La brisa hacía que su cabello negro azulado ondeara con suma elegancia. Su rostro pálido, similar a sus ojos, tenía una expresión exquisitamente serena. Así solía hacerla sentir la luna, tan bella… No sabía cuánto tiempo llevaba contemplándola, y no le importaba, quería seguir observando aquel hermoso espectáculo por siempre.
—Hinata-sama —dijo una voz a sus espaldas.
Ella volteó delicadamente y sonrió, tímida.
—Neji-kun.
El muchacho de cabellos largos se acercó a ella con expresión severa.
—Ya es tarde. Será mejor que te lleve a casa.
—Hai —murmuró ella, desviando la mirada.
Caminaron en silencio. No había nadie por las calles de Konoha. ¿Qué tan tarde podía ser?
Como siempre, Hinata se sentía incómoda con la presencia de su primo. No soportaba su mirada llena de rencor, mucho menos el tono de enfado que el empleaba al hablar con ella. Mas lo que sí la hacía sentir peor era la subordinación de su primo ante sus palabras. Neji era su guardia personal, pocas veces se apartaba de ella, así que la mayor parte del tiempo Hinata estaba bajo al acecho de su primo, bajo una mirada atenta a cualquier movimiento suyo, a excepción cuando Tsunade-sama los enviaba a misiones, separados. Hoy sin embargo, se las había ingeniado para estar un momento a solas, para descansar del nerviosismo y la angustia que los ojos de Neji la hacían sentir.
Por fin, para alivio de Hinata, llegaron a la casa Hyūga. Hinata miró por el rabillo del ojo a su primo, quien se había hecho a un lado para dejarla pasar.
—Arigatō —musitó ella.
Una vez dentro, Hinata se percató de que todas las luces estaban encendidas.
—Tu padre —dijo Neji. — Hiashi-sama te está esperando.
—Hina-chan —exclamó alguien.
Su padre la esperaba, con un gesto de alivio y severo, y a su lado estaba su hermana menor.
—Hina-chan, nos tenías preocupados —dijo Hanabi.
—Sumimasen Otōsan. Hanabi —dijo ella, haciendo la reverencia respectiva.
—Está bien —dijo Hiashi.
—No vuelvas a perder de vista a Hina-chan —dijo Hanabi dirigiéndose a Neji.
—No lo haré —dijo Neji, inclinándose. Hinata se percató de que apretaba los puños.
—Ahora acompaña a Hina-chan a su dormitorio. Cuida de ella. Después podrás ir a dormir.
—Hai —dijo incorporándose, mirando a Hinata. —Hinata-sama —dijo.
Hinata desvió la mirada.
—Oyasuminnasae, Otōsan, Hanabi —dijo.
Caminó con premura hasta su habitación. Por ese típico lugar de casa japonesa donde el piso es de madera y se conecta con el patio*. Cuando llegó, volteó a ver a Neji.
—N-Neji-kun? —Neji la miró. —Gomen… Gomennasae.
Neji parpadeó.
—No tienes por qué disculparte. Fui yo el que permitió…
—Iie —dijo ella, nerviosa. —Por mi culpa te han regañado y…
—No importa. Importa que tú estés bien. —Neji y ella se miraron a los ojos. Hinata se sonrojó, abrió la boca, asustada, y la volvió a cerrar.
Por primera vez, la mirada de Neji no transmitía esa onda de odio tan potente que solía córtala como miles de cuchillos a la vez. Era intensa, y cálida. La chica no supo por qué, pero se sonrojó más de lo debido.
—Oyasuminnasae —dijo Neji.
—O-oyasuminnasae, Neji-kun —murmuró ella, entrando a su cuarto. Una vez dentro soltó un suspiro.
Neji y ella nunca se habían mirado así. Por primera vez en mucho tiempo, su primo la había mirado sin rencor ¿O acaso fue su imaginación?
