¡Feliz cumpleaños a Takao Kazunari!
Dedicado a Nayen
Operación Encubierta
Compilación I
—Parte 1—
Seudónimo
El otoño estaba por irse, y darle paso al frío del invierno y a las brisas heladas en las calles de Tokio. La nieve todavía no había aparecido en grandes cantidades, aunque se estimaba, en los programas del clima, que aumentaría a los inicios de diciembre, cubriendo las cabezas de los miles de japoneses que salían apurados a trabajar.
Takao Kazunari no trabajaba profesionalmente aún, pero sí laboraba en un pequeño puesto de su tío vendiendo celulares para mantenerse; con ese salario pagaba la renta de un cuarto en un gran condominio para universitarios. Un alquiler razonable para chicos que todavía no estaban metido por completo en el mundo laboral.
Su vida no era complicada, no tenía aprietos económicos y en el estudio, le iba bien; estudiaba Diseño gráfico de forma técnica hace 2 años. En el rubro sentimental, también estaba estable; mantenía una relación con un chico con quien había cumplido un año y tres meses la semana pasada. Miyaji Kiyoshi era su nombre, un chico de 28 años que trabajaba como sub-gerente en el área de Finanzas de una empresa pesquera de renombre.
"Lo sabía, Miyaji-san~", susurró el azabache al sentir la vibración; en la mañana, Kiyoshi había quedado en mandarle un mensaje cuando estuviera en camino. Eran las seis y media en punto, Takao lo vio en su reloj digital. A esa hora su pareja salía de trabajar, pero el recado resaltaba un contra tiempo, no llegaría temprano a la cita.
Miyaji-san: Disculpa, salió una reunión de última hora y se está alargando más de lo usual. ¿Te parece si nos vemos a las 9?
Kazunari: Eh~, qué mala suerte. Bueno, te espero entonces en la cafetería del cuarto piso. Ya estoy en el centro comercial. Nos vemos~.
Takao guardó su celular después de enviar el texto, no permanecería más tiempo afuera de los establecimientos. El viento corría muy fuerte y le congelaba el rostro; metió sus manos a los bolsillos y, de esa forma, subió por las escaleras físicas para entrar en calor. Las gradas eléctricas no eran de gusto, además de haber mucha gente en ellas.
La cafetería del cuarto piso era una de sus preferidas, servían un muy rico capuchino. La espuma y la crema batida eran la mejor parte de sus cafés. Takao revisó sus bolsillos de la casaca que traía y sacó los billetes que había llevado, previniendo algún desbalance como en esa ocasión, que debía esperar un par de horas por su compañero. La cajera le sonrió con carisma y tomó su pedido: un capuchino con extra chocolate y un pan con triple jamón.
—¿Desea pagar con tarjeta o efectivo? —La señorita preguntó.
—Efectivo~. Si tuviera tarjeta, estaría siendo perseguido por el banco; créame —Kazunari respondió entre risas. No era un muy buen administrador de dinero, ni de gastos.
Takao recibió su orden y fue al área de descanso. El lugar estaba abarrotado, pero creía que, por ahí, habría algún alma piadosa que quisiera compartir su mesa con él; lo había hecho en otras ocasiones. Kazunari buscó con la mirada una cara amable y encontró a un joven adulto que le trajo de inmediato la imagen de su Yo a los dieciséis años.
—¿Himuro-san? —Kazunari preguntó escéptico. El chico, en frente de él, levantó el rostro; había tenido los ojos ocupados en la lectura de su libro—; ¡Ho-hola! ¡Dios!, pensé que no te volvería a ver nunca más.
Dejó su bandeja en esa mesa sin pedirle permiso y su cara de sorpresa persistió; no veía a Himuro Tatsuya desde el 29 de abril, cuando ambos tuvieron la última pelea. Después de tantos malos sabores, ahí estaba de nuevo. Su rostro seguía igual de agraciado, el lunar más oscuro de lo que recordaba y sus cabellos unos centímetros más cortos.
—¿Cómo has estado?, —Takao habló de nuevo—, ¿qué tan bonito es Los Ángeles? Me han dicho que es genial por las noches~. —Bromeó.
—Sí, es una ciudad bastante agitada —respondió.
—¿Hace mucho has vuelto? Si es así, eres un ingrato. Hace menos de dos semanas ha sido mi cumpleaños. Una llamada era lo mínimo. —Kazunari se quejó, el pasado y la conexión que habían tenido le daba derecho a reclamar como amigo.
—No tengo tu número y… he venido a Tokio apenas hace una semana. —Tatsuya detalló, se retiró los lentes y sonrió suave ante la mirada vivaz del contrario. Su ex pareja mantenía la misma picardía, sus irises caramelos escarlata se entercaban en reflejar una persona llena de energía, como lo era Takao.
—Ah… ¿Y qué lees~? No recuerdo que te guste mucho leer.
Con nostalgia, Himuro miró la tapa antes de alcanzarle el tomo; estaba seguro que ese tema le revolvería los verdaderos recuerdos a su acompañante. En efecto, Kazunari borró la amplia sonrisa al saciar su curiosidad, era amargo después de haber tratado de olvidarlo.
—¿Cómo controlar los celos y la inseguridad?, —Takao leyó con la voz apagada—, ¿sigues con esos problemas? Es raro que estés leyendo libros de autoayuda, ¿estás yendo a un psicólogo acaso?
—No. Simplemente lo vi en una librería y me dio curiosidad leerlo.
Takao rio entre dientes, Himuro no había cambiado su actitud en ocho años. Su tranquilidad y el tono plano en que decía las cosas continuaban causándole risa, aunque al principio solo había podido conocer su forma de escribir.
El sonido del chat volvió a su mente en cuestión de segundos y recordó con claridad las innumerables veces que se desveló por conversar con él cuando debía haber estado buscando un encuentro casual para pasarla bien un fin de semana.
Kazunari convulsionó en carcajadas. El vientre lo contrajo y pataleó encima de su cama al no contenerse. Su madre dejó el juego de cartas y fue hacia la cocina, no soportaría otro escándalo más de parte de su hijo mayor; caminó directo a la fuente de energía de toda la casa. Con la mirada, buscó la palanca correcta y la bajó sin dudar provocando que las risas de Takao pararan. Había apagado, de nuevo, a las malas su entretenido juego de Play Station (PS).
Takao suspiró y no le tomó importancia; agradecía tener megas en su celular. Aunque en sí, desde el principio había estado en el móvil hablando con su nuevo amigo virtual. La partida de Call of Duty (COD) no había sufrido daños esa vez.
Sin embargo, admitía que se había estado riendo a costa de un amigo que había conocido, precisamente en ese juego o esa cosa del diablo como lo llamaba su madre. Kazunari había descubierto a ese nuevo compañero de equipo hace menos de una hora al jugar en línea, pero al escribirle le daba la sensación de ser amigos de la infancia por lo bien que le había caído.
Dragón-3010: ¿Qué te causa tanta gracia? No entiendo qué he hecho…
HawkEye11: Cómo que qué?! Ha sido demasiado tu comentario! Eso es tener pelotas, pobre noob! Ya lo espantaste para siempre del grupo~.
Dragón-3010: No he mentido, ese chico no puede mandar sobre los administradores y usuarios de mayor rango. Yo tengo más de 129 trofeos, él apenas dos.
HawkEye11: Uy, perdón! El señorito 129 trofeos. Nah, bromeo~
HawkEye11: Aunque admito que a mí también me molesto un poco, era recontra botado encima! Ni siquiera humilde, la humildad ante todo~
Dragón-3010: Creo que a eso se le llama "niño rata".
HawkEye11: AUCH! Eso dolió, me dio justo en la edad!
Dragón-3010: Disculpa mi descortesía, ¿cómo te llamas?
HawkEye11: No se supone que tienes que preguntar por mi edad?!
Dragón-3010: Sería aún más descortés preguntarte primero tu edad. Me presento, me llamo Himuro Tatsuya, un gusto en conocerte.
HawkEye11: HMN- Por tu forma de escribir y de expresarte… fácil tienes unos 24? Y un gusto! Takao Kazunari aquí~
Dragón-3010: Un gusto. Eh, casi aciertas, pero te faltan unos años más.
Dragón-3010: Por las mismas razones, asumo que debes tener entre 17 y 19.
HawkEye11: Más años?! HMN- 30 años?
Dragón-3010: No, todavía no llego al número 3. Tengo 29 años, cumplo 30 en unos cuantos meses todavía.
HawkEye11: 29?! Eso es técnicamente 30~
HawkEye11: Yo tengo 17 casi casi 18, así que supongo que acertaste!
Dragón-3010: Agradezco que no grites por el micrófono. En realidad, pensé que tendrías unos 23 años. Eres muy bueno en el COD, tienes buena vista para los bots.
HawkEye11: Gracias, gracias. No me halagues tanto que me la creo.
HawkEye11: Nah~ bromeaba~ Pero en serio gracias, no todos lo reconocen. Siempre me dicen que hago trampa! Y no la hago!
Dragón-3010: Siempre existirán las personas envidiosas, Kazunari. ¿Puedo llamarte así?
HawkEye11: Normal! Yo te diré Himuro-san por el momento
HawkEye11: Y no me hables de esos! Odio a la gente así, mi preparatoria está plagada de esos estúpidos~
Dragón-3010: Cielos… ¿Tan desastrosa es tu preparatoria? ¿Dónde estudias?
HawkEye11: Shūtoku, está cerca de mi casa… pero bueno, creo que la tiran contra mí
Dragón-3010: ¿Algún problema en específico?
HawkEye11: Nah~ no vale la pena contarte, no viene al caso. Mejor echémonos una partida, aunque primero tengo que bajar a prender la luz!
Dragón-3010: No puedo… estoy descargando un nuevo juego, por eso me desconecté un momento e ingresé al grupo.
HawkEye11: Rayos! bueno~ Oye! Nunca te había visto, es la primera vez que publicas algo en el grupo, no? Comentas?
Dragón-3010: He comentado muy pocas veces… Sí, es la primera vez que publico. Quería saber si valía la pena la compra, pero veo que no.
HawkEye11: Nah~ No te compres ese juego, mejor gasta tu dinero en otra cosa!
Dragón-3010: Sí… ¿Y por qué estás sin luz?
HawkEye11: Mi madre es enemiga del COD y cree que cada que me rio es porque estoy jugando. Es un poco histérica
Dragón-3010: Por un momento olvidé que debías estar bajo la tutela de tus padres. Por lo menos, supongo que cuentas con tu papá para convencerla.
HawkEye11: Mis padres son divorciados… pero sí! Cuando él estaba, me defendía de todas las injusticias de la loca de mi madre
Dragón-3010: … No te llevas bien con ella.
HawkEye11: JAJAJAJA! Claro que no, bueno… a veces sí, pero es mi madre. Por desgracia no podemos cambiar a los padres~
Dragón-3010: Bueno… ¿Y lo de tu colegio? No sé de qué conversarte en realidad…
HawkEye11: JAJAJAJAJAJA! Demasiada sinceridad!
