Arte del Mundo Contemporáneo? –la autoritaria voz de danna me hizo apartar la vista de aquel sueño echo realidad.

-Lo siento hmm, me entretuve –musité.

-¡Vaya! Así que tu eres al autor de aquella escultura tan curiosa –la voz, sí, la voz de mi diosa sonaba deliciosa tan cerca, alcé la vista ávido y agradecido por tener la excusa de mirarla directamente a los ojos.

-Si… ¿te gustó? –pregunté sonriendo ligeramente. Dios. Se ruborizó cuando la miré a los ojos.

-Bueno…no es exactamente bonita…pero es interesante – dijo mirándome entrecerrando los ojos y sonriendo a pesar de la vergüenza.

Aquello fue el golpe definitivo, mi amigo entre las piernas, el cual llevaba alerta desde que la miré la primera vez, se despertó con tanta rapidez e ímpetu, que tuve que reprimir un aullido de dolor.

-No me he presentado, soy Miwako Takeuchi…un placer –dijo otra vez sonriendo mostrándome sus blancos y perfectos dientecitos.

Mi sexo se endureció todavía más, haciendo que mi sonrisa completamente feliz se viese enturbiada por un amago de dolor.

-Deidara Genbaku…un placer conocerte…hmm –contesté sin resuello y con la cara ardiendo.

Tras el primer contacto con aquella chica que parecía sacada de mi subconsciente, pensé que tal vez no me sucedería lo mismo cuando volviera a verla, pero me equivoqué tan garrafalmente que sentí pena por mi mismo.

Miwako Takeuchi resultó ser aún más interesante de lo que yo podría haber supuesto en un principio, de hecho estaba tan equivocado en lo referente a su personalidad que me quedé anonadado ante su labia y su ingenio.

Tenía 18 años, medía 1´66, le gustaban los delfines, escribir novelas y reflexionar bajo la ducha durante horas. No es necesario mencionar que el hecho de que mencionase esto último me tuvo en vela toda la noche siguiente imaginándome hasta que punto le gustaba y como estar bajo la ducha.

Su asignatura preferida era dibujo artístico, odiaba dibujo técnico, su color preferido variaba según el día de la semana, no le gustaba soltarse el cabello, practicaba atletismo desde los 13 años, adoraba mirar las nubes y era adicta al anime y al manga así como también era una lectora empedernida de los relatos de Jane Austen, lo que me hizo suponer su naturaleza romántica y tal vez enamoradiza.

En clase, tenía cuidadosamente colocado su material de dibujo pues parecía disgustarse al no encontrar sus lapiceros en el lugar en el que lo había dejado. A menudo y sobre todo en clase de historia se dedicaba a dibujar muñequitos besándose en el margen de los cuadernos que luego se negaba a dejar ver con la excusa de "no están terminados". Durante el recreo se sentaba en el borde del banco y respiraba hondo varias veces antes de echarse sobre las tablas del mismo. Y así con cientos de pequeños detalles que me fascinaban de manera poco creíble, incluso llegué a pensar que estaba enfermo, a lo que Konan me respondió claramente que estaba "enamorado" de esa chica. Esa idea me hizo replantearme seriamente todo lo que había creído fielmente desde que era un niño de trece años.

Otro detalle que me costó bastante aceptar sin sentir el azote de la cólera fue su facilidad para abrazar a alguien… sobre todo cuando ese alguien no era yo. En varias ocasiones la vi abrazando a Konan de manera cálida y agradecida, los sentimientos que esto me provocó tuvieron la consecuencia de no hablar a la morena durante tres horas…algo bastante patético por mi parte.

-Deidara, ¿me estás escuchando? –la voz de Konan me llegaba lejana y distorsionada.

-Perdona…estaba distraído, ¿Qué me decías? –pregunté confuso.

-Nada…déjalo, eh mira, ¡Takeuchi! –gritó ella de improviso.

Mi cabeza se movió sola, activada por un resorte invisible que no fallaba nunca.

Ella apareció detrás de la columna de las escaleras, sonriente y con la mochila de cuadros colgada como por casualidad de su hombro izquierdo, traía en las manos tres pasteles de chocolate y uno de fresas.

-Hola Tokugawa, Genbaku, Kubota, Sasori –dijo ella sonriéndonos a todos.

