Nota:

En este fanfic la edad de los personajes se ve alterada para que las diferencias no sean tan grandes y puedan encontrarse en situaciones similares. Las localizaciones son las mismas que en el libro, pero se sitúa en la época actual. Las parejas, las relaciones y parentescos entre personajes y otros eventos que salen en la saga/serie también están sujetos a cambios. Avisaré ante cualquier cosa que crea que pueda ser un spoiler. Si alguna vez se me pasa alguno, lo siento muchísimo.

No poseo ninguno de los derechos sobre Canción de Hielo y Fuego o sobre Juego de Tronos.

Dicho ésto, a disfrutar.


Capítulo 1

El sol refulgía, alto y enorme, sobre Desembarco del Rey. Los últimos días del verano llegaban a su fin, pero desde luego no es lo que parecía. Los adoquines de las calles ardían y el asfalto se había derretido en algunos puntos concretos de la ciudad. Las pocas personas que se encontraban fuera de sus casas se amontonaban bajo los árboles y los balcones, buscando la ansiada y refrescante sombra.

En los jardines de la soleada ciudad, un grupo de amigos disfrutaban de un picnic. Se servían bebidas heladas y cuencos con fresca y deliciosa fruta. A pesar del ambiente distendido, todos estaban callados, ensimismados. El fuerte calor que azotaba el lugar y la realización de que pronto empezarían de nuevo el instituto hacía mella sobre ellos. Un grupo de niños se bañaba en las fuentes bajo la atenta mirada de los guardias, que habían decidido hacer la vista gorda. Uno de los pequeños chapoteaba incansable y otro no paraba de levantar pequeñas olas con sus piececitos. Una de las chicas del grupo, de larga y ondulada melena castaña, sonrió para sí ante la visión de los niños pasándoselo bien en el agua. Inocentes, sin responsabilidades ni largos meses de estudio por delante.

—Margaery —la llamó un chica de rizos rubios—, ¿estás bien?

—Oh, sí, Myrcella… —dijo la castaña—Perdóname, estaba en las nubes…

—Ya veo, ya —dijo su la chica—. A lo mejor deberíamos irnos, hace demasiado calor.

—Pues yo estoy perfectamente —respondió otro chico, mientras una pelirroja le daba de comer uvas —. No me apetece nada irme de aquí. Estoy muy a gusto— su comentario hizo sonrojar a la pelirroja.

—Sansa, no deberías consentir tanto a mi hermano… —dijo Margaery divertida.

—Sansa, ¡no la escuches! —imploró Loras, el hermano de Margaery.

—Me voy a buscar a mi hermano —dijo la chica rubia—, definitivamente hace mucho calor. — ¡Tommen, sal del agua! Nos vamos a casa ya —gritó la chica para que su hermanito la escuchara.

—Jooo… —se oyó a lo lejos.

El grupo de amigos se echó a reír y, seguidamente, empezaron a recoger sus cosas.

—Myrcella, por cierto, ¿dónde está tu hermano Joffrey? —preguntó Margaery— Creía recordar que me había dicho que pasaría con nosotros el día antes de las clases…—dijo pensativa.

—Ah, sí… —dijo la rubia abriendo los ojos de par en par—Se me olvidó deciros que hoy llegaban de Dorne unos amigos de mis padres con sus hijos y Joff no quería faltar a tal acontecimiento —dijo la niña entre risitas, y fue suficiente como para captar la atención de su interlocutora.

—Y, ¿a qué se debe eso? —Dijo la castaña curiosa—Si puede saberse, claro…

—Se debe a que Joff bebe los vientos por Arianne —dijo Myrcella—, es la mayor de dos hermanos. Su hermano Trystane también es muy guapo. Mira, te enseño una foto para que veas —dijo la niña tendiéndole el móvil a su amiga. En él se veía una foto de ella junto a sus hermanos y los de Dorne.

—Vaya —dijo Margaery, enmudeciendo— , sí que son guapos…

—Tú también lo eres, Margaery —dijo la niña de forma inocente.

—Gracias, pequeña —contestó la castaña mientras le revolvía el pelo a su amiga.

