Hola, mis queridos lectores y amigos n_n.

¿Como han estado? espero que bien n_n.

El fanfic de esta ocasion es de mi pareja favorita LAVEN, y no es solo mío, tambien pertenece a mi querida socia y mejor amiga Gravity_Girl. Me imagino que algunos ya la conocen, ¿nee? n_n. Espero que les guste tanto como a nosotras este fantabuloso fic. y el mas reciente que se me ha ocurrido en especial a mi, je.

Sin mas que decir, ambas esperamos ansiosas sus reviews, y ya saben que siempre serán bien recibidos.

Disfruten este su primer capitulo...

MEMORIAS DE UN ESCRITOR

PROLOGO

Over thinking – Relient K

El cuarto se siente frío, no solo el ambiente, si no también la situación por la que estamos pasando ahora mismo.

Verlo ahí, en esa cama, en ese estado sin poder moverse, no sabiendo si de verdad sufre o no, me destroza por dentro. Todo este tiempo lo veo débil o dormido, y las pocas veces que se encuentra despierto, su mirada es vacía, como si no tuviera razón de vivir… Como si no tuviera voluntad propia. Y peor aún; como si no me recordara.

Pero ahora solo me importan todos esos vendajes que mantiene en su cuerpo, que después de ya pasados estos días, ahí siguen, sin querer dejar de ser necesarios para que sane por completo.

Me levanto despacio de la pequeña silla tapizada en marrón en la que me encontraba sentado, solo para poder verlo más de cerca, y darme cuenta de que su sufrimiento era real. Lo sentía, pues su voluntad era fuerte, y ahora esto lo estaba consumiendo por dentro poco a poco.

Y no puedo negar el hecho, de que hacía lo mismo conmigo.

Cuando estoy a punto de tocar una de sus mejillas, entra una enfermera a toda prisa, cualquiera se alarmaría por la velocidad con la que hace las cosas, pero es rutinario, siempre suele olvidar los horarios en los que tiene que revisar los signos vitales del paciente más importante, a mi ver.

Sonrío un poco a lo bajo, viendo que ella se preocupaba más por el regaño que recibiría si no terminaba rápido el chequeo, a llegar a ver alguna mejoría en el paciente. Definitivamente cada persona en este mundo tiene sus propios problemas.

Salgo de mi ensimismamiento cuando ella termina. Esperaba recibir una respuesta de su parte, pero lo único que hizo fue sonreírme algo apenada para salir corriendo nuevamente.

Eso solo significaba que no había cambios en el estado de mi amigo. De nuevo mis ánimos bajaron.

Me acerqué de nuevo, esperando ahora si poder sentir la suave piel de mi compañero de intimidad una vez más. Se sentía tibia, su piel era tan tibia como la recordaba.

Deseando sentir un poco más, pasé mis dedos por sus labios; era lo único que no estaba como lo recordaba, pues estaban algo secos, como si sufrieran de una incalmable sed.

Entonces pasó lo que menos me esperaba en aquellos momentos; abrió lo ojos con pesadez.

Rápidamente alejé mi mano de su rostro y agarré la suya, tomando asiento en la sillita individual que estaba justo al lado de la cama para poder mirarlo de frente y evitar que levantara la vista para verme. Sonreí cuando abrió los labios, pero mi felicidad se pausó cuando de estos no salieron nada, ni una palabra, ni un suspiro dedicado para mí, como solía hacerlo hace unos días.

Giró su vista, posicionándose en el techo del hospital; seguramente le había llamado la atención ese color tan blanco que mantenía. Cerró los ojos de nuevo y formo una sonrisa con algo de dolor, pero tranquila al mismo tiempo.

-Tengo sueño.

Y bajo mis atentos ojos, y un sonoro suspiro de su parte, se sumergió nuevamente en el mundo de los sueños. Al ver su mirada desvanecerse nuevamente, solo atine a acariciar su cabeza con la mano que tenía libre, teniendo contacto de vez en cuando con sus níveos cabellos, pues la gran mayoría de estos estaban cubiertos con esos llamativos vendajes.

