Para mi muy buena amiga por su cumpleaños… pásatela en grande y cumple muchos más… con cariño Seilen-dru.
"Muchas Felicidades Liz"
"Una sonrisa significa mucho. Enriquece a quien la recibe, sin empobrecer a quien la ofrece.
Dura un segundo pero su recuerdo, a veces nunca se borra"
…-Mi Misteriosa Dama-…
Por: Seilen-Dru
Prologo
Tocó su mejilla… se dio cuenta que había en su rostro, una expresión de delicadeza en ella; donde sus ojos reflejaban un mundo de dulzura y al mismo tiempo tanta fragilidad. Él sentía como si fuera hecha de seda, que debía ser tocada y tratada con delicadeza, y no tenía idea de cómo tratar a una mujer así, había tenido tantas mujeres pero ella… ella era tan diferente, seguramente porque esta no era ninguna de las que hubiera tenido nunca.
Ella estaba sentada a su lado, nerviosa, casi asustada. Tenía miedo de lastimarla, de no saber cómo tratarla, quería ser tierno y lo más delicado que hubiera sido en ninguna otra cosa en toda su vida.
Quería ser con ella todo lo que nunca había sido.
Ella tembló cuando él recorrió su mejilla con sus manos duras, no eran ásperas pero eran duras, masculinas, sintió como algo vibraba dentro de ella, como un músico tocando la cuerda de una guitarra, un delicioso estimulo recorrió todo su cuerpo, instintivamente cerró sus ojos y disfrutó de la delicadeza de el tacto de sus manos.
En ese momento todo era diferente, el universo era un concepto muy lejano desvaneciéndose a lo infinito. Eran los dos espíritus más afines en más de un sentido y poco a poco se estaban fusionando. Los ideales que chocaban entre ellos eran al mismo tiempo su complemento lo que hacia ese instante floreciera la más grande de las pasiones.
Puso una mano sobre su espalda deslizándola suavemente, reconociéndola, la recostó con lentitud y con delicadeza en la cama. La sostenía, la guiaba, sentía su respiración rápida y nerviosa; en su pecho que subía y bajaba con velocidad, podía sentir su reticencia, su miedo. Pero lo haría bien, haría lo que fuera por mostrarle que podía confiar en él, en borrar toda duda.
Las estrellas junto a la esplendorosa luna llena estaba siendo testigos de una entrega, la más pura existente. Ambos solo se guiaba por sus instintos, torpes pero ardientes ¿Será que entre ellos había amor?... ¡sí! Entre ellos había una entrega de amor. Era la demostración de dos almas que jamás se habían conocido, en ese momento se demostraba cuanto se amaba.
Las palabras no existían.
Aspiró profundamente cuando él pasó su mano sobre su pecho alcanzando los primeros botones de su blusa, sintió su cuerpo temblar, se moría de miedo y de ansiedad. Dios, en ese momento estaba nerviosa como nunca lo había estado en toda su vida. Cuando el alcanzó su boca y empezó un beso largo, voluptuoso pero al mismo tiempo lleno de ternura. Poco a poco su miedo empezó a disiparse en lo más profundo.
¿Cuánto podía durar este momento? Deseaba que durara una eternidad. En su mente se preguntaba ¿Cómo era que había llegado hasta este momento? Sabía que cuando lo vio por primera vez había sentido una sensación extraña en el pecho; una que nunca había sentido. ¿Qué era lo que sentían por el joven de ojos chocolates?... no lo sabía, lo único que sabía era que en este momento era mágico e inexplicable.
Un estremecimiento la recorrió cuando el apartó las solapas de la blusa blanca, acarició la piel de su estomago con calma, como si fuera un ciego que aprende como luce las cosas con las manos, la curva de su cintura, las costillas perfiladas, los montes de sus senos que estaban debajo de aquel encaje de ropa interior, sin abandonar su boca, acariciando sus labios con los suyos, una ola de placer y de deseo la recorrió.
¿Había imaginado que sería ella? ¡Si lo había hecho!, desde que la vio entrar en el vestíbulo, no podía quitarle la vista; era como ver una divinidad tan sublime y majestuosa. Caminaba con gracia y delicadeza y, ese provocativo atuendo de dos piezas de color blanco y aguamarina; que era del mismo color de sus ojos, hacia que todo ser masculino que se encontraba cerca no perdiera ni un detalle de su caminar. No supo que era, pero sintió dentro de él una tormentosa batalla de emociones. No sabía quién era, pero no le importaba, lo único que sabía era que debía conocerla y probar esos deliciosos labios carmín.
Junto a ella podía sentir que podía ser él mismo como con nadie más, podía usar todo su carácter con ella, pero siempre había tenido una reserva del mismo para nunca lograr lastimarla.
Al verla allí supo que nunca sería así con ninguna que no fuera ella. Esa noche que hace unos intentes era terrible se había convertido de la mejor de su vida. Dejó de besarla solo para poder mirarla, sonrojada y medio desnuda. Había mucho más que deseo recorriendo su sistema, había un profundo amor, que el aun no conocía.
