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Escuchaba como Bella se movía de un lado hacia otro en la habitación que le había otorgado, la estaba esperando para despedirme de ella.

Cuando nos sentamos en el balcón del castillo la había visto feliz pero a la vez preocupada, al preguntarle el porqué, me confesó que era por su padre, sintiéndome culpable por la forma en que la había separado de él, le había propuesto prestarle mi espejo mágico, pensé que con el hecho de que ella viera que su padre estaba bien se quedaría a mi lado pero, me sorprendí cuando vi como su rostro se iluminó con la sorpresa al ver como su progenitor estaba buscándola desesperado a pesar de que él estaba muy enfermo.

No me había quedado otra opción más que dejarla libre de su promesa conmigo… aunque eso me estuviera matando por dentro.

No quería dejarla ir, no solo por el hecho de que estaba por más que seguro de que ella sería quien rompería mi hechizo, sino por el hecho de que me había enamorado verdaderamente de ella.

Había logrado amarla por todas sus atenciones conmigo, aunque en un principio pensé que lo hacía solo por lastima o simplemente por no enfrentarse de nuevo a mi ira, al verla a los ojos sabía que nada de lo que pensaba era cierto, que todas y cada una de sus sonrisas y caricias eran con buenas intenciones y no con malicia.

La puerta se abrió de la nada, mostrando a Bella con su habitual vestido celeste pero, con una capa café cubriéndola por encima, me miró sorprendida, al parecer no esperaba encontrarme afuera de su habitación.

—¿Sucede algo? —preguntó mientras cerraba la puerta de la habitación detrás de ella.

—Yo…solo venía a…decirte adiós… —me costaba hablar, tenía un pequeño nudo en la garganta.

Baje la mirada, no quería que me viera triste, prefería que me recordara como hace unos cuantos minutos, feliz de tenerla entre mis brazos y de sentir su rostro contra mi pecho, feliz por compartir esa cena conmigo y ese vals encantador.

Inconscientemente me hice sentir aún más mal por su partida al recordar aquello.

Sentí como su mano acariciaba mi mejilla suavemente, me obligó a mirarla a los ojos, con temor fijé mi mirad en la suya, descubriendo como ella también tenía una mirada triste que no le impidió regalarme una sonrisa alegre y sincera como tantas otras me había dado.

—No tienes que estar triste, volveré lo prometo —habló un tanto positiva, intentando darme ánimos.

—¿Pero cuando?.

Ella se posó de puntillas y entonces sentí sus labios sobre los míos, me congelé por unos instantes pero, después le correspondí, con temor de lastimarla con mis colmillos.

—Antes de que la calidez del beso y las emociones que sentimos se desvanezcan de nosotros —sentenció.

Me regaló una última sonrisa antes de irse del castillo.

Me quedé pensativo unos cuantos segundos sobre sus palabras hasta que mi rostro se iluminó, corrí hasta mi habitación y desde el balcón, lancé un potente rugido que hizo acelerar el paso al corcel de Bella.

Mientras más rápido se fuera...más rápido volvería a estar entre mis brazos.