Capítulo 1
Los personajes de Gundam Wing no me pertenecen.

Resumen: Los Aijin son una raza pasiva que ha vivido por tiempo indefinido escondidos del contacto con la civilización. Por tal razón se han vuelto una leyenda fantástica. Uno de los hermosos Aijin cumple con el destino que sus antepasados le asignaron y en la soledad de la noche recorre el camino que lo lleva entre su clan y el clan vecino. Esta noche sus antepasados le asignarán el amor sellado en la palma de su mano.


Aijin - amantes

K'so - maldición

Shinigami - dios de la muerte


El joven de largos cabellos castaños sonrió cuando vio acercarse a su mejor amigo Quatre. El joven caminaba con cierta dignidad de niño vestido completamente de blanco y adornado a la usanza de los Aijin. No muy lejos de él y sobrepasándole en estatura le seguía Trowa, su compañero, vestido de igual forma pero con más decoro si podía decirse. Unos mechones castaños ocultaban uno de sus verdes ojos. Los ojos azules de su amigo brillaron intensamente al verlo, con todo sabía que estaba preocupado por el viaje que emprendería en unos minutos.

No era la primera vez en sus dieciocho años que Shinigami salía de la seguridad de su clan para llevar y traer noticias al clan vecino pero aún cuando todos sabían que podía cuidarse perfectamente. Sin embargo este viaje, por alguna razón, había puesto a su amigo más tenso que de costumbre y era que esa jornada no le daba buena espina. Pero en todo el tiempo que había ido y venido siempre había sido cuidadoso, pasaban meses antes de que volviera a realizar el viaje. Estaba tan seguro como que lo apodaban Shinigami.

Luego de algunas palabras de despedida para tranquilizar a sus amigos partió, sus negras ropas aleteando alegremente en el gélido frío de la noche. No se arriesgaría a ser visto, menos aún reconocido, por ninguno de los caminantes que pudiera encontrarse. Debería esconderse durante el día todo lo más que fuera posible, hasta llegar al otro lado de la gigantesca ciudad para encontrarse con la única otra célula existente del clan de los aijin.

El joven se despidió con una sonrisa y espoleó su negra montura mientras su larga trenza de cabellos castaños azotaba tras él.

El puesto del otro clan quedaba a tres noches de distancia si viajaba sin descanso, por lo que el joven no podía permitirse detenerse para probar bocado, ni él ni su montura. Pero ya había hecho el viaje con anterioridad y sabía que el animal podía resistirlo si le permitía un buen descanso y abundante comida durante el día.

La primera noche pasó sin contratiempo alguno y Shinigami se halló sin problemas a dos tercios de distancia de su destino. A los primeros rayos del amanecer detuvo la desbocada carrera y disminuyó el paso hasta llegar a una protegida caverna en el interior del bosque donde sabía por experiencia que encontraría agua y podría descansar sin preocupaciones. La siguiente parada sería la más peligrosa de todas porque tendría que detenerse en las afueras de la ciudad misma donde rondaban los ladrones y asesinos por demás.


El joven esperaba pacientemente escondido tras unos arbustos. Sus ropas oscuras y una capucha ocultando su rostro donde apenas podían distinguirse unos ojos de un azul muy intenso. Con algo de disgusto se aprestó a quitar unos mechones color caoba que le caían rebeldes en los ojos una y otra vez. Montaba un blanco corcel que en esos momentos había cubierto casi por completo con una tela oscura. Justo cuando pensaba que había desperdiciado nuevamente la noche esperando en vano una sombra pasó a velocidad vertiginosa por el lugar donde se hallaba escondido.

Desde la primera vez que lo había visto sus sueños se habían visto plagados con la imagen. La primera vez pensó que la muerte misma iba pasando por la semipenumbra del bosque y se había espantado por varios días hasta que lo había vuelto a ver y entonces había distinguido los cabellos castaños recogidos en una trenza. La curiosidad había plagado incluso sus sueños donde lo veía cabalgando bien tras sus pasos o intentando darle alcance para quitar la capucha que cubría el misterioso rostro.

