Prisioneros de la piel
Capítulo 1
La taza de café se estrelló contra el suelo, pero Candie no escuchó el estruendo que provocó la porcelana haciéndose mil pedazos. Tampoco oyó la voz de su amiga que solo le pareció un eco lejano.
- ¡ Candie! ¿ Qué sucede?-.
Los enormes ojos verdes de Candie estaban fijos en la pantalla de televisión que su amiga tenía en la cocina. Estaba parada allí, sin moverse y sin articular palabra.
Solo el sonido áspero de la voz del conductor del programa de noticias de la tarde llegaba a sus oídos y taladraba su cerebro con cada palabra pronunciada.
" Reiteramos, es una noticia de último momento; se ha producido una fuga en la prisión de Fox River. Al parecer, los reclusos que lograron huir son ocho, entre ellos se encontraba Lincoln Burrows, quien iba a ser ejecutado hace unas semanas por el asesinato del hermano de la vicepresidenta Steadman. También tenemos la información de que su hermano, Michael Scofield, es uno de los prisioneros que logró huir anoche de Fox River. Manténgase en sintonía, seguiremos informando sobre esta noticia que ha acaparado, sin dudas, la atención de todos los medios del país".
Candie seguía allí, de pie a tan solo unos metros de su amiga que la miraba buscando una respuesta a su reacción.
Brenda se acercó y le rozó el hombro.
- Candie... - pronunció su nombre firmemente tratando de llamar su atención.
Entonces aquellos ojos verdes, finalmente la miraron, aunque parecían todavía inmersos en la nada.
- Michael... – aquel nombré salió de sus labios casi como si fuera un suspiro.
- ¿ Michael?- preguntó Brenda contrariada- ¿ Te refieres al Michael que escapó de la prisión con su hermano y seis reclusos más?-.
Pero su pregunta se quedó sin respuesta ya que Candie, perdida en su propio mundo salió a toda prisa de aquella casa.
- ¡ Candie... regresa!- pidió en vano Brenda a los gritos.
Pero Candie no la oía, lo único que quería era salir de allí; necesitaba con urgencia respirar aire fresco. Necesitaba con más urgencia aún que todo lo que había oído en las noticias no fuera verdad... pero sabía que no era posible. La fuga de Fox River era tan real como el suelo de cemento que sus pies pisaban y que iban quedando atrás a medida que avanzaba por la acera. No supo cuanto tiempo estuvo caminando sin rumbo, solo vio que la tarde le había dado paso a la noche y una brisa fresca empezaba a enfriar sus brazos desnudos.
Debía volver al departamento de Brenda; recoger su bolso y marcharse antes de que su amiga empezara a hacerle preguntas que ella no deseaba responder. No se sentía preparada para hacerlo, no todavía.
En el camino de regreso, pasó por una tienda de artículos del hogar que todavía estaba abierta. En la vidriera, cinco televisores estaban encendidos y sintonizados en el canal de noticias.
Candie se detuvo y se apoyó contra el vidrio y leyó aquellas brillantes letras rojas que pasaban de derecha a izquierda por la parte inferior de la pantalla.
" Observen detenidamente estos rostros porque a partir de este momento, estos ocho hombres se han convertido en los más buscados del país"
Siete rostros masculinos pasaron ante sus ojos, siete rostros a los que ni siquiera prestó atención, pero cuando el último apareció, el corazón de Candie se detuvo unos segundos. Aquellos ojos azules parecían mirarla a ella a través de la pantalla. Sabía que eso era imposible, pero sin embargo lo sentía así.
Una lágrima rodó por su mejilla y el sabor salado que se posó en su boca le recordó a los besos que alguna vez Michael le había dado. Cerró con fuerza sus ojos, deseando que las imágenes desaparecieran para siempre, pero era inútil. La fuga de Fox River parecía ser la noticia del siglo y Candie debía, irremediablemente acostumbrarse a ello.
Después de todo, si Michael había ido a parar a aquella prisión unos meses atrás, había sido en parte culpa suya.
