Dedicada a cada una de las personas con las que he hecho clik en la red, a todas aquellas que al igual que yo siempre buscamos un final distinto y que gracias a ello las he conocido, gracias no solo por brindarme un comentario bonito, si no por formar parte de mi vida, por ser mis amigas, pero sobre todas las cosas dedicada a el, que nos a hecho encontrarnos a pesar, de que somos de países distintos, tenemos opiniones diferentes en muchos ámbitos, pero que al final nos une el. Gracias por ser como las estrellas que a pesar de la distancia permanecemos siempre cerca.
Bueno como saben esta historia, fue elegida por ustedes, ganando sobre las demás de todos modos las otras dos mas adelante se publicaran, y gracias chicas por participar en mis loqueras.
Enero del 2008.
Juegos de Amor: Su vida había sido perfecta, hasta que su madre murió y tuvo que elegir entre ir a vivir con un desconocido a Inglaterra o vivir con un completo pervertido, y lamentaba su decisión como nada en la vida, al menos al pervertido con unos buenos golpes bien plantados lo mantenía a raya, pero con el hijo de su nuevo tutor no iba a ser tan sencillo, ya que a el lo deseaba como nunca había deseado nada en la vida, la cuestión era se atreverían a caer ambos en los juegos del amor.
1
En la primavera de 1875, Richard Edward Graham de Grandchester, onceavo Duque de Granchester, conde de Blackmoor vizconde de Launcelis, barón de Ballister y Launcelis, descubrió que su hijo Richard Graham Grandchester, Marques de Brockway se había fugado a Escocia con una actriz Americana, la casa ancestral tembló desde sus cimientos, y cualquiera que se atreviera a plantarle cara al Duque era victima de su terrible furia, no importo que usara sus mejores caballos para darles alcancé, ni siquiera que no, parara mas que lo estrictamente necesario para hacer los cambios de caballos, ni que el ultimo trayecto el lo hiciera en su propio caballo a todo galope, siendo que a su excelencia no le agradaba demasiado montar un caballo si no era mas que estrictamente necesario, y esta vez, al menos a sus ojos si que lo era.
El Duque maldijo a medio mundo y juro hacer rodar tantas cabezas como fuera posible después de haber encontrado a su hijo con su ya consumado matrimonio, como hombre de mundo que era se contuvo de castigarlo, como se merecía, según el.
Castigando a su vástago con unas buenas bofetadas y separándolo inmediatamente de su joven y adorable esposa, no por que el matrimonio fuera un hecho, todo estaba perdido y aun necesitaba a su hijo para casarlo, pero primero tendría que deshacerse de su ingenua esposa, a ella la dejo encerrada en su propiedad de Escocia al cuidado de los criados, arrastro a su hijo de vuelta a Londres con el para tratar de a callar el escándalo.
Me gustaría decir en defensa del Marques, próximo, Duque de Grandchester, que si no opuso mucha resistencia lo hizo en beneficio de su amada, el Duque movió cielo, mar y tierra por finiquitar cuanto antes el absurdo matrimonio de su hijo en la brevedad posible y casi lo logra solo por un pequeño inconveniente de nueve meses.
Así es querido lector nuestra joven dama llevaba en su vientre el fruto de su amor. La alta sociedad no salía de su asombro: el linaje de los Grandchester se remontaba a la época sajona. ocho siglos antes, su sangre era tan azul como la de la reina, después de todo un Duque no es más que un príncipe, algo alejado de la corona, pero al fin y al cabo un príncipe. Nunca un Grandchester había contraído matrimonio ni siquiera con extranjeros por muy nobles que estos fueran así que la casa de Grandchester a los ojos de la alta sociedad había caído en desgracia, al casarse el heredero con una plebeya y además una vulgar actriz.
El Duque temió que su joven hijo hubiera perdido la razón, con la reputación de la muchacha hubiera sido tan fácil repudiarla y negar que el bebe era su yo pero su hijo como pocas veces mostró un carácter hasta entonces desconocido por el, lastima que la valentía solo le duro el soplo de una vela, si lo obligaba a negar a su esposa o a su bebe había jurado jamás volver a casarse, y enrolarse en el ejercito después de todo la India necesitaba soldados bien dispuestos para la lucha y si era necesario el lo seria.
Solo el temor de que se extinguiera el linaje de los Grandchester le obligaba a aceptar aquella ridícula unión, tan solo por el momento, se puso a rezar fervientemente para que fuera una niña, y salvar el linaje de su familia.
La Providencia no respondió a sus oraciones el 28 de Enero de 1876, la nueva sangre de los Grandchester llegaba al mundo.
Sin embargo, en cuanto vio a la criatura, El Duque sospechó que era el mismísimo Satanás quien había respondido a sus oraciones, el futuro de la casa de Grandchester recaía en el hijo de una plebeya.