Fue hasta su cama, y encendió la luz de su mesita de noche. Se desvistió y echó una mirada en el espejo. Ya no había ni rastro de la tierna niñita que había sido. Su cuerpo estaba bien formado, era una mujer. Algo así como una sonrisa se dibujo en su rostro, pensando en Naruto-kun, pero luego se sonrojó y se cubrió rápidamente con su camisón. Ordenó sus prendas, y luego apagó la luz. Se recostó mirando hacia la izquierda. Gracias a la luz de la luna se podía apreciar una silueta. Alguien estaba a fuera, y ella pudo adivinar de quien se trataba. Se quedó unos minutos observando la sombra, hasta que sus ojos se cerraron. Volvió a abrirlos a la mañana siguiente. Se vistió rápidamente, desayunó algo ligero y buscó a su padre.
—Otōsan, iré a entrenar cerca del lago.
—Claro. Ve por Neji.
—Demo… Otōsan —dijo ella.
—Él es tu guardia, debe acompañarte.
Hinata asintió y fue hasta el ala oeste de su "mansión". Allí estaba Neji, en los jardines, entrenando.
Lanzaba kunais a unos muñecos de paja amarrados a unos troncos, sin percatarse de que tenía una espectadora. Hinata lo miraba fijamente, dándose cuenta de lo atractivo que era su primo. Tenía el torso al descubierto, y gotitas de sudor le caían por la frente y el pecho. Cuando lanzó el último, miró a Hinata.
Ella se sonrojó notoriamente.
—Gomen… Gomennasae —dijo, y salió corriendo.
Ese día no fue a entrenar. Se quedó encerrada en su habitación, intentando alejar de su mente la imagen de su primo. Sólo salió para las comidas y se alegró de no verlo; Neji no comía con ellos.
Sin embargo, al caer la noche, y una vez que ya se había recostado, volvió a ver la silueta de su primo fuera. Cerró los ojos con fuerza y se cubrió el rostro con las mantas. Así se quedó dormida, pero volvió a despertar muy entrada la madrugada. Se incorporó y miró. Neji ya no estaba de pie, sino sentado. Miró el reloj en su mesita de noche, eran las cuatro de la madrugada. Se levantó, cubriéndose con una manta, y corrió el panel. Allí estaba Neji, sentado de piernas y brazos cruzados, dormido.
Hinata alzó su mano, iba tocar su mejilla cuando Neji reaccionó rápidamente, tomándole la muñeca con tanta fuerza que la hizo caer de rodillas, mientras la manta resbalaba de sobre sus hombros.
Se quedaron mirando unos segundos, sin hacer nada. Entonces Neji la miró con más atención, percatándose del ajustado camisón que lucía su prima, deteniendo su vista en sus senos, especialmente en las cerezas que se habían vuelto erectas de puro nervio.
Neji se sonrojó y Hinata también.
—Gonmen… Gomennasae —musitó ella.
Neji reaccionó con su voz y la soltó. Hinata se tomó la muñeca y la acarició con su otra mano, para aliviar el dolor.
—Hinata-sama —dijo él. —Sumimasen —se inclinó hasta que su nariz quedó a un escaso centímetro del suelo.
—Iie —dijo ella, temblorosa. —Yo sólo quería… sa-saber si dormías.
—No quería hacerte daño.
—No importa —dijo ella.
—Iie. —dijo Neji, mirándola. —Importa mucho. Es mi deber protegerte.
—¿Por eso estabas aquí? —preguntó en un susurro.
Él asintió.
Se miraron un minuto más. Las mejillas de Hinata seguían ardiendo, igual que las de Neji. Entonces sopló una brisa fría, y ella sintió un escalofrío. Neji lo notó, así que cubrió a Hinata con la manta que yacía alrededor de ella en el suelo, rozando levemente la piel de sus hombros con sus manos. Hinata se estremeció, agachando su rostro para ocultar su rubor.
Neji se puso de pie y la ayudó a levantarse. La condujo hasta su cama, donde esperó a que se sentara para encender la luz y examinar su muñeca. Tenía los dedos de él marcado en rojo en la piel. Hinata cerró los ojos ante el suave contacto de las manos de Neji en su muñeca.
