Cap I: "Antes de que despierte"

Su padre había enloquecido, no encontraba otra excusa para lo que estaba pasándole ahora.

Ella, la recién graduada en Psicología y con mejor promedio en su facultad, iba a directo al la sepultura de su carrera mucho antes de que la comenzara a ejercer.

Debía hacer su primera asistencia social, eso era cierto. Y luego de eso su padre la ayudaría a abrir su propio consultorio. Él tenía más influencia y era reconocido por su trabajo. Pero no creía que ir a un pueblo que nadie conocía y enterrarse en un rancho viejo por los próximos cinco meses, iba a ayudarla a alcanzar su mayor logro.

Solo a Leroy se le pudo haber ocurrido semejante, y desquiciada para ella, idea de mandarla lejos de casa, aprovechando para ayudar a su buen amigo de toda la vida también.

Lo peor es que ella no conocía a Russel Fabray. Asique el lazo que lo unía con su padre, en realidad, le era menos importante que una llovía que no mojaba.

Ahora debía pasar tiempo alejada de sus amigos, de la comodidad de su departamento y sobre todo extrañaría a Sheila, aquella pequeña gata que era su mascota desde que la encontró un año atrás, encerrada en una caja y en un callejón de California.

California, pensó y lanzó un suspiro. Su lugar natal y del que nunca podía separarse, sería ahora como un insignificante recuerdo hasta que regresara.

Rachel se recostó contra la ventanilla de su limusina y disfrutó las últimas luces de las ciudades que pasaban, para no olvidarlas por las próximas semanas.

Está callada, señorita ─ le habló George, mientras conducía con su acostumbrada paciencia ─ ¿se siente bien? ¿Quiere que nos detengamos en algún lado? ─

Si, en casa. Vuelve a casa ─ él rió, doblando y sonriendo ligeramente ─ Es broma. Papá me mataría

Lo sé. Su padre está muy entusiasmado con este nuevo proyecto ─

No es un proyecto, George. Él solo…quiere continuar ordenando en mi vida. Como siempre

Eso no es así, señorita Rachel. Leroy es un muy buen padre y un ejemplo para cualquier hijo. Si me permite comentarlo, claro agregó frente a sus cejas alzadas. Ella asintió. George era el típico chofer con antigüedad en una casa de familia adinerada y cumpliendo los caprichos de la niña mimada. O el oído que siempre la escuchaba frente a sus problemas adolescentes.

Quizá porque, en realidad, era una niña mimada e hija única de una familia acentuada económicamente a la perfección. Rachel miró a su alrededor. Después de todo, su bolso decía Chanel, su perfume CH y su reloj de oro, en la muñeca derecha, era un Rolex y regalo de su padre como cada año. Uno nuevo.

Pero no veía lo malo en dejarse consentir por sus padres todavía ¿Por esa razón Leroy estaba enviándola lejos de casa con la excusa de que luego la recomendaría y sería una codiciada sicóloga? ¿O por qué se había desligado desde temprana edad del negocio familiar y ella quería comenzar con sus propios sueños alejada totalmente de él? Tenía que ser eso.

Sé a lo que te refieres y comparto tu opinión. Pero si vivo en mi propio departamento, gasto el dinero de mi propio trabajo y mantengo aún la educación por la que él pago ¿por qué cree que puede tomar esta decisión? —se quejó ella y estirándose entre los asientos de adelante para observarlo — Ni siquiera me preguntó. Solo me llamó y dijo que preparara mis maletas porque necesitaba que hiciera esto por él ¿No es un poco injusto? No quiero hacerlo

Le diré que es injusto señorita. Los robos, los animales muriendo en la calle o a manos del hombre, los niños abandonados cada día, el hambre en los países más necesitados y el abuso de los adultos a menores. Eso es injusto ¿Considera usted injusto ir a otro lugar solo para ayudar a alguien? Con mi total atrevimiento responderé por usted. No, no es injusto

Rachel arrugó la nariz y lo observó con un gesto extraño, antes de echarse otra vez a su asiento.

Desde el espejo retrovisor, lo vió sonreír victorioso y rodó los ojos.

Eres una especie de sicólogo ahora tú también o qué

Claro que no. Ese será su trabajo en muy poco tiempo

Claro, si sobrevivo a ese pueblo y los meses encerrada sabrá Dios en dónde

Él lanzó un resoplido divertido y se detuvo frente un semáforo.

Rachel se cruzó de brazos y se pegó a la ventanilla: estaba dejando su amada California finalmente atrás.