Dragón-3010: No te burles…
HawkEye11: Es que eres un caso de sinceridad extrema! Eh… Trabajas? Supongo que ya hasta acabaste universidad no~?
Dragón-3010: Sí, trabajo como editor de sonido en Toei Animation y estudié Música en L.A. a nivel universitario.
HawkEye11: No mientas! Eso es genial! Te gusta el anime entonces?
HawkEye11: Y en L.A.?! Eres medio americano?!
Dragón-3010: Únicamente veo los animes que edito. Y no… soy japonés, pero mis padres emigraron a Norteamérica cuando yo tenía 6 años. Me dejaron en Akita con mi abuela.
HawkEye11: WOW! Entonces tú vives con tu abuela?
Dragón-3010: No, ella falleció hace mucho.
HawkEye11: Lo siento, no quise ser tan metiche…
Dragón-3010: No te preocupes y ya me tengo que ir, mi novia acaba de llegar. Es igual que tu mamá, no le gusta el PS. Nos vemos.
HawkEye11: Tienes novia?! Que suerte la tuya. Nos vemos!
Dragón-3010: ¿Tú tienes novio?
HawkEye11: No tengo novia!
Dragón-3010: Sé sobre tu orientación, me lo comentó un chico por inbox. Creo que tienes varios "enemigos".
HawkEye11: Estos hijos de puta! Con razón que varios me dejan de hablar de la nada! Tú también me prejuzgarás?!
Dragón-3010: Lo sé desde antes de que me agregaras, Kazunari. Eres un buen chico y que seas homosexual no cambia nada, pero no te enamores de mí.
HawkEye11: …
HawkEye11: POR QUÉ TODOS DICEN ESO?! No es que sea una máquina que me enamore de todos los hombres que veo!
Dragón-3010: Ja, ja, ja. Sabía que te exaltarías. ¿Cómo haces? Ah…Solo bromeaba~.
HawkEye11: No me copies! Tan grande y comportándote como chiquillo!
Dragón-3010: No te enojes, Kazunari.
HawkEye11: è-é)9
Dragón-3010: Comprendo que te molesten mucho en la preparatoria. Por suerte, ya debes estar en el último año. Nos vemos mañana.
HawkEye11: Chau! Y para que lo sepas, mis gustos son exigentes!
Dragón-3010: Ja, ja, ja. No podré gustarte entonces…
HawkEye11: JA! Mañana a las 6 en punto en el COD! Más te vale!
Kazunari tiró su celular hacia su cúmulo de ropa, no le encontraba el caso a seguir en el grupo. Himuro se había desconectado y no tenía a otro con quién conversar, así que dormiría. Era ya cerca de medianoche, mañana tendría que ir muy temprano para pedir prestado un libro en la biblioteca para su clase de química.
Takao bufó, mucha nostalgia lo estaba invadiendo con solo volver a verlo. Tenía ganas de iniciar una conversación, cualquiera, el tema que se le ocurriera, pero la garganta ahogada no lo dejaba desenvolverse con naturalidad.
Himuro no había despegado la mirada del menor desde que dejó su lectura. Kazunari era un pasado que no había olvidado y era un presente en forma de fantasma.
—¿Y qué decidiste estudiar? —Tatsuya retomó la conversación.
—Ah, estoy estudiando todavía. Ingresé tarde y voy a un instituto —respondió animado. Takao apoyó los codos sobre la mesa y extendió su sonrisa para hacer fluir el ambiente pesado—. Quiero dedicarme al Diseño Gráfico, ya hice mis primeras prácticas~.
—Me alegro por ti, Kazunari —dijo con franqueza—, ¿y sigues viviendo con tu madre?
—PF~ ¡Claro que no!; —Takao alzó un poco la voz—; Dejé el nido hace como cuatro años. No podría aguantar hasta ahora a esa histérica.
Tatsuya rio, con más recato que su acompañante. Los años pasarían, las décadas o los siglos, pero en su memoria siempre estaría la sombra de la madre de Kazunari. Una señora de poca paciencia y enemiga de los juegos en línea por PS.
—Es un alivio para el COD, nos arruinó un montón de partidas. —Himuro trajo el pasado a la plática—. Recuerdo que íbamos a ganar el trofeo del 100% y-…
—¡Y me apagó el modem! —Kazunari chilló frustrado todavía.
Takao golpeó la mesa por impulso, recordar aquel día le hervía la sangre. Su momento de gloria, la cumbre de su trayectoria en el COD, sus horas invertidas: todo lo tiró a la basura su madre aquel día. El menor pasó la mano por sus cabellos y se los tiró para atrás, gesto que hacía a menudo para refrescar sus ideas. Himuro lo conocía perfectamente.
—¿Y te acuerdas cuando quisimos probar con el Assasin~? —preguntó divertido— ¡Mi madre me rompió el juego!
—No se puede olvidar —contestó y miró por unos segundos hacia las manos de Kazunari—. Recuerdo todo el pasado.
Kazunari guardó silencio un momento.
—Yo también, Tatsuya —respondió luego—. Es imposible de borrar todo eso, señor celos compulsivos. —Takao usó el apodo que en aquel tiempo le dio—… Oye, sé que ha pasado el tiempo, pero aún no comprendo-…
—Nunca me ganaste en el juego de la NBA K, ¿no? —Himuro cambió el tema.
Tatsuya no deseaba aclarar preguntas, simplemente trataba de disfrutar el fantasma del pasado en pequeñas cantidades. Kazunari no replicó y movió la cabeza de un lado a otro, había entendido su nerviosismo. Los gestos de su ex eran transparentes, a pesar de ser poco llamativos. Esa misma impresión tuvo desde que vio a Himuro por primera vez.
Cuatro horas fueron suficientes para ambos, los dos ya estaban al 78% del juego. Un 22% más y se ganarían el trofeo por completar la historia.
Takao jadeó de cansancio, tener la vista y la mente concentrada no era una tarea sencilla. Su nivel de concentración era tanto que muchas veces no escuchaba los gritos de su madre, cuando lo llamaba para mandarlo a comprar X cosas.
Apagó la consola y se movió de escritorio, su computadora seguía encendida. Abrió la burbuja del chat y le escribió a Dragón-3010. Conocía su nombre, pero era más cómodo llamarlo Dragón por ser el ID en el juego.
HawkEye11: Dragón~ ya me cansé de jugar, hacemos otra cosa?
Dragón-3010: ¿Qué deseas hacer? Tengo tiempo antes de ir al dentista.
HawkEye11: Podemos hacer Skype? quiero saber cómo eres!
Dragón-3010: Ja, ja, ja… ¿Por qué quieres conocerme? Quizá te asustes y no me vuelvas a hablar, te extrañaría.
HawkEye11: Me sonrojas~.
Dragón-3010: Es cierto, no pienses mal…
HawkEye11: Solo bromeaba~, no te exaltes! Pero quiero conocerte, siempre hablo contigo y me da curiosidad ver tu cara. Yo tampoco soy un Adonis!
Dragón-3010: Bueno… ¿Prometes no dejarme de hablar?
HawkEye11: Tan feo eres?!
Dragón-3010: Eso me dolió.
HawkEye11: Bromeo~, sí- sí, te lo prometo. Amigos de PS4 y próximamente de PS5. Eso no se rompe con nada~.
Dragón-3010: Está bien. Agrégame: Tatsuya-301o
HawkEye11: Genial! Te agrego, soy el del emoji de perro
Dragón-3010: Ya te agregué, hablamos desde ahí.
Takao sintió nervios; en un primer instante, pensó que se negaría como otras veces. Dejó de comer su mandarina y fue a buscar un polo limpio en su ropero. Uno decente como mínimo. Estaba como se levantaba: una desgracia. La semana de exámenes en la preparatoria lo había dejado un estropajo viviente por falta de duchas y horas de sueño.
Cuando estuvo listo, prendió su cámara del PS y se conectó desde Skype. Himuro ya estaba ahí, le había mandado un emoticón de una carita sonriendo suave. Hasta ese gesto demostraba su tranquila personalidad. Kazunari infló el pecho y suspiró. "Que sea lo que Dios quiera", dijo para relajarse. Si Himuro no era lo que esperaba, no cambiaría nada. Igual sería su amigo incondicional para el COD, pero no entendía por qué su mente estaba tan inquieta si no era una cita, ni un primer encuentro para definir sentimientos.
La cámara parpadeó por varios segundos hasta mostrar su rostro, se veía pálido. Trató de darse de palmadas en las mejillas para no parecer tan afanado, pero inmediatamente el rostro de Tatsuya apareció. Takao se descolocó. "¡¿Feo por dónde?! ¡Mentiroso!", gritó tapándose la boca segundos después. Himuro alzó la única ceja que se le veía.
—Dije quizás te asustes, nunca dije que era feo… —respondió con un gesto apacible. Tatsuya puso las manos sobre sus cabellos al ver su reflejo—. Disculpa si estoy un poco despeinado, todavía no me he peinado.
—No- no-… estás perfecto —dijo sin pensarlo. Himuro paró de atenuarse las hebras—. No, bueno, perfecto en el sentido en que estás mejor que yo. Yo estoy como vagabundo~.
—Supongo que tu habitación también, eres un poco desordenado.
Takao miró hacia atrás y se dio cuenta de su desastre, no había pensado en ese detalle. Su cúmulo de ropa estaba sobre su cama, también varios libros y platos tirados en el suelo. Tatsuya debía comprenderlo, Kazunari a sus 17 años era un adolescente complicado.
—Todos mis amigos también lo son, me sorprende que tú no lo seas.
—No lo sé, siempre me ha gustado tener en orden mis pertenencias. Si estuvieran fuera de lugar, me sentiría asfixiado —comentó con cierta duda—. Y… bueno, ya me conoces.
—Pues sí~ ¿Qué tal te parezco? —preguntó algo juguetón— Tú no me pareces un viejo verde, no te ves tan mayor o, bueno, tienes 29 todavía.
—Gracias, es un logro —respondió aliviado, tanto que parecía sincero su gesto y no un simple sarcasmo—. Yo en realidad te imaginé idéntico a cómo te ves.
—¿A qué te refieres? ¿Soñaste conmigo acaso~?
Himuro negó con la cabeza después de sonreír por el tono pícaro en que Takao habló. El mayor le explicó el sentido de sus palabras; esas semanas, se había imaginado a un chico juguetón y de aspecto un poco desaliñado por los problemas familiares que lo acarreaban. Su descripción general había sido atinada.
—Ah, era eso, pero… ¿Te parezco, ya sabes, un galanazo~?
—No soy de dar ese tipo de halagos —susurró más para sí—, pero para mí, eres uno de esos chicos bonitos. Supongo que has tenido varios detrás de ti.
—Cómo crees~, —Takao vaciló—. Nah~, bromeaba~. Ya tengo kilometraje, para qué mentir.