—¿Te duele?
Ella negó suavemente con la cabeza.
Neji sonrió, sin que ella pudiera saberlo.
—Mañana estará mejor.
Ella asintió, sin abrir los ojos.
Él fijó la vista en su rostro, después en sus labios, sonrosados. Se sintió sonrojar, y bajó la vista hasta sus pechos. A su pesar, dejó la muñeca de Hinata y se puso de pie.
—Oyasuminnasae, Hinata-sama.
Hinata abrió los ojos de golpe, pero Neji ya había salido de su cuarto y había cerrado la puerta.
Ella suspiró, levemente decepcionada. Apagó la luz e intentó acurrucarse, pero la silueta de Neji volvió a atraer su atención. Se levantó, con una manta sobre sus hombros, y corrió el panel.
—Neji-kun —dijo en un murmullo.
Neji sonrió al oír su voz.
—Hinata-sama.
—Ha-hace mucho frío para que estés aquí.
—No importa —dijo él.
—Demo… Es tarde ¿Por qué no vas a dormir?
—Es mi deber protegerte, Hinata-sama.
—Demo… Hace mucho frío.
—Lo sé —y tosió un par de veces, sin querer.
—Entonces… ¿Por qué no entras?
Neji parpadeó, sorprendido.
—¿Qué?
Hinata se sonrojó, y desvió la mirada.
—Que entres. Así... me cuidas y no pasas frío.
Su murmullo fue tan dulce que la piel de Neji se erizó.
—Hai —dijo él, arrancando una sonrisa del rosado rostro de su prima.
Entró seguida de cerca por él. Fue hasta un armario y sacó un par de mantas, las cuales tendió en el suelo junto a su cama.
—No es necesario. Prefiero sentarme aquí —dijo él, señalando un rincón.
—Hai —dijo Hinata. —Gomennasae —agregó, haciendo ademán de recoger las mantas.
—Iie —dijo Neji. —Dormiré allí. Dormiré en la cama que has preparado para mí.
Hinata sonrió.
—Hai —dijo, recostándose en su cama.
Neji se recostó en el suelo y se cubrió con una manta. Se estremeció al sentir el aroma de Hinata impregnado en la manta, y se estremeció aún más al pensar que esa misma manta había envuelto el hermoso cuerpo de ella.
—Neji-kun —dijo ella, extendiéndole una almohada, su almohada favorita.
—Arigatō gozai masu —dijo él, hundiendo su cabeza en ella.
—Oyasuminnasea, Neji-kun —dijo ella, apagando la luz.
Ni Hinata ni Neji pudieron dormir. Ella se removía incómoda en su cama. Sentía un calor y un cosquilleo agradable en su estómago y pecho. Él no podía dormir, no podía hacer más que dejarse llevar por el dulce aroma que provenía de la almohada de Hinata, pero estaba atento a cada movimiento de su prima.
—¿Estás bien, Hinata-sama? —dijo, después de que ella se removiera demasiado en la cama.
—Hai —dijo ella. Estaba recostada boca abajo. —Sólo no puedo dormir.
—¿Es por mí? —dijo él. —¿Te incomodo?
—¡Iie! —exclamó Hinata estirando los brazos para alejarse de la cama.
Entonces Neji se incorporó y encendió la luz, y tragó saliva al ver en una pose tan sexy a su prima.
—Hi-Hinata —musitó Neji.
Hinata se sonrojó y se dio cuenta de que su camisón se había torcido, dejando a la vista todo su seno derecho.
Hinata gritó, y su grito se escuchó en toda la casa.
Las luces de la casa se encendieron. Neji se puso de pie, empujando hábilmente con los pies las mantas en el suelo debajo de la cama. Hinata se cubrió con las mantas, avergonzada.
—¡Hina-chan! —exclamó su Hanabi, histérica.