Ajústese el cinturón. Ahora sí comienza su viaje

Que divertido —ironizó mientras le obedecía y tomaba luego su celular. Tenía cientos de llamadas de sus amigos, mensajes y una advertencia de su padre. Los ignoró, no pretendía recordarles que no volvería en un buen tiempo y hablar con ellos solo agobiaría su ida. Buscó entre las conversaciones una en especial y lanzó aire frustrada. No había recibido respuesta desde su último mensaje y, para no torturarse con el paso de los días, decidió eliminarla en ese momento — ¿Cuánto tardaremos?

Horas. Muchas horas o un poco más. No he pisado el pueblo desde hace más de una década y no sé en qué estado se encuentre el camino al rancho

Está bien ¿me haces un favor, George?

Claro, lo que necesite

Dormiré hasta llegar. Antes de hacerlo, arrójate del auto y deja que me accidente contra lo primero que tenga en frente. Haz eso antes de que despierte — terminó y solo oyó la risa de él mientras sacudía la cabeza.

Rachel tomó la pequeña almohada que usaba para los viajes en avión y acomodó su cuello en una posición que no le generara malestar luego.

Con sus auriculares y subiendo el volumen de su celular, cerró los ojos y aguardó. Aún sabiendo que, su próximo destino, tras despertar, en nada se parecería a los que la recibían siempre.


Tenía que ser una broma. Tenía que serlo y su padre debía aparecer en cualquier segundo para corroborárselo. Ella no iba a pasar ni un solo día allí ¿Qué día? ¡No pasaría ni una hora allí dentro!

Esto es Lost Springs, señorita —le dijo George con su brazo estirado a lo largo del asiento delantero y mientras ella detallaba el lugar con su rostro pegado al cristal de su ventana— bajaré sus maletas

¿Qué? No, no. Espera —intentó detenerlo luego de unos minutos, cuando reaccionó y abandonó el coche tras él — No puedes dejarme aquí. Esto es…esto es… ¡qué demonios es esto!

El rancho de los Fabray. Bueno, el de su hija, en realidad. Por ella está aquí ¿o ya lo ha olvidado? —Rachel gruñó, ahora también de chofer se creía cómico y a ella no le hacía nada de gracia la situación—

Eso para nada lucía como las fincas que solía ocupar en vacaciones de verano y con el paisaje campestre alrededor. No había césped verde pero sí césped corto y seco, casi amarillo. No había árboles florecidos ni animales corriendo libremente por allí. No había sonido de pájaros y la entrada no tenía alguna especie de seguridad en cerca o algo similar ¡Ni siquiera había alguien cuidándola!

Rachel se pasó una mano por el rostro y le dedicó otra mirada al lugar. Cada centímetro gritaba aburrimiento y no estaba segura cuánto iba a pasar antes de que enloqueciera allí dentro.

George, si me tienes algo de cariño, regrésame a casa. Por favor

No puedo — le recordó entregándole un bolso y dejando sus dos maletas color rosa frente a ella— la orden de su padre fue…

Ya sé cuál fue la orden de Leroy pero…podemos inventar que me secuestraron. Sí, si eso haremos. Dile que me secuestraron y pasaré el resto del verano en algún otro lado ¡Por favor!

Si la señorita Fabray es parecida a sus padres, entonces la tratará muy bien y se sentirá respetada el tiempo que comparta con ella. Debo irme, señorita Rachel—agregó acercándose a ella y tomándole el rostro entre sus manos— ¿Le doy un consejo? No desaproveche estos meses. Pasar días sin sus aparatos tecnológicos y tanto trabajo le hará bien

Son cinco meses, George. No una estúpida semana

Recuerde que tras salir de aquí, irá directo por lo que siempre soñó. Haga esto como si sus profesores estén observándola y para que sus padres se sientan orgullosos—agregó él dejándole un beso en la frente. Cálido y paternal, como siempre solía darle cuando su estado de ánimo no era el mejor— Hasta luego, señorita Rachel. La extrañaré en casa pero aquí será su hogar ahora ¿Que tal si termina gustándole y ya nunca jamás quiere irse?

Por favor—chistó ella y viéndolo abrir la puerta de conductor— ni en los más locos sueños

Está bien. Hasta luego

Espera, George… ¿no vas a acompañarme hasta la puerta?