A Margaery la invadió súbitamente un extraño sentimiento de incomodidad. Ella siempre ha sido guapa, inteligente, buena en los deportes, cariñosa y amable y, para más inri, su familia es rica. En el instituto la consideraban la más popular y todos los chicos, y muchas chicas, la admiraban y le profesaban su amor. Entre ellos, Joffrey. Pero, ahora, sentía que tenía que competir con una extraña y estar a su altura. Porque Margaery, desde que vio a Arianne, no pudo evitar posicionarse por debajo de esta chica de melena color castaño oscuro, grandes ojos rasgados y piel dorada. No es que tuviera especial interés en Joffrey y los demás, por muy superficial que suene, le encanta que haya gente que la tenga en tal alta estima. En su familia, el prestigio social está muy bien valorado y ella y su hermano habían sabido sacar provecho de sus dones naturales para estar en lo más alto del cuerpo estudiantil. Cosa de la que sus padres estaban más que orgullosos.

Margaery intentó sacarle más información a Myrcella sobre los chicos nuevos.

—Dime, Myrcella —dijo ella melosa—, ¿Trystane tiene tu edad?

—Así es —dijo entusiasmada la niña—. Quince años, ¡igual que yo! ¿No es genial?

— ¿Y la buenorra de su hermana? —Soltó Loras, para alivio de su hermana, que no quería pecar de indiscreta, y para enfado de su novia Sansa, que le dio un tortazo en el hombro— ¿Qué? —dijo el chico ofendido—. Sansa, te quiero y lo sabes. Pero, madre mía, Arianne está como un…—no le dio tiempo a acabar la frase porque su hermana le dio otro tortazo.

—Compórtate, Loras. Me gusta Sansa como cuñada —dijo guiñándole un ojo a la pelirroja, para aliviar la tensión.

—Arianne tiene dieciocho años, así que es un año mayor que tú y que Margaery —dijo finalmente la rubia—. ¡Aquí estás, Tommen! —dijo abrazando a su hermano pequeño y cogiendo su mochila—Vámonos a casa, ¡nos vemos en el instituto, chicos!

—Adiós, Myrcella, nos vemos —dijeron los otros tres al unísono.

Los que quedaron terminaron de recoger y salieron de los jardines. Loras quedó en que iría más tarde a su casa, ya que acompañaría a Sansa hasta la suya y de paso pararían a tomarse un helado. Así que Margaery tomó el camino de vuelta a su casa, sola y en silencio.

No podía dejar de pensar en la chica dorniense. Tenía algo cautivador, mágico, y eso la enfurecía. Por primera vez, se sentía indefensa y poca cosa. No podía evitar compararse con aquella chica del sur de Poniente; todo en ella parecía mil veces mejor que lo que la castaña tenía. Harta de sus propios pensamientos y de cómo éstos la hacían sentir, sacó su reproductor de música del bolso y se puso los auriculares en los oídos. Encendió el aparato y puso la música a todo volumen. Estaba tan entretenida mirando las canciones de su lista que no se dio cuenta de que estaba a punto de cruzar la calle sin mirar.

— ¡Cuidado! —Le gritó alguien— ¡Eh, chica! ¡Cuidado!

El claxon del coche sonó durante largos segundos y negras marcas de goma quemada se imprimieron con fuerza sobre el pavimento.

Margaery sólo reaccionó una vez que estuvo fuera de peligro, gracias al tirón que alguien le dio desde su espalda.

— ¡A ver si miras por dónde vas! —le gritó el conductor— ¡Me has dado un susto de muerte! Puta loca… ¡estos adolescentes no saben lo que hacen!

— ¡No hace falta insultar! No lo ha hecho queriendo y ahora estará confundida y asustada. —A Margaery la voz le sonaba distante, sus oídos pitaban y su corazón bombeaba a mil por minuto—. Lo menos que necesita es que le grites —dijo la voz con un deje de enfado.

El conductor soltó un improperio y arrancó el coche de nuevo. En menos de un minuto ya había desaparecido colina abajo.

—Imbécil… —dijo la voz— ¿Estás bien? — Dirigiéndose a la castaña.

Margaery se dio la vuelta y se enfrentó a la persona que la había salvado de un accidente automovilístico. Una mujer alta, de melena color castaño oscuro recogida en una larga trenza, ojos rasgados y piel dorada. Llevaba puesta una camisa de lino remangada hasta los codos y unos shorts color caqui. De su cuello colgaban finas cadenas de plata con adornos que tintineaban. Olía bien, a cítricos y a verano. Y no pudo contener la sorpresa al reconocerla...