Había mucha gente en la habitación de Hinata y ella sólo quería que se marcharan. Al final, Neji y Hinata dijeron que había sido una pesadilla, nada más grave, y cuando todos se convencieron, se fueron.
—Hina-chan está asustada —dijo Hanabi. —Debo quedarme con ella.
—Dejemos que Neji se encargue —Hiashi se llevó a la pequeña Hanabi a dormir, pero ella, antes de salir, le lanzó una dura mirada a los dos primos.
Él y ella volvían a estar solos.
—Sumimasen, Hinata-sama —dijo Neji, saliendo de la habitación, volviendo a ocupar su lugar fuera.
Hinata por fin asomó la cabeza fuera de las mantas, respirando, refrescándose del sofocante calor. Le dio la espalda a la silueta de su primo, y se quedó dormida.
Al día siguiente fue a entrenar, sola. Lo estaba haciendo bastante bien hasta que se dio cuenta de que alguien la observaba desde un árbol.
—¡Ay! —exclamó, porque cayó.
—¿Estás bien? —le preguntó Neji, acercándose.
—Hai —dijo ella, ruborizada, sin atreverse a mirarlo.
La ayudó a ponerse de pie, pero en cuanto ella apoyó su pie derecho volvió a caer.
—Te lo has torcido —dijo Neji. —Te llevaré al hospital.
—No es necesario.
—Lo es —insistió él. —Te cargaré, ¿de acuerdo?
Hinata titubeó.
—Hai —murmuró.
Neji la llevaba sobre su espalda, y eso le hizo recordar un pequeño incidente de cuando eran niños.
"Hina-chan ¿Estás bien? No llores. Pasará. Prometo protegerte, Hina-chan"
Hinata se aferró más a su primo, y él se sonrojó al sentir sus pechos en su espalda.
—Estará bien. Sólo hace falta unos días de reposo.
—Arigatō gozai masu —dijo Hinata al doctor, quien le había vendado el pie.
Neji la cargó hasta casa y se encargó personalmente de dejarla en su cama y de su reposo en los días siguientes. Pero Hinata cada día se preocupaba más por él, porque por las noches lo oía toser.
Y un día, mientras ella estaba sentada en el cobertizo, Neji se desplomó junto a ella.
—¡Neji-kun! —exclamó ella.
Neji cayó muy enfermo, y Hinata se sentía muy responsable. Una noche, salió de su cuarto y fue a verlo, sin que su padre lo supiera. Neji dormía en una habitación de madera, sin ventanas, muy oscura, iluminada vagamente por unas velas. Estaba recostado en su cama, jadeando. Deliraba.
—Neji-kun —dijo ella al verlo —Gomennasae, esto es mi culpa —le tomó la mano, y él la apretó.
—Hinata-sama… Gomen…
—Iie —dijo ella, acariciando su rostro.
—Hinata-sama —dijo él, repitiendo su nombre muchas veces. —Hinata.
Hinata sonrió. Se quedó dormida con la cabeza apoyada en el vientre de Neji, y despertó al sentir que alguien acariciaba su cabello.
—Neji-kun —exclamó, sorprendida.
Neji sonrió. Se había incorporado.
—¿Estás mejor?
Él asintió.
—Arigatō, Hinata-sama.
—Hai —dijo ella, sonrojada.
Sus manos seguían entrelazadas, y al darse cuenta, ambos se soltaron.
—Ettô… creo que me iré.
—Iie –dijo Neji –No-no te vayas aún… —se atrevió a decirle.
Hinata se sonrojó, pero le miró. Poco a poco Neji se fue acercando, sin poder resistirse a esa atracción que ella ejercía sobre él.
—Neji-kun —dijo Hinata, antes de sentir el roce de los labios de su primo.
Quedó paralizada, disfrutando de las sensaciones nuevas que le provocaba su primer beso. Neji se abrió paso hacia su lengua con la propia, haciendo que Hinata sintiera una sacudida eléctrica en su cuerpo, en especial en su zona sur. Neji siguió provocándola con su lengua hasta que ella misma comenzó a mandar el jugueteo. Después de largos minutos, él se separó de ella, dejándola con ganas de más.
