MOSHI MOSHI! :3
HOLA, ME ALEGRA ESTAR DE NUEVO POR ESTE FANDOM. YO ADORO ALICIA DESDE EL PRIMER MOMENTO EN QUE VI LA PELICULA Y LEI LOS LIBROS, DE HECHO MI PRIMER FIC FUE DE ALICIA… BUENO, LOS TRES PRIMEROS FICS XD. CUANDO SALIÓ LA SEGUNDA PELICULA TUVE QUE LITERALMENTE ESCAPARME DE MI CASA E IRME AL CINE Y HACER UNA COLA DE UNA HORA PARA PODER VER LA PELICULA AL SEGUNDO DIA DE SU ESTRENO EN MI PAIS. Y YO ERA LA UNICA LOCA QUE GRITABA Y LLORABA EN EL CINE XD. PERO AHORA TENGO MAS IDEAS Y NUEVOS PERSONAJES PARA AGREGAR A ESTA HISTORIA QUE LES TRAIGO. DE TODO CORAZON, ESPERO QUE LES GUSTE Y PUES QUE ESTE FANDOM SIGA CRECIENDO.
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Capítulo 1: Corazón roto
Deprimida.
Era la única palabra que Helen Kingsleigh encontraba para describir el estado de ánimo de su hija menor y capitana del "Maravilla", Alicia Kingsleigh.
Se humedeció los labios y tomo aire. Debía prepararse para hablar con ella. Lo que tenía adelante de sí, era un paquete de 40 kilos de TNT a punto de explotar, debía saber cuál cable cortar o todo haría ¡BOOM!
Se paró delante del escritorio de madera en donde su hija estaba recostada sobre los cientos de papeles que tenía que revisar. Su rizado cabello le caía sobre la cara y la mitad de su cuerpo estaba sobre la superficie con los brazos estirados.
- Hola... ¿Estas despierta? - Tal vez Helen Kingsleigh se había convertido en la mujer más valiente de toda Inglaterra por seguir la locura de su hija al convertirse en Co-Capitana del "Maravilla" y embarcarse en millones de aventuras en tierras exóticas, pero seguía siendo muy cobarde al momento de hablar de "Asuntos del corazón" con Alicia.
"Y todo por ese chico, ah, no entiendo por qué terminó la relación si se iba a poner así. ¿Quién te entiende, Alicia?" - Pensó Helen.
- Hmmm... - Un pequeño quejido de frustración salió de los labios de su hija.
- Alicia, cariño, no puedes seguir así. Odio verte así. No puedes deprimirte por el fin de tu relación.
- No lo entiendes, mamá. James era... Perfecto. Era como... Como papá. - Pasó sus delicadas manos por su cabello tratando en vano de peinarlo.
- Si es perfecto ¿Por qué lo dejaste? - Preguntó sentándose frente a ella.
- Dije que el "Era perfecto". Ya no lo es. James y yo perdimos esa chispa con la que empezamos... Luego todo... Se volvió aburrido. Además, queremos cosas diferentes. - Dijo volviéndose a derrumbar sobre su escritorio - Pero aún lo amo.
- Pues, Alicia, no puedes culpar a un hombre por querer sentar cabeza y formar una familia. James aun es joven y ha acumulado una significante riqueza para poder mantener muy bien a una familia. Creo que estaba en lo correcto cuando te propuso matrimonio. - Helen se cruzó de brazos y Alicia levantó la cabeza.
- No se equivocaba al pedirme matrimonio, pero si al pedirme que dejara esto. Me refiero, "El Maravilla" es mi vida, me esforcé mucho en sacar de la ruina la compañía de papá y... - Alicia estaba levantando la voz. Tal vez ella era la capitana de este barco, pero Helen seguía siendo su madre.
- Sabes que sigues siendo dueña de la empresa aun así te casaras ¿verdad? - Dice su madre lanzándole esas típicas miradas serias que significaban que se comportase. - No entiendo que es lo que tanto te molesta.
- ... James me pidió que formáramos una familia y tuviéramos una vida aquí en Londres... Ya no viajaríamos más, o al menos yo no viajaría más.
James Harcourt era un gran hombre, un buen amante y un sujeto muy inteligente. Solía ser el compañero de juegos de la campeona cuando de negociar con personas importantes se trataba.
