Disclaimer: HOw to trian your dragon le pertenece a Cressida Cowell y a Dreamworks, yo sólo hago uso sin fines de lucro de la historia
El plan era en teoría genial
Cierta mañana de cierto 28 de febrero de un cierto año, "Hipo" Haddock se pregunta qué debe hacer. Está bien, él entiende que ya no es un "marginado" completamente, pero tampoco tiene tantos amigos como para organizar una fiesta sin que sea patético. Y tampoco que sus amigos dejarían pasar la oportunidad de llamarlo patético. Bien, quizás el próximo año sí organice una fiesta como se debe, al menos tendría un día completo para festejar. El 2016 será año bisiesto, uno de los pocos en los que él podría celebrar su cumpleaños entero, porque claro que de todos los días del año, él tenía que nacer el 29 de febrero. Ante ese pensamiento ahoga una risa, también nació prematuro, así que básicamente o los dioses lo odiaban o tenía un cartel de "perdedor" en la frente desde antes de nacer. O quizás ambos, quién sabe.
Toda su vida le dijeron que elija entre el 28 de febrero y el primero de marzo, pero Hipo prefería las cosas a la difícil, aunque suene algo loco, así que después de investigar por qué hay años bisiestos, supo que el planeta tarda 365 días y 6 horas en darle una vuelta a al sol, y esas 6 horas se suman hasta que llegan a 24 y cuentan como el día número 366. Este año tenía 18 horas a partir del 28 para que el planeta vuelva al lugar donde comienza la rotación. Y eso definitivamente sonó muy nerd en su cabeza, pero no importa. Todavía no hay máquinas que lean mentes. Y que conste que pensó "todavía", porque no pasaría mucho hasta que inventen una… si es que aún no lo han hecho y es secreto gubernamental. De cualquier forma, no le leerían la mente en ese momento. Aunque conociendo su suerte, de todas las personas en todo el planeta, lo escogerían a él; el desastre lo ha perseguido toda la vida.
Pero regresando a su cumpleaños 17, tendría que hacer algo mientras espera al año entrante. Genial, esto sí que era genialmente increíble: aún no se decidía que haría mañana y ya tenía ideas para el siguiente año. Sí, eso sucede cuando Hipo Haddock piensa demasiado. Su teléfono vibra en su bolsillo, así que por mera lógica revisa sus notificaciones. Un seguidor en Instagram. Bien, no está mal. Una vez que cierra esa aplicación revisa sus otras cuentas, no tiene nada mejor que hacer de cualquier forma. Y es ahí cuando ve el anuncio. Fue sólo un segundo, pero lo vio. Mientras se acomoda en el banco del parque donde está sentado, regresa en busca de ese anuncio. Una película. Perfecto. Ir al cine a ver una película con sus amigos era la una idea perfecta.
Sólo habría que encontrar una forma para lograr que los gemelos se queden quietos y callados, pero una película de acción donde haya mucha destrucción funcionaría bien. Bien, está decidido. Antes de que pasen 18 horas del primero de marzo, iría al cine con sus cinco amigos.
El plan es genial. ¿Qué podría salir mal?
— ¡Papá! ¡¿No viste dónde dejé mi billetera?! —grita Patán mientras prácticamente bucea entre la ropa tirada de su habitación. Recuerda perfectamente, porque bueno, él tiene una excelente memoria, que dejó su billetera favorita, o la única que le quedaba, arriba de su cama para que el maldito rottweiler no la muerda, como hizo con las demás; pero ahora que debe guardar su dinero e irse no la encuentra.
— ¡Si tú no sabes dónde dejas tus cosas, menos sabré yo!
Por un momento de desesperación Patán olvidó que preguntarle a su padre era igual que preguntarle a una roca.
Oh no. Maldito. Perro. Del. Condenado. Infierno. Tiene su billetera en su boca, entre sus dientes, sosteniéndola con sus patas.
Justo cuando Patán toma impulso para ir sobre ese maldito animal, su madre le dice.
— No gastes tus energías. Esa cosa ya se encargó de destruir tu billetera por su cuenta.
— ¡Era la última que tenía! ¿Qué pretendes? ¿Que lleve el dinero en el bolsillo? Podría hacerlo pero se caería.
— No seas llorón, hijo —¿qué? Patán se ofende inmediatamente. ¡Hasta su madre cree que es llorón! Él no es llorón—. Espera aquí.