El auto no puede avanzar hasta allá, el camino no lo permite. Además son solo unos setenta metros. Ya, váyase que el calor le hará daño—eso era cierto. Ella vestía una camisa blanca de seda y sentía como comenzaba pegarse a su espalda y su falda larga rejuntaba el sudor bajo sus piernas. Asintió y sacudió su mano, antes de volver y empezar a andar—

Oyó dos bocinazos mientras avanzaba y solo pudo sonreír de espalda a ellos. Con su bolso a cuesta y una maleta en cada mano, debió ignorar también las ganas de sacudir su camisa solo para no detenerse.

Alzó un momento la mirada y echó aire por la boca al notar que estaba llegando.

Era una casa precaria, a simple vista lo notaba y clavada en medio de la nada. Ni siquiera había vecinos alrededor u otras hectáreas ocupadas con algún proyecto edificado.

Se preguntó quién podía vivir allí. Porque la hija de los Fabray vivía allí, eso le había informado su padre y, según ella, si tenían la misma edad, aquella pobre muchacha debería aparentar más por el estado en el que al parecer se acentuaba.

Rachel dibujó una sonrisa al notar que luego de la diminuta cumbre que estaba atravesando, finalmente tocaría la puerta. Y podría refrescarse, beber algo y soltar su equipaje que pesaba como si cargara ladrillos.

Iba a hacerlo, quizá. Si su zapato no se hubiese estancado y su taco enterrado en el charco de barro que ahora pisaba.

Ay, no. No, no, por favor, no. Mis Gucci, no—se lamentó y, con dificultad, levantó el pie y entre saltos llegó a un costado— ay, Dios, no, por qué a mí—masculló al llevarlo a su nariz y comprobar que no era lodo. Estiércol de caballo, quizá o de algún otro animal—

Preguntándose si alguien la vería de mala manera si continuaba sin ellos, se quitó los zapatos y maniobrando, caminó con todo los últimos metros.

Tras verse frente a la puerta, soltó sus cosas y sacudió su cabello suelto, antes de golpearla en un armonioso sonido.

Esperó. Esperó y siguió esperando por más de cinco minutos, efectuó con su reloj luego de mirarlo repetida veces.

Juntó las cejas y miró por la ventana a un costado. No estaba acostumbrada a husmear en casas ajenas pero si nadie la atendía y sabiendo de su llegada, no tenia otra opción. Sin embargo nada se oía ni se veía al otro lado.

Retrocedió unos pasos y echó otro vistazo a su alrededor. Cuando vió un hombre acariciando el cuello de lo que parecía una cabra a lo lejos, sonrió y caminó hacia él.

Diablos—se quejó al olvidar que no llevaba calzado y sus pies se lamentaban con piedras y espinas— Oiga—lo llamó mientras terminaba de acortar la distancia— Oiga—repitió y ladeó la cabeza. Bueno, su espalda denotaba que no era tan mayor. Era un muchacho— Disculpe, oiga…Oiga ¿me escucha? —terminó exasperada y tocando su hombro—

El muchacho volteó y ella alzó sus cejas. Bueno, tampoco era muchacho. Era una jovencita, que ocultaba su cabello bajo una gorra volteada y su cuerpo femenino dentro de ropa holgada.

Con su mirada recorriéndola, ella tragó saliva y dió un paso atrás.

¿Si?

Disculpe si estoy molestándola pero…necesito encontrar a…—se detuvo un momento y cerró la boca ¿Cómo había dicho su padre que se llamaba la hija de los Fabray? Le hubiese prestado atención si, quizá, le hubiese repetido las órdenes sobre algo que le gustaba y no eso— a Quinn Fabray—agregó luego de unos segundos—

Ajá ¿y quién la busca?

¿Cómo quién? Pues yo ¿qué no está viéndome?

Claro…si, bueno, Quinn está en los establos— asintió. No sabía dónde quedaban esos dichosos establos pero solo era cuestión de esperar a que la muchacha le explicara. Sin embargo la chica volteó y continuó entreteniéndose con el animal—

Disculpe—volvió a llamarla con su dedo en el hombro— ¿podría ser tan amable de decirme dónde es eso?

¿Eso qué? —Rachel movió su mandíbula de un lado a otro y lanzó un suspiro, solo para no soltarle alguna dedicación poco educada—

Los establos. Dónde están los establos—aquella desconocida le dió una mirada de arriba abajo y, lamiéndose los labios, le señaló con su dedo a un lado del rancho. Ella volteó y efectivamente, en dirección diagonal, se asomaba una gran puerta antigua y de madera. Sin dudarlo, regresó la vista a ella y, con un asentimiento de cabeza, le agradeció y salió de allí—

Le bastaron algunos minutos pero empujó el gran portón y, cubriéndose la nariz, ingresó al lugar y con la mirada buscó a Quinn Fabray.