Ella abrió sus ojos para mirarlo, sus ojos se veían negros, como si el deseo que se leía en ellos, hubiera borrado la huella de todo lo que poseían. Subió sus manos por su cuello y le pidió más, sintió como su pecho desnudo se pegaba al suyo propio, separado solo por el satín del sostén. Se halló deseando con tanta fuerza que no hubiera nada más que los separara que el calor que él irradiaba se le pegara al cuerpo, al alma por completo. Se hundió en un beso más exigente mientras él hurgaba con sus manos su espalda buscando el broche de la prenda que quedaba, cuando lo desató y recorrió con sus manos su espalda desnuda sintió como si la recorriera una corriente eléctrica como antes había sentido, nunca había sentido nada mejor.
Se sentía tan feliz, tan amada, tan orgullosa que ese instante que debía quedar marcado en sus memorias como el mejor. El cortejo entre ellos fue único y extraño, ambos se estaban entregando si conocer mucho del otro pero no importaba. Muy dentro de ellos sentía que se conocían desde hace mucho. Su corazón lo decía. Cada beso, cada caricia dada era nacida del alma; desde el primer contacto que a pesar de que fue un simple roce de manos produjo una cálida corriente. Y en este momento se sentía como si se encontrara en el hermoso edén.
Al ver sus ojos llenándose de ella, tuvo la extraña certeza de que aquello era y será siempre reciproco.
Volvió a recostarla en la cama y quedo allí tendida con nada cubriéndola de la cintura para arriba, hermosa, perfecta, más bella de lo que nunca se hubiera atrevido a imaginar que ella fuera.
Se quedo allí tendida con los brazos subiendo sobre su cabeza enredando sus dedos en su cabello cobrizo, sentía su mirada admirándola, ¿Por qué no sentía pudor?... No lo sabía pero todo lo que podía sentir en ese momento era orgullo, placer de ser contemplada. Cuando él empezó a desprenderla de la falda también, cuando dejó las yemas de sus dedos acariciar sus piernas al paso que sacaba la falda de ella se vio a si misma subiendo su cadera para ayudarlo y quedar allí tumbada el cabello rojo cubriéndola. Lo miraba a él de la misma forma en la que él la miraba, mirando la perfección de su pecho desnudo era un pecho firme con músculos suaves pero potentes, hombros anchos y esbeltos. Sinceramente era todo lo que quería, el era simplemente perfecto ante sus ojo.
- Eres tan hermosa…
Hermosa era poco, pero no existía en ningún diccionario una palabra que se ajustara mejor a lo que veía sus ojos, era lo más hermoso que había visto en toda su vida, y era suyo, el sentimiento posesivo de apoderó de su mente, ella era suya de ahora en adelante. Tenía la certeza de que nunca otras manos que no allá sido suyas la habían tocado, nadie la había visto como podía verla él en ese momento. Se descubrió sabiendo que aunque lo hubiera habido no haría diferencia, ella era suya, por una posesión mucho más elevada que la de los cuerpos, era suya, porque había sido creada para él.
Lo que siguió tuvo la naturalidad del eterno rito que seguirían para siempre todos los amantes. La poca ropa que quedaba, su pantalón, la ropa interior de los dos quedo relegada a un lado y los cuerpos desnudos pudieron sentirse el uno al otro.
Ella dejó escapar un gemido profundo cuando sintió el peso de él sobre si, cuando se había colocado en medio de sus piernas, él debía pesar con facilidad unos 20 kilos más que ella, pero todo el peso de él estaba muy lejos de ser incomodo, al contrario era placentero tener su peso sobre ella, cuando alcanzó sus labios para probarlos con un beso apasionado y sus manos se posaron con delicadeza sobre sus pechos desnudos y empezó a acariciarlos, sintió como todo le daba vueltas.
Los senos bajo sus manos se sentían tensos, cálidos, y supo de inmediato que nunca había sentido nada mejor, el calor que despedía su cuerpo en contacto con sus piernas era quemante, invitante, abrió las piernas esperando el contacto más intimo cuando el miembro tenso de él entró en contacto con su propia intimidad los dos soltaron un profundo gemido.
¿Cómo es que podía perder el control de esa manera?. El siempre se había sentido orgullo del profundo control que tenía en situaciones extremas, pero en ese momento, el sabor intoxicante de su cuerpo de ella, la forma en la que se movía instintivamente contra él, frutando sus pechos tiernos en las palmas de sus manos, y sus caderas contra las suyas dejando que el calor que anidaba en su centro lo contagiara, nunca había sido así, antes con otras mujeres estaba el deseo bullendo dentro de él, pero ahora, se sentía como un caminante del desierto muerto de ser y hambre, había tanta ansiedad dentro de él. Empezó a empujar su propia cadera en un ritmo cadencioso sintiendo como la humedad de ella se confundía con la suya, escuchando ligeros gemidos de su boca, sintiendo que ella enterraba sus uñas en su espalda.