La mujer se va mientras Patán se queda caminando en círculos. Antes de que pudiese siquiera pensar, ve que su madre arroja algo a su cama, que estaba en medio de ambos. Era un monedero con forma de la cara de un oso. Un monedero de osito de niña.
— Lleva ese.
— ¡Pero mamá! ¡Ese es de niña!
— Pídele a tu perro que te consiga otro si no te gusta.
Patán odió tener que admitirlo, pero su madre tenía razón.
Sólo debía evitar que los demás lo vean. No sonaba tan difícil, y es más, tratándose de él, que nadie se animaría a revisar entre sus cosas. Sí, sólo debía esconderlo de los demás en cuanto llegara al cine.
El plan es genial. ¿Qué podría salir mal?
— Idiota ¿y mi ropa? —pregunta Brutilda a su hermano.
— Emm ¿sobre ti?
— La que dejé sobre mi cama, tarado.
— Ahhh, ESA ropa… —dice y hace el ademán de pensar, hasta que recuerda—. Creo que mamá se la llevó.
La chica rubia sale de la habitación de su hermano para buscar a su mamá. La encuentra en la cocina cerrando la lavadora. Si ella hubiese sido un poco más lista, quizás hubiese conectado los hilos en ese momento, pero no le apodaban "Brutilda" por nada.
— Oye mamá —se toma un segundo para mascar su chicle—, ¿no viste ropa arriba de mi cama?
— Además del monte Everest de lo que alguna vez fue ropa, y que acabo de poner a lavar.
— ¡Oye! Había ropa limpia ahí… o semi-limpia… ¡que usaría hoy!
— ¿Para el cumpleaños de tu amigo? Ahora me alegro de haber lavado esa ropa, ¡no puedes ir vestida así, muchacha!
— ¡Mamá…! —y es casi en ese momento cuando Brutilda por fin entiende lo que pasó. Ropa sucia en la lavadora. O sea toda su ropa. O sea no tenía qué ponerse. O sea no iría desnuda al cine. Bueno, quizás sí alguna vez, pero no hoy— ¡¿Pero que me pongo?!
— Usa ropa de tu hermano.
No. ELLA no usaría ropa de ÉL. Lo compartían casi todo, no compartirían también su ropa. Eso es suicidio. Ya de por sí son casi idénticos. Va a su habitación estando segura de que encontraría algo bajo de su cama. O del televisor. O de la alfombra.
Después de que voltee la habitación al revés, y ya de por sí antes estaba un desastre, se da cuenta de que sólo tiene una sola opción: ropa de niña rosa. Una blusa rosa con moños. Shorts demasiado cortos blancos con flores rosas. Ni un cinturón de cadenas y sus Converse la harían ver ruda. Bueno, Astrid siempre dice que todo está en la actitud.
Sólo debía hacer como que le gustaba esa ropa y golpear a cualquiera que se burle de ella.
El plan es genial. ¿Qué podría salir mal?
Astrid Hofferson no dudaba. Astrid Hofferson no se estaría quemando el cerebro por no poder decidirse entre que usar. Y no es que el motivo fuese salir de su zona de confort. Resopla quitándose el cabello del rostro. Si no fuera porque Hipo le había preguntado hace algunos días por qué nunca la había visto con un vestido, no estaría en medio de ese dilema. ¿Acaso era tan difícil decidirse? Porque, vamos, sus dos opciones era ir vestida como siempre o con un vestido de jean que no estaba tan mal. Hipo quizá se sorprendería a verla.
Ella sabe que no es un sacrificio tan grande, pero la falta de costumbre es como una espina en su mente.
Sólo si se pusiese unos leggins no se sentiría incómoda. Oh sí, leggins serán.
El plan es genial. ¿Qué podría salir mal?