Cuando lo vi relajarse, deje de dar las caricias suaves para tomar esta vez con ambas manos la suya. Me era imposible tomar la otra, pues las vendas por torcedura también me lo impedían. Lo recorrí de nuevo, observado su cuerpo inmóvil, mientras su pecho subía y bajaba lentamente por el gran esfuerzo que hacía cada vez que respiraba.

Besé su mano, y la pegué a mi barbilla en cuanto pude, para mantenerla ahí durante un tiempo.

Cinco minutos mas tarde, tocaron la puerta.

-Pase.- fue lo único que pudo salir de mis labios. Y no me importaba quien fuera, no desharía ese momento tan hermoso que estaba teniendo en aquellos momentos.

Era Lenalee. Entró a la habitación despacio, y en la puerta, se dejó ver mi editor, quien solo se recargaba en esta misma, como esperando a que la chica terminara para marcharse.

-Kanda quiso salir temprano para ver que estabas bien, y pasó por mi al colegio para que yo también viniera a verte.- no la noté muy convencida de sus palabras, pero eso no me importaba ahora.

Cuando voltee a ver a mi amigo, solo me dio una fugaz mirada para volver a cerrar sus ojos. Si, ese era él y nunca cambiaría, jamás expresaría preocupación por alguien, aunque de verdad la sintiera. Ese Yu tan soberbio y orgulloso.

-Deberías ir a descansar,- la voz de mi novia me sacó de aquellos pensamientos- si quieres yo me puedo quedar aquí y cuidar de Allen-Kun.

Negué con la cabeza y ella suspiró. Sabía que no iba a dejarlo ni un momento a solas, ni ahora ni más tarde. No, no lo haría. No hasta verlo mejor.

-Entonces te traeré algo. Tienes que comer, si no cuando Allen despierte, te va ver en mal estado ¿Y no quieres eso? ¿Verdad?

Me sonríe para levantarme el ánimo, y le doy unas fugaces gracias por su interés en mi salud, y después de un momentáneo adiós, la veo salir del cuarto del hospital siendo seguida por Kanda.

Quedando solos de nuevo.

Seguí acariciando su mano, jamás me cansaría de eso. Al menos tenía la esperanza de que si mantenía contacto físico con migo, sus sueños serían agradables.

Y me agradó ver, que cuando susurré su nombre, una ligera sonrisa escapó de sus labios.

Si, definitivamente sentía que yo jamás lo abandonaría.

Y mucho menos, sabiendo que soy yo el culpable de que él se encuentre aquí en estos momentos.

Perdóname, era lo que mi corazón decía al verlo en ese estado, ¡perdóname, jamás haría algo que te lastimara, pero…No imaginé que algún día por mi culpa llegaras a parar a un hospital!

Las horas transcurrían lentamente, el tiempo parecía eterno.

De pronto a mi mente vinieron aquellos recuerdos de infancia que había hecho a su lado, cuando el abuelo aún vivía, en aquél grande edificio que era nuestro museo…

---------------------------------FLASH BACK--------------------------------

En aquél entonces yo tenía 13 años, y el 10. Aunque ambos éramos unos niños sabíamos bien como hacer nuestro trabajo.

Éramos dos jóvenes guías en aquél viejo y extraño museo, que trabajaban de la tarde al anochecer.

A veces, cuando el museo estaba vacío, aprovechábamos la oportunidad y visitábamos los diferentes pisos y habitaciones que este tenía. Cada habitación parecía un mundo distinto a las otras, y todas estaban fuera de la actual realidad; cada "mundo" describía la historia a lo largo de los años, que el ser humano iba "escribiendo". Sucesos muy importantes de la historia humana.

Lo que hacía "extraño" y diferente a este museo de uno común, eran la historia o el papel que cada uno de los diferentes objetos ocupaban y tenían en cada época.

Había huesos humanos, que formaban el esqueleto de una persona que una vez fue muy importante en la historia, así como armas de fuego o simples cuchillos que por lo maltratados que estaban daban claros indicios de que aquellas guerras habían sido las mas grandes.

