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Disclaimer: Los personajes de esta historia pertenecen a Naoko Takeuchi, utilizados por mi solo porque los amo y me hace feliz escribir de ellos =)
Las alusiones a la mitología griega pertenecen a…bueno, los griegos, y a cada ser humano de este planeta que se haya encantado con sus historias de magia, batallas y amores apasionados.
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SURGIDA DE LA ESPUMA
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El deseo me impulsa en torno a ti.
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A ti, cuyo trono brilla lleno de colores,
Afrodita inmortal, hija de Zeus, que tejes intrigas,
Yo te imploro:
No tortures con penas ni sinsabores,
¡oh, soberana!, a mi alma.
En vez de ello, ven hacia mí…
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Se cuenta que hubo días en que los caballos alados pastaban cercanos a los hombres, que las sirenas deleitaban con frecuencia a marineros. Aquellos tiempos en que los dioses se camuflaban entre los mortales, y aun así reluciendo sin poder dejar de lado quienes eran. Pero hubo quienes acostumbraron pisar fuera del Olimpo, unos más que otros. Apolo incansablemente esparciendo talento, provocando a su inspiración. Artemisa solitaria por sus bosques, armada de arco y flecha sagrados, observando servatillos brincando. Atenea apoyando el raciocinio del hombre, instándolo a explotar su potencial mental. Dionisios deleitándose de los placeres que los olímpicos y terrenales gustaron desde el inicio de sus tiempos.
Y estuvo ella.
Flotando sobre la los prados tiernos, ágilmente moviendo su figura, permitiendo al viento jugar con sus bucles dorados, alejándose con gracia de su cuerpo, volando en la brisa. Su brillo destelló en cada pedazo de tierra donde posó sus pies.
Afrodita. Incluso su nombre pronunciado generó música a los oídos que tuvieran la fortuna de escucharlo. Siendo escasos quienes se deleitaron con un murmullo de su voz melodiosa. Ella, única entre las mujeres, la más hermosa, la más deseada, la más provocativa deidad olímpica.
Se refugió en la lejanía de aquella isla inubicable, en la espesura de sus bosques, en la transparencia de sus aguas. Jugó a amar elementos opuestos, amaneciendo sobre las montañas, impregnándose del atardecer en la costa. Nunca se dejó ver, excepto cuando llevó al lugar a sus discípulas, erigiendo allí un templo lleno de secretos y rituales sensoriales. Protegió a cada doncella que allí vivió, siendo una parte de ella misma hecha mortal. Les entregó la capacidad de descubrir en su interior, todo el poder que contiene en sí una mujer, todo lo que puede desatar una mujer.
Y aun con ello, fueron pocas las que alguna vez lo llevaron a práctica, pero cada una de ellas esperó poder disfrutar alguna vez de lo que Afrodita les instruyó, poder percibir en carne propia lo que su diosa tanto veneró.
La sensualidad femenina.
Pero con el tiempo, el intercambio de generaciones, cada vez se creyó menos en la existencias de las damas del templo de Afrodita. Si aún adoraron s sus dioses, ya poco se notó en algo más que sus posiciones bélicas, y no en el amor sensual.
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…y por la tranquila orilla
la brisa susurra entre las ramas del manzano
y sobre las estremecidas hojas,
se esparce el letargo.
Él no fue nunca cobarde. No era que quisiese evadir las guerras en las que el resto se ocupaba, y en ocasiones perdían sus vidas. Hubo algo más que tomó su cuerpo y lo instó a preparar su navío, abastecerse de provisiones, buscar abrigo. Arreglando cada detalle para embarcarse en su ciega travesía.
Yaten navegó varias veces por el Egeo, sabiendo sus rutas, podría decir que lo conocía a la perfección donde lo llevaría cada corriente marítima, y que pisó alguna vez cada costa que bañaron sus aguas. Pero quedaron tierras inexploradas, algunas islas menores al sureste, llegando a las costas que encaminaban hacia lo que perteneció a los helenos, siendo ahora terreno persa. Su plan de ruta fue claro: permitir a la marea que le guiase a capricho, solo controlando en el pequeño timón en caso de avanzar hacia tierras ya conocidas, o hacia el océano abierto, mas al sur.