Su nuevo heredero era un ser lleno de vida, su piel era sumamente blanca, sus grandes ojos azules, iguales a los de ella. Además, no paraba de berrear. Si hubiera podido negar que aquella criatura era descendiente suya, lo habría hecho, pero no podía, porque en la nalga izquierda tenía el mismo lunar, diminuto, marrón, en forma de corazón, que adornaba la anatomía del Duque. Generaciones enteras de Grandchester llevaban la misma marca.
Incapaz de negar que aquel bebe fuera de su hijo, el Duque llegó a la conclusión, de que tomaría al pequeño bajo su custodia tal vez y solo tal vez lograría que el mocoso en vez de ser la vergüenza de su linaje fuera el orgullo de el, pero antes tenia que desbaratar esa absurda unión de sus padres.
Y así lo hizo, no importo que ambos se negaran a los hechos, muchos años después cuando estaba en su cama el Duque a las puertas de la muerte su mente le jugo una mala pasada sacando a colación uno de sus mas terribles pecados, podía escuchar el desgarrador grito de Eleonor al recibir la noticia que jamás volvería a ver a su hijo, a tan solo unas horas de haberlo traído al mundo, su hijo había jurado que el lo repudiaría como padre a lo que el soltó una sonora carcajada.-Puedes hacerlo, ya quiero ver como te mantienes a flote hijo mío.-Si Richard hubiera sido mas fuerte y no le hubiera tenido miedo a la pobreza tal vez le hubiera dado la espalda a su padre y hubiera sido feliz en su vida, pero no dio media vuelta, tan solo agacho la cabeza.-Muy bien, ahora comprendes como son las cosas, será mas fácil para ti.-Richard oía a su padre con los puños apretados mientras esperaba que dictara su voluntad.-Te divorciaras de ella.-Hubiera querido gritar jamás, pero las palabras nunca salieron de su garganta.-Y te casaras de nuevo ya tengo a la perfecta candidata es…-Las palabras salieron de los labios de Richard como su ultimo intento de rebelión.-¡Primero muerto jamás volveré a casarme!.-El Duque se acerco a su hijo y lo abofeteo.-Te casaras con ella, y te aseguras de tener mas descendencia, y punto, lo aras por que lo mando yo, a menos claro que quieras ver caer las mayores desgracias sobre tu amada.
Richard Grandchester jamás en su vida había sentido tanta vergüenza como ese día, era débil y tan fácil de manipular por su padre le hubiera gustado gritar y decir yo soy dueño de mi destino no tu, pero los hechos estaban ahí era un inútil en la vida y a menos que su padre los apoyara lo mas probable es que el al igual que su esposa y su hijo murieran de hambre y de frió antes de que el lograra aprender a mantenerlos, y cuando su padre amenazaba siempre cumplía con cada una de sus amenazas. ¿Además quien en su sano juicio se atrevería a luchar encontra de uno de los hombres más poderosos de Europa?
Así que con todo el dolor de su corazón tuvo que decir adiós a su gran amor.
Eleonor lo golpeo tan fuerte como sus fuerzas se lo permitían, no solo le había roto el corazón al abandonarla si no que también le habían arrebatado una parte de ella tan importante que apenas podía respirar, su amor pronto se convirtió en odio o al menos ella así lo pensó, y sobre cada una de las lagrimas derramadas juro que algún día se vengaría de ellos dos, pero sobre todo del hombre que le falló.
Eleonor en cuanto comprobó que cada una de las puertas que tocaba en Inglaterra se le cerraban se marcho a Paris, tal vez hubiera podido aguantar el hambre y la miseria en la que cada día se sumergía mas, siempre con la esperanza de recuperar a su hijo, si dos meses después de haber dado a luz, Richard Grandchester no hubiera contraído matrimonio, la noticia había salido en todos los periódicos, después de haber conseguido el divorcio, con una licencia especial el se volvía a casar con una joven y herosa debutante, la boda había sido totalmente diferente a la suya mientras que la de ella había sido en la completa clandestinidad, y en total austeridad por falta de recursos, la de su nueva esposa era un desfile del lujo y el glamour de la nobleza, su corazón se volvió a partir en mil pedasos cuando escucho los votos de amor y felicidad que ambos se hacían, oculta en las sombras pudo ver como ambos sellaban su unión con un beso, para después marcharse con los ojos cubiertos de lagrimas sin volver la mirada a tras.
El Pequeño Terry al pasar los años se hizo mas palpable de quien era hijo, tenia la gallardura de los Grandchester, pero sin lugar a dudas la belleza de los Beicker, por desgracia, también había heredado la tremenda sensibilidad de ambas familias y, por consiguiente, a la edad de siete años, era plena y dolorosamente consciente de que algo le pasaba, para empezar casi nunca veía a sus padres siempre estaba con su abuelo y cuando ellos los visitaban por mandato de su abuelo, su padre casi siempre era frió y su madre parecía que lo odiaba, siempre llevaban con ellos a sus dos hermanos con los cuales por ser mas pequeños que el tenia prohibido jugar, se decía que no era que no lo quisieran si no simplemente su madre era sumamente sensible en su estado, de nuevo se encontraba embarazada.