Esperó unos segundos y salió tras la sombra que cabalgaba el camino del bosque como una centella. Lo siguió hasta que los rayos del sol comenzaron a iluminar sobre la copa de los árboles, cuando finalmente comenzaban a salir del bosque y se acercaban al borde de la ciudad la sombra fue disminuyendo el paso hasta detenerse finalmente frente al primer mesón de la frontera. Se detuvo lo suficientemente lejos para no ser visto por la figura pero con la posibilidad de espiarlo. Lo vio dejar el caballo en los corrales y finalmente entrar con paso cansado al mesón llevando a sus espaldas dos bultos de cuero negro. Humano, gritó en su mente, tan humano como cualquiera y no una cruel aparición. Esperó pacientemente casi una hora antes de intentar acercarse a la posada.

Con una palmada dejó ir al caballo de vuelta al bosque mientras se cubría aún más con su propia capucha. Se acercó al posadero y le pidió un cuarto por una sola noche, dejándo el pago sobre la mesa y siguiendo al posadero en dirección a las habitaciones. Cuando el hombre le mostró su habitación le pidió que no lo molestara por ningún motivo, ni siquiera para comer. Esperó hasta que estuvo seguro de que el posadero había salido para dar una vuelta por el pasillo y tomar nota de las habitaciones que estaban vacías.

Una a una fue revisando las que estaban abiertas, apenas habían cuatro habitaciones desocupadas, pero sabía que pronto sería hora del desayuno y que muchos también partirían, dejando las habitaciones disponibles. Regresó a su habitación y esperó pacientemente hasta que la hora del desayuno pasó entonces se aventuró nuevamente al pasillo asegurándose primero de que estaba completamente vacío. Sólo cuatro habitaciones continuaban ocupadas y Heero tomó nota de ello. Escuchó ruidos y rápidamente regresó a su habitación. No se preocupó por vigilar el camino, ni siquiera le echó un vistazo a los corrales.

Sabía que la sombra que seguía sólo salía durante la noche. Lo había logrado trazar hasta las afueras de la ciudad donde lo había perdido la vez anterior. Con algo de suerte había podido trazar la posible ruta de llegada y así era como había logrado esperarlo a mitad de camino. Ahora esperaría a que fuera la hora de la comida y entonces vería si las cuatro habitaciones continuaban cerradas.

Se recostó en la cama a esperar y cuando sintió el ruido peculiar de los hombres comiendo en la sala del mesón se aventuró nuevamente al pasillo y con una sonrisa pudo comprobar que sólo una habitación continuaba ocupada. Trató la puerta con suavidad pero estaba cerrada, sin perder el paso sacó una pequeñísima daga de punta afilada y la introdujo en el cerrojo. Con algunas vueltas y giros hizo saltar la cerradura, asustándose levemente con el ruido que había provocado. Esperó a ver si alguien respondía y al ver que no había respuesta giró la cerradura y empujó la puerta.

La visión en el interior de la habitación lo dejó sin aliento. Acurrucada sobre las sábanas yacía una pálida figura, la esquina de la sábana cubría precariamente la parte baja de las caderas dejando al descubierto un camino de suaves vellos castaños que se dirigía irremisiblemente hacia el sexo del ocupante de la cama. Una larga trenza de cabellos color miel serpenteaba sobre la espalda desnuda, atada con un pequeño cordón de cuero negro. Heero salió de su ensoñación y se acercó a la figura cerrando la puerta tras de sí. Se movió para ver mejor el rostro de lo que hasta ese momento sólo había sido una sombra cabalgando de noche por el camino.

Las facciones eran andróginas, completamente relajadas en su perfección. La piel lisa y de apariencia suave, de una pálidez hermosa. Heero retrocedió, abrumado repentinamente por las sensaciones que le provocaba el sólo verlo dormir tan plácidamente porque a pesar de toda aquella belleza era obvio que aquel era un joven y no una jovencita. Sin quererlo tropezó con la mesa de noche, haciendo que un pequeño jarrón de cristal que descansaba sobre ella con algunas flores cayera al suelo estrepitosamente. Se quedó quieto pero por instinto llevó una mano a donde tenía guardada su daga. La figura se estremeció levemente, se volteó boca arriba, dio uno que otro suspiro mientras se restregaba los ojos pero al fin y al cabo volvió a quedar dormido.

Heero suspiró aliviado y sus ojos se detuvieron por unos breves instantes donde el joven había puesto su mano sobre su vientre. La sábana por suerte había seguido los movimientos de la figura y había permanecido sobre las caderas y ahora marcaba perfectamente la silueta oculta bajo ella. Heero sacudió la cabeza como para quitarse la pesada neblina que comenzaba a nublar sus sentidos. Se apresuró a salir, decidiendo que era mejor escapar mientras aún podía a la visión y la tentación.