Kazunari relajó los hombros y puso las manos detrás de su nuca, la conversación había dejado de ser un poco incómoda por la timidez del comienzo. Himuro volvió a peinarse el cabello hacia un lado y señaló hacia adelante. Takao arrugó el ceño y se señaló así mismo. No entendía qué le quería decir su "superior". El menor volteó y vio a su madre en el filo de la puerta, tenía mala cara. Por andar centrado en el Skype, no había oído la infinidad de llamadas de ella.
—Te he estado llamando más de veinte veces, la comida ya está lista.
—Ya voy, ma. Estoy haciendo un proyecto, no interrumpas por favor. —Kazunari mintió, no le importaba si Tatsuya lo escuchaba.
Takao se paró de su silla con ruedas y se acercó a su madre, para que no siguiera de chismosa. A ella le gustaba mirar toda la habitación para ver en qué más le llamaba la atención.
—Un poco de privacidad, los hijos también tenemos derechos, caray. En un rato, bajo… No te vas a morir porque no te acompañe una noche, madre.
—No te hagas el chistoso, en cinco te quiero abajo. —Ella misma cerró la puerta fuerte.
—Cielos, qué genio —Kazunari masculló con enojo—. Nada se le puede decir.
—Mi madre era menos controladora, pero igual se preocupaba por mí —escuchó. Tatsuya aún estaba ahí—. Eres bastante delgado ¿Haces deporte?
—¿Eh? ¡Sí! Juego básquet —contó—. Tú también párate, quiero verte completo.
Tatsuya trató de negarse, pero la insistencia de Kazunari lo obligó a levantarse. El mayor se puso de pie y se colocó a una distancia prudente. Se encontraba en ropa interior, un bóxer suelto de color azul marino. Encima traía ese polo negro que había visto desde el comienzo de la llamada. Takao disimuló, pero le encantó la vista. Ese chico de seudónimo Dragón-3010 era todo lo opuesto a la palabra feo. Era un hombre atractivo, con un aire varonil, aunque pacífico. Algo poco usual de ver en los chicos adictos a los videojuegos, puros estereotipos absurdos.
Takao se desarregló el cerquillo y, siendo avezado, le preguntó por qué había terminado con su ex novia. Nunca había tocado el tema por no ser indiscreto, pero le causaba curiosidad saber la razón por la cual una chica X había lastimado a su amigo.
—Me negaba —dijo y desvió la mirada ante esas palabras—, me enteré por su compañero de cuarto. Él y yo llegamos a ser amigos y fue por eso que me confesó lo que decía mi ex de mí.
—¿Me estás jodiendo? ¿Por qué te negaría? —preguntó lleno de incredulidad.
Himuro fue breve en su explicación, pero confesó una mentira que no pretendía seguir. Takao se había vuelto de su absoluta confianza.
—Es él, no ella. —Aclaró.
—Ah, él… ¡¿Él?! —Kazunari estaba sorprendido, pero sonreía sin saber un motivo exacto—. Eh, bueno, no soy nadie para juzgarte…
—Siento haberte mentido. —Tatsuya se disculpó.
—¡KAZUNARI! —escucharon ambos dando un respingo.
—Creo que tu madre te llama, sé obediente. Yo también tengo que partir al dentista. Cuídate y deja de hacer travesuras —dijo despidiéndose con una mano.
—Si quieres, podemos hacer travesuras juntos~ y conste que te lo pedí antes de verte la cara, para que no me digas superficial.
—Quizás un día de estos. —Tatsuya le guiño el ojo y terminó la llamada al instante.
Kazunari suspiró al ver la llamada finalizada. Himuro era un buen amigo, una buena persona y, todavía con dudas, quizás un buen amante en el futuro. Takao se burló de sus pensamientos cursis, no debía emocionarse tanto por una simple video-llamada.
Bajó las escaleras con una sonrisa de oreja a oreja y se sentó en una de las sillas del comedor. Su sopa ya estaba fría por todo lo que se había demorado. Su madre notó su repentino buen humor, pero no lo bombardeó de preguntas. A su hijo no le gustaba hablar de su privacidad; a menos que, él sea quien propiciara la plática.
Himuro tomó la cucharita que tenía a un lado y revolvió su café, se había asentado la espuma. Necesitaba un sorbo, algo que le quemara la garganta para opacar esas ganas de querer saber todo sobre Takao. Esas ansias de preguntarle si había conseguido a alguien o si había alguien que lo emocionaba como él alguna vez lo logró emocionar.
—¿Estás viviendo en Tokio? —preguntó Kazunari después de comer mitad de su triple. No hablaba con la boca llena, era uno de los modales que había aprendido a disfuerzos.
—Sí… Sería problemático para mí irme a Akita en estos momentos. —Tatsuya tamborileó con los dedos y suspiró—. Te he mentido, lo siento… llegué hace tres meses.
—¡Lo sabía! —dijo de inmediato, escupiendo un poco— Lo siento, yo y mis malos modales, pero es que sabía que me estabas mintiendo.
Tatsuya cogió una servilleta para limpiarse la mejilla, no le importaba su exaltación. Tokio era su residencia oficial desde hace ya nueve años, cuando decidió mudarse para establecer una relación sólida con Kazunari.
Estar con él cambió su rutina, su estilo de vida fría en Akita por el caluroso Tokio, su trabajo, sus amistades. Un cambio radical que, a pesar de no haber funcionado la relación, no se arrepentía de haberlo hecho. Todo había valido la pena en su momento.
—Me debes un regalo~, —Takao retomó la plática—, ¿qué me darás?
Himuro se levantó dejando a Kazunari consternado. Temía haber metido de nuevo la pata, ese encuentro era demasiado corto como aceptarlo. Tatsuya se disculpó, pero la hora marcaba su salida. Se acercó a él y le dio un beso en la comisura de los labios, Takao se estremeció al sentirlo tan cerca.
—Feliz cumpleaños, espero que tu vida siga llena de éxitos. —Himuro susurró, le dio unas suaves palmadas en el hombro y se fue sin mirar atrás, sin dudar.
Kazunari apretó las manos por impotencia. Tenía ganas de pararse y perseguirlo, pero su cuerpo no se movía; había una razón: una pareja que estaba trabajando, una persona que no se merecía que lo omitiera de esa forma. Dio un suspiro pesado y enredó los dedos en sus cabellos. Necesitaba centrarse, su ex lo alteraba por no haber cerrado esa etapa de la manera correcta, por dejar cabos sueltos que hasta el momento no comprendía.
Su celular volvió a sonar minutos después, dos veces. Miyaji ya estaba en camino, la reunión había culminado antes de lo previsto. Kazunari leyó los mensajes sin emoción, la culpabilidad lo embargaba y no era correcto fingir que nada había pasado.
El café, ese día, estaba amargo.
―Parte 2―
Fragmentos de tu piel
Kazunari suspiró de nuevo, Miyaji se daría cuenta si seguía con esa actitud nostálgica, aunque hace unos minutos había decidido contar lo sucedido. Era lo ideal, era lo correcto. Los fantasmas se debían quedar como tal. Himuro no le había dado una tarjeta, un teléfono o una dirección; su ex no había mostrado ningún interés en volver a contactarlo. "¿Por qué entonces debo yo tomarle importancia?", Takao se preguntó repetidas veces. Chasqueó la lengua enfadado consigo mismo.
La mesa que había elegido era pegada a la ventana, miró hacia a la derecha y vio una tienda de zapatos que antes solía concurrir. A los 17 años, era su destino preferido para comprarse unas zapatillas deportivas para su club de básquet. Inclusive, recordaba que antes, en vez de la cafetería, había un centro recreativo para adolescentes y jóvenes. Juegos de música, de danza, máquinas a fichas y muchas otras cosas que lo hicieron sonreír, pero de amargura.
Takao llegó puntual a la cita acordada. Desde el cuarto piso, se apreciaba mejor la vista del gran complejo deportivo que había al costado del centro comercial. La gente se veía como hormiga o eso le gustaba imaginarse.
Traía aquella vez un morral beige al igual que su pantalón ¾. Guardaba ahí su celular, unos cuantos billetes y su tarjeta del centro recreativo. Tenía un crédito de 45 monedas de la vez pasada que no las jugó por aburrirse, pero esa salida no sería igual a cuando fue con sus compañeros de preparatoria. Salir con Tatsuya era otro tipo de emoción.
—Hola, disculpa si te hice esperar —dijo Himuro. Su reloj marcaba las cuatro y once. Tenía más de 15 minutos de retraso—. No conozco muy bien las calles de Tokio, me perdí.
—No te preocupes, me entretuve aquí con Shin-chan~ —respondió Kazunari.
—¡Ya sabrás que yo no quería hacerte compañía en ningún momento! —Su amigo se exaltó, había sido el blanco de burlas de Takao por veinte largos minutos.
Tatsuya no emitió palabra, se le hacía conocido de algún lugar. Takao le ayudó a refrescar su memoria, se lo había presentado en el evento de Play Station en Kioto —la primera cita—. Himuro sonrió al recordarlo y extendió el brazo para darle un apretón de manos, pero Shintarō ignoró ese gesto que demostraba mucha confianza, al chico de gafas poco le importaba que ese extraño fuese mayor que él.
Midorima, al sentir que estorbaba en esa cita, pasó a retirarse. Se había retrasado para la búsqueda de su amuleto de la suerte de ese día.
—¡Huraño!, —Kazunari gritó como si estuviera en un callejón—, ¡¿a tus futuros pacientes también los vas a tratar así?!
—¡Muérete! —respondió de la misma forma Midorima.
Takao se rio por unos segundos antes de serenarse, su pasatiempo siempre sería molestar a Midorima Shintarō, futuro médico. Tatsuya lo tomó de la mano, Kazunari dejó de mirar para el lugar que se había ido su amigo y dirigió su atención hacia su pareja, a quien besó antes de avanzar. Había extrañado su presencia. Esos días se le habían hecho eternos, más por estar de vacaciones.
El juego para encestar pelotas fue su primer destino, Takao le contó que Midorima era muy bueno haciendo tiros de larga distancia —también había sido jugador de básquet, pero ahora la universidad le imposibilitaba por su corto tiempo para la recreación—. Himuro lo escuchó en silencio por varios minutos hasta que decidió hablar para cortar la historia de cómo Shintarō no quiso salir de la casa por no traer su amuleto de la suerte; un fiel seguidor de Oha-Asa.
—¿Te gusta Midorima? —preguntó. Takao pestañeó y rio escupiendo un poco de saliva—. No creo estar haciendo una broma, ¿te gusta?
—¡Claro que no! —dijo todavía riéndose— Shin-chan es como mi mejor amigo. No sé, nunca he tenido esa clase de sentimientos hacia él. Sería como amar a un hermano… ¡Nah! ¡Ni hablar!
Takao continuó riendo, pero Himuro no sonrió haciéndolo parar. La máquina parpadeó y botó 150 tickets que era la ganancia de la partida de Kazunari. Tatsuya los cogió entregándoselos a su ganador sin mirarlo; mientras que, él pasó su tarjeta. Era su turno.