A mi nunca me había gustado estar en este museo, y al parecer a él tampoco. Y es que cada habitación daba aires de tristeza, maldad, desolación, y todos aquellos sentimientos y sensaciones peligrosas que tenía el ser humano.

Y aunque no nos gustaba, lo mejor siempre era que ambos estábamos juntos, eso sin duda nos devolvía la alegría.

Jueves – La oreja de Vangogh

Diario que venía a este museo, lo que mas me gustaba era verlo entrar por aquella puerta, con su clásica sonrisa y su dulce voz diciendo los buenos días. Pero sobre todo, lo que mas llamaba mi atención, era ver aquél tierno sonrojo en sus mejillas cada vez que me veía saludarlo.

Y siempre terminaba preguntándome a mi mismo la razón de esa reacción. Así que un día por la noche, habiendo regresado a casa después de haber cerrado el museo, me vino la idea de preguntárselo; pero desafortunadamente aquella alegría se me había ido al recibir lo que sería una mala noticia por parte del abuelo.

Nos mudaríamos de ciudad, pues ya teníamos el dinero suficiente para hacerlo, así que solo me restaba comentárselo al día siguiente a él. Con una enorme tristeza olvidé por completo la idea de hacerle aquella pregunta.

El día siguiente llegó para él como a diario, lleno de alegría al principio, mas sin embargo no para mi, pues con la mala noticia en mi cabeza no podía mas que fingir una pequeña sonrisa, que de cierta manera él notó al dirigirse hacia mi.

--¿Ocurre algo, Lavi?, te noto muy serio Ó-o—entonces me decidí a decírselo

--Hay algo que tengo que decirte—lo miré atento a los ojos, y pude notar la sorpresa que los invadía, sobre todo aquél sonrojo de siempre. ¿Qué habrá sido lo que estaría pensando en esos instantes? Fuera lo que fuera, cuando le solté la noticia desapareció de su mente, para traer consigo una tristeza igual a la mía.

--Allen, yo…

--o//o

--Me voy de la ciudad

--o-o…u-u—agachó la cabeza y sombreó la mirada. Hasta que pasaron unos segundos para que él continuara con la conversación--¿Cuándo?—volteó a verme.

--Mañana. Lo siento mucho.

--…

--Cuando el abuelo me lo comentó me sentí igual que tu.

--Es triste

--Si, lo se…Prometo que en cuanto llegue te escribo—lo único que me quedó fue regalarle una sonrisa

--No finjas, no tiene caso—pero fácil descubrió que no podía serle sincero.

Pasaron unos minutos, y sin pensar lo abracé. Él puso cara de asombro, y el sonrojo volvió a pintar sus mejillas.

--Pase lo que pase, no me olvides—le decía, mientras seguía abrazándolo

--¿Tu tampoco lo harás, cierto?—entonces se separó del abrazo, y me respondió con la cabeza agachada.

--No, no lo haré, te lo prometo—le levanté la cabeza un poco, y le besé la frente, entonces comenzó a llorar.

Aquella tarde de aquel día fue la última que estuvimos juntos. Cuando llegó la noche, con ella llegó la hora de cerrar el museo, y también la cruel y triste despedida.

Antes de que el abuelo saliera del museo volví a abrazarlo con fuerza, y al separarnos de ese largo abrazo, él me regaló su última sonrisa.

Cuando llegué a casa un gran dolor invadió a mi corazón, y es que sin duda sentía que le iba a extrañar mucho, pero no como a diario lo hacía cada vez que lo veía irse del museo, esta vez lo sentí mucho mas; e instantes después pude descubrir el significado de ese dolor: Me había enamorado de él.

-------------------------------FIN DEL FLASH BACK----------------------------------

Apareces tu – La oreja de Van gogh

La lluvia caía sobre la ciudad de una manera realmente apacible. Hacía tanto que no me ponía a observarla, habiendo olvidado entonces lo maravillosa que era en realidad.