Hinata enrojeció hasta la punta del pelo. Se puso de pie, e ignorando el llamado de Neji, salió corriendo, pero no volvió a su habitación. Se subió a los tejados y abandonó la casa, huyendo hasta su lugar favorito. Aquel día no había luna, así que aquella parte del lago rodeada de árboles se veía particularmente oscura. Se sentó de rodillas y cerró los ojos, acariciándose los labios con los dedos, intentando conservar el sabor de Neji ¡Que exquisita sensación! Nunca había sentido nada así, lo más similar era ese cosquilleo y bochorno que sentía cuando veía a Naruto, pero esto era mucho más delicioso. Quería más, quería seguir probando de las muchas delicias que Neji tenía escondidas para ella, y quería que él también las sintiera, quería ella misma provocar en él un deleite. De sólo pensarlo, sentía la sangre quemarle en sus venas. Recordó haberse visto en el espejo, quería que Neji la viera así. Aquella vez que él vio accidentalmente su seno, le había gustado esa mirada. No podía dejar de pensar en la gustosa sensación de tener sus ojos encima de ella.
Se mordió el labio inferior, excitada sin siquiera saber que lo estaba. Y entonces se dio cuenta de que no estaba sola.
—¿Quién es? —preguntó, escuchando sus propios latidos.
—Yo.
—Neji-kun —musitó en una especie de gemido que erizó la piel de él.
—Hinata-sama —se acercó y se sentó a su lado, con las mejillas ardiendo.
—Neji-kun —repitió ella, y esperó a que él diera la iniciativa, pero…
—Sumimasen.
Hinata no dijo nada.
—No debí… Sumimasen.
—Hai —dijo ella, notoriamente decepcionada, desviando la mirada.
—Hi-Hinata…
—Fue… —se puso muy roja, y no entendía por qué quería decirlo. —Fue… mi primer beso.
Neji sintió que su corazón no podía latir más de prisa por los nervios, las ansias, la alegría de lo que acababa de escuchar.
—¿Lo... lo hice bien?
Neji sintió que esa pregunta le arrancaba el aire. ¿Qué si lo hizo bien? ¡Por Dios! Había estado más que magnífica.
Hai.
—Demo… No te gustó, ¿verdad? —murmuró ella en voz baja.
Neji se quedó en silencio. No sabía cuánto más tendría que aguantar.
El silencio para Hinata significó una cosa. Sintió desazón en el pecho, y se puso de pie. Pero Neji la imitó y la tomó del brazo, atrayéndola hacia sí.
Hinata perdió el poco aliento que le quedaba, y temió que su corazón fuese a escapar por su garganta. La distancia entre sus labios comenzaba a desesperar a ambos, así que al mismo tiempo, se acercaron para fundirse en un beso. Volvían a caer en el excitante juego de lenguas que Hinata dominaba, atrayendo a su boca la de él para succionarla y así provocarlo. Neji no pudo resistirse mucho a los mordisqueos, se dejó caer sobre el césped, con ella encima. Sus manos empezaron a delinear el contorno de su cuerpo, perdiéndose entre sus piernas y glúteos, y luego en su húmeda feminidad, haciéndola soltar suspiros de placer que lo estimularon más.
Hinata recibía con mucho agrado las caricias. El cuerpo le quemaba, su calor interno le hacía pensar que la ropa de ambos era un estorbo, mismo pensamiento de Neji, que en un arrebato rasgó su camisón, dejando al descubierto su busto, virgen. Hinata gimió al sentir la respiración entrecortada en sus pechos, más aún al roce de los labios, a la humedad de la lengua. Hinata gemía, Neji chupaba sus senos y mordisqueaba los pezones. Los pechos de Hinata se habían vuelto enormes, su sola mano no era capaz de cubrirlos. Y entonces escucharon un ruido entre los arbustos.