Esto era… dioses no había manera de poder explicar lo que sentía, él empujaba contra ella y su solo roce exterior la ponía al límite, un placer indescriptible la cubría, cada terminación sensible de su cuerpo estaba encendida y aun así quería más, deseaba más.
- Por favor… - pidió sin estar segura de que era lo que pedía, rozando su boca contra su hombro, sintiendo como el sabor de su cuerpo se quedaba pegada a sus labios – por favor.
Siempre ha sabido que la primera vez era dolorosa.
El había tomado sus manos entre las suyas y había enlazado sus dedos, la había mirado con sus ojos, había recargado su cuerpo entero al suyo, se había acercado a su oído derecho y había susurrado algo muy suave, tanto que ella solo había podido adivinar que decía: "perdón"
Y después todo se había borrado, solo ella, solo él. Había sentido como hundía esa parte de su cuerpo dentro de ella, había sido solo un poco doloroso de lo que había prometido ser, sintió como su cuerpo lo enfundaba como una daga en seda mojada, sintió como algo empezaba a escurrir en sus piernas pero se olvido de ello cuando él empezó a moverse lentamente como una marea dentro de ella, lo abrazó tan fuerte como sus brazos se lo permitieron y apretó sus piernas al torno de su cintura y se abandonó a las sensaciones, no sabía si llorar, reír o gritar, todas sus emociones de mezclaron unas con otras, se concentró en los latidos de su corazón combinados con los suyos, fundió su mirada aguamarina con el abismo de sus ojos chocolate y se sintió dentro de ellos, y su corazón… ya no le pertenecía. Ya nada le pertenecía.
Su cuerpo temblaba por completo, sintiendo que algo se acercaba, algo poderoso la asechaba y solo quería que pasara, que la liberación total llegara pronto.
Esto no tenía explicación, nunca nada lo hubiera preparado para ese momento, así lo hubiera vivido 100 veces esto era completamente distinto, era uno con ella, enfundado y ajustado dentro de ella, oyéndola soltar profundos gemidos que parecían venir de su estomago, sentía la culminación tan cercana, se hundió en ella tanto como pudo y perdió el control de sí mismo, estuvo más allá de si la estaría lastimando o no, solo podía moverse contra ella, queriendo ahogarse dentro del calor de su núcleo, solo un poco más.
Ella sintió una explosión dentro de su cuerpo que la hizo gritar, sentía como si cada célula de su cuerpo estuviera explotando en ese momento, no había forma de expresar la intensa descarga de placer que se disparó por su cuerpo era como si hubiera sido tocada por un rayo, sintió todo, cada cosa multiplicada por cientos, la presión de las manos de él en las suyas, el peso de su cuerpo contra el suyo, como se mezclaban los humores y sudores de los dos, como empujaba tembloroso su cadera para hundir su miembro dentro del canal caliente de ella y dejaba escapar su simiente dentro de ella, caliente, ardiente como lava, lo quería dentro de ella, quería que la semilla de fundiera con la suya propia, el instinto de mujer que residía en ella se encontró deseando ser la única que la recibiera, deseaba ser suya y que en correspondencia él fuera suyo que ese momento los uniera para siempre.
El perdió conciencia de todo lo que pasaba cuando el éxtasis lo toco con sus manos de fuego, empujó dentro de ella y sintió como su semilla se regaba dentro de ella la sostuvo como si no la quisiera dejar ir, ni siquiera moverse mientras los dos cuerpos se fundían, ella era el núcleo del placer que lo envolvía, y moriría antes de dejarla separarse un solo segundo, un solo centímetro, quería que esas descargas de electricidad lo azotaran para siempre.
La noche paso llevándose consigo las estrellas, la luna y magia.
Los rayos del sol lo despertaron aturdido abrió los ojos encontrándose en una habitación desconocida. Ante eso abrió mas los ojos tratando de reconocer el lugar, vio que estaba dormido en una cama con olor a rosas y jazmines. De repente lo recordó, había estado con la mujer más hermosa que haya existido y más aun ambos había hecho el amor.
Se levanto cubriéndose con la sabana su cuerpo desnudo. La busco por toda la habitación, sin embargo, no dio con ella. ¿En qué momento ella se fue?. Estaba confundido, después de esa maravillosa noche como era que desapareció así sin avisar. Se sintió desilusionado había encontrado la mujer de sus sueños y despareció al despertar, tenía que encontrarla y pedir una explicación pero ¿cómo?... nunca le pregunto su nombre, no sabía quién era y en donde encontrarla.
Busco rápidamente sus ropas y se vistió. Tomo las demás cosa cuando algo le llamo la atención. Tirado el piso una medallita de plata se ayo. Nunca antes la había visto, pero recordó que ella la llevaba puesta esa noche. La vio detenidamente y encontró un nombre escrito el nombre de ella.
Salió rápidamente, debía encontrarla no importaba cuanto tiempo le tomara, la buscaría hasta debajo de las piedras si fuera necesario. Debía encontrar a esa mujer, esa que con solo una noche había logrado enamorarlo… debía encontrar a su Misteriosa Dama.