Tal vez imaginaba eso por que en verdad necesitaba distraerme con algo que no fuera el bienestar de mi amigo.

Observé una gota de agua resbalar desde el techo hasta el final del ventanal, compadeciéndome de ella tras ver que desaparecía mediante su recorrido. Después me arrepentí haber sentido tal cosa; era solo una diminuta gota de agua, ella no iba a compadecerse de mi por esto que estoy sintiendo.

-Que absurdo.- Me dije a mi mismo para sacarme ese pensamiento tan tonto de la cabeza.

Giré mi vista directo a la cama del cuarto, observando nuevamente a detalle a la persona que descansaba con estado de completa tranquilidad. Sonreí; eso significaba que tal vez tenía un sueño agradable.

Comencé a buscar cualquier cosa para distraerme dentro de aquel lugar, ya que después de todo, mi compañero no se había quejado en todo el día, algo que era bueno, pues en los últimos días despertaba repentinamente titubeando palabras incomprensibles para todos en el sentido que no sabíamos que era lo que significaban.

Mi vista se posó en la comida que Lenalee me había llevado esa mañana, y justo a lado de esa, las bolsas de comida de la noche y la tarde anterior.

Mi apetito aún no regresaba y por eso mismo le hice una cara de culpabilidad cuando recibí un regaño de su parte. De verdad lo sentía tanto por ella, hacía un gran esfuerzo de su parte para que yo me animara, pero todos sus intento eran en vano, mi actitud nada más no cambiaba.

Y gracias a sus grandes esfuerzos era como si todo mundo de ahí en adelante se la pasara reprimiéndome en regaños. ¿Si mi novia no me levantaba el animo…? ¿Entonces que lo haría?

Tenía que ser más cuidadoso con ese detalle para no levantar sospechas de los demás, sobre todo de ella. Jamás me perdonaría que llegara a enterarse cual es la verdadera razón por la cual ya no me emociona abrazarla, tomarle de la mano, y mucho menos besarla. No me perdonaría a mi mismo que esa niña de hermosos sentimientos se diera cuenta de la grave traición que fue realizada de mi parte. Ella merece a una mejor persona.

-¡Diablos!- susurre mientras revolvía mi cabello hacía atrás con algo de desesperación, enfadándome con migo mismo.

Tenía que quitarme la maldita macara de encima y darme cuenta que toda esa preocupación no era gracias a lo que mi ahora novia pensara acerca de mi traición, si no lo triste que se pondría Allen si ella llegara a enterarse y llegara a odiarle. Después de todo, ambos se habían convertido en grandes amigos de una manera muy rápida gracias a que ambos eran parecidos; no por su género, ni por sus maneras de vivir y mucho menos en su apariencia, si no sus sentimientos. Ambos eran dueños de un corazón realmente hermoso, pero solo uno de ello había logrado atraparme por completo.

Me senté de golpe en la silla más alejada de la habitación para poner mi rostro sobre mis manos para cubrirlo. Estaba desesperado. Necesitaba que esta pesadilla terminara, y que lo hiciera rápido antes de que lentamente me arrebatara cada suspiro de mí ser.

Mi mente comenzó a nublarse de las escenas que mas se me grabaron el día del accidente. Toda esa gente husmeando donde no debía, entrometiéndose en el camino de los paramédicos y el mío. Fue cuando logre quitarlos de en medio que logre darme cuenta de que la situación era realmente grave, pues él…

Salí de los recuerdos cuando repentinamente escuché el sonido de los aparatos a los que Allen estaba conectado. Era un sonido espantoso, envuelto en la desesperación que aparentemente él estaba sintiendo en esos momentos, pues sus movimientos bruscos le hacían alterar cada vez más, y de alguna manera, a mi también me estaban afectando gravemente.

Entre en pánico.

Pánico de verdad. Me quedé así unos segundos, no sabía que hacer, sabía que se sentía mal, que le estaba doliendo, y aún así no sabía que hacer.