Bajó a donde comía el resto de los hombres y pidió algo de comer. Mientras esperaba se percató de que no había revisado el resto de la habitación. Maldijo suavemente, aquella distracción le había hecho cometer un error. De todas formas pronto averiguaría lo que el joven guardaba, si se arriesgaba a entrar nuevamente a esa habitación. Algo en toda la escena del cuarto atrajo su atención. El hecho de que el joven no despertara sólo tenía dos explicaciones. O tenía el sueño muy pesado... o estaba sumamente cansado, lo que podría suponer que había viajado toda la noche.


Apenas había anochecido y Shinigami se encontraba nuevamente en su montura, espoleando al animal como si no existiera un mañana. Los primeros rayos de sol lo alcanzaron al tiempo que llegaba a la posada donde solía detenerse para descansar durante el día. El posadero ya lo conocía y aunque Shinigami no intercambiaba con el hombre más de las palabras necesarias el posadero nunca lo había molestado con preguntas por lo que siempre al partir le dejaba una cantidad mayor de lo que realmente costaba el cuarto y la estadía de su caballo en los corrales.

Esa noche, sin embargo, cuando Shinigami bajó al mesón para cenar y finalmente partir el posadero se le acercó. El joven pensó que era tiempo de pagar por lo que sacó una pequeña bolsa de terciopelo negro y la puso sobre la mesa para el posadero. Cuando el hombre titubeó en tomarla Shinigami levantó la vista y le pareció que el posadero estaba algo nervioso. El joven lo tomó de la muñeca y puso la bolsa directamente en la mano del hombre mirándolo fijamente, pero antes de que pudiera retirar su propia mano, el posadero le deslizó un papel cuidadosamente doblado entre los dedos, le dio una mirada significativa al joven y finalmente se alejó con el dinero.

Shinigami continuó comiendo como si nada hubiera sucedido mientras con cuidado deslizaba la nota bajo la mesa, abriéndola y luego sacándola levemente de abajo del mantel de forma que parecía que continuaba su comida. No bien había terminado de leer arrugó la nota y mentalmente le agradeció al posadero. Se apuró un poco en terminar su comida y con paso largo se dirigió a los corrales en busca de su caballo. Pudo distinguir claramente cuando dos hombres salieron de la posada tras él. No perdió tiempo y se sorprendió de ver que su caballo ya estaba aparejado. Cuando regresara tendría que buscar la forma de agradecerle al hombre. De un salto estuvo sobre el caballo y lo espoleó, partiendo de inmediato. Pasó como una centella al lado de los dos hombres que los seguían y pudo ver sus caras de sorpresa. Seguramente habían pensado en alcanzarlo cuando estuviera aparejando el caballo. Sonrió como un desquiciado y acució a la bestia que con un agudo relincho aceleró el galope.

Sólo tenía una preocupación en esos momentos, si aquellos hombres lo seguían estaría en peligro de guiarlos a donde estaban ocultos los demás miembros del clan, por lo que debería desviarlos aunque eso le costara atrasar su llegada.

No pasó mucho tiempo cuando pudo distinguir claramente el distante relincho de caballos, sus perseguidores seguramente. Ni siquiera se tomó la molestia de ver a su espalda al tiempo que acuciaba más a su corcel. Por unos momentos sintió que ponía distancia pero se sorprendió al escuchar el sonido de otro caballo a su lado derecho galopando tan rápido como el suyo. Sus ojos se abrieron desmesuradamente cuando luego de pasar unos arbustos al lado del camino un jinete en un caballo completamente blanco comenzó a galopar justo a su lado.

"¡K´so!" Exclamó entre dientes, aguzando la vista al frente del camino. Aquellos hombres tenían que haber estado planificando emboscarlo desde hacía mucho tiempo. Seguramente pensaban que cargaría con suficiente oro o algo por el estilo. Se permitió una leve sonrisa, los bandidos se desilusionarían mucho si lo llegaban a alcanzar y descubrían que sólo llevaba suficiente dinero para hospedarse de vuelta en la posada. El resto de su equipaje se conformaba de cartas y pegarminos cuyo único propósito era mantener ambos clanes en comunicación y acuerdo.

Aquellos instantes de meditación fueron suficientes como para permitir que el jinete del caballo blanco lo alcanzara. Volteó en dirección del hombre y se sorprendió al descubrir tan sólo un muchacho de oscuros cabellos con una expresión determinada. Era lógico entonces que los demás lo enviaran a seguirlo, el joven era lo suficientemente liviano como para permitir que su montura pareciera volar junto a la suya.