Los gemelos y Patapez llegan juntos al cine, en el auto del último nombrado, que no perdía oportunidad de lucirse ante la chica, aunque a ella no le importe y haya ido mirando por la ventanilla el camino entero. Y lo único que le importa a Patapez en ese momento es que Brutacio no rompa la muñeca hawaiana que tiene en frente del asiento de acompañante. El descerebrado había jugado con eso desde que subió al vehículo, y gracias a todos los dioses no lo rompió, porque en ese caso Patapez no respondería de sí mismo. Patán está estacionando su motocicleta cuando los ve, así que en cuanto termina va con ellos dentro del local. No hay señal de Hipo ni de Astrid, pero ni a Patán ni a Patapez les importa, ambos jurarían que jamás vieron a Brutilda así. La miran de arriba abajo una vez. Y otra más. Y tal vez otra vez más hasta que Brutacio se da cuenta de la forma en la que están mirando a su hermanita. Y no le gusta nada. Justo cuando va a pelear por "el honor" de Brutilda, los dos chicos que faltaban los saludan desde la entrada.
Cuando todos terminan de felicitar a Hipo por su cumpleaños se dirigen a comprar las entradas, y es justo entonces cuando lo notan. Faltan 10 minutos para película que quieren ver y la fila es larguísima.
— Oh diablos, sabía que debía comprar las entradas por Internet —dice Hipo revoleando los ojos.
— Deja de llorar y vamos o nos quedaremos aún más atrás.
Los minutos pasan y pasan, la fila apenas avanza y seguramente ya comenzaron a pasar los comerciales de la película. Bueno, unos minutos tarde no les haría daño.
Casi quince minutos después llegan a la boletería para enterarse que la sala está llena, pero que el próximo horario es en una hora. No es una gran pena así que compran las entradas. Él último en hacerlo es Patán, quien mientras todos se dirigen hacia el Snack Store del cine, está maniobrando para guardar el cambio en "su" billetera sin que los otros lleguen a verla… fallando miserablemente porque por un mal movimiento, salió volando de sus manos para terminar en el suelo.
Todos lo miran a él, y luego a la billetera con forma d la cara de un osito sonriente.
— ¿Eso… es tuyo? —pregunta incrédula Brutilda.
—… No.
Pfff. Todos se largan a reír a carcajadas, obviamente sin creerle. Y la cara que Patán tenía no ayudaba a que se detengan. ¡Hasta Hipo reía! Y eso que él intenta no reírse de otros.
— ¡No puedo, jajajajja, no puedo creerlo! —dice entre risas Brutacio mientras su hermana saca fotos con su celular para futuras extorsiones.
Patán en cuanto reacciona se apresura a recogerla del piso, pero es demasiado tarde, ya todos yienen problemas para respirar.
— Ya, ya. ¿No que íbamos a comprar pochoclos? —dice él intentando sonar rudo, claramente en vano.
— Si el osito cariñosito lo dice…
— ¡Cállense!
Nadie lo hizo.
Cuando por fin dejaron de reír, fueron al Snack Store. Era de esperarse que las filas fueran largas, por eso no se quejaron tanto. Pasaron unos cuantos minutos, en los que eligieron que combos comprarían y seguían riendo a costa de Patán, pero la fila no había avanzado mucho. De repente, Brutacio, quién Odín sabe no tiene neuronas de sobra, ve una fila que está casi vacía, sólo con un par de ancianos. ¡¿Qué estaban haciendo ahí como vacas pudiendo ir a esa fila?!
— ¡Oigan! —dice mientras se cruza a esa otra fila—, ¡aquí no hay nadie!
Todos, absolutamente todos se largan a reír. Brutacio no los entiende. Bah, nunca lo hace, pero cuando se ríen de uno es particularmente molesto.
— ¿Qué?
— ¡Jajajaja! ¡Tacio, esa es la fila para discapacitados! —casi grita Hipo.
Oh, buen punto de su parte, pero no de la de Brutacio, que vuelve a su lugar original y les dice, intentando parecer inteligente:
— Oh, Hipo, Hipo, Hipo. Amable y buen Hipo… ¡qué no entiendes que podíamos haber comprado todo ya! ¡Si alguien me decía eso, yo caminaba arrastrando el pie y nadie se daba cuenta!
Todos instantáneamente se quedan serios. ¡Excelente! ¿Ahora qué dijo?
Ahh claro… Hipo y su pierna.
Todos fingen que nadie dijo nada y pasan los siguientes minutos en silencio… sólo por las dudas.
A la media hora, están sentados en una de las mesas del Snack Store probando lo que compraron mientras hacen tiempo para su película, y ya para entonces todo el clima "incómodo" ya se había disipado. Los gemelos comparten un balde de pochoclos salados, Patán insistió en compartir con Astrid uno dulce, ya que Hipo prefirió unos nachos, pero ella compró una porción individual, así que él terminó compartiendo con Patapez… luego de hacerles jurar que nunca le dirían a nadie.