De pronto reaccioné y salí corriendo de la habitación lo más rápido que me dieron los pies, pero ya cuando entré al pasillo un par de enfermeras venían hacia mi y me pasaron sin siquiera voltear a verme.

Las seguí, sabiendo que se dirigían al cuarto de Allen para revisar su estado. Su alarma había sonado.

Cuando entre tras ellas, una se lanzó sobre mi amigo visualizando lo que los aparatos le estaban diciendo. La segunda estaba un poco mas nerviosa y no se movía de su lugar, solo observaba lo que la primera estaba haciendo.

-Jefa- hablo nerviosa, o mas bien preocupada por lo que le pasaba al paciente- ¿Quiere que llame al medico? El joven esta sudando mucho y no deja de moverse.

Pero la encargada de las enfermeras no dijo nada después de haberse retirado del pequeño. Hubo un corto silencio por parte de todos. Ambos, la enfermera novata y yo estábamos comiendo ansias de que la mayor hablara, y nos sobresaltamos un poco cuando al fin lo hizo.

-No es necesario- seguía observando los movimientos que Allen mantenía en la cama.

¿Cómo que no es necesario? Era como estuviera teniendo la peor de las pesadillas jamás mencionadas y aún así decía que no llamarán al medico. Iba a hablar, pero entonces ella me ganó la palabra, diciendo algo que no me hubiera esperado en todo este tiempo.

-A este niño no le ocurre nada. –Volteo a verme dándose cuenta de lo sorprendido que ahora me encontraba- Todo está dentro de su mente…

***

Todo estaba demasiado oscuro y sentía que sus ojos pesaban demasiado.

Recordaba que hace unos momentos se encontraba despierto, y aquella persona que lo cuidaba tan fervientemente le había ayudado a probar bocado y darse un delicioso baño. Además poco antes de dormirse, pudo notar como es que una suave lluvia comenzaba a caer y reflejarse en las grandes ventanas que invadían su habitación del Hospital.

De cierta manera eso era hermoso, pero no podía evitar sentirse culpable por no poder ayudar a la persona que día y noche se preocupaba por su salud y recuperación.

Ese hombre que por más que quisiera, no lograba reconocer aún y lo tuviera en sus pensamientos todo el tiempo. Hasta ahora no lograba comprender como es que le tenía tanta paciencia y dedicación.

Tal vez solo estaba esperando el momento que lograra recordarlo, para poder decirle quien era en verdad, y por que tanta insistencia de su parte en cuidarlo a todas horas.

Varias veces ya lo había sorprendido con lágrimas en su rostro, sabía que le dolía cada vez que le preguntaba quien era. Su rostro reflejaba dolor cada que ocurría eso y sus ánimos decaían visiblemente.

"Tal vez en estos momentos sería bueno intentar preguntar de nuevo", fue lo que pensó el muchacho antes de intentar levantarse, pero no recordaba que hace unos momentos no había podido abrir los ojos por más que lo intentó.

¿Qué estaba ocurriendo?

Tal vez, se trataba de un sueño. Se calmó en intento razonar, tal vez cuando despertara ya no recordaría toda esta situación tan extraña. Quería despertar ya, despertar para ver a la persona responsable de sus ánimos estos últimos días; los días que apenas recordaba y que le eran difíciles de retener.

Quería seguir pensando en él, recordando esos ánimos que a veces eran fastidiosos, pues a cada momento solo atinaba a preguntar si se encontraba bien. Si, era algo torpe, pero al vez inolvidable.

Una sonrisa apareció en su rostro. La cual, no duró mucho.

Fue extraño cuando de un instante a otro el ambiente en el que se encontraba cambió, tomando la forma de una elegante habitación. Sorpresivamente, pudo levantarse y ver desde un punto de vista más alto ese tan lúgubre panorama.

Lúgubre.

Esa era la palabra perfecta para describirle. Temió dar el primer paso, pues presentía que no le agradaría enterarse que era lo que estaba haciendo en ese lugar. Aún no se daba cuenta, pero realmente había acertado al tener ese presentimiento.