En los libros los padres sonreían a los niños, los abrazaban y los besaban. Su Padre se portaba así de vez en cuando, si estaba de buen humor y la culpa no interfería en demostrarle su amor a su hijo, pero su madre, jamás. Su madre nunca hablaba ni jugaba con él. Nunca le había llevado a hombros, ni siquiera a lomos de un caballo como asía con sus hermanos. Terry tenía un pony, y quien le enseñaba a montar era Tomy, uno de los mozos.
Aunque se había casado por obediencia a su padre, Richard había llegado a tener cierta estima a su esposa, que diligentemente le dio dos apuestos niños y una preciosa niña. El los quiso dentro de la medida de sus posibilidades, algo que, según las normas establecidas, no era gran cosa, pero es que después de la perdida de su gran amor, su corazón no le permitía amar a nadie. El poco corazón que le había quedado lo había puesto en sus negocios, y en sus tierras, sobre todo en la de Escocia, la finca ancestral y no es que no fuera capaz de amar a su propio hijo, tal vez lo amaba mas que a nada en el mundo pero era tan parecido a ella que le dolia verlo.
Pronto Terry comprendió que intentara lo que intentara sus padres no lo amarían, y por su pequeña mentecita toda la culpa recayó en su persona, el sabia que era diferente, los criados siempre cuchichiaban a sus espaldas pero eso no evito que esos comentarios llegaran a sus oídos. Por más que intentaba cambiar y tratar de complacer a todo mundo, siempre seria diferente, sabía que debía de ser malvado, porque siempre le estaban regañando o dando azotes. Prefería los azotes de su profesor particular. Con las regañinas de su abuelo, Terry tenía sudores fríos y después notaba el estómago como lleno de pájaros que revoloteaban intentando salir de allí, y le temblaban las piernas, pero no se atrevía a llorar, porque ya no era un niño, y su llanto solo contribuía a que su abuelo se enfadase más. Ponía una expresión mucho peor que sus palabras.
Sabía que no podía preguntarle a su madre qué tenía él de malo ni cómo solucionarlo. Había aprendido a no decir gran cosa, cuando se encontraba a su lado salvo que la quería y que era la mamá más guapa del mundo, porque casi todo lo demás la molestaba.
En una ocasión en la que sus padres fueron de vista a Escocia, les preguntó qué le gustaría ir a vivir con ellos. Su padre lo vio entre aterrado y apenado, mientras que su madre comenzó a llorar y después se enfadó y se puso a soltar palabrotas en Francés. Aunque Terry no sabía qué significaban las palabras, sí sabía que eran malas, porque cuando las oía su abuelo, reñía a su madre. Entonces se peleaban, y era peor que el llanto de su madre y la expresión más irritada de su padre.
Terry no quería provocar peleas entre sus padres y su abuelo por que siempre que se enfadaban su abuelo terminaba echándolos y jurando que jamás los volvería a recibir en su casa, eso a Terry lo aterraba por que entonces no los volvería a ver, ni a ellos ni a sus hermanos.
Y no había nadie a quien Terry pudiera preguntarle qué había hecho mal y qué tenía que hacer, salvo a Dios, y El nunca contestaba.
Su vida hubiera podio haber seguido así, si su abuelo no hubiera muerto después de haber estado convaleciente durante un tiempo después de sufrir de una embolia para al final ser llevado por la muerte debido a un terrible infarto cuando el tenia solo ocho años.
Después de los funerales de su abuelo llamaron a Terry al oscuro despacho. Con expresión sombría, entro el, no sabia que iba a pasar con el, estaba claro que nadie lo quería, su Madre estaba sentada con una mesa inmensa ante ella, con una extraña sonrisa en los labios. Ordenó a Terry que se sentara. El niño obedeció, temblando. Era lo único que podía hacer. No podía hablar. Las alas le batían con tal fuerza en el estómago que era lo único que podía hacer para no vomitar.
-Tu abuelo a muerto.-Le dijo su Madre.-Como comprenderás yo no puedo hacerme cargo de ti…seria humillante y degradante para mi persona tener bajo mi mismo techo al hijo de una cualquiera.
Alguien gritaba muy fuerte en la cabeza de Terry, tan fuerte que apenas oía a su madre, pero su madre no parecía oír los gritos. Lo miraba con esa extraña sonrisa.
-La gente habla no puedes ignorar de lo que te hablo.-Después de mirar su cara llena de asombro continuo, sin el mas mínimo remordimiento.-Pues bien no importa si lo sabes o no, yo la Duquesa de Grandchester no me puedo dar el lujo de convivir con un bastardo.-Alzó la mirada y lo vio odio infinito por el.-Iras al colegio y ahí te quedaras, con suerte y desaparezca.-Su madre, por que era la única mujer que conocía como tal, suspiro, como si se hubiera quitado un gran peso de encima.-Vivirás ahí y solo que sea estrictamente necesario te comunicaras con nosotros…por supuesto a través de nuestro abogado, no creo que quieras molestar a tu padre…seria una perdida de tiempo, dedicárselo a un bastardo como tu teniendo otros tres hermosos hijos, que si valen la pena, bien quedando todo claro no hablaremos más de ello.