Alicia se había arreglado más de normal esa noche. Jugaba con sus manos en la cubierta del barco esperado que su novio llegara. James estaba ataviado con su traje de marino. Esa noche era especial. Le pediría matrimonio y todo sería perfecto. O eso creyó ella hasta que le oyó decir: "Viviremos en Londres, cuidaremos de nuestros hijos y administraremos desde aquí el negocio".
Alicia entro en pánico cuando por fin entendió que no volvería a tener esa independencia por la cual habían luchado. Y se asustó más cuando entendió que se convertiría en esas damas aburridas londinensas.
- ¿Y cuál es el problema?
- No lo entiendes. ¿Cómo pudo pedirme algo así sabiendo que lo que más amó en este mundo es viajar?
Alicia bajo del barco seguida por su madre. Los marineros llevaban el equipaje de la madre y de la capitana. El tumulto en el puerto era grande. De seguro la mayoría quería ver llegar al primer barco que tenía como capitán a una mujer. James se apareció cargando su bolsa. Helen se dio cuenta de que sobraba así que decidió esperar a su joven hija en el carruaje.
-Bien… Llegamos sanos y salvos – Comentó pasándose las manos por su cabello.
- Si… eh, ¿y el grumete? – Alicia se refería al chico del mapa. Si Alicia tenía ideas locas, el muchacho tenia ideas aún más locas. La pareja había conocido al chico hacia unos cuatro años, cuando recién iniciaban la aventura de una empresa propia. El chico quería más que nada en el mundo ser marino y se presentó como ayudante en el barco, sin saber que terminaría convirtiéndose en el aprendiz de cartógrafo. Alicia tenía muchas esperanzas en él, siempre que trabajaban juntos, encontraban mejores rutas de comercio.
- ¿Alan? Pues, está por allá. – James señaló al muchacho de cabello largo que conversaba con Harper, el navegante. Se volteo cuando sintió las miradas de sus superiores. Sonrió tímidamente a la rubia. Tanto James como Alicia sabían que Alan estaba enamorado de la capitana, aunque aún era muy joven. No tendría más de 17.
- No lo pierdas, no quisiera que la competencia se llevara a mi cartógrafo.
- ¿Así como tú te llevaste a un abogado? – Dijo sujetando su mentón y sonriendo. Alicia se sonrojó.
- No trates de jugar conmigo, Sr. Harcout. Además, yo no lo obligue a nada, usted me siguió. – Respondió de manera coqueta.
- Como a una sirena. – James se percató de su cercanía y se separó lentamente de ella. No. Ya no tenía por qué seguir acercándose así a su jefa. Ya no.
- James… - Susurró la capitana.
- Me iré a ver a mi madre esta semana. En York. No la he visto en mucho tiempo y pues, tengo mucho que contarle. Salgo para allá en una hora.
- Sí... Que reciba mis saludos – Respondió ella poniendo distancia prudente entre ambos. Tendió su mano y el la estrecho con fuerza.- ¿Vendrás a la cena que organizaran en una semana?
- Por supuesto, no me la perdería. Hasta entonces. - Hizo el ademan de querer besar su mejilla, pero se abstuvo de hacerlo. Se despidió con la mano de la Sra. Kingsleigh, quien respondió de igual manera, y siguió su camino, perdiéndose entre la multitud de marinos y comerciantes en el puerto.
Alicia subió al carro y se sentó en silencio mientras este se movía y salía de la zona del puerto y se adentraba a la ciudad. Le esperaba un viaje largo hasta llegar a Londres.
Helen Kingsleigh no hacía nada más que mirar a su hija perdida en sus pensamientos y pensaba "¿Qué haré para animarla?".
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Helen terminó de ponerse sus pendientes. Estos eran especiales. Charles se los había regalado junto al collar de topacio para su decimosexto aniversario de bodas. Charles… Lo extrañaba.
-¡Madre! ¡Ya! – Gritó su hija desde la entrada de la casa. Ella se apresuró y bajó las escaleras asegurándose de que todo estaba perfecto, salió a la calle y subió al carro que llevaba buen rato esperándolas para llevarlas al restaurante en donde se realizaría la cena por el aniversario de creación de "Kingsleigh & Kingsleigh CO".
El carro empezó a avanzar y sin mucha espera, llegaron al restaurante. ¡Estaba hermoso! Sin duda se habían lucido con la decoración. Tenía hermosas linternas colgando de los techos rasos altos. Había sedas de color celeste adornando todo y la comida olía deliciosa. La pista de baile ya estaba llena y por el momento, los violinistas deleitaban a todos con sus animadas melodías., pero Alicia sabía que dentro de un momento, la música cambiaria. Se había encargado de contratar músicos que tocaron todo tipo de música de diferentes países.