Se separaron. Hinata se cubrió con los retazos de tela de su vestimenta y Neji se puso delante de ella, sacando un kunai de no-sé-donde. Se escucharon unas risas y alguien dijo: ¡Iie! Bakka.
Entonces una chica pelirrosa y un rubio hicieron aparición. Haruno Sakura y Uzumaki Naruto venían muy risueños, tomados de la mano, sin embargo, al ver a Neji y a Hinata, congelaron sus movimientos.
—Neji —dijo Sakura, echando un vistazo atrás agregó —¡Hinata!
Sakura corrió hacia Hinata, se quitó su propio abrigo y la cubrió con él.
—Hinata ¿Qué ocurrió?
Hinata fue incapaz de articular palabra, estaba pasmada y daba la impresión de estar en shock.
—¡Hinata! —repitió Sakura, apremiándola, pero Hinata no parecía dar señales de querer hablar.
—¡Oe! —Naruto se acercó. —Neji, ¿Qué pasó?
Neji apretó los puños y las mandíbulas.
—¡Oe! —dijo Naruto —¿Quién le hizo esto a Hinata?
Neji se vio en un aprieto y Hinata lo advirtió.
—¡Wakaranai!* —exclamó ella, ocultando su rostro en los brazos de Sakura. (*No lo sé)
—Nee… Hinata-chan… —dijo Sakura —Tranquila.
—Mejor que vaya a casa, ¿no?
—Iie. No quiero que Otōsan se entere.
—Demo, Hina-chan… —comenzó a decir Sakura.
—Iie —dijo Hinata, con lágrimas en los ojos.
—Bueno. No costará entrar a la casa Hyūga, no si Neji te ayuda. —Naruto miró a Neji —Los acompañamos.
Sakura ayudó a Hinata a levantarse, ambas caminaban delante de ellos.
—Hhmm… —suspiró Naruto. —Ha sido una larga noche.
—Eso parece —murmuró Neji. —Tú y ella, ¿A qué fueron a ese lugar?
Naruto sonrió pícaramente, rascándose la comisura de los labios.
—Creo que te lo puedes imaginar…
Neji no sonrió, maldijo por lo bajo su mala suerte.
—Bueno, ya llegamos —dijo Sakura. —Nee, Hina-chan.
—Hai —dijo Hinata.
—Nee. Nos vemos —dijo Naruto, despidiéndose de un gesto.
—Nee. Matane, Hina-chan —dijo Sakura.
Cuando Naruto y Sakura se perdieron en la oscuridad, Hinata dio un salto y cruzó el muro, y Neji la siguió.
—Hinata —dijo, pero Hinata iba a toda prisa a su habitación, con los ojos húmedos.
Neji se sintió un idiota al estarla siguiendo, más aún cuando Hinata le cerró la puerta en la cara y escuchó sus sollozos. Apretó los puños con fuerza, con furia. ¿A qué jugaba? ¿Qué pretendía ella con todo esto? Sólo lo estaba provocando, para después echarse para atrás. Hinata era una cobarde que no se atrevía a nada, no valía la pena quedarse allí aquella noche.
Hinata estaba de rodillas junto a su cama, con el rostro entre los brazos, llorando. Naruto y Sakura… Naruto y Sakura… Aún podía verlos aparecer de la mano por entre los arbustos. ¿Acaso había pasado algo? ¿Acaso Sakura se había cansado de esperar a Sasuke y le había dado una oportunidad al rubio?
Hinata mordió el cobertor de su cama con rabia y tristeza mezcladas. Había perdido a Naruto sin siquiera haberlo tenido, sin siquiera intentarlo. Además ¿Qué estaría él pensando ahora de ella? ¿Se habría tragado el cuento que inventó? ¿Habría pasado por alto las mejillas rojas de Neji y su erección?