Se levantó y tiró del cordón de la campanilla; entró uno de los lacayos y se llevó a Terry. Sin embargo, tras haberse cerrado la puerta del despacho, mientras bajaban precipitadamente la escalera, no cesaban los gritos en la cabeza de Terry. Se tapó los oídos, pero el griterío continuó, y lo único que pudo hacer fue abrir la boca y soltar un grito terrible, prolongado.
Cuando el lacayo intentó tranquilizarle, Terry le dio patadas, le mordió y se zafó de él. Entonces le salieron todas las palabras malas. No pudo evitarlo. El pequeño monstruo que llevaba dentro salio a flote, cogió un jarrón de una mesa y lo arrojó contra un espejo. Agarró una estatua de escayola y la estampó contra el suelo. Atravesó el enorme salón chillando y rompiendo cuanto tenía a su alcance.
Todos los sirvientes del piso de arriba corrieron al oír el estruendo, pero no se atrevieron a tocar al niño, todos ellos convencidos de que estaba poseído por el diablo. Se quedaron petrificados, horrorizados, observando al joven heredero mientras reducía el gran salón a un auténtico caos. Desde el piso de arriba no llegó ni una palabra de reprimenda, ningún ruido. La puerta de su señoría permaneció cerrada, como para protegerse del demonio que bramaba en el piso de abajo.
La gigantesca cocinera salió pesadamente de la cocina, levantó al niño que no paraba de aullar y, ajena a sus patadas y sus puñetazos, le abrazó.
-Vamos, vamos, excelencia.-murmuró.
Sin miedo ni a los demonios, ni a la Duquesa se llevó a Terry a la cocina y, tras echar a los pinches, se sentó en su gran sillón ante la chimenea y meció al sollozante niño hasta que se quedó demasiado agotado para seguir llorando.
Como todos los de la casa, la cocinera sabía que la Duquesa no era la verdadera madre del niño, y que lo odiaba tan solo por, ser hijo de quien era además de que el seria el próximo Duque y ninguno de sus dos hijos podían aspirar al titulo al menos mientras el viviera.
Ante los histéricos sollozos del niño, que decía que era un bastardo, que no tenía una madre, la cocinera sintió ganas de coger un cuchillo de carnicero e ir a ver a su ama. El pequeño Terry era el niño más temperamental con el que jamás se hubiera topado, tenía mal genio y cuando se lo proponía no le caía bien a nadie, y también podía ser el niño as dulce y mas educado que jamás alguien se podría topar. Por otra parte, no era más que un niño, que se merecía algo mejor de lo que le había deparado el destino.
Le explicó a Terry que si tenia una madre que lo amaba mas que a su propia vida, y que su mamá se sentía tan desgraciada como el por no tenerlo a su lado.
- ¿Por qué no puede estar a mi lado? -Preguntó el niño-. Madre di... dice...
Le tembló la voz.
-¿Por qué no puede? Cuando seas grande lo comprenderás.-Contestó la cocinera con convicción.- Si Dios es justo y misericordioso, estarán juntos.-Fueron los pensamientos de la cocinera.
Después se lo llevó arriba, echó a su severa niñera y le acostó.
Cuando se hubo marchado, Terry se incorporó, cogió de la mesilla la estampa de la Santísima Virgen con el niño Jesús que le había dado la cocinera y se puso a rezar, apretándola contra el pecho.
Le habían enseñado todas las oraciones de la fe de su padre, pero aquella noche pronunció una especial, mas que una oración era una suplica a dios.
-Dios seré un buen niño, solo trae a mi madre de nuevo, y llevate a la bruja de la Duquesa lejos, dios seré un buen niño si solo haces que mi padre me quiera...- empezó a decir.
No sabía que la Duquesa estaba detrás de la puerta, escuchando. No sabía que su oración fue la gota que le colmo el vaso a la Duquesa.
A la mañana siguiente, metieron a Terry en un carruaje y se lo llevaron a Eton.
Tras una breve entrevista con el director, quedó abandonado en el inmenso dormitorio a merced de las delicadezas de sus compañeros de colegio.
Lord Twombley, el que tenía más cerca y era de mayor tamaño, se quedó mirando a Terry largo rato y estalló en carcajadas. Los demás siguieron su ejemplo in mediatamente. Terry escuchó inmóvil lo que le pareció el aullido de miles de hienas.
-No me extraña que su excelencia se deshiciera de ti.-Dijo Twombley a los demás cuando recuperó el aliento.-¿Qué se siente ser un maldito bastardo?-Le preguntó a Terry.
-No lo se ¿dímelo tú?.-Replicó Terry, apretando los puños.