Su madre se fue para conversar con su otra hija, Margaret Manchester. Y Alicia se quedó sola. Bueno, no exactamente…
Divisó a James al otro lado del salón. Estaba junto a la mesa de los bocadillos. Alicia sonrió. Tal vez podría hablar con él y arreglar las cosas. Se acercó a él, abriéndose paso entre la multitud. Pero se detuvo a pocos centímetros.
James Harcout saludaba con un beso en la mejilla a una chica. A una chica que no era ella.
-James, vamos, los Sres. Stoddard nos esperan. – Dijo la chica castaña, alta, delgada y graciosa como un pajarillo que volaba por los vientos del verano. James se dio la vuelta y se quedó petrificado al ver a Alicia quien lo miraba decepcionada.
- Camila, anda, yo te alcanzo en un momento – La señorita hizo caso a lo que le decía el abogado y se fue adelantando. Aquel vestido verde le quedaba precioso. Alicia quería ir y hablarle pero sentía que no podía. Se acobardo y decidió alejarse.
El restaurante se le hizo más y más grande. Se sentía diminuta en ese lujoso lugar. Sentía que todo el mundo la miraba de reojo, en especial James, como si de repente la admiración que sentía hacia ella se hubiese transformado en lastima.
Su cabeza daba un poco de vueltas.
-¡wow, wow, wow! ¡Alicia! – James Harcourt se apresuró hacia ella y la sostuvo antes de que se cayera e hiciese un escándalo en la fiesta. Sujeto con fuerza su cintura y su mano hasta ponerla de pie nuevamente. - ¿Está todo bien?
- Si… Si… Es solo que… creo que el vino estaba muy fuerte – Soltó una risita nerviosa y se alejó rápidamente del agarre de James. Alicia se abrió paso entre la gente y salió al jardín, seguida por su abogado. Se sentaron en una banca blanca admirando en silencio el jardín decorado por las luces de las lámparas. Sí que era un restaurante muy bonito.
- ¿Estas bien? – Preguntó James, rompiendo el silencio incomodo entre ambos ingleses.
- Sí… a decir verdad, no. James, ya no puedo con esto. No quiero separarme de ti, terminar fue un error. - Ella tomó su mano y lo miró con sus suplicantes ojos avellanados
- Alicia. Escúchame. Yo también te extraño, y en serio lamento que lo nuestro haya terminado de esta forma. Pero si no estás preparada para hacer que nuestra relación vaya a algo más serio, lamento decirte que no podría volver contigo. – Se soltó de su agarre y dejo un vacío en el roto corazón de la chica. – Mira, para mí, ha sido muy especial todos estos años que pasamos juntos y las aventuras. Me volví en tu cómplice y tu mejor amigo, así también como tu novio. Pero me doy cuenta de que esto no tiene futuro, Alicia. Sí, fue divertido y nunca me había sentido tan vivo, pero ya no puedo Alicia. Tengo 37 años, y quiero disfrutar de mis hijos… Y creo que tú y yo tenemos ideas diferentes sobre el futuro que queremos.
- James… Dame otra oportunidad. - Pidió ella tomando sus manos grandes entre las pequeñas y enguantadas de ella.
- No te voy a obligar a nada. Creo que antes de iniciar una vida de casada, debes vivir todo lo que no podrás vivir conmigo como esposos. Sal con otras personas, viaja por el mundo, diviértete y vive nuevas experiencias. – James beso suavemente la frente de su pequeña capitana y antigua novia y la abrazo a él. Alicia sabía que esa sería la última vez que se abrazarían así, que esta era el final de una hermosa relación.
- Espero que aun podamos ser amigos y que no dejemos de trabajar tan bien como lo hemos hecho estos 4 años.- Dijo separándose lentamente.
- por supuesto – Volvió a besar su frente y acaricio su cabello dorado - Nada va a cambiar. Vamos, volvamos a la fiesta - Ella quiso tomar su mano, pero se abstuvo de hacerlo. Ambos volvieron en silencio a la fiesta y cada uno por su lado.