—Tatsuya, ¿te has molestado?, —Takao no obtuvo respuesta—, Tatsuya… Oye, Tatsuya. Tatsuya, no seas infantil. Oye, Midorima no significa nada para mí —dijo tomándolo del hombro para hacerlo voltear. Himuro falló ese tiro.
—Estoy jugando —dijo.
Kazunari no supo cómo reaccionar, ni qué decir para solucionar esa situación. Esperó paciente a que terminara de lanzar. Su ganancia fue de 230 tickets, un casi perfecto. Tatsuya tomó su premio y caminó hacia otro juego. No volteó, no lo tomó de la mano, no se mostró comprensivo ni, en cierta parte, meloso con él. Takao sobó su mejilla antes de seguirle el paso.
—Tatsuya, ¿te vas a enojar por eso?; —Kazunari insistió—; Oye, Tatsuya. No te pongas celoso por alguien que… ni siquiera tiene importancia en mi vida. Solo me gusta fastidiarlo.
—¿Te has acostado con él? —preguntó.
—¿Qué?
—Mi pregunta ha sido clara.
Himuro paró en la máquina para aplastar topos y cogió el mazo sin pensarlo dos veces. Deslizó su tarjeta y el sonido del juego comenzó. Takao se desesperó. Tatsuya actuaba de manera natural: su voz, sus gestos, su mirada. Nada le indicaba que estaba molesto, pero era un hecho que lo estaba. Estaba celoso hasta la punta del cabello. Hasta los golpes que le daba a las cabezas de los topos no eran especialmente suaves.
—No me has respondido —dijo sin despegar la vista de los huecos—. Tu silencio lo puedo interpretar como un sí.
—Lo conocí por mi papá. Sabes que él es reumatólogo y, a su vez, es catedrático en la universidad de Tokio. Midorima siempre está en la casa de mi padre cada vez que voy —dijo.
—Yo no te preguntado la profesión de tu padre, ni tus encuentros casuales con tu mejor amigo. ¿Te has acostado con Midorima sí o no? —preguntó con un tono de voz grave.
—Sí —respondió fastidiado—. Sí me he acostado con él, pero como una aventura. Se lo propuse y ya. No hay más historia, además que eso pasó hace más de un año y medio.
Himuro soltó el mazo y se dirigió hacia la salida, no tenía más ganas de conversar. La cita había terminado. Entre que caminaba, guardó la tarjeta en su billetera y botó a la basura los tickets que había ganado. Kazunari corrió para alcanzarlo después de quedarse congelado por unos minutos al ver esa reacción tan abrupta de parte de Tatsuya.
Takao saltó las últimas gradas y lo trató de tomar por la muñeca, pero el mayor se soltó haciendo fuerza. No le permitía que lo tocase.
—Tatsuya, ¿qué diablos te sucede? ¿Vas a tirar a la basura este día por una estupidez? —preguntó desesperado— ¡Tatsuya!
—¿Qué quieres? Ya me tengo que ir y no te he pedido que me acompañes. Vete a tu casa o anda donde tu padre —dijo finalmente.
Por más que trató hacerlo entrar en razón, no lo logró. Tatsuya alzó la mano y se metió a un taxi al cual le indicó que lo llevase a la estación B de Tokio. Kazunari tragó duro, el sofoco de su garganta se había acumulado y las ganas de llorar por la cólera lo estaban bombardeando.
"Vete a la mierda", susurró ahogado. Kazunari volteó y fue hacia a la esquina para coger a pie toda la avenida principal. Se iría a su casa a verle la cara a su madre que le preguntaría hasta el cansancio por qué había regresado tan temprano cuando le dijo que estaría mínimo a las ocho, máximo a las diez y eran apenas las 4:50 PM.
Takao arrugó por completo las servilletas, de nada le servía amargarse por cosas absurdas. Esos tragos amargos estaban enterrados. Después de tantos años, le parecía increíble haber soportado cada una de las niñerías de Himuro. De un hombre tranquilo se transformaba a un orate con celos compulsivos sin oídos. ¿Por qué mostrarle interés a alguien que la mayoría de la relación lo hizo llorar del coraje?
Un golpe lo hizo salir de sus pensamientos, Miyaji le había dado con el periódico en la cabeza por andar distraído. Hace menos de cinco minutos, había llegado, pero su pareja no se había dado por aludido. Incluso Kiyoshi ya había ordenado y traía su bandeja consigo.
—¿Y eso de quién es?, —Su novio preguntó por la bandeja sobrante—, ¿has compartido mesa de nuevo? ¿A quién importunaste hoy? —dijo.
—No vas a creer a quién —murmuró.
Kiyoshi agitó la bolsa de edulcorante, mientras preguntó por el nombre. Pocas veces Takao estaba tan ido, alguien importante habría estado sentado en ese sitio antes que él. Kazunari apoyó los codos sobre la mesa y susurró el nombre de su ex. Miyaji dejó de mover su café, conocía la historia como si fuera la suya propia.
—Te afectó, —No era una pregunta, su pareja tampoco lo negó—, ¿lo sigues queriendo a pesar de todo? Te abandonó, Kazunari. ¿Te tengo que recordar que se largó a-…?
—Ya lo sé —dijo para no escuchar el mismo sermón que varios le dieron—. Sé lo que pasó y sé que mi pasado con él es estrictamente pasado, Miyaji-san.
—No lo parece y no es un reclamo. De antemano, agradezco tu sinceridad, pero no puedo creer que lo sigas queriendo.
Takao no respondió, ¿cómo negar algo tan evidente? Nunca lo había apartado de su vida, no había olvidado ni sus buenos momentos, ni sus malos. No se consideraba alguien arrastrado, nunca lo había sido. Nunca había ido a su casa a tocarle la puerta para volver, nunca le había rogado —su orgullo se lo impidió infinidad de veces—, pero sería cínico de su parte decir que lo había dejado de amar, porque no era cierto.
Hace unos minutos, así su cuerpo se haya mantenido inmóvil, sus ojos solo observándolo partir, sus manos pegadas a la mesa y su boca cerrada sin dejar salir una sola palabra; había deseado con mucha fuerza que Himuro no se fuera tan rápido.
—Olvidemos esto. —Kazunari propuso después de un rato—. Él no volverá ni yo lo buscaré. Mi vida ha sido tranquila desde que terminé con él y así la quiero mantener.
—Gracias a ti, pude volver a confiar, Kazunari. Tú también date la oportunidad. Ya lo viste y ya te diste cuenta que él sigue siendo el mismo, no ha cambiado. —Takao asentó.
Todas sus amistades se lo habían dicho, Himuro era dañino en su vida, pero también había sido un buen compañero. Las veces en que no había celos y en las que se pudo aferrar a sus brazos, lleno de impotencia por lo mala que era la relación con su madre. Esos tantos momentos en que Tatsuya le aguantó las rabietas y los gritos. Los interminables consejos. Sobre todo la compresión que le tuvo cuando se escapó de su casa, ese recuerdo lo hacía reír un montón y llorar por la angustia que sintió.
Kazunari movió la cámara hacia arriba y disparó apresurado a los cuatro bots de la azotea. Estaba volviendo a jugar todos los niveles, después de que su madre tuvo la delicadeza de resetearle toda la memoria por haber cortado la luz adrede. El Play Station 4 era una máquina de muchos cuidados y hacer saltar el enchufe de la corriente, siendo esa la fuente de poder, había traído consecuencias. Por lo menos, agradecía que siguiera funcionando.
—Dragón, ve por la derecha. Yo me encargo en el área de la tortuga. Rápido —dijo. El micrófono funcionaba a la perfección—. ¡No! ¡A tu derecha! ¡No seas bestia!
—No me grites… Estoy tratando de jugar con un dedo vendado.
—Pero es que… ¡Mira! Ya te quitaron una vida, animal. —Himuro suspiró, Kazunari se tomaba muy en serio un juego—. Vete a otra parte, estás casi a mi costado.
—Estaré por la cueva.
El mando vibraba cada tanto, el modo difícil era justamente eso, difícil. Se secó el sudor con el brazo sin despegar la vista de la pantalla. Su televisor de 40 pulgadas con una resolución de 1920 píxeles le ayudaban a reconocer mejor los bots fantasmas.
Su madre tocó insistentemente la puerta, pero Takao no se detuvo. La partida por ser en línea no se pausaba. Siguió jugando hasta que escuchó la perilla de su cuarto moverse.
—¡Estoy desnudo, ma! ¡¿Qué quieres?! —Takao gritó para que no lo molestara.
—Kazunari… no le deberías contestar así a tu mamá —Himuro le aconsejó, pero a él le resbaló.
La puerta de su habitación se abrió, su madre le desenchufó el Play Station de jalón apagándose la pantalla de inmediato. Takao arrugó el ceño, no había hecho nada esa vez. Eran las seis de la noche de un viernes donde no tenía nada qué hacer porque seguía de vacaciones.
—¿Qué cosa? No estaba haciendo nada malo.
—No te veo desnudo. Te estás volviendo muy mentiroso y estoy harta que todo el día andes en ese maldito juego, sal a socializar aunque sea a la esquina, Kazunari —dijo histérica.
—No me jorobes, es mi vida —respondió fastidiado—. Yo cumplo como puedo en la preparatoria, no he llevado a cargo ningún curso. Esa fue la condición para que me dejaras tranquilo en mis vacaciones.
Kazunari se acercó a su consola y la desconectó para revisar si no se había quemado ninguna entrada. No tenía dinero para comprarse otra ni tampoco quería que se le malograra. Había comprado ese PS4 con sus ahorros de 3 años consecutivos, porque su madre no le había dado ni un cuarto de dólar.
—Ha venido Ryū-kun, baja y sé amable con él —Su madre le ordenó, pero Takao arrugó el ceño y se rio.
Kazunari no iría a saludar al nuevo compromiso de su mamá, le caía como patada en el hígado por falso. No tenía la obligación de saludarlo, porque él no se metía en su camino esperando que ese señor tampoco en el suyo. Se negó como todas las veces y le arranchó el cable de la extensión.
—No iré, mándale mis saludos si quieres.
—Baja, Kazunari. No estoy para tus caprichos, he tenido un muy mal día en el trabajo. —Siguió insistiendo—. Ryū-kun ha traído comida para compartir en familia, te quiero abajo en cinco minutos.
—No voy a bajar, ¿no entiendes? Que se largue a ser la familia feliz con su esposa. Debería darte vergüenza ser la amante, madura —masculló.
Takao recibió una fuerte cachetada que lo hizo chocar contra su mueble, se tocó la mejilla dañada y los ojos se le inundaron de lágrimas. Odiaba los golpes cuando su madre sabía que solo decía la verdad. Él no estaba para nada de acuerdo con que los tomase como su casa chica o su escondite cuando se peleaba con la verdadera pareja, la esposa, la oficial. Ni siquiera le debía respeto porque no era su sangre, ni muchos menos su padre.
—Vas a aprender a respetarme sea a las buenas o a las malas, Kazunari.
El azabache no respondió, tragó saliva y se mantuvo sobándose el rostro hasta que vio a su mamá volver con un martillo.