Se me secó la boca y sentí como mi cuerpo se tensaba ante el sonido de su voz al pronunciar mi apellido.

-Hola –saludamos Nagato, danna y yo al unísono.

-Mira, he traído el de fresa para Tokugawa –dijo y le lanzó el bollo a Konan, -y los demás para vosotros –le tendió el aperitivo a danna primero sonriendo, luego a Nagato y por último a mí, atravesándome las retinas con sus orbes brillantes.

-Gracias…hmm –respondí cogiendo lo que me tendía.

Se sentó en la escalera enfrente de danna y de mí, algo apartada de los tórtolos que no paraban de devorarse a besos.

-Esto es un poco embarazoso…si queréis meteros la lengua hasta el esófago bien por vosotros, pero hacedlo en un lugar donde yo no pueda verlo, joder –salté de mal humor frunciendo el entrecejo.

Konan se apartó de Nagato de mala gana y nos lanzó una mirada envenenada.

-Callaros putas, Nagato vámonos –cogió la mano de su novio y se alejó de allí, -nos vemos en clase Takeuchi.

-Sí claro –le contestó ella con una suave y coqueta caída de párpados que me hizo pasarlo fatal, pues creí que mis pantalones se rompería.

Danna me miró risueño y algo confuso ante la situación.

-Ven a sentarte aquí Miwako –no se porqué pero el hecho de que danna la llamase por su nombre me enfureció ligeramente.

-Si señor –contestó acercándose y sentándose, para mi sorpresa, entre el pelirrojo y yo.

-Dime Genbaku, ¿Terminaste el trabajo aquel de la escultura de arcilla? –me preguntó.

Tardé un segundo en recobrar mi mente para centrarla en la pregunta que me acababa de hacer.

-Me falta solo la parte final, de todas formas no creo que la termine…hmm –contesté.

Los ojos de Takeuchi se abrieron desmesuradamente, sorprendida.

-¿¡Como que no la vas a terminar?! –preguntó.

-Bueno no me convence del todo…tal vez debería poner más empeño en otra…-no pude terminar.

-Yo te ayudaré –asintió.

-¿Hmm?

-Sí…bueno lo intentaré, con Sasori ha funcionado bastante bien, ¿no? –preguntó mirando a danna. Yo fruncí el ceño molesto y confundido.

-Eso es cierto, me vino muy bien tenerla cerca cuanto estaba por terminar el trabajo de Manualidades del mundo actual…me inspiró bastante –asintió el.

¿Qué le "inspiró" bastante?¿Y a quién puñetas no le iba a inspirar una deidad como aquella? Mierda, eso sonaba eróticamente sospechoso.

-Bien, si me ayudas tu la terminaré –acepté.

-¿De verdad? ¡Genial! –sonrió y de manera poco sutil y realmente encantadora me dio un abrazo breve. Me ruboricé incorporándome de repente.

-Si…gracias hmm, nos vemos en clase –salí de allí a toda velocidad, sin saber exactamente por que me marchaba, ni porque danna sonreía de manera sádica y divertida.

-Deja ya esa cara de panoli, que me la vas a contagiar.

-Cállate hmm –respondí de mala gana dándome la vuelta en la cama deshecha.

-Me voy a la ducha –la voz de danna desapareció por la puerta del baño.

Allí los dos aislados en nuestro pequeño apartamento en medio de Tokio, todo parecía lejano y ajeno. Incluso aquella diminuta mosca negra que pugnaba por atravesar el cristal en un intento vano por alcanzar la libertad, me parecía extraña.

Solo tenía dos habitaciones, una para danna y yo y otra más grande reservaba al trabajo artístico de ambos, aparte de esto, la pequeña cocina y el diminuto baño conformaban los elementos mínimos y familiares de nuestra existencia pacífica. El hecho de no traer chicas al apartamento era una regla auto-impuesta por nosotros en el momento en el que empezamos a vivir juntos cuando cumplimos los 16, y que yo supiese, hasta el momento ninguno de los dos la había incumplido.

El pequeño apartamento había pertenecido en su tiempo a la hermana mayor de danna, Hiromi, pero como ahora estaba casada le había cedido el pisito a su adorado hermanito menor. La familia de danna era adinerada, y si mi compañero hubiese querido habría podido comprarse un piso nuevo el triple de grande que en el que vivimos. Pero una vea más, la filosofía de vida de danna se basó en su concepción del arte para elegir nuestra casa. Y eligió el piso viejo y cálido donde vivíamos en la actualidad. "Es Arte Es Eterno" decía siempre danna, su idea de arte era completamente opuesta a la mía, pero aún y así conseguíamos llevarnos bien…casi todo el tiempo.