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Luego de toda la espera, cuando dijeron que podían entrar a su sala, obviamente los seis chicos se apresuraron para entrar pero hubo algo que distrajo a cierta rubia. Brutilda vio a su próxima presa. Es un chico alto con grandes músculos (muy grandes músculos), cabello negro y unos raros tatuajes en la barbilla. Oh, vaya, ese chico es realmente delicioso. Cuando llegan a la sala y se pelean por dónde van a sentarse entre los seis asientos de los que pueden elegir, ella ni presta atención, pues está mucho más interesada en saber dónde él se sentaría. Astrid la empuja para dejarla entre medio de ella e Hipo ya que "no soporta el olor a queso". Tilda no le da mucha importancia, menos cuando ve que el tipo se sienta en la fila de atrás, unos asientos a la derecha. Eso le deja vista panorámica de él hacia ella, y ella no va a desaprovechar la oportunidad… menos teniendo esos minúsculos shorts, por lo que sube los pies en el asiento del frente. Siente como se e estiran los músculos (músculos, ligamentos, ¡qué importa!) detrás de las rodillas, pero endereza más las piernas. Todo sea por ese desconocido, ¡podría ser el amor de su vida!
Patapez estaba peleando por el asiento al lado de Hipo, no por Hipo, si no por Tilda que estaba en siguiente, y en medio de la pelea no calculan muy bien sus acciones y cuando Patán toma a Patapez de la camisa para tirarlo hacia atrás, a éste se les resbala el balde de pochoclos de las manos y…
— ¡Noooo!
Nadie respiró mientras veían volar a las blancas palomitas.
Al siguiente segundo Hipo se queda duro como piedra. Los otros dos chicos toman el balde de su regazo y los tres se dan cuenta de que la mayoría del contenido se quedó en el balde (gracias a que Hipo no se movió, por cierto) y el otro poco estaba sobre el castaño, así que era rescatable.
Por lejos ese fue el susto de sus vidas.
Luego de que Astrid vea la receta desastrosa de "Hipo crujiente al Pochoclo", mira a la chica en medio de ella y su novio. ¿Qué diablos estaba haciendo así? No es que no hubiese visto… ese cambio de estilo, pero de eso a ESTO hay mucha diferencia. ¿Por qué rayos le mostraba las piernas a su novio?
— Brutilda —dice secamente.
— ¿Mmh? —tiene la boca tan llena de pochoclos que es difícil entenderle.
— ¿Qué haces?
— Gomo hande da Umghacho é o mite.
— ¿Qué? —casi grita Astrid, quien claramente no le entendió ni lo mínimo, y Brutilda se fuerza a tragar todo lo que puede. A veces se pregunta cómo puede llegar a hacerlo sin masticar.
— Dije que como antes de que Brutacio me los quite.
— Hablo de eso —señala las piernas de la otra con la cabeza.
— Ahhh —responde Tilda como si fuera lo más natural del mundo—, es por el tipo de atrás. Mira.
Astrid se gira disimuladamente, como mirando hacia ningún lado y lo ve. Y sí, debe admitir que es lindo… pero ni tanto… y él ni siquiera la miraba. Sí, era misión imposible.
— Suerte con él… ¿pero no parece muy viejo?
— See… debe ser universitario. Mejor si es experimentado.
Astrid abre los ojos en sorpresa e Hipo, que hablaba con su primo y Patapez se gira a mirarla, porque no sabía si lo que escuchó (por error) era real.
Sí, sí era real.
Era casi la mitad de la película cuando Hipo sintió urgentes (URGENTES) ganas de ir al baño. Los gemelos estaban tranquilos, y Patán estaba lejos. No había razones para que hagan algo para que sean echados de la sala… además Astrid y Patapez se quedarían a cuidar. Hizo el ademán de levantarse, pero se dio cuenta de que o se había terminado lo nachos, así que toma la bandeja y se la pasa a Brutilda mientras se arriesga a murmurarle que irá al baño. Y piensa específicamente "arriesga", porque conociéndola había muchas probabilidades de que lo grite en frente de todos. Afortunadamente no lo hizo; en su lugar comienza a comer los nachos, aunque el queso ya está frío.