—¡¿Qué vas a hacer?!, —Takao se exaltó—, ¡deja eso ahí! ¡Dámelo!
Forcejeó con ella, pero terminó por quitarle su consola. Takao no la agredió, no podía simplemente empujarla o golpearla. El respeto por ser el ser que lo trajo al mundo se lo impidió. Se quedó espantado al verla destrozar su Play Station. Cuatro martillazos dejaron su única distracción hecha añicos, totalmente inservible.
—Bajas en cinco minutos —dijo. Salió de la habitación y cerró fuerte la puerta.
—Te odio —susurró. Su voz estaba quebrada y jadeaba a cada rato. Takao se acercó y recogió del suelo algunas partes. Estaba rota, no había nada que pudiese hacer.
Se limpió las lágrimas y fue hacia su closet sacando su mochila del colegio. La vació tirando todo al suelo y puso dentro ropa al azar. Estaba harto de los malos tratos, de los gritos, de sus gestos, del mal carácter y de la frustración acumulada de su madre que cargaba en él sin tener culpa de su fracaso matrimonial. Tomó su celular y su billetera, y bajó apurado las escaleras.
En la entrada, se encontró con Ryū y su media hermana, la traía cargada. No le dirigió la palabra, lo empujó hacia un lado con un brazo y salió de la casa lo más rápido posible. Su madre lo persiguió segundos después.
—¡Kazunari, ven aquí! ¡Kazunari!
—¡Vete a la mierda! ¡Tú y tu estúpido compromiso se pueden ir a la mierda! —Gritó antes de empezar a correr a toda velocidad.
Su padre vivía en otro distrito y no quería llamarlo a él, de nada le serviría preocuparlo. Tenía entendido que estaba de viaje en Hokkaido por una campaña médica. Su mamá tampoco se atrevería a llamarlo, si hacía eso estaría dando pie a perder la custodia que su papá, en más de dos oportunidades, le había peleado sin éxito.
Las lágrimas persistían, por más que se las había limpiado más de ocho veces. Se secó el rostro nuevamente y trató de tranquilizarse. Su respiración seguía irregular, había corrido más de cuarenta cuadras. Correr sin control alguno había sido su manera de quitarse el coraje de encima. Estaba a más de siete manzanas de su casa y quería irse más lejos.
Sintió la vibración de su celular y supuso que era la persona que necesitaba. Sacó su móvil y se dio cuenta que no era un mensaje, tenía una llamada entrante de Himuro.
—Kazunari, ¿estás bien? —preguntó de frente— Te saliste sin despedirte… ¿Tu madre de nuevo desconectó la consola?
—No quiero hablar de esa… de esa —dijo para no insultarla—. No quiero hablar de nada.
Su voz lo delataba, seguía llorando como si fuese un niño. Himuro apegó más el celular y le pidió que respirara hondo; Kazunari cuando se alteraba, cometía estupideces por impulso.
—¿Dónde estás? Escucho ruido de autos, ¿te saliste de tu casa?
—Sí y no voy a volver así me lo pidas ¡Jamás voy a regresar! —Gritó.
—Tranquilízate… No vuelvas si no quieres, pero no puedes pasar la noche en la calle. ¿Te acuerdas de que te hablé de mudarme a Tokio?; —Kazunari apenas respondió con un sonido—; Bien, ya tengo el departamento, me lo rentó mi mejor amigo.
Tatsuya le dio una solución, Kazunari apuntó la dirección y le dio las gracias por ayudarlo. Himuro no respondió a eso, pero sí le recomendó que se fuera para el departamento lo antes posible; llamaría en unos segundos al señor de seguridad para autorizarle la entrada a Takao sin problemas, era un alivio que el menor haya sacado sus documentos.
Takao pasó una muy mala noche, de pesadilla en pesadilla. Despertó a las seis de la mañana y se quedó sorprendido al ver a Tatsuya echado a su lado, lo observaba en silencio. Kazunari se levantó de la cama sentándose. La cabeza le dolía mucho, sus ojos estaban hinchados y rojos; tenía un aspecto deplorable.
—¿Quieres salir a desayunar? ¿O compro algo para preparar aquí? —preguntó. Tatsuya quiso arreglar sus cabellos, pero Takao no se lo permitió.
—No quiero nada, ya me tengo que ir.
—¿A dónde irás? Tu padre llega en tres días. Si no es para irte a tu casa, no te dejaré salir de aquí, Kazunari —dijo realmente preocupado—. No actúes por coraje.
—Eres el menos indicado para decir eso —murmuró con acidez— y déjame el maldito cabello tranquilo. —Repitió dándole un manazo para que no se lo cogiera—. Odio que me trates como si fuera una mujer. Tengo un pene entre las piernas, no una vagina, imbécil.
Tatsuya se quedó callado. Esa era la diferencia entre Kazunari y él: por más que estuviera enojado o reventando de cólera, no se desquitaba con personas que fueran ajenas al problema. Dejó de querer arreglarle el cerquillo que estaba levantado y se sentó mejor en la cama para apoyar los brazos en sus rodillas.
—No te trato como una mujer, Kazunari.
—¡Sí lo haces! —Takao le recriminó—. Siempre de meloso y cursi, o diciéndome te quiero cada cinco minutos ¡Cánsate!
—Kazunari, ¿cómo puedo cambiar mi manera de amar a alguien?; —preguntó—; Seas una mujer o un hombre, yo demuestro mi amor así. Soy cariñoso y sobreprotector, lo acepto-…
—Cállate, no empieces con tus cursilerías —dijo interrumpiéndolo.
—Voy a comprar el desayuno. —Himuro se paró de la cama y cogió un par de billetes que había dejado encima de la mesa de noche—. Si quieres, puedes irte. Entenderé la indirecta y disculpa si te hostigué, de seguro te hice pasar vergüenza en alguna de nuestras salidas.
Tatsuya abrió la puerta y salió de la habitación, segundos después se escuchó el sonido de la entrada principal. Takao suspiró y sobó el rostro sintiéndose culpable. Su pareja no tenía por qué pagar los platos rotos, ni tampoco pensó recibir una respuesta como esa.
"¿Cómo puede cambiar la manera de amar a alguien por ser mujer u hombre?", susurró al acordarse de esa pregunta que lo dejó pensativo por varias semanas. Era una interrogante a la cual no le encontró una respuesta en contra.
Miyaji enarcó una ceja, le asustaba que Kazunari hablara solo, no era la primera vez que lo oía hablar para sí. El azabache agitó la cabeza y rio para no seguir espantando a su pareja.
—¿Estás bien?; —Takao asentó entre risas—; Oye, ayer no te lo pude comentar. ¿Te llegó el parte de Midorima?
—Sí, es más, apuesto que Shin-chan rotuló mi invitación~.
La boda de Shintarō sería en grande, aunque más que una boda, era una ceremonia de unión porque las bodas homosexuales no eran permitidas todavía en Japón. Como decía Kazunari, lo que contaba era la intención. El matrimonio sería en una mansión con entrada en mano.
—Se ve que va a despilfarrar champán a diestra y siniestra —Miyaji le comentó—. Bueno, tiene dinero de sobra… Oye, ¿y eso?; ¿Es tu libro?
Kazunari se fijó en el pequeño tomo que había a su costado, ahí seguía. Tatsuya no se lo había llevado; por descuido o adrede, de igual forma no lo sabría. El azabache dijo que sí para ahorrarse más preguntas, abrió y pasó las hojas como si estuviese confirmando que le pertenecía, pero paró en una página, había cosas resaltadas.
Los celos son producto de la inseguridad.
La confianza es la base de toda relación sentimental.
Deje que su pareja tenga su tiempo para él, eso le demostrará que usted confía en su juicio y respeta sus espacios.
Había un montón de oraciones subrayadas.
—¿Para qué lees eso si tú no eres celoso? —Kiyoshi le preguntó—; Es más, a veces me gustaría que lo seas. Eres demasiado confiado.
—Según este libro, los celos son para personas inseguras y yo, como lo acabas de decir tú, no lo soy~ —dijo inflando el pecho—. Tengo confianza en ti, ¿es eso malo?
—N-no… pero tampoco te excedas.
Kazunari bufó, era un tema que no venía al caso. Puso su mano encima de la mesa y la abrió para recibir la de Miyaji, pero él negó con la cabeza y con los ojos le dio a entender que había gente observando.
Kiyoshi no era nada amoroso, ni siquiera cariñoso. Su manera de demostrar amor era distinta a la de Himuro, un método pausado y reservado, que tomaba discreción. Muchas veces a Takao le desesperaba esa personalidad tan tímida de su parte: no besos, no abrazos, nada de acaricias en sitios públicos. Técnicamente, una relación de homosexuales convencional japonesa. A escondidas por los prejuicios sociales, eso lo cansaba la mayoría del tiempo.
—¿No me vas a dar la mano?
—Ya lo sabes, no empecemos con lo mismo. —Por unos instantes, Kazunari sintió la humedad en la comisura de sus labios—. Vamos, ¿quieres ir a mi casa o a la tuya?
—A donde prefieras. Dame unos minutos —dijo, su celular estaba vibrando. Era una llamada de su padre.
Miyaji le dio privacidad y se fue adelantando a la entrada. Kazunari escuchó, con cansancio, el dilema de su progenitor; se disculpaba por no poder viajar a Tokio para fiestas como le había prometido, se le habían cruzado conferencias de último minuto. Por esas razones, nunca le ganó la custodia a su madre; era un médico con poco tiempo para los hijos.
Takao miró la bandeja que Himuro había dejado, tenía algunos papeles y un resaltador. Cogió ese papeleo con curiosidad para distraerse; mientras decía repetidas veces: lo entiendo, papá . Encontró el recibo de la librería, la semana pasada había comprado esa lectura. Siguió mirando hasta que encontró un pequeño cartón, era la tarjetilla de presentación de Himuro.
—Realmente lo siento, hijo, te prometo que en enero nos reuniremos —dijo. Kazunari ya no le estaba prestando atención—, ¿hijo?
—Papá, no te preocupes. Entiendo tu trabajo y créeme que estoy muy orgulloso de tener un padre como tú. —Kazunari sonreía sin poder disimular.
En ese pedazo de cartón estaba la dirección, el teléfono, el correo, entre otras cosas. Absolutamente todos los datos que le interesaban saber de Tatsuya.
—Gracias, yo también estoy muy orgulloso de ti, hijo.
Kazunari se exaltó al escuchar el toque en la luna, volteó y vio a Miyaji apurándolo. El menor se despidió de su padre y le deseó éxitos en sus asuntos laborales antes de colgar. La espina de hace ocho años se la sacaría, no quería seguir viviendo con la duda de por qué Tatsuya de un día a otro lo apartó de su vida después de haber superado cada tormenta.
Parte 3
Formas de amarte
Kazunari despertó en una habitación que no era la suya, todavía no se acostumbraba a la casa de Miyaji. Persistía en sentirse como un extraño dentro de ella. Su pareja todavía dormía, ese dormilón se despertaba con el toque de la alarma. Faltaban media hora para las siete. Takao tenía clases recién a las cuatro de la tarde, por lo que no tenía ningún apuro; se acurró mejor en las frazadas, hacía frío o era porque tenía el cuerpo totalmente desnudo. Sobó sus brazos con las manos para calentarse. Kiyoshi no era bueno para abrazarlo.