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Entró en su habitación y cerró la puerta tras ella rápidamente. Sentía una fuerte opresión en su pecho y le dolía. Quería llorar, sus lágrimas cristalinas amenazaban con salir y brotar de sus ojos. No podía ser cierto, no. ¿Tan rápido pudo olvidarla?
Limpió sus pequeñas lágrimas y se sentó frente a la coqueta blanca con espejo labrado. Levantó la vista y su reflejo le devolvió la mirada. Sonrió tristemente y empezó a quitarse los guantes, los aretes y las demás joyas. Guardo los accesorios en el joyero y los guantes dentro del cajón de la coqueta. Dentro de este, encontró las antiguas acuarelas que había pintado hace un par de años. Las sujeto con delicadeza y admiro su trabajo.
En una estaban en el jardín de flores parlantes, cuando ella era del tamaño de un ratón. En la otra, cuando había caído en los jardines de Marmoreal en esa mesa circular de piedra. Se llevó todas y se sentó en su cama, para poder terminar de ver todas. Admiró todas y cada una de sus acuarelas. En especial su favorita. Cuando estaba en el balcón con el sombrerero antes del Frabulloso día. En ese entonces sus sentimientos eran muy claros. Tal vez su primer amor fue el sombrerero, pero solo fue pasajero, en cambio con James… Era diferente.
Los golpes de su madre a la puerta la sacaron de su trance. Helen entro en la pequeña habitación de color verde olivo y se sentó junto a su hija. Su pequeño gatito entro en la habitación y se sentó también junto a Alicia. Estuvieron en silencio un rato hasta que su madre rompió el incómodo ambiente de silencio.
- ¿Te sentirías mejor si habláramos de ese "País de las maravillas"? - Pregunto acariciando el suave cabello dorado de su hija. Ella asintió levemente. Aun seguía deprimida. - Bien, dime algo acerco de eso.
- Pues... Es como... Como si fuese mi hogar, a pesar de que solo estuve tres veces ahí. Siento que... Siento que siempre he vivido ahí. Y yo… Quisiera volver. – De pronto la mirada de su hija cambio como si una loca idea cruzase por su mentecilla - ¡TENGO QUE VOLVER! Acompáñeme, madre, por favor. Nos divertiremos juntas. Y no podría estar tranquila allá si yo no estoy con usted. – Sujetó a su gato e hizo como si bailara con el sin dejar de mirar a su madre. Esa mirada soñadora, idéntica a Charles.
- A ver... De acuerdo, suponiendo que este lo suficientemente loca para creerte esto. ¿Cómo se supone que iremos a Infratierra? - Helen se acercó un poco a ella y continuo - Las únicas entradas que conoces están en la mansión Ascot, y ni tú ni yo somos bien recibidas ahí desde que murió Lord Ascot y luego del escándalo de vender "ElMaravilla" creo que no nos quieren ver ni en pintura. No es por hablar mal de la antigua Lady Ascot, pero estoy segura que ella reza todas las noches para que nuestra empresa quiebre. – Helen recordó la fiesta de Hamish, cuando Alicia llevo el traje de la emperatriz viuda de China. Sentía que se moriría cuando su hija entro en la sala persiguiendo a una mariposa azul, se subió a la mesa tirando todos los platillos y salto encima de Hamish golpeándolo y gritándole que era un bruto cuando este casi mata a la mariposa de un palmetazo.
- Pues en eso tienes razón, madre - Alicia se levantó de su asiento y dejo que el gato volviera a su cesta de mimbre. - Pero... Soy Alicia Kingsleigh. La más grande mujer empresaria de Inglaterra, campeona del Submundo e hija de Charles y Helen Kingsleigh, de seguro se me ocurrirá algo.
Después de unos minutos en silencio, el rostro de Alicia se iluminó en una rapidez increíble. Habia tenido una idea. Una loca y maravillosa idea.
Helen miraba preocupada a su hija que asaltaba violentamente su armario en busca de alguna prenda que, para su sorpresa, era de color negra. La lanzo sobre su cama y corrió al otro lado de la habitación en busca de zapatos.
- ¿Que estás haciendo? ¿Acaso vas a salir? - Preguntó mirando a otro lado mientras su hija de desvestía ante ella y se ponía una camisa blanca y unos pantalones negros... ¡De hombre! Esto era muy, muy escandaloso. Helen se ruborizó adivinando quien era el dueño de esas prendas.
- No. Vamos a salir. Ponte ese vestido. - Ordenó sacando un abrigo negro que le quedaba demasiado grande como el resto del conjunto.