Él se va y cuando Astrid se da cuenta, él ya está bajando por las escaleras en los pequeños pasillos a los lados de la sala. Extrañada mira a Brutilda.
— Fue al baño —le dice y le acerca los nachos—. Come si quieres.
Astrid toma la bandeja y la deja en su regazo. No, no tenía hambre de nachos, sólo que debido al ruido de la película, no alcanzó a escuchar lo que su amiga le digo y en su lugar entendió "aquí tienes", así que por lógica supuso que Hipo se lo dejó a ella para que se lo cuide.
Cuando cierto chico castaño regreso del baño ni siquiera recordó a los nachos, y ahí quedaron, sobre el regazo de Astrid…
Eventualmente la película llegó a su fin. Brutilda casi por un segundo olvidó el motivo por el que se le durmieron las piernas… y también el hecho de que se le durmieron las piernas y por poco cae del asiento, pero regresando a lo que a ella le importa… cuando ve al tipo casi sale corriendo hacia el pasillo. Y se usa el "casi" porque las personas que estaban sentadas en la esquina competían contra tortugas en lentitud. E iban ganando.
Patapez más de una vez en todo el día quiso poner la cabeza de Patán dentro el balde de pochoclos… y su paciencia llegó a su límite cuando se tiró sobre Brutilda "accidentalmente". Oh no, eso de accidente no tenía nada, fue completa y TOTALMENTE intencional. Se dispone a quitarlo de encima de la chica a golpes si es necesario, cuando ella sola se encarga de eso, salta los asientos de la fila de enfrente y sale corriendo. Astrid, que observó toda la escena, no puede evitar pensar que su amiga de verdad estaba desesperada. Brutacio comienza a hablar de la película mientras pasa en frente de ella que continúa sentada. No es que no quisiese levantarse, pero sabía que tarde o temprano Hipo llegaría con su caballerosidad medieval… y ya se había acostumbrado tanto a eso que decidió esperarlo. Aunque no tuvo que hacerlo mucho tiempo, pues antes de que se dé cuenta él ya le está extendiendo la mano.
— ¿Vamos, milady?
— Por supuest… —Astrid ahoga un grito y se petrifica, mientras Hipo se extraña y, ha de confesar, se asusta un poco.
Todos sus amigos ya se fueron, pero a ninguno de los dos les importa mucho. Ella lleva su mano libre hasta la bandeja de nachos que olvidó que tenía sobre su regazo y mira horrorizada como el amarillo y asqueroso semi-líquido re esparcía sobre su vestido formando una gran mancha. La única explicación era que la bandeja en algún momento se volteó y el queso cayó… sobre ella. ¡Maldita sea, era por esto que no quería traer vestido!
Hipo, que no entendía qué rayos le pasaba, mira a la mano de Astrid y cuando ve el charco se le cae la quijada. Eso le va a doler a él más que a ella… eran sus nachos. Y a propósito, ¿qué hacían AHÍ sus nachos? Pero eso no importa ahora.
— Astrid… ¿qué…? —no sabe qué decir y las ganas de reírse se están haciendo más fuertes, pero no, debe contenerse, por el bien de su brazo y sus costillas.
— ¡No! ¡No! ¡Maldita sea! ¡Maldito queso! —Astrid termino de enloquecer y comenzó a golpear al aire, y sólo por las dudas Hipo da unos pasos atrás.
Él aún recordaba la primera vez que la vio así… y en aquel entonces ella también quería matarlo… oh qué buenos recuerdos. Ella mira a la pantalla (oscura) y ve a algunos trabajadores del cine esperando a que ellos salgan para limpiar. ¡¿Cómo rayos se suponía que saliera así?! Entonces se le ocurre una idea.
—Hipo… —dice con un tono que a él le pareció particularmente siniestro.
— ¿Sí, Astrid…?
— Ven aquí —otra vez el tono siniestro. Para este punto él ya temía por su vida—, vas a llevarme hasta el baño.
— ¡¿Q-qué?! —está bien que esperaba cualquier cosa pero no… em… ESO. Hipo puede sentir como se le sube la sangre. Al rostro, cabe aclarar que al rostro.
— ¡No para eso, idiota! —le grita ella al ver su cara y darse cuenta que malentendió todo— ¡Para que vayas delante de mí! Entonces nadie me ve hasta que llegue al baño.