El repique de las gotas de agua sobre la mampara de la ducha me hace recordar irremediablemente el día en el que tuve sexo con esa chica morena tan pesada…no logré recordar su nombre.

Sin embargo y de manera fastidiosamente inconsciente, al pensar en relaciones sexuales el rostro afrodisíaco de Miwako Takeuchi se dibuja en mi mente con nitidez haciendo que mi obsesión por esa chica siguiera creciendo sin control.

¿Qué que tiene Miwako que no tengan otras? Se me ocurrieron cientos de motivos por los cuales me pueda atraer tanto sexualmente, si bien es cierto que su cuerpo de diosa no es lo que más me llama la atención de ella, es, por muy típico que suene, su carácter.

Era ambigua en muchos sentidos, pero su gran madurez su gran ingenio y su desconcertante conocimiento sobre literatura hacen de ella algo de interés para alguien como yo, que hasta hacía apenas unas semanas tomaba la mujer como un mero entretenimiento. Eso si, por favor pediría aclarar este asunto. En ningún memento he despreciado a una mujer, si era sexo lo que pretendían yo se lo daba, si querían hablar yo las escuchaba, si querían llorar yo estaba ahí para ellas, sin embargo, a la hora de conectar a un nivel más profundo…simplemente, era incapaz.

Sus trivialidades diarias me eran completamente indiferentes, ¿me convierte eso en un ser insensible? No lo descarto. Sin embargo puedo intuir que, parte de esa supuesta insensibilidad venga condicionada por el hecho de que sus mentes, incapaces de ir más allá simplemente me aburren. Suspiré y me recosté de nuevo boca arriba sobre la cama medio deshecha.

Danna trajina quien sabe donde…hmm debía de haber salido de la ducha hace un rato, no me di cuenta…sí, eso debía ser.

-Deidara, esta tarde tendremos visita –esto si capto mi atención.

Me incorporé lentamente.

-¿Visita?¿Que tipo de visita hmm? –pregunté alertado por la felicidad que notaba en la voz de mi pelirrojo compañero.

-Una mujer –dijo simplemente.

-¿Una mujer? Mierda Sasori estoy más que harto de que te pases la norma por el forro de los cojones hmm –resollé volviendo a acostarme, sabía que era irracional, puesto que ninguno de los dos había llevado a una mujer a casa, pero en ese momento, en el que el objeto de mi obsesión se encontraba quien sabe dónde, no pude ignorar el detalle de que tal vez yo hubiese sido el único que hubiera respetado aquella norma –pues que ni se te pase por la cabeza que me marche de aquí, después de todo, por mucho que sea el piso de tu hermana, el alquiler que la pagamos va a medias hmm –agregué molesto.

-Vaya, me has entendido mal, no necesito tener sexo hasta dentro de tres semanas por lo menos –dijo el, su voz sonó más cerca. El crujir de los muelles me alertó de que acababa de sentarse en su cama. Me incorporé para poder reírme de su supuesta vida erótica plena y sobre todo, planificada.

-¿De verdad es así danna? –pregunté enarcando una ceja, divertido.

El frunció sus cejas pelirrojas, molesto.

-Si, y deja de poner esa cara de agilipollado, porque no creo que te haga gracia que Miwako te vea así –susurró malévolamente.

-¿¡Como?! –pregunté sin dar crédito a lo que escuchaba.

-Tenía problemas con su trabajo de pintura, así que me pidió consejo y yo, como buen sempai que soy, la ofrecí venir a casa –inquirió con sencillez alcanzando una revista de automovilística de las muchas apiladas en la mesilla entre ambos lechos.

-¡Joder Sasori! ¿Cómo coño se te ocurre pedirle a una tía que acabamos de conocer que venga a casa así como así? –pregunté iracundo apunto de lanzarme a patearle su jodido culo de pre-universitario.

-Eh, tranquilo Deidara, es Miwako de quien estamos hablando, es mi nenita y sabe portarse bien –dijo con un sonrisa.

Aquello casi me mata del susto, como consecuencia la ira se triplicó.