- ¿Por qué haría eso? - Examinó la prenda y volvió la mirada a su hija que acomodaba su cabello en un moño y lo ocultaba en una boina negra.
- ¿Por qué? ¿No es obvio? Dijiste que no nos quieren ver ni en pintura, pues entonces tendremos que pintarnos en el lienzo de la noche y desaparecer en él.
- Sigo sin entender.
- Me refiero a que usaremos la noche para ocultarnos y colarnos en la Mansión Ascot. - Tomo a su madre de las manos y la hizo dar vueltas. - Será maravilloso... ¡Y emocionante!
- ¿Perdiste la cabeza? Si nos descubren seremos la comidilla de Londres. Alicia olvida esta locura. Te lo ordeno.
- Dijiste que querías ayudarme... Me apoyarías en todo... Madre por favor, no podría irme dejándote sola... Todo saldrá bien, te lo prometo. - Besó las temblorosas manos de su madre y suplico con esos ojos avellanados. ¿Cómo decirle que no si eran idénticos a los de Charles?
Helen Kingsleigh miró repetidas veces al vestido y a su hija vestida como hombre. Esto estaba mal... Sin duda estaba mal. Había un 90% de probabilidad de fallar, recibir una demanda e ir a la cárcel y ella al manicomio. Por otro lado, quería ver a su hija feliz después de su única decepción amorosa y si esa era la única forma... Rogaba a Dios por lo que más quería, que la nueva Lady Ascot fuera más compasiva que la anterior... Sí, serian la comidilla de todo Londres.
- Esta bien... Pero si fallamos, te echare toda la culpa - Dijo riendo, dejándose llevar por la dulce locura y abrazando a su emocionada hija.
- Muy bien, ahora ponte ese vestido y zapatos ligeros, tendremos que correr mucho.
Alicia cogió un pequeño bolso el cual lleno con algunas cosas personales de ambas.
- Pero... ¿Cuál es el plan?
- Eso déjamelo a mí. Tú solo corre.
- Ay, Alicia, Alicia...
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-¡Esto es una locura! – Se quejó su madre mientras trataba de seguirle el paso. Estaban en la calle ya muy entrada la noche y los carros buscando a personas a quien llevar estaba haciendo sus últimas vueltas. Los cocheros se veían cansados, al igual que los caballos. Alicia supo que si tuviese que ser un animal, jamás sería una yegua. No quería tirar de esos pesados carruajes.
- ¡Shhh…! – Se ajustó el cinturón y salió de la sombras seguía por su madre. Levanto las manos y paro a un carro. El señor que manejaba se veía de unos cincuenta y también cansado.
- ¿A dónde lo llevo, señor? – Alicia no dijo nada aun, solo se acomodó la boina para que no se le viera la cara e hizo subir a su madre que saludo con un simple "Buenas noches" al señor.
- No se confunda por el traje, yo soy toda una señorita – Alicia se subió a la parte delantera y empujo al hombre que cayó al suelo de piedra de la calle. Tomo las riendas y las agito alejándose a toda velocidad. Helen había caído dentro del carruaje que corría descarriado por lo largo de la calle.
- ¡DETENGALA! ¡SE LLEVA MI COCHE! – Gritaba el señor, pero Alicia no se tomó la molestia de voltearse a ver si la seguían o no.
- ¡ALEGÓ DEMENCIA! – Gritó azotando las riendas para que los caballos corrieran más rápido.
- ¡Alicia! ¡Para el carro! ¡Esto es ilegal! ¡Alicia! – Gritaba Helen tratando de poder sentarse dentro del carro que a cada momento aceleraba más y más haciendo que ella se fuera con fuerza hacia la pared de adelante debido a la inercia. Alicia sentía como la muchosidad volvía a recorrer su cuerpo. Esto era emocionante e increíble, sin duda lo que le gustaba sentir. La adrenalina corría por todo su ser, como cuando navegaba su barco por tormentas siendo perseguida por los piratas.
Después de unos diez minutos, Helen Kingsleigh por fin pudo calmarse y ahora se encontraba sentada con los brazos cruzados pensando que esto había sido una completa locura y una mala idea. Ahora quería irse a casa.
