Advertencias: La boca sucia de Katarina (Nombre que le he otorgado a Fem!Romano) y un poco de sangre.
Nota de la autora: [LEER PLZ. ES IMPORTANTE. SI NO LO LEES FRANCIA ASALTARÁ TUS REGIONES VITALES] Voy a dar una pequeña introducción a esta historia.
Esto es un AU (Another Universe [Universo Alterno]) Lo que significa que aquí puedo hacer lo que me salga de las narices. Y yo demando una historia en donde haya una guerra entre reinos, un misterio por resolver y un amor no correspondido. AMO ESTE TIPO DE HISTORIAS.
Aquí Romano será una chica."¿Por qué, Namira-chan? Yo pensé que te gustaba el royo gayxgay y esas cosas... :c" seguro que me preguntarás. Yo te respondo, fiel amig mi . La idea de esta historia me la dio una amiga mia del instituto. Lo mejor de todo es que ni le gusta el yaoi ni sabe qué es Hetalia. Por eso hice esta historia con una pareja hetero, para no traumatizarla mucho (Si tú, fiel amiga mía del instituto, estás leyendo esto, prepárate para lo que viene, jujuju~).
En este AU habrá dos reinos distintos: El reino Azul y el reino Morado. Ambos están en guerra y separados por un caudaloso río, y la única manera de llegar es con una barca. En medio del río hay un pequeño islote denominado la Zona Neutral, en donde se procederá con las reuniones e intentos de tratados de Paz. Katarina será la princesa Azul. ¿Por qué? Porque yo lo valgo, te callas. La identidad del príncipe/de la princesa Morad será una sorpresa. Me gustan los cliffhangers, así que aquí verás a mogollones.
No voy a poder actualizar cada día. Es más, tardaré un poco (mucho) en subir el primer capítulo. Escribo en el cuaderno y luego lo paso a Word. ¿Qué? ¡Me gusta escribir, leches!
Los rewiews/favorites serán eternamente agradecidos.
Disclaimer: Hetalia no me pertenece (por desgracia). Pertenece al grandioso y awesome Hidekaz Himaruya, más conocido como el mayor troll de todos los tiempos. Alabadlo. *alaba*
Ruido. Gritos. Explosiones. Aquella noche prometía ser más que una sangría movidita.
La princesa estaba herida. El caballero la llevaba en brazos. Él corría sin cesar a traves de los corredores del castillo Azul. Había cadáveres y sangre por todos lados. Fuego y humo cubrían el castillo. Los recursos se acababan. Tarde o temprano los Morados los atraparían.
¿Cómo pudieron llegar hasta esta situación? Mañana mismo el padre de la princesa Katarina Vargas, el Rey Azul, iba a la Zona Neutral, donde tendría un encuentro con la Reina Morada. A estas horas el Rey Azul debería estar muerto y expuesto su cuerpo en la entrada del castillo.
Los Morados eran unos cerdos tramposos.
- ¡Nos pisan los talones! -chilló Katarina- Corre Antonio, ¡maldita sea!
- Voy lo más rápido que puedo, Kata -respondió jadeando Antonio, uno de los caballeros más fieles al Rey y amigo de la infancia de la princesa-. ¡No tienes por qué presionarme!
- ¡No me llames Kata y sigue!
Giró una esquina y entró en la primera puerta que vió. Nada más entrar, y en un ágil movimiento, Antonio soltó a Katarina sin la más mínima delicadeza y rápidamente colocó una silla en la puerta, para que no entraran los Morados.
- ¡Joder! ¡No me sueltes de esa manera tan bru-! -la castaña no pudo terminar, ya que el caballero le tapó la boca-. ¡Mmm!
- Ya podrás gritarme luego -dijo Antonio, sosegado-. Ven por aquí.
La cogió de la mano y la ayudó a levantarse del suelo. Katarina cojeaba a causa de su herida en su pierna, la cual goteaba sangre a través de las vendas provisionales de Antonio. Este la condujo hasta la puerta al almacén, el cual conectaba con la armería.
- ¿Eh? ¿Qué haces?
- Entra y escóndete -la miró con un semblante serio-.
- Ni hablar. Si debo hacerlo... -se sonrojó- ... tendrás que venir conmigo, bastardo.
Silencio. Antonio cerró los ojos.
- Lo siento.
La empujó por las escaleras al almacén.
- Volveré, lo prometo.
Y antes de que Katarina pudiera decir algo, Antonio le dedicó una sonrisa y cerró las puertas del almacén.
Unos segundos después Katarina pudo oir la puerta de la cocina abrirse y varios sonidos metálicos acercándose cada vez más. Espadas se escuchaban chocar mientras la voz de Antonio gritaba "¡Debo lealtad al Rey! ¡Debo lealtad a la princesa!" como si fuera un mantra que se repetía infinitas veces.
Se oyó un golpe seco y el caballero dejó de gritar.
Los sonidos metálicos se alejaban y la puerta de la cocina se cerró. La castaña no se atrevió a sacar la cabeza de su escondite por miedo a que se la cortaran. Más tarde se oyó una explosión y los escombros del castillo tapiaron la entrada del almacén.
Katarina Vargas estaba sola, encerrada y a oscuras. Asustada, gritó con todas las fuerzas que su garganta podía proporcionarle.
- ¡CHIIIIIGIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!
Pero nadie la escuchó.