Se arrepintió en ese momento de no conocerla si quiera por una fotografía. Quizá con esa ayuda las cosas serían más rápidas y no debía andar entre ese ganado apestoso ahora.

¿Quinn? —la llamó y carraspeó al instante. Su voz había sonado temblorosa y áspera, quizá por haber pronunciado un nombre que jamás había dicho. O tal vez porque estaba nerviosa— ¿Quinn Fabray?

Aquí—escuchó y su pecho ascendió doloroso, antes de bajar y expulsar aire tranquilo de su boca. Siguió el sonido del eco retumbando en su imaginación pero frunció el ceño, cuando se asomó tras un caballo y no había nadie—

¿Quinn Fabray?

Aquí—volteó con violencia y completamente confusa caminó hacia el lado contrario. Sin embargo tras un costal de paja, de donde suponía había provenido la voz, yacía vacío—

La esperaré afuera. Soy Rachel Berry, la hija de Leroy

Estoy aquí—repitieron. Apretando los puños a sus costados, caminó con contundencia hacia la pila de herramientas de dónde le respondieron esa tercera vez. Cuando arrojó algunos rastrillos y escobas, giró nuevamente frustrada y resbaló, al chocar y rebotar contra alguien de frente—

En el suelo y con su falda húmeda y ya arruinada del agua verde bajo ella, alzó la mirada y apretó los dientes, al ver a la chica reír ligeramente por su torpe acto.

Me dijiste que aquí estaba Quinn—le reclamó a la misma muchacha que afuera le indicó el camino y, mientras seguía riendo, la estudió de la cabeza a los pies. Se sorprendió que, a pesar de trabajar en una especia de campo, no usara sombrero y sí una gorra pero al revés. Lo demás si combinaba con el lugar: una camisa a cuadros, un jean algo holgado y gastado y aquellas botas texanas que ella también usaba cuando pasaba un fin de semana en casa de Tina, su mejor amiga. Solo que las de aquella rubia no tenían estilo y por supuesto, ni siquiera una marca reconocida—

Y aquí está —escuchó su voz ronca por primera vez y un brazo se extendió en su ayuda. Tomó su mano y fue jalada con suavidad. Frente a ella, la chica dejó ver sus ojos y Rachel tragó saliva. Tan cristalinamente verdes que incomodaban porque parecían traspasar hasta oír sus pensamientos. La muchacha se sonrojó tras pasar tiempo mirándola y ella alzó una ceja, creía que aquel efecto en las personas se había terminado tiempo atrás— Soy Quinn—agregó sacudiendo el agarre— Lamento si estás enojada pero…llevo tanto tiempo sin recibir visitas que solo quise hacerte una broma

Ella asintió, soltándose con lentitud y sosteniendo aquellas palabras tras bajar de su limusina: todo en aquel lugar en efecto, era sinónimo de aburrimiento.

Soy Rachel, la hija de Leroy. Tu padre debe haberte comentado mi estadía aquí ¿verdad? — la sonrisa de Quinn se borró al instante y ella se preguntó si había dicho algo malo. Pero pensó que no ¿qué había de malo en una simple presentación? —

Sí, lo hizo. Pero puedes marcharte cuando gustes. Cada año insiste con lo mismo y nunca logra su cometido. Fue un placer—terminó tomando su mano entre las de ellas y agitándolas en un saludo cordial—

Rachel pestañeó mientras la observaba irse y por un momento su corazón latió furioso de felicidad. Podía regresar a casa y nadie se lo reclamaría porque había hecho su parte como se lo ordenaron. Pero sabía también que, para ser una reconocida y profesional sicóloga, la paciencia e insistencia lideraban su lista para el trabajo.

Aguantándose las ganas de ir por su móvil y llamar a George, siguió los pasos de la muchacha y a trote llegó a ella.

Escucha, Quinn…lo siento, pero no puedo irme

Si, las demás decían lo mismo y luego de una hora se marchaban

No sé a lo que se refiere pero en verdad, debo quedarme. Mi carrera depende de esto y… ¿qué? —Preguntó en un susurro cuando la rubia volteó y la miró con molestia—

He dicho que puedes irte. No me importa tu carrera y no estoy acostumbrada a pasar tiempo con alguien ¿Estas son tus cosas? —Le preguntó señalando el equipaje a un lado de la puerta y ella asintió— Tómalas y vuelve a tu lugar. Claramente aquí no perteneces

Quinn ingresó y cerró de un portazo. Rachel se quedó pensativa y, tras pasar los minutos y notar que no regresaría, golpeó y aguardó porque abriera.