-Vaya alguien con agallas, aunque sea una pequeña sabandija.-Repuso Twombley-. Y lo que digo es que tu madre debió ser la mas grade de todas las putas, mira que conseguir traer al mundo al bastardo de un Duque.-Con las manos a la espalda, dio unas vueltas, alrededor del atónito Terry-. ¿Qué dices de eso, Grandchester?
Terry miró las caras que le contemplaban con desprecio. Tomy, el mozo de cuadra, le había dicho que haría amigos en el colegio, y Terry, que nunca había tenido a nadie con quien jugar, se había aferrado a aquella esperanza durante el largo y solitario viaje.
No veía amigos, sino caras burlonas, y todas de chicos que le sacaban la cabeza. Todos los del dormitorio eran mayores y mucho más altos que él.
-Te he hecho una pregunta, sabandija.-Insistió Twombley.- Y cuando tus mayores te preguntan algo, debes contestar.
Terry miró con dureza a los ojos azules de su acosador y dijo:
-Estupido.
Twombley le dio un coscorrón.
-Déjate de tonterías Grandchester.
-Estupido.-Repitió con descaro.
Twombley enarcó sus pálidas cejas y miró a sus camaradas.
-¿habéis oído? –Preguntó-. Parece que no le basta con no ser más que un maldito bastardo; encima es malhablado. ¿Qué hacemos, chicos?
-Golpearle.-Dijo uno.
-Desnudarle y echarlo a la calle.-Propuso otro.
-A la letrina.-Añadió otro.
La propuesta se recibió con aullidos de entusiasmo, y al momento se abalanzaron sobre él.
A Terry le dieron varias oportunidades de retractarse en el camino hacia su destino. Solo tendría que haber le hecho, caravanas a Twombley, pedir perdón, y le habrían dejado en paz, pero el monstruo se había apoderado de él, y Terry respondió desafiante con una sarta de todas las palabrotas que había oído en inglés y en Francés.
Su actitud de desafío no le sirvió de gran cosa. Lo que realmente importaba eran las leyes de la física. Era de baja estatura, por suerte para el sus hombros eran demasiados anchos para su edad y por ende, demasiado anchos para caber en el retrete. Lo único que pudo hacer Twombley fue meterle la cabeza en el agujero y sujetarle hasta que vomitó.
Para irritación de Twombley y sus camaradas, aquel suceso no enseñó a la pequeña sabandija ningún respeto. Aunque a partir de entonces dedicaron la mayor parte de su tiempo libre a educarle, Terry se negaba a aprender. Se burlaban de sus orígenes e inventaban canciones indecentes sobre las madres de ellos. Le colgaban por los pies desde las ventanas, le manteaban y metían ratones muertos en su cama. En privado (poca vida privada existía en Eton, desde luego), Terry lloraba de rabia, tristeza y soledad. En público soltaba palabrotas y se peleaba, aunque siempre perdía.
Cuando el Duque se entero de que la Duquesa había mandado a Terry de interno a Eton se enfureció con ella, e inmediatamente fue a buscar a su hijo a la escuela para llevarlo de vuelta a casa, para llevarse la sorpresa de que su hijo no quería volver con el. Aunque a Terry le hubiera encantado decirle a su padre que estaba feliz por verlo y que estaba ansioso por volver a casa con el, las palabras de la Duquesa le pesaban como una enorme losa amarrada a los pies.
-Lo siento padre, pero me e adaptado muy bien a la escuela en estas semanas, he hecho muchos amigos, me sentiría muy triste si tuviera que despedirme de ellos, además ya soy un hombre.
El Duque estuvo a punto de llevárselo encontra de su voluntad pero, ya lo había apartado una vez, de su hogar, los brazos de su madre y se sintió incapaz de separarlo de sus amigos y el Duque quería que lo amara, no que lo odiara así que lo dejo.
-Muy bien si necesitas algo házmelo saber, te veré en las vacaciones.
-Muy bien padre nos veremos.
Pero las vacaciones jamás llegaron, siempre se negaba a ir a casa ponía cualquier pretexto para ello, invitaciones a casas en las que imponía su presencia por medio de soborno, además de que a pesar de ser un bastardo conocido por todo el mundo, también era un hecho innegable que el algún día heredaría uno de los ducados mas ricos del reino, así que quien podía cerrarle las puertas a un casi Duque.
Entre los constantes abusos fuera del aula y los habituales azotes dentro, Eton tardó menos de un año en sacarle a fuerza de golpes toda posibilidad de afecto, delicadeza y confianza. Los métodos de Eton sacaban lo mejor de algunos alumnos. En Terry despertaron lo peor.
Cuando contaba diez años, su supuesta madre la Duquesa, le hizo una visita en la cual le puso sobre aviso que su verdadera madre estaba de regreso en Inglaterra solo para tratar de sacar provecho de el, por que las mujeres como ella, solamente podían vivir como buitres al asecho de un nuevo cadáver para sobrevivir y en esta ocasión el cadáver era el, si ella lo llegaba a buscar jamás seria por amor,¿Por qué quien en su sano juicio podría llegar a sentir alguna clase de afecto por el?-Terry le escuchó, sumido en un silencio sepulcral; salió y se enzarzó en una pelea con Twombley.