Las caricias, eso era lo que más extrañaba de Tatsuya. Esas caricias a las cuales llamó innumerables veces: actos cursis o trato para mujercita. Nunca tuvo tiempo de decirle que le gustaba que lo envolviera en sus brazos como si fuera un Koala o un maldito oso de peluche. Esos días que lo emputecía por ponerse jodidamente cariñoso, cómo le reventaba que le mordiera la oreja, pero en esos minutos de silencio en la cama, lo recordaba con una sonrisa en el rostro.
Con Tatsuya nunca compartió un silencio incómodo después de tener relaciones, siempre estaba conversándole de algo. De algún plan para el futuro, de algún anécdota que le pasó durante el día. Siempre queriendo nutrir la relación para compensar sus celos.
Nunca iba a olvidar la primera vez que estuvo con él, que también fue la primera vez que se vieron cara a cara; fue un día lleno de diversión. Una cita perfecta, no como la segunda, ni la cuarta. Fue la primera la que logró flecharlo más de lo que ya estaba y —tal vez— si hubiera sido más atento a esos detalles, se hubiese dado cuenta desde ese momento que Himuro era muy celoso e inseguro a raíz de un engaño anterior.
Kazunari tiró su mochila al suelo sin importarle su envase de vidrio, seguía con la emoción por la propaganda que tenía en las manos. Una convención para los fieles seguidores de las consolas de Play Station en todas sus versiones. El problema era que se realizaba en la prefectura de Kioto, a unas cuantas horas de Tokio. Su madre no le daría el permiso por jalar el examen de Historia ayer. Se mordió el dedo pulgar pensando en una forma de ir, no se la perdería así se ganara un castigo de mil años.
La única estrategia era volarse el viernes de la preparatoria, a las 4pm empezaba el evento. "Los que disfrutan la vida son ganadores y soy un ganador. Lo siento, madre", dijo dándose un leve toque en el pecho. Todo estaba calculado, aunque de todas formas trataría de persuadir a su mamá para evitar usar el plan B.
Su celular parpadeó, las luces de un nuevo mensaje se habían activado. Miró la hora, las cinco con quince minutos. Tatsuya mayormente le hablaba a esa hora porque recién llegaba de trabajar y, efectivamente, era él.
Dragón-3010: Hola, ¿estás ocupado?
HawkEye11: Tatsuya!
Dragón-3010: Es raro que utilices mi nombre de pila ¿Por qué estás tan emocionado?
HawkEye11: Sabías sobre el evento de PS en Kioto?!
Dragón-3010: Sí, salió hace dos semanas ¿Por qué?
HawkEye11: Y por qué no me dijiste nada?! Ingrato!
Dragón-3010: Porque no es en tu prefectura y a las 4:00 sigues en clases. Sales a las cinco de la preparatoria y te tomaría 3 horas por tren y otra hora en bus para llegar al lugar del evento. Llegarías al final y te regresarías muy tarde.
HawkEye11: Qué eres?! Mi madre?
Dragón-3010: Solo alguien que se preocupa por ti, Kazunari.
HawkEye11: Tonteras! Sea como sea iré, vienes?
Dragón-3010: No lo sé, ese día es laboral. Depende si me dan permiso, podría compensar las horas extras, pero no creo.
HawkEye11: Vente! Piensa que sin supervisión de un adulto, yo podría correr peligro
Dragón-3010: Tengo una condición para ti si es así.
HawkEye11: Escúpelo
Dragón-3010: … Sé mi novio.
Kazunari se impulsó para quedar sentado en su cama. Releyó lo escrito para asimilarlo. Tatsuya nunca había mostrado interés de ese tipo como para haberlo previsto; era siempre él quien le insinuaba cosas indecentes o bromas de doble sentido.
HawkEye11: ...
HawkEye11: ME ESTÁS PIDIENDO SALIR CONTIGO?!
Dragón-3010: Exacto.
HawkEye11: Bueno... me tomas por sorpresa...
Dragón-3010: ¿No te gusto?
HawkEye11: NO ES ESO! Me gustas, incluso he tenido sueños húmedos contigo pero...
Dragón-3010: Si me quieres rechazar, lo entenderé. No te dejaré de hablar, no te sientas obligado a salir conmigo.
HawkEye11: Que no es eso! Sino que sería complicado porque vivimos jodidamente lejos! Y yo no creo en relaciones a distancia.
HawkEye11: Tatsuya?
HawkEye11: Dijiste que no me dejarías de hablar!
HawkEye11: Tatsu... Ya te dije que no es que no me gustes...
HawkEye11: Ya no me vas a volver a hablar? Por lo menos, dímelo!
No obtuvo respuesta, Kazunari se desconectó maldiciendo haber dicho técnicamente que no. No hablar con Himuro lo ponía de malas. Más cuando su madre entró sin tocar, reventó en cólera y terminó con una cachetada bien plantada por ser altanero. Se aguantó las ganas de responder.
No bajó a cenar y tampoco salió de su habitación en todo el día. Estuvo mirando el techo por largo rato. Había hasta memorizado cada una de las conversaciones que había tenido con Himuro, cada una de ellas. Recién se daba cuenta que esas últimos meses se había excluido de la socialización por estar comunicado con Tatsuya el mayor tiempo posible.
A medianoche, volvió a encender el chat. Himuro todavía no respondía. Takao jugueteó con el celular en la mano por varios minutos. No se decidía a mandarle un texto más, ni a iniciar una relación a distancia, pero su desesperación por arreglar las cosas ganó.
HawkEye11: Tatsuya, estuve pensando y creo que podríamos intentarlo. Si es que todavía quieres... responde…
Su celular vibró al instante.
Dragón-3010: Kazunari
HawkEye11: Estabas ahí todo este tiempo?!
Dragón-3010: No, me acabo de conectar y ver todos tus mensajes. Eres un chico de poca convicción.
Dragón-3010: No te gustan las relaciones a distancia y lo entiendo, a mí tampoco me agradan. Es difícil sobrellevarla, he pasado por algo así…
HawkEye11: Accedí porque tú eres más importante que mis miedos! Y porque pensé que no me volverías a hablar!
Dragón-3010: Te estoy hablando... No soy tan inmaduro.
HawkEye11: Y por qué diablos te desapareciste?!
Dragón-3010: Estuve haciendo averiguaciones y tuvo que salir al dentista. Ya me quitaron los soportes, me siento extraño.
HawkEye11: No me cambies el tema! Tanto te demoran tus benditas averiguaciones?!
Dragón-3010: Tengo que comer y terminar el trabajo pendiente, Kazunari. No es la primera vez que me desconecto y me vuelvo a conectar a medianoche.
HawkEye11: Ni de coña era el momento! Inoportuno!
Dragón-3010: Deja de llamarme la atención, soy tu mayor...
HawkEye11: Me importa un bledo, me dejaste preocupado!
Dragón-3010: Kazunari, si me fui, fue porque me puse a investigar el costo en alquiler y venta de las casas en Tokio.
HawkEye11: Te mudarías a Tokio por mí?!
Dragón-3010: Cuando nos conocimos, te dije que tenía planeado moverme a Tokio. La empresa para la que trabajo tiene una sucursal en Shinjuku. Por trabajo, no tendría problemas, pero no me animaba, porque no me emocionaba tanto la idea. En cambio ahora, tú eres mi mayor aliciente.
HawkEye11: Me has hecho poner cara de idiota...
Dragón-3010: ¿Eso es malo o bueno?
HawkEye11: Bueno!
Dragón-3010: Entonces... Te prometo gestionar mi cambio de prefectura, solo si sales conmigo.
HawkEye11: Eres muy astuto! Pero está bien, acepto! Desde este momento soy tu novio~.
Dragón-3010: Está bien, ahora quiero decirte mi condición.
HawkEye11: Ser novios no era la condición?!
Dragón-3010: No... Eso era una petición, no una condición.
HawkEye11: Tramposo!
Dragón-3010: No lo soy, tú has malinterpretado mis palabras. Mi condición es que hagamos el amor antes de ir a la convención.
HawkEye11: Me estás pidiendo un encuentro sexuaaaaal?! No llevamos ni cinco minutos!
Dragón-3010: Eso no tiene nada que ver. Si la relación está destinada a fracasar, fracasará así nos acostemos el próximo viernes o aquí a dos años. Tener relaciones es tema aparte.
HawkEye11: NO! Me niego!
Dragón-3010: Entonces no iré, aunque esto no afecta mi cambio a Tokio.
HawkEye11: TATSUYA!
Dragón-3010: ¿Cambiaste de opinión?
HawkEye11: Eres de lo peor! Sabes que te necesito porque no voy a poder regresarme el mismo viernes. Tendría que pasar la noche en algún lado y no tengo dinero!
Dragón-3010: Es una lástima.
HawkEye11: Si como no!
Dragón-3010: No entiendo tu lógica. Te encamas con extraños por placer y a mí me dices que no. A pesar de ser tu novio y conocerme hace 8 meses... Utilizas una rara lógica.
HawkEye11: ...
HawkEye11: Me he visto acorralado… ven al evento, te espero en la estación B de Kioto a las 12 en punto. Sin más tretas!
Dragón-3010: Te quiero.
HawkEye11: Yo igual... aunque seas extraño… y conéctate, quiero una partida! No he jugado en todo el día por tu culpa!
Dragón-3010: Está bien.
Kazunari intentó convencer a su madre días previos a su escapada, pero nada le resultó. Takao arrugó más la correa de su mochila, que no tenía ningún cuaderno o útil escolar. En vez de ocupar el espacio en cosas innecesarias; metió su cámara digital, su mapa de trenes, una botella de agua, dos mudas de ropa, una hoja donde tenía apuntada las series numéricas de todas sus consolas de juego y el afiche publicitario donde había visto la convención.
Pensó en comprar una caja de condones, pero desechó la idea al contar cuánto tenía de presupuesto por haberse tirado todo el dinero en unos audífonos para PS.
El tren llegó exacto a las ocho a.m. La gente se empujó, como era usual, y con suerte pudo pararse en un rincón sin ser apretado. Su contextura delgada lo ayudaba a encajar entre las barandas que separaban cada fila de asientos al costado de las puertas.
Miraba a la calle cada tanto para no ponerse nervioso. Las manos le sudaban y se mordía las uñas. Nunca antes se había sentido tan inquieto por un encuentro, aunque una duda llegó a su mente en medio de sus pensamientos. "Yo seré el... ¿Activo?", se preguntó incrédulo. Tatsuya era de personalidad dócil, era poco probable que él sea el que lo dominara en la cama. Kazunari infló el pecho y se le dibujó una sonrisa de victoria. Sería su primera vez como dominante en el sexo.
—Hoy la pongo —dijo sin importarle la gente a su alrededor—. Qué buen día, ¿no cree, señora?
