Disclaimer: Kuroshitsuji pertenece a Yana Toboso
Era una mañana como otra cualquiera en Weston College. Solo que ese día Clayton no se despertó con la campana de la escuela como solía hacerlo. En su lugar, le despertó un ensordecedor grito contra su oreja.
-¡Clayton, despierta, que son casi las siete!-
Se incorporó horrorizado ¿Cómo podía no haber oído la campana? ¿Y por qué esos cabrones no le habían llamado primero?
A toda prisa agarró sus gafas y se dispuso a levantarse de la cama, con tan mala suerte que sus piernas se enredaron en las sabanas y cayó de bruces, derribando en el proceso su mesita de noche.
Jurando en varias lenguas muertas, se vistió a toda prisa y tratando de verse lo más presentable posible, bajó corriendo a tomar el té de la mañana.
Nada más llegar allí lo recibieron las miradas de incredulidad de sus compañeros, que no se despegaron hasta que acabó de comer. Aparte, podía sentir a Bluer escudriñándole desde la otra punta del comedor. Era casi seguro que el prefecto había notado su ropa mal colocada, su cabello despeinado y las marcas de la caída. Bonita manera de empezar la mañana.
Llegó la hora de la misa matutina y Clayton se apresuró a tomar el primer asiento. Ni de coña sufriría otro retraso ese día. Y efectivamente, no lo sufrió. En su lugar, se dio cuenta nada más sentarse de que había olvidado su libro de oraciones. Y para su desgracia el profesor Smith, el más estricto de toda la escuela, también se dio cuenta. Clayton tragó saliva, sabiendo que no llegaría puntual al desayuno.
Sus peores predicciones se cumplieron cuando el profesor le retuvo en la puerta de la capilla y le dio un larguísimo sermón y le penó con dos "Y". El sermón, a voz en cuello, por supuesto.
Nuevamente tuvo que llegar corriendo al comedor con la gente ya cuchicheando. Clayton les miró con el ceño fruncido ¿acaso ellos no habían tenido nunca un mal día? Cierto que el suyo no había podido empezar peor, pero alguna vez tenía que pasar.
Cuando sonó la campana que avisaba el fin del desayuno y el comienzo del tiempo del sirviente, Clayton fue a buscar a Phantomhive para que le preparase unos bollos de crema. Necesitaba algo dulce. Se relamió al pensar en esos esponjosos, dulces y jugosos bollos, hmm.
-¡Clayton!-
El aludido se dio la vuelta. Prácticamente corriendo hacia él iba el amigo de Phantomhive ¿McMillan se llamaba?
-¿Qué ocurre?- preguntó
-Bien, veras… es que Phantomhive está enfermo y no podrá ir hoy al tiempo del sirviente-.
Clayton resistió las ganas de golpear su cabeza una y otra vez contra las paredes, puso su mejor cara de poker y despidió al muchacho con un seco "de acuerdo". A continuación se dirigió al estudio de Bluer haciendo tripas corazón y rezando a todas las deidades que conocía porque el resto del día mejorase, aunque fuera poquito.
Y al parecer decidieron escucharle, por una vez. Tanto el tiempo del sirviente como sus clases fueron completamente normales. Incluso Bluer se abstuvo de echarle la bronca por los incidentes de la mañana. Si, nuevamente la suerte le sonreía… hasta el mediodía, donde la muy cabrona no solo dejó de sonreírle, sino que directamente le abofeteó con saña.
Iba tan tranquilo hacía el comedor cuando, al bajar las escaleras, oyó un ruido extraño detrás suyo. Al girarse vio un enorme fardo negro rodando hacía el con poca o ninguna intención de detenerse. Tardó medio segundo en darse cuenta de que "aquello" era el subdirector y otro medio en comprender que se lo iba a llevar por delante sí o sí. Y no se equivocó, antes de que pudiera siquiera parpadear estaba en el bajo de las escaleras con la rodilla del subdirector en su cuello y un codo justo en mitad de su columna vertebral.
Cuando por fin pudo mirar hacia arriba, deseó poder desvanecerse. Los otros tres sirvientes estaban allí y, claramente, lo habían visto todo. Harcourth le preguntaba si se encontraba bien mientras intentaba quitarle de encima al subdirector (palabra clave: intentaba) y Midford hacia grandes esfuerzos por contener la risa, mientras Cheslock inmortalizaba el momento con una cámara que había sacado de Dios sabía dónde. Clayton gimió ¿Qué había hecho él para merecer aquello?
La hora del té con los prefectos fue una pesadilla, sobre todo con Cheslock repartiendo las fotos del incidente. De todas las artes que podían interesarle, tenía que especializarse en la fotografía. Lo hacía por joder, eso seguro. Y Violet haciendo comentarios sarcásticos tampoco es que ayudara demasiado, la verdad.
Una vez terminada la hora del té y se disponía a salir del Mirador del Cisne sintió una mano en su hombro. Se dio la vuelta y vio a Violet mirándole con una expresión más espeluznante de lo habitual.
-¿Q-Que ocurre?- preguntó Clayton tratando de que no se le notase el miedo.
-Te está persiguiendo- dijo mirándole fijamente, como si a su lado hubiese algo que solo Violet podía ver.- Yo que tu, tendría cuidado.-
Una vez dicho esto, se marchó con Cheslock sin decir ni adiós. Clayton volvió a la escuela pensando en lo que acababa de ocurrir ¿Tenía Violet poderes paranormales o solo había esnifado demasiada pintura?
No volvió a pensar en ello hasta que, en la noche, derramó una botella de tinta sobre el trabajo de literatura que había tardado una semana en hacer. Se fue a la cama con las palabras de Violet resonando en su cabeza.