Twombley tenía dos años más que él, le doblaba en peso y estatura y además era muy hábil, pero en esa ocasión el monstruo que habitaba en Terry era una furia glacial, y luchó obstinada y fríamente hasta que dejó en el suelo al instrumento de su venganza, sangrando por la nariz.
Después, destrozado y sangrando, Terry recorrió con mirada despectiva el círculo de espectadores.
- ¿Alguien quiere más? -Dijo, aunque apenas tenía aliento para hablar.
Nadie pronunció palabra. Cuando empezó a alejarse de allí, todos le abrieron paso.
Al llegar al medio del patio, la voz de Twombley rompió el incómodo silencio.
-Muy bien, Grandchester!-Gritó.
Terry se detuvo en seco y miró a su alrededor.
- ¡Váyanse todos al jodido infierno y púdranse ahí!
La gorra de Twombley voló por los aires, al mismo tiempo que sonó una ovación. Inmediatamente después empezaron a volar montones de gorras por los aires, y todos gritaban hurras.
-Imbéciles de mierda.-Murmuro Terry; se quitó una gorra imaginaria (la suya estaba tan destrozada que no tenía arreglo) e hizo una ridícula reverencia a todos.
Al momento se vio rodeado por chicos que soltaban enormes risotadas, y al momento siguiente le subieron a hombros de Twombley, y cuanto más les insultaba, más les gustaba a aquella banda de idiotas.
Inmediatamente se hizo amigo íntimo de Twombley, y con eso se acabó toda esperanza para él.
Entre todos los demonios que llegaban a la virilidad a base de golpes y acosos en Eton en aquella época, el círculo de Twombley era el peor. Además de las bromas y el hostigamiento de los infortunados lugareños, habituales en los etonianos, jugaban, fumaban y bebían como locos antes de llegar a la pubertad. El declive empezó inmediatamente después.
La Duquesa se sentía feliz tan satisfecha de poder manipular a su esposo y a su hijastro, que estaba casi segura que su hijo su primogénito se convertiría en el próximo Duque ella se encargaría de eso personalmente.
Pero para desgracia de la Duquesa, las cosas no se le iban a poner tan fáciles, por que para empezar aunque el duque no fuera a ver a su hijo tan seguido y que cada una de sus visitas, su hijo no le dirigiera ni una sola palabra, el interés del Duque en la vida de su hijo no disminuía ni un ápice, siempre estaba informado de cada paso que su hijo daba.
El mocoso en vez de convertirse en un descarriado total, se controlaba en la escuela, y a pesar de sus muchos escándalos aun se preguntaba como es que nunca habían tomado medidas para expulsarlo de la escuela, la respuesta las generosas contribuciones del Duque.
Terry sabia que su padre hacia donaciones a la escuela, el creía que era para que no lo expulsaran y no tuviera que volver a casa, siendo que el Duque lo hacia por que sabia lo difícil que había sido para su hijo encajar en un lugar y al parecer ese lugar lo asía feliz y si el era el responsable de que hubiera perdido a su madre lo menos que podía hacer era conservar el lugar donde su hijo era feliz.-La vida me ha dado una lección, el dinero es lo que en verdad le da valor a la gente.-Reflexionó Terry un día después de uno de sus terribles escándalos en los que estuvo a punto de ser expulsado y donde descubrió el poder del dinero.- La aprendió con la misma rapidez que todas las demás. Decidió que a partir de entonces haría dinero, de la forma que fuera el seria alguien, y muy poco le importaba el apoyo de su padre.
Cuando estaba a punto de terminar en Eton, recibió una carta de dos párrafos sobre los planes para sus estudios en Cambridge.
Terry sabía que Cambridge era una buena universidad, que muchos consideraban más progresista que la monacal Oxford. También sabía el por que su supuesta madre no la había elegido por esa razón. Los Grandchester habían estudiado en Eton y en Oxford prácticamente desde la época en que fueron fundadas esas instituciones. Enviarlo a otro sitio era lo más parecido a repudiarle que podía hacer Lady Grandchester. Así anunciaba al mundo que Terry era una repugnante mancha en el ancestral blasón. Cosa que sin duda era al menos ante sus ojos.
No solo actuaba como un monstruo.-aunque no tanto ante los personajes de autoridad como para que le expulsaran-, sino que poco le importaba lo que la gente pensara de el: simplemente hacia lo que le venia en gana sin importarle las consecuencias de sus actos.
Dedicó la mayor parte de su época en Eton a asegurarse de que todos le recordaran como a un monstruo. Se enorgullecía de que las personas decentes le llamaran la cruz y pesadilla de los Grandchester, más por que sabía lo que eso le significaba a su adorable familia, en especial a su adorada madre.
