El timbre sonó pesadamente, para muchos de mis compañeros esa era una señal gloriosa, pero para mí no. En vez de ser algo bueno, era un trago amargo que me hace temblar de miedo y mirar a todos lados muy nervioso, pues sabía que se acercaba la noche.
¡Maldita sea! Creo que no solo me tortura en la noche, sino que ahora también lo puedo sentir en plena luz del día. —¿Te sucede algo, Naruto? –, preguntó alguien enfrente de mí. Sonreí un poco.—Si, estoy bien, gracias Sakura –.Para mi mala suerte, ella se me acerca, inclinándose un poco; casi todos mis compañeros se habían ido.
—Creo que no estás durmiendo bien, además, deja de sonreir, que en nada ayudan tus ojeras –, ella me regañó. Dejé de sonreir, me levanté de mi butaca, agarré mi mochila y caminé hacia la salida del salón. Yo sabía que Sakura no entendía mi nueva forma de actuar, y no la culpo, pero tengo miedo. He soñado que aquélla cosa que me vigila daña a Sakura; ella es importante para mí, pero debo alejarla.
Caminando por las calles poco transitadas en dirección a mi casa, mis sentidos se agudizan. Sé que aquélla cosa me está vigilando. No sé de dónde salió, ni me importa.
Al llegar al porche de mi casa, tomo mis llaves y abro la puerta, después de pasar al interior la sierro con mucho cuidado de no hacer ruido.
Al llegar a la sala, encuentro a mi madre durmiendo en el sillón más grande. No tengo intención de despertarla. Camino hacia el comedor y me siento en una silla.
En ese instante me pongo a buscar algo en mis memórias que me ayude a entender de dónde demonios salió esa cosa. Siempre he sido un escéptico, pero ahora creo que los fantasmas existen. Escuché algo en la puerta trasera de la cocina, podría ir e investigar, pero ahora me considero un gatito asustado.
He planeado escapar de casa, pues he soñado que aquél ser lastimaba a mamá. No podría soportarlo; si eso pasara, me moriría. Pero aquí estoy, siendo atormentado por algo que hace años consideraba inexistente.
—Te sucede algo, hijo? –. En ese instante mis pensamientos fueron interrumpidos por la voz de mi madre. Yo la observo tranquilo, quería sonreir pero recordé las palabras de Sakura. —No he podido dormir bien –, me excusé. —Se nota –, ella respondió.
Bajé la mirada un poco aterrado. Por un momento, vi detrás de mi madre a aquélla cosa a la que tánto temo. Quería correr y no mirar atrás. Lejos. Tan lejos como mis piernas me lo permitiesen...
—¿Quieres comer? –, ella me pregunta. —No tengo hambre –. Salgo rápidamente. Sé que es grosero, pero quiero estar solo.
Me acuesto en mi cama, enojado conmigo mísmo. ¡TENGO 15 AÑOS, MALDITA SEA. ¿CÓMO ES QUE ALGO ASÍ ME PUEDA ASUSTAR?! Sin embargo, tengo miedo. No sé de qué. Quizás sea un demonio, o un fantasma. Pero siempre lo siento ahora no solo en mi habitación, sino en todas partes.
Tranquilo. Debo tranquilizarme. Debo poner mi atención en otras cosas, pero...¿en qué?
Chatear con mis amigos es una idea que es apetecible, pero ese ente maligno podría matarme allí mísmo. Debo estar alerta. Necesito estar preparado cuando él aparezca.
Pasé toda la tarde esperando. Nada pasó.
Qué patético me veía en ese momento. Yo sé que tú sabes la sensación de estar solo. Crees que esto es una especie de historia publicada por alguien,pero es real. Cuando estás solo evitas estar en silencio, enciendes la televisión o escuchas música, pero no te quedas en silencio, por que sabes que él está allí, en la parte más oscura de tu casa.
La tarde se volvió noche, tenía mucho sueño, pero yo sabía que no podía bajar la guardia.
Sentí un escalofrio recorrer todos mis huesos; fue una sensación horrible. Estaba acostado en mi cama, con la espalda viendo hacia la ventana, de alguna formba yo sabía que él o eso estaba allí afuera, con la luz de la pálida luna enmarcando su macabra silueta. Quiero voltear y descubrir la identidad de aquélla cosa fantasmagorica, pero sé que si lo hagi, él se pondrá furioso, por lo que tan solo intento mantener los ojos cerrados.
De la nada escucho un chirrido. Mis ojos se abrieron hasta parecer platos, y mi corazón bombeaba con fuerza contra mi esternón. Quiero levantarme y correr, pero tengo miedo. Qué tal si esa cosa es más rápida que yo? De mi ojos empezaron a brotar lágrimas, porque estoy sintiendo cómo aquél ser raspa sus uñas grandes y afiladas contra mi espalda.
Una parte de mí pide que aquél ser me proboque una muerte rápida e indolora, pero, hay algo que no pensé. Ese ser podría matarme lenta y dolorosamente.
Mis lágrimas no paran de surgir, libres, de mis ojos. Siento su fría mano pasearse en mi nuca. Creo que él es un ser sádico, pues lo que temo es que me haga ver su aterrador rostro antes de terminar mi existencia.
Pero no puedo morir así. Mi final debe ser acostado en una cama, víctima de la vejez. Pero hay algo que no contemplé. Frente a mi cama había un gran espejo rectangular puesto verticalmente.
El cabello de mi agresor era de un color amarillento opaco. El rostro, o mejor dicho, lo que quedaba de su rostro, era una calavera con piel calléndosele. Sus ojos eran oscuros, de la mísma profundidad que su maldad.
Quería gritar, por que aquella cosa que me acosaba desde hace unos meses, podía jurar que me estaba mirando por el reflejo del espejo.
Aquella criatura acercó su huesudo y carcomido rostro lleno de sangre a mi oído, y me susurró las palabras que tanto temía, haciendo uso de su voz maquiabélica.
—Los fantasmas existen.
Y recuerden dormir con la luz prendida. Esto es todo por hoy, y que tengan dulces pesadillas.