Había algo que le estaba llamando mucho la atención de ese lugar, pues a pesar de tener un gran ventanal de transparentes cortinas, no había absolutamente nada del otro lado. Todo era oscuro, como si de la nada, tanto las estrellas como la luna hubieran desaparecido.

Giró su vista para buscar cualquier otra cosa que le recordara donde estaba. Se acercó al mueble del espejo, encontrándose con una amplia variedad de lociones y perfumes para caballero, y justo a lado de ellos, un fino sombrero de copa en color negro.

Inspeccionó de nuevo el lugar mientras mantenía en su mano uno de los tantos perfumes, dándose cuenta de que el lugar donde se encontraba pertenecía a alguien con dinero.

Intentó hacer memoria y rio tristemente al saber que ya antes había funcionado.

Posó su vista de nuevo en la fina botella en color vino que mantenía en sus manos. Algo de curiosidad le entró como nunca, quitando la tapa del perfume y rociando un poco en su muñeca, y justo dirigió a esta a su nariz para poder deleitarse con el aroma del fino líquido, una lágrima resbaló por su mejilla.

Ese olor. Ese aroma, lo recordaba a la perfección.

En un descuido, mientras se hundía en sus pensamientos, sintió como algo rozaba su costado izquierdo, viendo a la perfección como un brazo aparecía tomando el sombrero.

Su vista seguía clavada en esa zona de su cuerpo, sabía que detrás de él habían alguien, y de todas maneras se rehusó con todas sus fuerzas a no levantar su vista hacia el espejo, pues temía saber con quien se encontraría.

Tembló cuando una mano se recargó contra su hombro, la cual, con una rapidez extraordinaria logró hacerlo girar quedando de frente a un rostro ensombrecido, notando únicamente en su cabeza el sombrero de copa y una blanca sonrisa llena de maldad pura.

Esa persona había tomado su barbilla para mantenerlo fijo en él, mientras lentamente acortaba las distancias entre sus rostros, y ya estando a pocos centímetros de besarle, solo alcanzó a escuchar…

-No tengas miedo, chico.

Repentinamente todo se volvió blanco. La oscuridad de había esfumado y ahora sentía sus ojos abiertos a mas no poder, sintiendo como la luz y el perfecto color blanco de la habitación del hospital quemaban sus corneas lentamente.

Cerró los ojos fuertemente gracias al dolor e intentó tallarlos con sus manos, pero estas estaban siendo detenidas por alguien más. Fue entonces que pesadamente sus ojos se abrieron de nuevo, mostrando a un par de enfermeras sosteniendo cada uno de sus brazos.

¿Qué pasó? ¿Por qué tantas caras preocupadas?

Con su mirada buscó al chico pelirrojo con la esperanza que estuviera a su lado, y no se decepcionó, pues estaba justo a lado de la jefa de enfermeras mientras mantenía un rosto furioso mientras gritaba. Durante unos segundos solo se concentró en verlo, hasta que comprendió que era lo que estaba diciendo.

-¡Ya déjenlo en paz! ¿Qué no ven que ya ha despertado? ¡No es necesario que sigan controlándolo de esa manera tan salvaje.

Se deshizo del agarre en que lo mantenía preso la jefa de enfermeras, apartando rápidamente de la cama a ese fastidioso par de enfermeras novatas que no sabían cuando parar, arrodillándose frente a él, sintiendo el cálido contacto de sus manos tras tomar la suya con estas.

Lo estaba mirando a los ojos, y en ellos se denotaba mucha preocupación.

Quería sonreírle y agradecer que estuviera allí justo en esos momentos en los que había tenido esa pesadilla, pero el recuerdo de ese hombre sin rostro que estaba por besarlo le impidió hacerlo.

En cambio Lavi, solo pudo ver como una lágrima resbalaba por las mejillas del menor mientras sentía como su mano apretaba fuertemente las dos que la envolvían.

Segundos después, los ojos del muchacho se fueron cerrando poco a poco, mientras susurraba con algo de dificultad:

-Lo siento.