Terry sabia muy bien de lo que era capaz la Duquesa así que cuando la maldita carta llego no lo tomo por sorpresa, cualquiera en su situación hubiera agachado la cabeza y se hubiera tenido que resignar con lo que sus progenitores ordenaran al menos en lo que se refería a su futuro inmediato, la Duquesa estaba dispuesta a castigar y humillar a su hijo desterrándole a una universidad en la que ningún Grandchester había puesto un pie.
El castigo llegó demasiado tarde. Terry había aprendido diversos métodos, y muy efectivos, para responder a cualquier tentativa de dominarle, castigarle y avergonzarle. Había descubierto que, en muchos casos, el dinero es más eficaz que la fortaleza física.
Habiendo cumplido su promesa de hacer dinero, había aprendido a doblar, triplicar y cuadriplicar su asignación en juegos de azar y apuestas. Se gastaba la mitad de sus ganancias en mujeres, otros vicios y clases particulares de Francés. Tenía pensado comprar un caballo de carreras con la otra mitad de las ganancias.
Escribió a su vez una carta, aconsejando a sus padres que enviaran a Cambridge con el dinero que le había sido asignado a un chico necesitado, porque el iba a ingresar en Oxford y a pagarse sus gastos. Tal vez si la carta nunca hubiera llegado el nunca se hubiera decidido por esa universidad.
Después apostó los ahorros del caballo de carreras en un combate de lucha libre.
Las ganancias y las influencias del tío de Twombley le abrieron las puertas de Oxford.
La Duquesa hizo un berrinche peor que el que su abuelo hiciera, cuando sus padres se habían fugado a Inglaterra, no solo por el hecho de haber perdido esa batalla, si no por que estaba mas que claro que había sido una ingenua al creer que manipulaba a su esposo y a su supuesto hijo.
A partir de ese momento Terry se distancio por completo de su familia, con el único que tenia contacto era con su padre, el cual lo visitaba muy seguido en la universidad y trataba de rescatar el enorme abismo que había dejado que se formara entre su hijo y el, con la única condición que Terry le había puesto es que jamás mencionara a la Duquesa ni a sus hermanos, por que no le interesaba, siendo en realidad que le dolía no haber podido formar nunca parte de una familia.
La siguiente ocasión que tuvo noticias de su casa, Terry contaba veinticuatro años. La nota, de un solo párrafo, le obligaba a volver a casa.
La nota termino ardiendo en la chimenea, durante varios días estuvo sumamente indeciso no sabia si ir al encuentro de su adorada familia o mandar todo al cuerno simplemente, al final se decidió a ir ya no era un niño y ya no necesitaba una familia, tenia todo lo que el quería.
Cuando se dio cuenta el carruaje ya se encontraba en el barrio de Mayfair y St. James, pronto estuvo a las puertas de la enorme mansión del Duque de Grandchester, y el carruaje paso por las puertas abiertas hasta llevarlo a la puerta de la casa, así que subió la escalinata y golpeó con la enorme aldaba de bronce produciendo su robusto sonido. Jeffries, el mayordomo, abrió la puerta casi inmediatamente.
-My Lord.-dijo haciendo una reverencia y dándole el paso.
-¿Esta la Duquesa en casa?
-Si My Lord se encuentra en sus aposentos.-Aunque Terry hubiera preferido no toparse con ella no podía volverse.
-Avísale a mi padre que estoy aquí.
El mayordomo asintió, mientras Jeffries iba a informar a su padre de su presencia, Terry esperó en el salón, vagando ociosamente de aquí allá, tan desasosegado que no era capaz de sentarse ni de quedarse quieto en un lugar hacia demasiado tiempo que no ponía los pies en esa casa aun se podía ver el en compañía de su abuelo llegando a esa enorme casa que nunca consideraría como su hogar.
Pasados unos minutos, apareció la Duquesa en la puerta, con el miso aspecto de una reina, su peinado, su atuendo, simplemente perfecto como siempre, siempre le había parecido una mujer que en verdad era feliz al menos cuando no lo tenia enfrente.
¿Y por qué no iba a estarlo?, pensó él. Todo lo que había deseado en su vida era ser esposa y madre, y por lo visto la realidad había más que sobrepasado sus sueños.
-Hola, bruja.-Saludó con su sonrisa sesgada, y haciéndole una cómica reverencia, ya no era un niño y ella ya no podía humillarlo, o al menos eso era lo que el quería creer.
-No creí que te atreverías a venir.
-¿Y por que no? Esta es mi casa ¿no?...bueno al menos lo será en un par de años, si no es que antes, como todo lo ligado al titulo.-Sintió satisfacción al ver como la mujer apretaba los puños.
-No importa que seas el heredero del Ducado nunca serás mas que un maldito bastardo.-Si las palabras fueron como una cubetada de agua fría en el, ella era la única que lo afectaba al llamarlo bastardo.-Pero bueno ya que estas aquí, no me queda otra mas que darte la bienvenida, después de todo ese es mi deber y yo siempre cumplo con ellos, por algo yo soy la Duquesa, tu padre te recibirá en sus aposentos ahora.
