ninguno de los personajes me pertenece, todo es de: Hetalia y su excelente creador: HIDEKAZU HIMARUYA

Mi feliz veneno norteamericano capitulo 1: "Somos amigos ¿no?"


Hay personas a las que se les quiere sin saberlo…

Y cuando te das cuenta…

Tal vez ya es demasiado tarde…

Tarde…

—sigue lloviendo—

—lo sé—

—…—

—…—

— ¿Te gusta la lluvia?— Alfred sabía que estando en silencio no ganaría nada, ni una sonrisa (de hecho eso nunca, no con ella).

—No— respondió seria y opaca.

— ¿por qué? — preguntó inflando levemente las mejillas.

—Simplemente no me agrada— Alfred miró a la rubia, la cual miraba la ventana, ligeramente molesta, al sentir la mirada del americano, la damita inglesa se volvió para mirarlo.

— ¡¿Qué rayos estás mirando?!— le espetó molesta.

—A ti— le habló en un tono distinto al que solía escuchar siempre por parte de él, uno más serio.

— ¿Eh?— respondió incrédula.

El norteamericano la miró un tanto molesto ¡¿acaso era tonta y no se daba cuenta de eso?!De… eso...

—No te agrada estar conmigo ¿cierto?—

—…— ¡¿QUÉ RAYOS?! ¿a caso había leído sus pensamientos?

— ¿Por qué no te agrado?—

Alice no lo sabía que le podía responder, ¡no sabía! ¿Qué podría decirle? Simplemente no soportaba estar junto a él cada vez que se le acercaba, sentía un cosquilleo extraño en su estómago, y un escalofrió recorriéndole, más bien era como un estremecimiento; y cuando le sonreía, sentía su alegría como algo inhumano, su mirada la penetraba; cuando su piel rosaba la del contrarío, aunque fuera accidental, su corazón se aceleraba, sentía su cara roja, se sentía torpe y daba a la huida, el típico "golpea y corre", sí, en efecto eso se le daba muy bien, para la pobre suerte de Alfred; que maldita mala suerte norteamericana.

—no lo sé—

—entonces… ¿apatía?—

— ¿eh?—

—Odio—

—no, no te odio… creo—

—entonces…—

—No soporto…— lo interrumpió de repente. —no te soporto— él norteamericano se quedo mudo no estaba cumpliendo con su "misión" u "objetivo"… o tal vez sí; Alice nunca había sentido eso, así que lo que pensó fue que Alfred era algo así como… ¿veneno? Para ella, tal vez eran dos polos iguales, sí, de los que se repelen, sí, tal vez era eso,… ¡NO! Él nunca podría ser igual en nada a ella, se repelen tanto, y además Francis también le caía mal, se pelean a cada instante… pero no se parecen en nada.

— ¿me odias? Tú me odias ¿cierto?— atinó a decir él norteamericano (lo cual no era verdad).

—yo…— la voz se le quebró, no lo odiaba de hecho se llevaría bien con él de no ser porque… ¿por qué? ¡¿Qué mierda lo impedía?!

No lo sabía.

Al no oír nada más Alfred se paró de su asiento, hizo una reverencia al estilo inglés.

—Con su permiso— y se fue, perdiéndose en el marco de la puerta del despacho del señor Kirkland.

—o-oye en serio te vas a ir "así" te enfermarás sí te mojas— ¿por qué se preocupaba por él?

—Al-Alfred ¿tan siquiera me estas escuchando?— pero Alfred no respondía se dirigía a la salida.

— ¡Alfred!— gritó pero él no se detuvo.

Sintió que el corazón se le partía en dos, ella nunca lo iba a querer, nunca sería capaz de tenerla entre sus brazos, ni de poder decirle lo que sentía por ella, ni de dedicarle un beso, ni de poder susurrarle un te amo; con estos pensamientos, se sintió herido, y hecho a correr.

En esa casa solo habían dos puertas (delantera y trasera) Alfred se dirigía a la trasera; Alice no iba a dejar, que él se fuera así como así, sí se corría el rumor de que la familia Kirkland era pésima con las visitas entonces todo el negocio familiar se iría por la coladera, o no, eso sí que no.

Alfred salió y nadie se lo impidió, hasta que llegó cerca de la puerta delantera, salió del techo, entrando en contacto con la lluvia, entonces sintió una mano tomar la suya se volvió asía quien lo quisiera detener, era ella, la autentica Alice Kirkland, siendo empapada con la lluvia que caía, tan gélida que hacía que su mandíbula castañeara.

—tú… ¿Qué estas haciendo?—

—por favor… vuelva a dentro con migo… quisiera hablar—

— ¿De qué quiere hablar?— cualquiera piensa: "hablemos pues a dentro" pero Alfred insinuaba que solo era un pretexto para hacerlo volver, y la verdad… lo era.

—…—

Él norteamericano esbozo una sonrisa, Alice iba a pensarlo de camino.

—sí, ya lo imaginaba— trato de soltarse pero no lo dejo, aunque de haberlo querido se hubiera zafado con facilidad.

—Yo… no puedo dejarte ir. —

Okey eso se oyó incitante y pervertido para la mente de Alfred

— ¿Por qué?— quiso saber, obvio no se enamoró de repente de él y quería discutir los acuerdos para su boda.

—La familia Kirkland…—habló en pausas por el frío—tiene prohibido que sus visitas no disfruten su estancia aquí,… de ser así,… todo se vendría a bajo… por eso mismo… estoy dispuesta… a servirle en lo que usted me pida— mejor no hubiera dicho eso, pues un plan perverso se formuló en la mente de él norteamericano.

—así que… harás lo que sea sólo por complacer y ayudar a tú padre ¿no?—

—Sí—

—entonces no quiero—

—…— la miró

—hasta luego—

— ¿por qué...?—

—Bueno, solo lo haces por eso, pero accederé si te vuelves mi amiga—

—… ¿eh?...— como diablos funcionaba la mente de ese norteamericano.

— ¿esta bien? ¿O ya me puedo ir?— sí, en efecto, eso era chantaje.

—sí,… lo esta— Alfred sonrió.

— ¡bien entonces volvamos!—jaló a Alice del brazo.

—…—

—la merienda ya deba de estar lista ¿no?—

—… la ¿que? …—

— ¿eh? ¿Qué pasa? ¿No habrá merienda?—

— ¿eh?... s-sí por supuesto que la habrá—

— ¡Okey!—

Entraron a la mansión, Alice pidió ropa, toallas secas (y merienda), para los dos

Alfred admiró los retratos de la casa.

—todos se parecen ¿sabes?—

—Sí—

—todos tienen unas cejas enormes,… no muerden ¿cierto?—

— ¡¿qué?!—

—ha, ha, ha, sólo bromeaba…—

—tú…— habló tratando de contenerse para no matarlo, él no era nada, como para meterse con sus cejas.

—… somos amigos ¿No?—


Fin del capitulo.