Nunca fue la misma después de aquella llamada telefónica.
Esa llamada había arruinado no solo la vida de Michael, sino también la suya.
La vieja camioneta color gris azulado recorría ya una de las carreteras alternativas usada para abandonar la ciudad.
Estaba amaneciendo y el sol penetraba a través de los cristales de las ventanillas.
Para los ocho pasajeros, aquellos rayos de sol eran una bendición. Ellos estaban acostumbrados a celdas oscuras, grises y sin ventanas. Solo aspiraban un poco de sol cuando salían a los patios, pero el sol que hoy parecía escoltarlos era diferente o tal vez era el sabor de la libertad que lo hacía ver así. De algo estaban seguros, no era el mismo sol que iluminaba sus tardes en los patios de Fox River, porque sabían que todo allí adentro era distinto, incluso hasta las mismas manchas de humedad que se dibujaban en los techos y paredes lo eran. Y ninguno de ellos estaba dispuesto a regresar a aquel lugar. Ninguno lo mencionaba, pero sabían que preferían morir antes que volver a pisar el suelo frío de aquella prisión.
Lincoln era quien conducía y Michael iba sentado a su lado, con la mirada fija en el camino.
Los seis restantes ocupaban la parte trasera de la camioneta.
T- Bag fue quien rompió el pesado silencio que inundaba el interior del vehículo.
- No quisiera ser inoportuno pero... hay necesidades que uno no puede controlar- dijo y una sonrisa socarrona se dibujó en su rostro.
Michael se giró y lo miró.
- ¿ Es realmente necesario?-.
- ¿ Tu qué crees, bonito?- retrucó T- Bag guiñándole un ojo.
- Linc... detén la camioneta- ordenó Michael a su hermano.
Lincoln lo miró de mala gana. Nunca había estado demasiado de acuerdo con la fuga que su hermano menor había planeado, pero sobre todo odió desde el principio la idea de tener que arrastrar con ellos a aquellos individuos. Sabía que todo aquello no podía traer nada bueno.
Michael bajó primero, no sin antes echar un vistazo a la carretera; a esas horas tempranas de la mañana no se veía mucho movimiento. Una vez que T- Bag hizo lo mismo, ambos se adentraron en una zona boscosa hasta desaparecer de la vista de los otros seis hombres que esperaban impacientes dentro de la camioneta.
Michael caminaba detrás, no podía descuidarse con T-Bag, sabía perfectamente de lo que era capaz de hacer y si no había tenido más remedio que traerlo con ellos, al menos debía andarse con cuidado.
T- Bag silbaba una vieja canción mientras la madre naturaleza hacía su trabajo.
- No tardes mucho- le advirtió Michael dándole la espalda.
Fue su primer error, pero lo descubrió demasiado tarde. No supo como pero en un segundo se encontró en el suelo con T- Bag encima de él.
- Eres demasiado confiado, bonito- le dijo mientras lo sujetaba de las manos con toda la fuerza de su delgado cuerpo.
- ¡No sé lo que pretendes, pero no te vas a salir con la tuya!- gritó Michael tratando de zafarse.
- Podría pretender muchas cosas de ti, bonito; pero ahora lo único que me interesa de ti es esto... - sacó un par de esposas de uno de los bolsillos de sus jeans y se las colocó a Michael.
- ¿ Qué haces?- protestó Michael mientras T- Bag aprisionaba sus muñecas con el frío metal.
- Simplemente me aseguro que nadie decida seguir sin mí- respondió mofándose de la cara de asombro de Michael.
T- Bag le mostró la pequeña llave y de inmediato se la llevó a la boca.
- ¡ No lo hagas!- suplicó Michael exasperado.
Fue en vano; T- Bag se colocó la llave sobre la lengua y de un bocado se la tragó.
- Tendrás que cargar conmigo, bonito- dijo mientras ayudaba a Michael a levantarse del suelo.
- ¡ Eres un desgraciado!-.
- No, te equivocas...soy más inteligente que tú- rebatió T- Bag.