Terry apenas oyó eso ultimo, antes de salir como un autónoma en dirección a los aposentos del que era su progenitor.
Las habitaciones del Duque de Grandchester estaban sumidas en la completa oscuridad salvo por unas cuantas lámparas, las cortinas estaban totalmente corridas y en el aire se respiraba el olor a muerte, su padre estaba tendido y totalmente demacrado, en su enorme cama en cuanto lo vio sus ojos se iluminaron, se llenaron de vida.
-¿Terry eres tu?
-Si padre soy yo.
-Gracias por venir ¿ sabes me estoy muriendo?- Terry hubiera querido gritar y a mi que jodidos me importa, pero las palabras simplemente no salieron su padre, se estaba muriendo y en ese preciso momento no recordó el por que le odiaba.
Simplemente se acerco a la orilla de su cama y tomo sus manos entre las suyas.
-Perdóname por haber sido tan cobarde.
El corazón de el se le acelero, jamás imagino que el pudiera llegar a pedirle perdón.
-Se que merezco todo lo que me esta pasando, debí defenderlos a ti y a tu madre pero simplemente no fui capaz de oponerme a el y ahora me arrepiento de tanto, no supe compensarte.
-Si tan solo me hubieras tenido a tu lado.-Las palabras las pensó en voz alta.
-Lo se, si te hubiera tenido a mi lado todo tal vez hubiera sido distinto, pero no podía mirarte a los ojos siempre que lo intentaba aparecía su mirada de ella llena de odio asía mi, y simplemente no pude soportarlo, que el ser que mas amo en el mundo me odiara lo siento hijo.
-Ya no importa padre, si tengo algo que perdonarte lo hago.-Y se levanto de su lado dispuesto a marcharse, ya no podía soportar estar mas tiempo en esa casa tenia que salir cuanto antes de ella, por que rayos había ido a ella, el solo estar en ella le recordaba lo ansioso y necesitado del cariño que estaba del hombre tirado en esa enorme cama.
-Terry perdónala a ella se que se aportado mal contigo, pero al igual que todos ella fue victima de las circunstancias, y la mayor culpa es mía en cuanto ella te revelo la verdad debí hacer algo es solo que no sabia que… lo siento en verdad hijo.
-Ya no importa padre.
-Ho claro que si importa por favor no te vayas te necesito.-Su lado herido estuvo a punto de gritarle que bien poco le importaba que el lo necesitara, así como a el bien poco le importo el cuando solo era un niño, pero simplemente no pudo y se quedo.
Contra todo pronostico el Duque se recupero de la enfermedad que lo asediaba, dicha enfermedad sirvió para que el y su hijo forjaran lazos si no de amor al menos si de verdadera amistad, y no de su intento en sus días de universidad.
Terry ya había descubierto el mundo del comercio y puso toda su inteligencia y su audacia en el empeño de dominarlo. Cada penique de sus holgados ingresos lo había ganado o conseguido por él mismo. Mientras tanto, había convertido más de una empresa al borde de la bancarrota en una inversión rentable. Mientras su padre estuvo enfermo encargarse de la fortuna del Ducado de su padre fue un juego de niños para él.
Vendió cuanto no tenía complicaciones, pagó las deudas, reorganizó el anticuado sistema financiero, despidió al secretario, al administrador y al abogado de la familia, los sustituyó por otros con más cabeza y pies dijo lo que quería que hicieran.
Aunque la Duquesa hubiera querido protestar no le quedo otro remedió que mantener la boca cerrada y apartarse del camino de su odiado hijo, ni si quiera pudo oponerse a que sus hijos convivieran con el por que en cuanto ella ponía una objeción unos ojos burlones la silenciaban.
Después que su padre se recuperara completamente, hizo indagaciones para saber donde se encontraba su madre y de una vez por todas abrir la puerta de su pasado para poder cerrarla definitivamente y seguir adelante con su vida, dio un último paseo a caballo por los campos Escoceses que no veía desde que era un pequeño y solitario niño y se marchó a París.
Continuara...
Bueno que les pareció, como pueden darse cuenta la historia comienza unas cuantas décadas antes de la historia original y por lo tanto no es una continuación mas bien es como un universo paralelo, Historia alterna como quieran llamarla, pero basada en los personajes como lo habrán notado, aunque solo he hablado de Terry y sus papas, y de la bruja de la Duquesa, pero recuerden que en la vida siempre ahi un ¿por que? vueno al menos eso es lo que yo quiero creer,así que esperen lo próximo, bueno eso es todo y nos leemos pronto Soledad.
Quejas, dudas, aclaraciones, puntos de vista etc., etc., etc., por favor a mi correo, si me falta una M en cualquier parte mi pobre teclado fue victima de la uva vengadora de Alexis, para que me comprendan mi sobrino enterró una uva en la m y e la a dejado medio o bastante inutil.