Sintió la envoltura de los Anemoi, adivinando que fue Coro quien se apropió de llevarlo donde deseó. Fue extraño, sabiendo que se encontraba en plena primavera, que este viento fuera el que apareciera en su camino. Sintió lo que deseó en absoluto, libertad.
Ninguna mujer queriendo sentarlo en un sitio definitivo, ni las largas horas de entrenamiento sudoroso para las batallas. No más polis ruidosas y exaltadas. La brisa marítima invadió sus sentidos, sensibilizándolo ante los estímulos naturales.
Perdió la noción del tiempo, navegó en su propio ritmo, sin costas visibles, sin saber donde las aguas le llevaron. Tal vez fueron semanas, solo supo que estaba perdiendo el control de su mente. Siempre planificó llevar lo necesario, y así fue, ni agua ni comida escaseó, pero el espacio limitado de la embarcación, el girar constantemente en la pequeñez del lugar le confundió la cabeza. El constante ritmo que provocaban las olas, meciéndolo, aumentó el efecto. Cansado, enfermo, se durmió esa noche observando cómo una infinidad de estrellas se abalanzaban sobre él mientras cayó a pasos lentos al reino de Morfeo.
Ignorando las horas en que permaneció dormido, se reincorporó al oír el cantar de las aves. Vio bandadas dispersas en días anteriores, pero ese ruido fue distinto. Aves costeras.
"Tierra" Adivinó, aun aletargado.
Entrecerró sus ojos para agudizar su búsqueda, volteándose hacia cada punto cardinal, queriendo saber el origen de las aves que escuchó cada vez con mayor intensidad.
Y lo encontró. Apenas un punto diminuto en el sudeste, sintiendo que ese era, al fin, su destino. Pudo distinguir, acorde avanzaba hacia el lugar, las incipientes pero ondeadas montañas, luego la espesura verde de sus bosques, contrastando con el azul claro de sus costas en un perfecto intercambio de intensidad de ambos colores. Sin desperdiciar ya más del tiempo que perdió durante su viaje, giró el timón en esa dirección, apurando el avance, con una urgencia repentina de atracar en aquel desconocido lugar.
La orilla era completamente distinguida, incluso en su pequeño roquerío adornando en la arena. Por fin alcanzó el fondo, lo suficientemente cerca para bajar del navío, mojando su cuerpo donde el oleaje suave arribó. Salió del agua mientras quitaba su calzado húmedo, acostumbrando sus plantas a la suavidad de la arena fina, brillante, dorada.
Junto con el siseo de la brisa moviendo los gránulos, llegó a él un murmullo difuso, un murmullo cadencioso que atrapó el dominio de su voluntad. Envolviéndolo en una neblina que movió su cuerpo hacia la entrada del bosque…
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- Anemoi: en la mitología griega, los dioses del viento.
- Coro: Uno de los vientos menores, del Noroeste, asociado a la llegada del invierno. Por eso la extrañeza de Yaten por sentirlo aparecer en primavera.
- El extracto al inicio y el de en medio, pertenecen a Safo, poetisa griega.
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Esto es algo que he pensado desde hace un tiempo. Siempre he amado la mitología griega, demasiado. No será muy extenso. Es algo onírico, de hecho, siempre he pensado en los mitos como un sueño constante, un sueño que quisiera soñar por bastante tiempo xD
Aclaro que hay cosas que pueden deviarse de lo que es el mito griego, pero es porque asi se me ocurrió para la historia, jajaja, sería como un AU de Sailor Moon y Greek Mythology.
Nos vemos en esta y las demás historias ^^
Espero comentarios, sugerencias y acotaciones que quieran dejarme. =)
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Besitos!! =)