-¡¿TU NENITA?! –resollé completamente fuera de mí apretando los puños hasta hacerme daño.

-Una vez más, calma por favor, no me refiero a que sea mi novia ni mi rollo ni siquiera mi compañera de cama –se excusó alzando las manos son sus palmas níveas frente a mí. –Solo digo que al ser precisamente ella la que viene no hay nada de que preocuparse, ya que estoy más que seguro no le interesamos en ese sentido –finalizó.

La ira fue rápidamente sustituida por escepticismo.

-¿Insinúas que no la atraemos físicamente? –pregunté adoptando mi voz de tío creído que se merece una patada en sus partes.

-No lo insinúo lo afirmo, tengo contactos entre sus amigas de clase, y no ha mencionado nada sobre ningún chico que le guste –dijo esto volviendo a recoger la revista olvidada sobre la colcha.

Enarqué una ceja, incrédulo y algo molesto. Nunca antes ninguna mujer había pasado de mí. No es que tenga un gran ego, pero usualmente suelo causar buena impresión entre el género femenino, ya sea para bien o para mal, pero nunca había causado…bueno eso, nada.

Hastiado y algo cabreado volví a mirar a danna, el cual parecía absorto con su lectura.

-¿Estas seguro de que no ha dicho nada...sobre mí?

Aquello captó la atención de mi compañero de piso.

-¿Te interesa, acaso? –preguntó.

¿Me interesaba? Era una pregunta sumamente interesante, como poco aquella chica de piel iridiscente y ojos vivaces era digna de comprensión, así que tal vez si que me gustase, tendría que averiguarlo.

-Puede –tanteé sonriendo.

Danna soltó una carcajada.

-Si tienes intención de usarla como a las otras –empezó, -cosa que dudo bastante, no creo que a Konan le haga gracia, la ha tomado cariño.

-Eres un salido danna –comenté, -aunque no te culpo por ello, ya que visa mi trayectoria es normal que pienses eso. Pero te diré que ella si me interesa, aun quue de manera algo más profunda que una común atracción sexual.

-¡Vaya Deidara! Eso es un gran progreso para ti –parecía estar felicitándome.

-No te pases –dije súbitamente iracundo.

El soltó una risilla.

-Eres demasiado impulsivo.

-Hmm –musité mirando al techo.

El timbre sonó, danna se levantó como si un resorte hubiese propulsado sus piernas, avanzó hasta la puerta algo más rápido que de lo que yo estimé normal en él. Eso me hizo dudar, ¿Tal vez a danna le interesase Miwako?

Eso era posible, pero poco probable, tal vez le pareciese hermosa, o tal vez le pareciese interesante o… .

Me vi obligado a dejar de cavilar pues un aroma femenino y sumamente sensual llegó hasta mi nariz acompañado del sonido suave de una risa. Una risa que se coló por mis oídos e hizo repicar mi corazón.

Miwako caminó tras danna hasta la cama donde yo, despeinado y en ropa de estar por casa, yacía sentado y erguido como el palo de una escoba, mirándola con adoración, lujuria e interés.

-Hola Genbaku –saludó mirando fugazmente a los ojos, tímida y sonrojada, me dieron ganas de estrecharla contra mi –¿Qué tal lo llevas? –me preguntó sentándose a mi lado.

-No me puedo quejar la verdad, ¿Qué tal tú? –pregunté sonriente.

Los ojos castaños de ella se abrieron momentáneamente, en un gesto tan inocente y la vez tan sensual que me hizo estremecerme.

-Pues un poco mal, espero que Sasori pueda ayudarme –dijo esperanzada mirando a danna.

El sonrió de medio lado.

-Veremos que puedo hacer –se levantó y le ofreció la mano, ella la agarró y avanzaron hasta la sala de trabajos.

Yo les seguí pero me quedé en el marco de la puerta, observándola abrir su mochila y sacar sus instrumentos, colocarlos con delicadeza y orden, retirarse el espeso flequillo castaño de los ojos, caminar hasta danna y volverse súbitamente hacia mí, atravesándome con la mirada.

-¿No vienes Genbaku? –preguntó señalando el papel de 3 mg en el que pude apreciar un ligero esbozo a carboncillo.

Con una sonrisa que juraría estúpida avancé hacia la bella princesa que urgía por mi presencia.