-Llegamos – Anuncio su hija después de un largo tiempo. Helen miro por la ventana del carro. Estaban escondidos estratégicamente entre los árboles y ayudado por el hecho de que estaba oscuro y las lámparas del carro apagadas, estaba completamente segura de que no podían ver el carro. Alicia bajo de un salto y corrió para abrir la puerta para que su asustadiza madre saliera. Helen tomo su mano y bajo con cuidado, sintiendo como sus botas se hundían en la tierra húmeda por la lluvia de la tarde.
- Bien, ya llegamos, ¿ahora qué hacemos? – Dijo ella, notablemente enojada, mientras era jalada por su hija en dirección a la mansión. - ¿Qué haces? ¡No! ¡Nos descubrirán! – Exclamó.
- ¡Si sigues gritando nos descubrirán!
Las luces de la ventana frente a ella se encendieron. Vieron entrar a la antigua Lady Ascot en la habitación y sentarse frente a la chimenea mientras su criada le traía una taza de té caliente. Alicia tapo la boca de su madre con su mano y la hizo caer junto con ella a la tierra.
-Betty, por favor, cierra la ventana, me muero de frio - Ordeno ex Lady Ascot. La sirvienta asintió y se acercó a la ventana. Helen chillo por miedo. Alicia presiono con as fuera sobre su boca. Ambas mujeres estaban asustadas. Se recostaron todo lo que pudieron en la pared de la casa bajo de la ventana entre las flores, para que la criada no las viera mientras cerraba las ventanas.
Betty se quedó un rato mirando el jardín. Ella podía jurar que había escuchado algo, pero no sabía que fue. Tal vez solo fue un búho. - ¡Betty! ¡Cierra la ventana! – La mucama respondió y cerro la ventana, dejando que las mujeres Kingsleigh pudieran respirar tranquilas.
Eso había estado muy cerca.
Alicia retiro lentamente su mano de la boca de su madre y se relajó. Sonrió. Eso había sido emocionante. Helen por otro lado, estaba a punto de morir de un paro cardiaco, ya no podía aguantar con esas emociones, no era propio de su edad.
-¿Y ahora?
- Nada. Lady Ascot está en la habitación en donde está el espejo que use para llegar a Infratierra. Y creo que ella estará ahí por un buen rato – Dijo gateando por las flores para no ser vistas por nadie más. Su madre la seguía muy de cerca.
- ¡Entonces volvamos a casa! – Se tapó de nuevo la boca, lo dijo muy fuerte. Ojala nadie la haya escuchado.
-No, no, no. Robe un carro y conduje hasta aquí en medio de la noche disfrazada de hombre. No me daré por vencida tan rápidamente. ¡Hay otra forma! – Ahora era Alicia la que se tapaba la boca, no quería ser oída. El sendero de flores se había acabado y de aquí en adelante tendrían que correr, atravesar el jardín, el kiosco y luego correr por el bosque de los Ascot hasta… - ¡El agujero del conejo!
- ¿Agujero? Alicia, no querrás que me meta en un agujero ¿Verdad? - Madre e hija corrían por el jardín a toda velocidad que le permitían las botas. ¡Ahora estaban más expuestas que nunca! Podían ser encontradas, pero no importaba. Pasaron el kiosco blanco y doblaron a la derecha para pasar para el bosque y subir esa gran colina que se adentraba al bosque con dirección al árbol viejo y torcido que escondía la madriguera.
- ¡Ya! - Alicia se apoyó en sus rodillas para tomar aire, estaba cansada. Nunca había corrido tanto en su vida. Se giró para buscar a su madre, pero no la encontró. Volvió sobre sus pasos hasta el inicio de la colina en donde la encontró tirada sobre el césped abanicándose con su mano. – Se supone que me seguías.
- Déjame tomar aire… un momento… Alicia, ya no estoy… para esos trotes – Jadeo la mujer tomando aire. Cuando se repuso, Alicia la ayudo a subir hasta la madriguera del conejo. Alicia escarbo un poco la tierra y quito un arbusto que había crecido.
Ahí estaba. Tal y como la recordaba.
-Bien, madre. Ahora solo hay que saltar. - Alicia la ayudo a ponerse en posición a pesar de las quejas de la mujer mayor. – Vamos, no es tan difícil, solo no te asustes. Te veo abajo.
- Alicia ¡NO! – Muy tarde. Su propia hija la había empujado y Helen Kingsleigh había caído en la madriguera, seguía por su emocionada hija.