El corazón le dio un vuelco a Hinata al pensar en su primo otra vez. Si Naruto y Sakura no hubiesen aparecido, ella y Neji habrían… Se sonrojó y ocultó el rostro apoyándolo en el cobertor. Neji, su primo… Nunca pensó en él así como ahora lo hacía. Siempre sintió respeto por él, y hasta miedo, pero ahora, de más estaba decir que todo era diferente. Neji. ¿Sentiría algo por ella? No, imposible, esa posibilidad estaba totalmente descartada. Sin embargo, llevaba años viviendo con Neji, y le conocía bien, él nunca había demostrado sentir interés por alguna chica, nunca le había oído de alguna novia, y había rechazado a todas las chicas que se le habían declarado. Tal vez, Neji había visto algo especial en ella, que no tenía ninguna otra chica que él hubiese conocido
Hinata sonrió para sí. Le gustaba a su primo, él sentía algo por ella. Pero esa sonrisa se esfumó tan pronto como había aparecido. Estaba equivocada, debía estarlo. Neji nunca se fijaría en ella, era demasiado insignificante. No era una belleza, y era demasiado tímida. Pero no había sido tan tímida con él mientras estaban solos en el lago. Se volvió a sonrojar, avergonzada de sí misma. Mañana no tendría cara para mirar a su primo, no podría, mucho menos, hablarle. No, no quería verlo.
Neji ya estaba en su habitación, molesto consigo mismo. ¿Cómo era posible que hace sólo en menos de una hora él y Hinata hayan estado a punto de hacerlo? Era su prima, pero más que eso, él la odiaba… al menos eso había sentido por mucho tiempo, intentando incluso matarla. ¿Por qué aquello había cambiado? No había razón aparente. Sólo había aprendido un par de lecciones en el pasado que lo hicieron recapacitar.
El genio Hyūga se había vuelto más humano. Ahora era un ser más cálido. Sí, había aprendido, había crecido. Y Hinata también había crecido, todo en ella había crecido, desde su cabello, su busto…
Sintió la garganta seca, y sacudió fuertemente la cabeza para ahuyentar ese pensamiento, debía sacarse a Hinata de la cabeza sea como sea, aunque pensándolo bien no era tan fácil, la tendría que ver constantemente, tendría que estar cerca de ella. ¿Y si no resistía no poder acercarse más y besarla? ¿Si no resistía la tentación de esos labios sonrosados, de esas mejillas arreboladas? ¿Estaría dispuesto a no volver a sentir ese aroma exquisito, o a perder el dulce sabor de su cuerpo?
Se miró las manos, que le temblaban ligeramente. Nunca había percibido algo tan apetecible al tacto. De sólo evocar la sensación de su piel entre sus palmas y dedos… ¡Aarrgh! ¿Qué podía hacer para sacársela? Podría caer en cualquier momento. Pero no, no debía flaquear. No lo permitiría. Él poseía autocontrol, era firme, fuerte, seguro, y frío. Desde ahora, construiría una enorme muralla de hielo entre él y su prima, una muralla infranqueable, que lo haría olvidar… Olvidarla…
Bueno, he aquí un fic muy viejo xDD, sacado de la vieja folder de "Fanfics/Naruto" xD
Sé que este fic puede ser un asco xD, pero creo que me quedó muy bien y fue uno de los primeros one-shot que escribí.
El fic está dividido en dos partes porque se me hizo muy largo y latoso ponerlo todo en una sola entrada. Prometo actualizar pronto, pues la segunda parte está más que lista xD.
Le tengo cariño a este fic a pesar de que cambié un poco las personalidades de los protagonistas (cosa que siempre critico en otros fics xDD). En mi defensa puedo decir que aquí están un poco "idealizados" y bueno, los cambios de actitudes son obvios para que la historia siga su curso =D, porque admitámoslo, ¿podría Hinata alguna vez fijar sus ojos en otro hombre que no sea mi amado zorrito rubio xD? Yo creo que no x33.
Espero que lo hayan disfrutado y mil gracias por tomarse la molestia de leerlo.
¿Les molestaría dejar un review? No es mucho pedir, no?? x33
Lyls