Con un fuerte tirón a las riendas de su caballo el joven trató de empujarlo fuera del camino pero su propia montura era lo suficientemente fuerte como para resistirlo y no sólo fuerte, también viciosa. Con un rápido movimiento de la cabeza la montura de Shinigami le propinó una dolorosa mordida al otro caballo que lo hizo corcovear levemente haciendo que se alejara por instinto.

Luego de unos buenos quince minutos de forcejear con el jinete Shinigami logró tomar la delantera. Si alcanzaba a llegar al Salto Azul podría perderlos. Con algo de nerviosismo dirigió al caballo hacia el precipicio cuyo fondo estaba cubierto por una neblina azul muy densa, de ahí el nombre. El animal ya había logrado el brinco otras veces por lo que Shinigami no estaba preocupado por eso, lo que le preocupaba en realidad era si el jinete del caballo blanco tendría o no el coraje de seguirlo. Sin duda podría realizar el brinco sin problemas aunque pareciera demasiado largo. Ambos, caballo y jinete eran similares en fuerza y agilidad a Shinigami y su montura.

Los cascos de su caballo llegaron al borde y por unos segundos joven y bestia parecieron la misma sombra de la muerte saltando sobre la extraña neblina. Cuando los cascos del caballo tocaron el otro borde Shinigami suspiró aliviado, un poco más adelante detuvo su corcel pero cual no sería su sorpresa al ver cómo el joven de la blanca montura aterrizaba justo en esos momentos.

Con una expresión seria lo observó detenerse no muy lejos. Unos gritos del otro lado del precipicio le indicaron que el resto de los hombres que lo perseguían se había detenido por temor al salto.

"No tengo oro, ni llevo tesoro alguno." Le dijo con claridad. "No tengo nada que sea de valor tan sólo para mi familia." El joven no dio muestras de interesarse en lo que tenía que decir, pero lo vio bajar del caballo y desenvainar una espada. Bueno, si lo que aquel joven interesaba era un duelo con él, entonces tendría que complacerlo. Con lentitud desmontó y desenvainó la espada que siempre llevaba oculta en su montura.

Shinigami se acercó y con un gesto de sus ojos el duelo comenzó. Ambos jovenes se colocaron en guardia. Un suave arco hacia adentro y la espada de Shinigami tocó la del joven, probándo sus fuerzas. El joven sonrió e imitó el movimiento.

"Si gano quiero todas tus posesiones." Le informó el joven.

"¡No tengo nada de valor!" Volvió a gritarle entre dientes.

"Tu vida y tu caballo son suficientes." Respondió el joven con una corta sonrisa.

"Moriría antes que quedar a merced de unos simples ladrones." Exclamó Shinigami indignado y el duelo continuó.

"Si gano, quiero que me dejes ir en paz." Gritó Shinigami por encima de las espadas cruzadas luego de detener el avance del joven que probaba ser tan fuerte como él.

"Ni lo sueñes." Le contestó el joven. "Aún cuando logres escapar sé que tendrás que regresar y mis hombres y yo te estaremos esperando." Maldijo en su mente, pero al menos estaba avisado de antemano de los planes del joven porque él sí pensaba escapar.

Luego de casi media hora de luchar con el joven de forma incansable Shinigami ya estaba más que listo para jugarle una treta y escapar. Varios encontronazos más los hicieron quedar en lados contrarios y Shinigami aprovechó para llamar a su montura con un corto silbido. El animal se levantó en dos patas y con los cuartos delanteros atacó al joven que le daba la espalda. De inmediato se acercó al lado de su amo quien montó con un ágil salto.

Desde el suelo el joven de ojos azules se quejó levemente intentando ponerse en pie. "Eres testarudo." Murmuró y acercándose al blanco corcel cortó el chinco del animal y las bridas, dándole luego un azote en los cuartos traseros con el lado plano de la espada.

Ni siquiera volteó a ver los furiosos ojos del joven al ver que había azorado a su animal, simplemente hincó los costados de su caballo y se perdió por el camino que bajaba del Salto Azul dejando a sus espaldas a un furioso ladrón.

Shinigami no se detuvo lo que le quedaba de camino hacia el clan vecino y al llegar cerca del primer puesto ya los rayos del sol brillaban alegremente. Con voz agitada gritó la clave. "¡Paso a Shinigami!"


Gracias por leer.