—Sí, muchacho —respondió para no dejar a Kazunari en el aire.
Takao sacó su celular y vio que tenía dos mensajes de Tatsuya, ayer habían intercambiado sus números para poder coordinar mejor cuando estuvieran ya en la estación de trenes.
Tatsu: Estoy dando vueltas por la estación, llegué hace una hora. ¿En qué línea estás?
Tatsu: Lo siento, debes estar aplastado. A esta hora los trenes están repletos.
Kazunari: En el tren 34-682, línea exprés de Tokio. Por qué~? Ya quieres que llegue? Y sí, soy un gusano!
Tatsu: No se come ansias, sé que llegarás. Ya elegí un hotel, tiene lo necesario para estar dos días en Kioto.
Kazunari: Eres demasiado rápido! No es un motel, no? Mínimo 3 estrellas!
Tatsu: No tengo tanto dinero para poder pagarte uno de 5+ en habitación presidencial... pero la que he elegido es acogedora, Kazunari.
Kazunari: Nah! Bromeaba~ No importa tanto si es de 5 o de 10, Tatsu. La cosa que estemos los dos solos
Tatsu: Eso es lo importante. Te quiero, seguiré esperando.
Kazunari guardó su celular. Himuro no se molestaba con facilidad, como tampoco comprendía mucho sus bromas o, en muchos casos, sarcasmos. Cara a cara esperaba que fuese diferente y más notorio para Tatsuya.
A las 11:55, llegó el tren a la estación B de Kioto. El azabache tuvo que empujar a más de veinte personas para salir. Se arregló el cabello que se le había hecho una paja y, al levantar la vista, vio a su novio sentado en frente de él.
Himuro lo saludó con la mano y se acercó a él dándole un beso en los labios que lo tomó por sorpresa. Tatsuya era directo en lo que quería.
—Creo que será el mejor viaje a Kioto que he hecho. —Himuro fue el primero en hablar—. Es raro estar así después de hablar meses por chat.
Tatsuya lo tomó de la mano y lo hizo avanzar. Takao seguía en su mundo, sin creer que lo había besado tan de repente.
—¿Estás bien? —preguntó el mayor al ver a su novio tan callado. Tatsuya tenía una imagen muy distinta de Kazunari.
—No... No, no —dijo agitando su mano libre—. Lo que pasa es que es la primera vez que nos vemos.
—¿Esperabas a otra persona?
—¡No! Cielos, eres muy inseguro o tus comentarios son muy tristes~ —Takao se rio.
—Puede que no lo creas, pero estoy nervioso. Es la primera vez que hago esto.
Kazunari también lo admitió, pero fue el quien llevó la conversación a flote. El COD estuvo presente entre ellos dos por todo el camino hacia el hotel de destino. Takao le demostró, a su vez, lo buena que era su vista. No más pensamientos de que Takao Kazunari hacia trampa en el juego.
El hotel era de 5 estrellas superior, el menor pestañeó incrédulo al leerlo en uno de los folletos que había en recepción. Tatsuya se encargó de eso, ya había hecho una reserva previa, la única manera de haber conseguido una habitación Junior en ese lujoso hotel. Himuro le cerró la boca a su pareja, su sorpresa era muy transparente. La señorita le entregó —al mayor— dos tarjetas y les deseó a ambos chicos una estadía placentera.
El botones le pidió a Kazunari su mochila, él se la entregó y el señor los guio al cuarto. Número 408 en el sexto piso. Un pasillo de buen alfombrado y olor agradable a esencia de flores. Takao fue el primero en pasar a la habitación, era la primera vez que estaba en un lugar tan lujoso. La casa de su padre era bien acomodada, pero no tanto como esa recámara.
El botones los dejó solos apenas colocó el equipaje encima de la mesa del recibidor. Himuro puso el letrero de no molestar y cerró la puerta. Eran un poco más de mediodía, tenían apenas un par de horas para divertirse. Tatsuya se sacó la chalina dejándola en el perchero, mientras veía a Kazunari mirar todos los rincones de ese mini departamento. Takao asomó la cabeza por el filo de la pieza de baño.
—¡Tiene jacuzzi! —dijo señalando hacia adentro. Caminó hacia el balcón y corrió las puertas para dejar entrar la brisa— ¡Y la vista está genial! Se ve la piscina del hotel desde aquí. ¡¿Podemos entrar a esa piscina?!
—Sí, está incluido también el gimnasio y la lavandería —respondió.
Takao silbó. Himuro le dio el alcance, Kazunari estaba mirando desde la terraza hacia la piscina, había un gran tobogán. Tatsuya lo abrazó por atrás y besó su cuello, haciendo que Kazunari diera un respingo.
—Oye, no hay apuro —dijo de inmediato—. Podemos darle un recorrido al hotel~.
—Después… primero quiero que cumplas la condición, Kazunari. —Himuro no lo dejó negarse y lo llevó hasta la cama.
Ese día estaba animado a ser más que un chico pasivo. Retrocedió sobre el edredón aún e invitó a Himuro a subirse a ese corto fragmento de terreno. Tatsuya se mantenía parado en el filo de la cama, inmóvil e imperturbable, pero mantenía la vista fija sobre el cuerpo de su amante. Kazunari no esperó y lo atrajo hacia él, jalándolo con ambas manos de su camiseta.
Takao ansiaba probarlo, al igual que Himuro. Ambos habían empezado a desearse y la pasión no se terminaría con tanta facilidad; fue su cadena. Kazunari lo ignoraba, pero poco a poco se sumergía en otra vida.
El cuello de Tatsuya era pálido y la manzana de Adán sobresalía lo suficiente para ser notada, esa virilidad escondida bajo un rostro inocente lo provocaba, Kazunari se relamió los labios y dibujó un pequeño círculo con la lengua sobre el puente de esas clavículas. Himuro reaccionó al mover inconsciente sus dedos, mientras Takao se divertía explorando su piel.
—Creo que te estás equivocando —Himuro susurró sobre su oído—. Hay algo que está mal.
Kazunari pestañeó al verse acorralado, Tatsuya lo había tomado firme de la cintura apegando sus cuerpos. Él no pedía caricias, si no propiedad. Takao se quedó inmóvil, observando desde abajo a su pareja. El cabello de Himuro estaba desordenado y por primera vez vio con claridad sus ojos, cada una de sus facciones. Sus irises grisáceos eran hipnóticos cuando se apreciaban ambos, tan cambiantes y transparentes. Kazunari deseó acariciar el perfil de su rostro, pero tenía las muñecas atrapadas por la mano derecha del mayor.
—No tengas miedo, lo último que haría es hacerte daño. Te quiero mucho, Kazunari —dijo liberando sus brazos para proseguir—. Vine hasta aquí para tenerte, hoy no quiero juegos.
Himuro no puso entretiempo, ni preparación; Kazunari tampoco se lo exigió. Takao apretó su entrada al sentir la invasión y movió sus manos, para levantarle el rostro a Tatsuya.
Los dos cruzaron sus miradas y sonrieron, por la complicidad. "Me la estás metiendo, a mí", Kazunari dijo enfatizando su persona. "Y así será por siempre, así nos separemos, te aseguro que nunca nos olvidaremos", Himuro respondió. Eso era un juramento, Takao lo interpretó así. Ambos se besaron de verdad, húmedo y fogoso, aunque era difícil juntar sus labios y dejar a sus lenguas conocerse. El movimiento los obligaba a separarse, pero no se rindieron.
Tatsuya enredó sus dedos en las hebras del menor y jaló de ellas, fuerte logrando su cometido. Kazunari soltó sus labios, pero gimió complacido de ver su marca impregnada en esa herida punzante. Himuro se desquitó por ese juego sucio. Los años de diferencia entre ellos, eran también una clara diferencia de experiencia.
Takao se tendió en la cama al no poder dejar de gemir, gozaba de ese roce exacto y empuje dentro de él. Nunca serían suficiente esas penetraciones, porque ansiaba que jamás se acabara, quería permanecer invadido, en uno. Kazunari apretó los puños, arrugando esas sábanas, jadeó del placer al recorrerle por la pelvis una sensación cálida, pero de opresión. El primer orgasmo se estaba haciendo presente, intentó retenerlo, pero soltó el esperma al no aguantar más. Sintió su propio líquido resbalar entre sus piernas y ensuciarse.
El mayor eyaculó segundos después, dentro, sin salirse hasta estar vacío. Se desprendió de su cuerpo y mantuvo las rodillas apoyadas todavía. Kazunari jadeaba bajo él.
—Eres un idiota —Takao dijo al restablecer su respiración normal. Se apartó de Himuro y levantó las sábanas para cubrirse en ellas—. No pidas segundo round porque no te lo daré.
—Pensé que no te estaba lastimando…
—No me lastimaste —murmuró—. No soy una nena, está bien… No tiene chiste si es dulce y pomposo.
—Entonces, ¿te molestaría si te abrazo? —preguntó.
Himuro estaba echado a su lado, sin colcha ni frazada. Kazunari miró su cuerpo completo, no fue disimulado. Tatsuya lo cogió del mentón y le subió la mirada, esperaba una respuesta. Takao se sonrojó, no se consideraba un pervertido mirón. Himuro cortó la distancia entre ellos al besarlo.
—Kazunari, ¿en serio solo será una?
—Dame cinco minutos… —dijo destapándose—. Eres muy lindo como para ser activo. En los yaoi comerciales, se supone que tú debes ser el pasivo ¡No yo!
—La vida de dos hombres no es un cómic irreal de homosexuales. —Himuro rio suave y le retiró más las sábanas—. Dijiste que no eras una nena.
Kazunari se zafó de todas las frazadas en un abrir y cerrar de ojos, Himuro había tocado sus pelotas llenas de orgullo, más que de espermatozoides. Takao estaba más que dispuesto para el segundo polvo y esa vez no se dejaría dominar tan fácilmente.
La alarma del celular sonó a las 2:45 en punto. Era hora de un baño y cambiarse para ir camino a la convención de PS. Takao hizo una rabieta entre las sábanas, desordenó todo; mientras que Himuro lo miraba parado desde el filo de la tarima. Tatsuya ya tenía el bóxer puesto, con ganas de reírse de la misma manera escandalosa de Kazunari. Takao podía llegar a ser bastante berrinchudo, la diferencia de edad se notaba en esos pequeños detalles.
—No te atrevas a reírte —dijo levantándose y buscando su ropa con la mirada—. Me las vas a pagar, no me gustaba que me den de nalgadas.
—Te dije que te estabas confundiendo, merecías el castigo…
—Mentiras, puras mentiras. —Repitió infantil—. Vas a ver, en la convención me vas a tener que comprar un juego si quieres que te perdone.
Tatsuya lo abrazó fuerte y lo jaló para irse a bañar, estaban con el tiempo ajustado.