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Alicia amaba esa sensación de caída libre. Su cabello al viento. Sin cuerdas ni ataduras, solo cayendo a toda velocidad, pero con la seguridad de que no se haría daño. Había aprendido que si caía con pánico, su caída seria descontrolada y rápida, lo cual haría que se lastimara con los objetos como camas y sillas y se estrellara con fuerza en el piso. Así que, al estar relajada, parecía que simplemente flotaba.
No era lo mismo para Helen Kingsleigh, que caía en picada. Gritaba y lloraba creyendo que cuando tocara el suelo (si es que había suelo) terminaría muerta. Ya se había golpeado con una silla y había rebotado en la cama. No dejaba de dar vueltas y seguía cayendo.
Alicia puso los ojos en blanco y se impulsó con un mueble para caer más rápido y alcanzar a su madre. Helen lloraba - ¡Alicia! ¡Vamos a morir!
-Cálmate, madre, relájate.
- ¡¿Cómo quieres que me calme?! ¡Vamos a morir!
- ¡si no te calmas, de verdad vamos a morir! - Después de un par de segundos, Alicia pudo calmar a su madre hasta el punto de que ella flotaba al igual que su hija. No tardaron mucho en tocar con delicadeza el suelo aunque todo estaba oscuro. Se percataron de que había una luz que salía del suelo a través de una puertita. Alicia la abrió y vio el candelabro de la sala circular con puertas.
Esto era cada vez más loco.
Alicia se dejó caer por la trampilla y aterrizo en el techo. Su cabello colgaba como la segunda vez y miro a bajo viendo la mesita con el Upelkachen y el Pishalver. Volvió a caer y aterrizo en el piso con diseño de ajedrez. Ya de pie, camino hasta la trampilla en donde sujeto a su madre los brazos- ¡Ya madre! ¡Ahora tú! – Helen salió de la trampilla y se quedó junto a Alicia, ahorrándose todo el viaje del techo de regreso al piso.
-¡Esto no tiene sentido, Alicia! ¡Esto es una locura!
- Esto es emocionantes, esto es Infratierra, madre. A partir de ahora, nada tendrá sentido. – Helen trato de abrir una de las tantas puertas, pero todas estaban cerradas - ¡Madre! - Helen se volteo para ver a su hija que sostenía una llave y corría una cortina roja en donde había una pequeña puertecita en la pared.
- No pretenderás que pase por ahí… ¡Alicia, es muy pequeño! – Exclamó.
- Para eso es el Pishalver - Dijo levantando la botellita.
- ¿Pishal…qué? - Su madre se asustó de que fuera veneno, pero se asustó más cuando vio a su hija encogerse hasta el tamaño de un ratón. - ¡Ay Dios! – Un golpe seco y Helen se encontraba desmayada en el piso de ajedrez. Habían sido muchas emociones para la pobre mujer. Bueno, ella siempre reaccionaba así cuando sucedía algo nuevo. Alicia nunca olvidaría la vez que se desmayó cuando la vio vestida con las ropas de las tribus de América o cuando se rio tanto en la mesa del Zar de Rusia y se cayó de la silla.
Con mucha paciencia, logro que su madre desmayada ingiriera el Pishalver y se redujera como ella lo había hecho antes. Tomó la llave y arrastro a su madre hasta que cruzaron la puertecita y llegaron a una Infratierra de noche. El aire fresco golpeo su cara y removió sus rizos.
¡Al fin en casa!
Ahora… a caminar hasta Marmoreal cargando a su desmayada madre. Alicia se rio de sí misma, por la extraña situación. Debía conseguir transporte.
Su risa había despertado a una ardilla, que se había acercado para ver quién era la que lo despertaba de su sueño. Alicia acaricio la cabeza del animalito pidiendo una disculpa - ¿Podría ayudarme a llegar a Marmoreal? Olvide el Upelkachen en la sala. – La ardilla asintió y Alicia se subió junto con su madre aun dormida en el lomo del animal. Sujetándose fuerte, se dirigió hasta el castillo de la Reina Blanca.
ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO, ESTE ES EL PRIMER CAPTULO Y ESPERO PRONTO ACTUALIZAR. PUEDEN ESCRIBIRME EN LOS COMENTARIOS PARA VER QUE LE FALTA, SE ACEPTAN SUGERENCIAS Y TAMBIEN SI HUBIESEN DATOS DE LOS PERSONAJES QUE PUDIERAN DARME LO AGRADECERIA MUCHO. BESOS!
REVIEWS?