Ahhh, claro. Eso tiene sentido. Hipo tarda unos segundos en volver a pensar normalmente, porque, bueno, de verdad creyó que Astrid quería… ya saben.
Él se dispone a salir y Astrid se le pega a la espalda y le toma una de sus manos. Ambos salen casi corriendo de la sala, y se escabullen como pueden hasta el baño de mujeres… justamente muy cerca de dónde están sus amigos. De cualquier forma ella lo empuja para que no se detenga y los dos fingen que no los vieron hasta que llegan a su meta y Astrid entra a una velocidad que a Hipo le pareció ultrahumana. Bueno, lo que hacía Astrid generalmente le parecía algo ultrahumano. Y seguramente tiene una sonrisa de estúpido ahora.
Se dirige hacia donde vio a sus amigos hace un momento y sólo ve a tres chicos mirando con odio, porque maldita sea, se podía sentir el odio, hacia una de las mesas del Snack Store. Obviamente extrañado, mira a donde ellos para encontrarse a Brutilda coqueteando con un gorila de dos metros. Ahora sí entendía a sus amigos. Se sienta en su mesa e intenta distraerse a sí mismo con las servilletas hasta que llega Astrid. Pero ella no se detiene en su mesa, sino que camina derecho y sin escalas hasta Tilda, la tira de una de las trenzas y la empuja (literalmente) lejos de ahí. Brutacio, Patán y Patapez se levantan y van hasta hacia la entrada, seguidos por Hipo.
Hipo mira su reloj. Pasó media hora de las 6 p.m. Bueno, los gemelos se comportaron relativamente bien y Patán no causó desastres, así que aunque su plan no salió "perfectamente" bien, en teoría fue un plan genial.
Patán mira a sus amigos mientras se contiene las ganas de ir a enseñarle sus puños a aquel sujeto que según su hermosa Brutilda se llama Eret. Sin contar eso y que todos vieron su bille… no. No era su billetera, sólo un monedero que su madre le prestó… y que en cierta forma era bonito y quizás lo conservaría. Como sea, sin contar esas dos cosas no fue un día terrible. Su grandioso plan no resultó, pero bien, hasta una mente brillante como la suya podía fallar a veces. Además, su plan era genial. En teoría era genial.
Brutilda admite que aunque sigue odiando esa ropa, le ayudó a hablar con Eret. ¡Es tan lindo! Además Astrid está tan celosa que no pudo evitar separarla de él. ¡Jaja, Astrid! Brutilda hace un baile mentalmente celebrando que mató dos pájaros de un tiro. Además ¡Eret se convirtió en su mundo! Ella esperaba que su plan de lucir ruda de verdad funcione… pero ¡ni tanto! ese short con flores se convirtió en su nuevo aliado contra Eret… y sólo Odín sabe cómo lo usaría. Okay, okay, su plan era en teoría genial… antes de Eret y sus grandes bíceps.
Aunque no pase a menudo, Astrid sabe que ella se equivoca y comete errores. Y también que a veces las cosas no salen como ella espera. Por ejemplo, lo del vestido fue un total desastre con el queso e Hipo ni siquiera hizo un comentario sarcástico al respecto. No es que ella lo necesite, pero no se hubiese sentido mal que él note… que salió de su zona de confort. Bien, siempre puede ser peor, y aunque nada salió como planeó, la pasó bien y su plan en teoría era genial. Eso último le relaja un poco su orgullo.
Y en definitiva, todos los planes era en teoría geniales.
¡Hola a todos! Bien aunque muchos me deben odiar por Esto es Berk y yo soy un marginado... principalmente por mi falta de actualización, les digo que todo lo que puedo adelantar de noticias sobre cualquier historia que estoy escribiendo, o que escribiré, lo publico en la página de Facebook Vitanni Russha.
Bien, pero ahora si hablamos de esta historia quiero decirle que todo lo que sucede fueron hechos reales que me han pasado a mí y a mi mejor amiga, y eso que evité poner muchos de ellos porque ella amenazó con matarme, pero creo que con eso ya tengo una historia decente de 4141 palabras.
Este fic participa en el reto de Febrero "El Cumpleaños de Hiccup" del foro Canciones del Antiguo Berk con, bueno, ya lo puse pero nunca está de más repetir, 4141 palabras.
Espero que les haya gustado :)