Kazunari desprendió de las sábanas, se iría de ese lugar antes de sofocarse por la confusión. Si no ordenaba su mente, entraría en las preguntas sin respuesta. Se vistió de inmediato y, sin amarrarse los cordones, salió apresurado. No entendía su comportamiento, la nostalgia lo devoraba y pronto lo arrastraría hacia el mismo error de hace ocho años, no se permitiría volver a amarlo. Corrió a toda velocidad, pasó varias calles, cruzó pistas sin mirar y llegó a un lugar desconocido para él. La respiración le costaba y sus ojos estaban llenos de lágrimas, desde hace mucho tiempo que no huía de sus tormentas de esa manera.
—No, esta vez no… Si estás aquí, me vas a dar una explicación —dijo decidido. Rebuscó en su pantalón la tarjeta y la besó aliviado de encontrarla.
Tomó un taxi que, en menos de 30 minutos, estacionó en la acera del frente de la dirección deseada. La casa indicada era una escuela de música. Takao corroboró el número desde el vehículo y confirmó que el chofer no se había equivocado. No había error.
Takao le pagó al señor por el recorrido y salió del auto, quedándose parado allí, mientras que el taxi se alejaba. Sus pies no se movían. El valor que lo había embargado minutos antes había desaparecido. Tenía miedo de no mantenerse firme frente a él.
Respiró profundo y miró el cartel de la escuela para despejar la mente. Tatsuya había realizado su sueño de tener una academia de música. Siempre le pareció que era un excelente músico y, por eso, muchas veces lo alentó a que renunciara a ese trabajo que desperdiciaba su talento como artista; ser editor de sonido no era su vocación, nunca lo fue.
Los fines de semana, Kazunari se escapaba de casa con la excusa de ir a ver a su padre. Estaba seguro que su madre no se atrevería a corroborarlo, era una ventaja que sus padres no tuvieran una buena comunicación. Gracias a ese divorcio, se las arreglaba para ver seguido a su novio desde que se mudó a la prefectura de Tokio. Vivían a 20 minutos en bus.
Ese sábado amaneció en ese colchón tan suave, como otras tantas veces. La cama de Tatsuya era una delicia para su espalda. Murmuró palabras inentendibles y se acurrucó mejor entre las sábanas. En la época de invierno, siempre sentía que se le bajaba la presión por la helada temperatura de su cuerpo. Apretó los párpados y abrió un ojo al escuchar una alegre melodía.
No canto para aquí sino canto para allá
Pues si te canto aquí no me vas a escuchar
Tan solo luz
Ahora hay en mi alma
Conservo la calma
De tu amor, uhm
Himuro nuevamente lo despertaba por ponerse cantar en la mañana, estaba sentado frente a él y lo miraba dedicándole, cada que la letra se lo permitía, una suave sonrisa. Terminó de rasguear la guitarra y se inclinó apenas para decir: "buenos días, dormilón".
—Es sábado, merezco más tiempo, Tatsu-chan —murmuró volteándose para darle la espalda—. No seas molestoso, déjame dormir.
… Tan solo luz
Ahora hay en mi alma, conservo la calma
De tu amor, de tu amor
De tu amor, de tu amor-…
—¡Ya! —dijo Takao sentándose en la cama y levantando los brazos—-. Ya estoy despierto, para con la cursilería. Cielos, un día de estos escupiré corazones.
—Qué bueno, Kazunari —respondió sin molestarse—. Date una ducha, dijimos que hoy iríamos al acuario. Será mejor que te alistes, son más de las once.
Himuro ya se había aseado y cambiado, estaba en jeans y polo. Guardó la guitarra en su funda antes de que a Kazunari se le ocurriera romperla, ya había hecho eso con su antigua guitarra al colmarle la paciencia.
—¿Por qué no te dedicas a cantar? —Takao preguntó al salir del baño. Tenía una toalla sobre sus cabellos que aún goteaban—, paras componiendo y componiendo canciones.
—No me gusta la vida de fama, prefiero ser un músico independiente. —Tatsuya afinaba su guitarra, mientras hablaba—. Eso va conmigo, Kazunari, pero puedo confesarte algo…
—Dime —dijo volviendo hacía él.
—Me gustaría algún día montar una escuela de música —dijo mirándolo a los ojos—. Tal vez lo haga cuando me retire del mundo laboral estricto a los 45 años.
—O cuando te des cuenta que la vida es demasiado corta. —Takao lo corrigió—. Deberías hacer lo que te gusta, Tatsuya, y aunque me moleste que me levantes con canciones… tengo que reconocer que eres bastante bueno.
—Lo pensaré —contestó. Tatsuya puso la guitarra encima del escritorio y se acercó a su pareja poniendo las manos sobre la toalla—. Sécate bien, estás mojando el piso.
Con o sin el consentimiento de Takao, le secó el cabello. El acuario los estaba esperando. Kazunari suspiró y apoyó la frente en el torso contrario. Himuro siempre se las ingeniaba para sofocarle la garganta con todos sus actos, que el denominaba, cursis.
—¿A quién buscas? —escuchó detrás de él.
Volteó para no ser descortés y se encontró con un chico de cabello azabache, como el de él, aunque de ojos azulinos claros. Había sido una mala idea pararse en ese lugar, hubiera sido más discreto. Kazunari rio nervioso y preguntó desconfiado si en esa escuela de música enseñaba Himuro. La respuesta fue afirmativa.
—¿Quieres hablar con él? —preguntó—, ¿lo llamo?
—Eh… sí, dile que solo quiero conversar con él unos minutos —dijo acordándose que tenía la excusa del libro.
—¿Cómo te llamas?
—Takao Kazunari —respondió provocando molestia en el contrario—, ¿qué sucede?
—¿De qué quieres hablar con él? Soy su nuevo compromiso, Izuki Shun —dijo, pero arrugó más el ceño al ver una sonrisa traviesa en los labios de Takao—; ¿Qué te hace gracia?
No lo evitó y rio a las lágrimas para no frustrarse. Kazunari había pensado tantas tonterías; una de ellas, terminar la relación con Miyaji por la evidente confusión que tenía. Se había hecho tantas preguntas, imaginado tantos escenarios, para que al final se encontrara con una posibilidad que la creyó imposible.
Qué idiota, no soy inolvidable , pensó mientras reía.
Himuro Tatsuya era un hombre atractivo y de posición económica estable, a mucha gente le atraería tener un novio así. Durante esos ocho años, era lógico que Himuro consiguiera una nueva pareja, que tuviera nuevos planes y que superara la relación anterior, como lo había hecho alguna vez con el ex antes de Kazunari.
—Lo siento, lo siento, es que he sido demasiado estúpido —Takao explicó al calmarse—. Uf, qué día~, creo que esto ha sido lo mejor.
—¿Qué ha sido lo mejor?
—Que Tatsuya tenga un nuevo novio y que esté siendo feliz —dijo más firme. Fingía bienestar, aunque sus ojos amenazaran con llenarse de otro tipo de lágrimas—. Supongo que así me será más fácil hablar con él, hay cosas del pasado que necesito saber para cerrar esto.
Kazunari tiró su cerquillo para atrás y escondió los labios unos segundos, había recuperado el valor para enfrentarse a su pasado. El tipo parado frente a él era de contextura delgada y de rostro agraciado, pero lo menospreció por su gesto burlón. "Aunque sea me hubieras remplazado por algo mejor, ay, Tatsuya", se dijo así mismo en silencio.
Una última mirada le bastó como despedida y comenzó a avanzar, no tenía que pedir permiso para hablar con su ex pareja. Si bien Tatsuya tenía una pareja, aún le debía cuentas. Takao se cercioró de que no pasara ningún carro antes de cruzar. Dio un paso y retrocedió de manera abrupta por el tirón, Izuki lo había jalado del brazo para evitar que se encontrara con Himuro.
—Él no te va a decir nada, Takao. —Shun le aseguró con firmeza, poniéndose en frente de él para estorbarle el paso—. Ya déjalo en paz, resígnate, Tatsuya jamás va a volver contigo.
—¿Resignarme? —preguntó fastidiado—, ¿crees que yo he venido aquí a rogarle?
—No lo sé, no entiendo tus ganas de querer hablar con él; ya han pasado más de ocho años, supéralo. —Izuki insistió.
—No, no es fácil olvidar cuando fue una relación demasiado intensa —respondió de inmediato y lo empujó del hombro con una mano—. No te metas en lo que no te importa, simplemente voy a aclarar las cosas con él.
Takao intentó zafarse sin llegar a una pelea de manos, pero ese chico estaba empeñado en no dejarlo dar un paso más.
—No lo molestes, por favor, solo le harías más daño —dijo, su voz sonó a súplica. Kazunari rio sin creer esa escena. Izuki lo estaba aprisionando de ambas muñecas.
—Oye, no fastidies, él también me hizo mucho daño en su momento —respondió, al mismo tiempo que liberó sus manos a la fuerza—-. Hablaré con él quieras o no y déjame —dijo esquivándolo—. Si me vuelves a tocar, te rompo la cara, imbécil.
La expresión de Kazunari se tornó amenazante, no permitiría que nadie le impidiera concluir con ese capítulo sin final. Cruzó la calle y se asomó por la entrada del local, no había nadie en la recepción por lo que vio.
—O- oye… —Takao apretó los puños, su paciencia estaba por agotarse—. Por favor, Tatsuya no puede alterarse.
—Me importa una mierda, él siempre ha alterado mi vida, ahora le toca —contestó tajante.
—¡Tiene cáncer, Takao! —Izuki gritó logrando que Kazunari se detuviera, unos pasos después de haber apenas ingresado a la academia de música—. Tiene cáncer —Reiteró— y el médico le ha prohibido el estrés y si tú sigues rondando en su vida, él volverá a tener una crisis que le podría causar la muerte —explicó—. Por favor, no lo perturbes más.
Kazunari había enmudecido, quieto y pálido sin creer esas palabras. Esa no era la repuesta que esperaba para sus innumerables preguntas. No deseaba una razón de esa naturaleza.
Intentó girar y sostenerle la mirada a ese chico, pero su cuerpo no reaccionaba. Su mente se había invadido de recuerdos, uno tras otro, con más fuerza y nitidez. Recordó los gestos de dolor de Tatsuya, su tos continua las últimas semanas antes de separarse, su mirada a veces taciturna. Recordó el momento en que Himuro terminó el noviazgo sin explicaciones, sin un motivo convincente. Recordó esas palabras despectivas que Tatsuya le dio el día en que lo buscó para tratar de reconciliarse con él. Recordó cada uno de los detalles que omitió.
Un nudo sofocó su garganta y entendió en ese instante por qué Himuro lo había apartado, por qué había desechado su amor de raíz, como si no significaran nada todos esos meses en los cuales construyeron con esfuerzo una relación.
Takao escuchó la voz de Himuro acercarse, tragó saliva y se escondió tras la pared al salir de esa academia. No creía ser capaz de sostenerle la mirada a Tatsuya en ese momento. Kazunari se cubrió la boca, su rostro estaba húmedo. La carga de una noticia como esa era muy pesada, pero sobre todo era una aceptación dolorosa, porque confirmó también en ese instante que ambos no se habían olvidado a pesar del transcurrir de los años.
N/F: ¡Gracias por leer!