— ¿¡Tú!? —dijo entre sorprendida y furiosa. Estaba delante de la chica que la había hecho sentirse tan mal consigo misma sin tan siquiera conocerla.

— ¿Yo?, ¿cómo que yo? —Dijo la chica no menos impactada— ¡Serás desagradecida! Te acabo de defender frente a ese energúmeno. Esa cara de repulsión está de más… —Respondió ofendida.

—Perdona, perdona… —Dijo Margaery tras tomarse unos segundos para pensar— No quería tratarte mal y... te estoy muy agradecida, de veras.

La otra chica puso una expresión de no creerse ni la mitad de sus palabras. Hizo rodar sus ojos y bufó, para luego comenzar a marcharse por dónde venía.

— ¡Espera! —Dijo Margaery agarrándola de la muñeca y haciendo que se parase—Hablo en serio, gracias. Podría haberme pasado algo muy grave y me has… me has salvado. Gracias —.Dijo la castaña con nerviosismo, notando cómo se ponía cada vez más roja.

El rostro de la otra chica se dulcificó y su cuerpo se destensó.

—Así está mejor… —dijo con una risita— Me llamo Arianne Martell. ¿Y tú? —dijo tendiéndole una mano.

—Margaery Tyrell —se presentó y respondió al saludo—. Encantada.

—Así que Margaery Tyrell, ¿eh? —Dijo Arianne perspicaz— Verás, mi familia y yo acabamos de llegar a Desembarco desde Dorne. Unos amigos de mis padres nos han recogido esta mañana en el aeropuerto y desde ese momento no he dejado de escuchar tu nombre.

A Margaery el comentario la tomó por sorpresa y se reflejó claramente en su cara. Tampoco supo cómo responder, así que dejó que la dorniense siguiera hablando.

— ¿Sorprendida? —dijo Arianne— Al parecer tienes un pequeño gran admirador entre los Baratheon… —dijo acercándose más a Margaery— Tenía unas ganas increíbles de conocerte, Margaery. Me han contado cosas increíbles sobre ti, ¿sabes?… —dijo seductora—. Y todas ciertas, por lo que veo —dijo guiñándole un ojo a la castaña, recreándose en las reacciones que causaba sobre la chica.

—Yo también había oído hablar de ti, Arianne —dijo Margaery recobrando un poco su compostura—, esta misma mañana Myrcella nos enseñó una foto tuya y de tu hermano. ¿Trystane, no? —dijo Margaery— Es un chico muy, muy guapo —dijo enfatizando sus palabras.

—Sí que lo es… —dijo Arianne— Un poco joven para ti, ¿no crees? Quizás te convenga fijarte en alguien, más o menos, de tu misma edad —declaró juguetona.

—La edad es algo que me trae sin cuidado, Arianne. Además, es apenas dos años menor que yo…

— ¿Qué vas a hacer tú con un niño sin experiencia? —dijo Arianne, picada.

— ¿A ti qué te importa? ¿Se te ocurre algo mejor? —respondió airada, dándose cuenta de que, a pesar de todo, Arianne seguía siendo una completa desconocida.

—Es mi hermano. Y sí, se me ocurre algo mejor…—dijo enroscando un mechón castaño de Margaery entre sus dedos.

—Encantada de conocerte, Arianne. Gracias de nuevo —dijo Margaery súbitamente, deseando deshacerse de la compañía de la chica—. Espero volver a verte pronto —dijo falsamente, retomando el camino a casa.

—Desde luego que nos veremos —dijo Arianne—. Voy a tu mismo instituto.— Soltó de pronto.

Margaery se paró en seco durante unos segundos. La rabia que le subió por el espinazo se la guardó toda para ella, no le dio a Arianne la satisfacción de mirar hacia atrás y tenerla cara a cara, pues sabía que era lo que la dorniense buscaba. Si quería picarla, no lo iba a conseguir. Tomó aire profundamente y siguió caminando a buen ritmo. Desapareció de la vista de Arianne en pocos segundos.

—Vaya, vaya… —dijo Arianne dando un puntapié a una piedrecita—. Este curso va a estar más que interesante.


¿Y bien? ^^

Este fic forma parte de mi regreso a este mundillo. Espero que hayáis disfrutado del primer capítulo.

Recordad que cualquier opinión, sea buena o mala, es bienvenida.