Verás…voy a quedarme. Y no tiene nada que ver con mi título— agregó con rapidez al ver que la rubia quería volver a cerrar— quiero quedarme y…ayudarte. Vine a ayudarte—aseguró y Quinn la miró expectante, mientras sostenía la segunda puerta que protegía la casa de insectos y se debatía entre cerrar o no—

Está bien— cedió y abriendo— ¿quieres quedarte? Quédate, así me evitaré los reclamos de mi padre. Pero no necesito de nadie ¿de acuerdo?

Si me quedo y harás como si no estoy, entonces no tiene sentido que me quede —murmuró ella y solo se observaron por unos minutos. Parecía como si estuviesen juzgando las palabras de la otra y trataban de entender el por qué de sus decisiones. Ella hizo un movimiento de manos, como si estuviese hablando y acortó la distancia. Quinn se aclaró la garganta y se irguió, algo titubeante a su cercanía — mira, fui estudiante de sicología ¿entiendes? Y por eso he venido. Sé el por qué me necesitas y quiero que lo intentemos al menos. No seremos amigas, si no quieres. Pero desde que tu padre llamó al mío, eres algo así como una paciente y no puedo rendirme ante tu deshago

¿Por qué hablas tanto? —preguntó en cambio la rubia y ella soltó una corta risa. Cuando Quinn se quitó la gorra y la sostuvo nerviosa entre sus dedos, notó que su cabello era más claro que el mechón suelto que hasta hace un minuto mostraba—

Entonces… ¿me quedaré?

Eso es lo que quieres ¿no? —Murmuró la dueña de casa alzando ligeramente los hombros — Pero no aguantarás mucho, lo sé

No me desafíes —bromeó con su ceja alzada y Quinn miró el gesto con una sonrisa, como si antes nunca lo hubiese visto y estuviese deslumbrada frente a un gran descubrimiento— bueno…por lo pronto ¿puedo usar el baño? Hace mucho calor y quiero refrescarme

¿De dónde vienes no usan zapatillas? — Rachel bajó la cabeza con brusquedad y observó sus pies, aún descalzos a pesar de llevar tiempo en ese lugar— tienes unos bonitos pies pero no significa que debas mostrarlos en cualquier lado

No, no estoy mostrándolos pero…fue un accidente. Afuera, pisé estiércol y…

Oh, no, es de Fiona. Lo siento pero el olor no se irá. No sé qué come esa bendita yegua pero es bastante pesada a la hora de…dejar su estiércol

¿Tienes un caballo? —preguntó emocionada—

Yegua. Caballo es el chico, yegua es la chica ¿entiendes? —Rachel apretó los labios y evitó reír. Los gestos de Quinn mientras le explicaba eran algo infantiles e intensos y sus mejillas estaban sonrojadas, avergonzada al hablar por tanto tiempo con alguien—

Si, entiendo. Entonces es una yegua

Sí, está suelta todo el día. Va y viene como quiere. Asique cuando salgas ten cuidado

Está bien ¿algo más que deba saber? —La rubia rascó tras su cuello y curvó su labio hacia arriba, pensativa mientras miraba sus pies desnudos aún. Ella la miró con sus manos entrelazadas: la camisa roja y azul que portaba solo se abotonaba al medio y hasta abajo, dejando ver una remera blanca. El jean era al menos dos tallas más grande y sus botas lucían gastadas. Pero incluso con todo aquello, el aroma que desprendía era silvestre y ni un aire a sudor se colaba en sus fosas nasales—

¿De verdad quieres quedarte? Has hablado más que cualquier otra. Eres rara—Rachel le sonrió con sorna. La rara era ella, que llevaba toda su vida en ese lugar y no le gustaba socializar más allá de los animales. Si eso era considerado socializar, claro porque según ella no pero Freud sí y por mucho que lo haya tenido que estudiar durante su carrera, casi nunca estaba de acuerdo con sus pensamientos—

¿Tienes baño? —insistió y Quinn se sonrojó completamente. Un rojo furioso tiñó su rostro y ella ladeó la cabeza: el accionar de Quinn Fabray era fascinante—

Hay un cuarto, cuando sales y…tienes unos recipientes. Puedes mojarte un poco o acompañarme por la tarde al tanque

¿Al tanque?

Pues sí— balbuceó nerviosa y rascando su cabello— aquí no llegan las cañerías y de allí saco el agua

Oh—fue lo único que atinó a decir y nuevamente permanecieron en silencio unos segundos— bueno, entonces…mejor desempaco mis cosas

Claro, eh…es por aquí—le dijo al colocarse la gorra otra vez y sosteniéndole la puerta. Rachel tomó dos maletas pero Quinn le quitó una con cuidado, antes de adentrase nuevamente y guiarla—

Rachel observó todo al pasar. Las paredes sin segunda mano, el techo sin pintar y los adornos artesanales, le daban un toque rústico que nunca presenció. Sin embargo algo de calor, y no por el clima, le entregaba una sensación agradable mientras caminaba por un corto pasillo.

Atravesaron la cocina, que era donde había estado hablando, un cuarto, quizá el de Quinn y luego la rubia alzó una cortina y ocupó una pequeña habitación.

Bueno, puedes acomodarte aquí. No hay otro cuarto en la casa y el mío…bueno, no vamos a compartir cuarto ¿verdad? —Bromeó nerviosa y ella sonrió, negando ligeramente y acercándose a la ventana—

No te preocupes, este es…ideal

Tengo que ir a sacar los huevos del gallinero. Tú…no sé ¿mi padre te ha dado alguna orden?

No —mintió — pero tú haz lo que tengas que hacer, yo…haré lo mío y luego hablamos ¿de acuerdo?

Está bien —murmuró Quinn dudosa— bueno…oye, si te vas—agregó antes de marcharse y bajo el marco— avísame. O al menos deja una nota. Hasta luego

No me iré—susurró Rachel para ella sola —

Mientras la escuchaba salir y luego la puerta cerrarse, tragó saliva y un pequeño temblor recorrió su cuerpo. Una hora atrás le había prácticamente llorado a George para que la llevara de regreso a casa y ahora, tras ver actuar a Quinn Fabray y sus facciones inocentes, le pareció que lo adecuado era resistir y no irse. Después de todo, su carrera estaba en la cuerda de ese trabajo y si no recibía aquella ayuda que su padre prometió, el resto de su vida no tendría sentido.

No me iré—se repitió dejando la maleta sobre la cama y abriéndola. Pero cuando observó el apretado cuarto y los pocos muebles que lo ocupaban, la falta de una llave de luz para cargar su móvil y su computadora portátil, la cortina que reemplazaba la puerta y le prohibía privacidad, el techo bajo y el gris de las paredes casi sin terminar, entendió que esa era un mundo completamente distinto al que estaba acostumbrada.

Ese no era su mundo y no entendía qué estaba esperando para llamar a George, dejarle una nota a Quinn Fabray y largarse.

Se echó de espalda a la cama y el resorte antiguo chilló ante su peso.

Espero no irme


Qué mejor que celebrar el compromiso de Lea que con una nueva historia no? Estoy muy contenta, porque si mi idola es feliz, yo tambien *tiene 15 años*. Es broma, igual que ese compromiso. No era mi intención volver tan pronto pero visto que algunas son unas desesperadas y bombardean via MP porque no leyeron el fic de zombies y dicen que ya pasó mucho desde el anterior, entonces acá les traigo este fic.

Voy a advertir algo para que después no hayan rws confusas. En esta historia va a haber mucho drama, terceros en discordias y separaciones largas. Rachel va a sufrir mucho (como siempre) y Quinn va a tener 15021487 pretendientes (como siempre)...Neh como creen, la verdad es que va a ser cero drama y lo digo desde ahora porque despues algunas tiran comentarios tipo que es aburrido o muy cursi, pues lo siento pero como quizá sea la última historia, va a ser una relación similar a LDA. Demasiado han sufrido con el penúltimo cap de la de zombies..

Dicho todas estas cosas aburridas como las de Lea con sus PR, nos leemos en el próximo cap. Eso sí, las actualizaciones quizá solo sean 2 veces a la semana, 3 como mucho.

Spyireland: Espero que tu sobrina esté mejor y recuperándose de a poco. Un abrazo!

Ni Glee ni sus personajes me pertenecen y si a la pelona, lamentablemente. Para las que no saben, Lost Springs es un pueblo que sí existe pero tampoco me pertenece. Que estén bien, saludos!