Las ruedas girando sobre el suelo hacen un sonido muy conocido para mí, casi como poesía, y con ese siempre viene mi obsesión: Él, tan altivo y arrogante como siempre, pero eso solo lo hace más divertido aún, ¿verdad, Misaki?

No sé cuándo estos instintos asesinos, por alejarse de mí, por abandonarme a su forma, tornaron en esta clase de sentimiento, tampoco es que yo sepa muy bien cómo describirlo, aunque a veces lo siento como si fuera ansiedad. Ansiedad por verle, porque me mire aunque solo sea para decirme que me tiene asco, ansiedad por tenerle cerca.

Quizás por eso me marché de HOMRA, quién sabe, yo solamente deseaba hacerle sufrir para que me echara de menos, pero soy yo el que no hace más que echarle de menos a él, cada día que camino solo, o que paso por aquel callejón donde jugamos juntos antes de que llegase él.

Bufo una vez más cuando una orden viene de arriba, que nos movilicemos dice, así que yo solo puedo obedecer, obedecer y tener una esperanza de encontrarme con él, una que no voy a admitir. Nunca. Jamás.

Saco mi espada como todo los que estamos ahí

-Fushimi. Listo.

En frente puedo ver a antiguos compañeros, pero mis ojos buscan a otra persona, una más pequeña, pero que puede partirte los huesos y hacerlos astillas, o cenizas, si te atreves a dudar de su fuerza. No está.

No está.

¿Por qué no está? ¿Dónde está?

Una batalla inútil, y cuyo principio no sé cuál es, probablemente un Strain donde no debería estar o alguna acción más peligrosa de lo normal por parte de HOMRA, pero tampoco presto demasiada atención, solamente dejo que mis fuerzas choquen con otras mientras sigo buscando.

¿Dónde demonios está?

La pelea dura poco, solo hasta que esa mujer rubia de pechos grandes llega y nos tira a todos de las orejas un poco, reprochándole a los del clan rojo ser tan impulsivos y demás adjetivos, y luego me echa una mirada como si de una madre se tratara, haciendo que vuelva a enfundar la espada.

Vuelvo a Bufar, y en lugar de regresar al cuartel general, me quedo por el lugar dando unas vueltas, "preparando un informe" en palabras para mis superiores. No me gustan las preguntas.

¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde estás, Misaki?

El sonido de su monopatín hace eco en mi cerebro, como si le buscara en algún lugar, casi como si esperara verle aparecer delante de mí, en actitud amenazante, pero ese ruido es solo una imaginación y se desvanece, dejándome solo otra vez.

Camino varios minutos más sin rumbo aparente, hasta que una voz parece sacarme de mi ensoñación.

-A todos se nos hace raro no tenerle cerca.

Me giro para ver a un rubio con gafas que exhala el humo de un cigarrillo. Ladeo la cabeza pensando un instante en si habrá encendido el cigarrillo él mismo o habrá usado un mechero, pero simplemente dejo esa pregunta vagar por mi mente sin buscar respuesta.

-Aunque… -se queda pensativo y sonríe -, quizás si hubiese estado él las cosas no se hubiesen calmada tan pronto.

-Quizás –pronuncio mirándole directamente a los ojos.

No lo pregunto, pero sé que lo lee a través de las lentes de mis gafas, ¿dónde está? ¿Está bien?

-Si a la ecuación le sumamos tu presencia…

Sonrío algo divertido.

Es cierto, cuando él y yo estamos cerca siempre acabamos en peleas encarnizadas que no suelen ser fáciles de detener. Es nuestro signo de identidad, sino no seríamos nosotros, sino no quedaría nada entre nosotros.

Me da un pinchazo en el pecho.

A veces desearía que todo fuera de otra forma, que él hubiese visto que me sentía rechazado, o que no me hubiese marchado de esa forma, o que advirtiese el porqué de esta pelea sin sentido, pero parece que ese momento no llegó ni parece llegar nunca.

-¿No vas a preguntarme?

Alzo la vista y quito la mano del pecho. No sé cuándo la he colocado ahí, pero no debo de haber sido consciente de ello, aunque Kusanagi parece que sí, ya que ahora es él quien sonríe.

-Supongo que no –toma una larga calada del cigarrillo.

Parece disfrutar en esta situación, como si tuviera alguna clase de influencia o poder sobre mí en esta situación, uno que no entiendo del todo, pero es posible que tenga que ver con que él tiene las respuestas que yo quiero.

-No eres alguien que hace preguntas –parece recordar.

Chasqueo la lengua, algo molesto, pero él no borra la mueca divertida de su rostro, ni tiene pinta de querer hacerlo, por lo que me sostiene la mirada unos minutos más, sin desviarla, sin que oscile, simplemente plantándome cara.

-Lleva unos días ausente –deja caer al fin.

Frunzo el ceño.

-No parecía estar demasiado bien la última vez que le vimos.

Vuelvo a interrogarle con la mirada, pero el hombre rubio se hace el no enterado, sin dejar de mirarme expectante, esperando a que haga mi movimiento.

-¿La última vez?

El hombre parece hacer memoria.

-Hace una semana o así.

Tuerzo el gesto sin comprender nada, ¿por qué HOMRA no se preocuparía por alguien como él? Al fin y al cabo es el tercero al mando después del Rey y del hombre que está delante de mí, ¿por qué muestra esa indiferencia? A lo mejor ha sucedido algo, algo que no quiere contar, teniendo en cuenta el carácter de su antiguo compañero pueden haber pasado mil cosas. Siempre fue demasiado impulsivo, por mucho respeto y admiración que sintiese por su rey.

Bufo molesto.

El rubio vuelve a sonreír y se da la vuelta divertido.

-Me alegro de que te siga yendo bien.

No me permite intentar hacer alguna otra pregunta, ya que echa a andar y se marcha, y yo me quedo con esa amarga sensación en la boca, una que algunos llaman desayunar café y otros preocupación, aunque yo prefiero el primer término.

Una pregunta se queda en la punta de mi lengua, una tímida y que no pienso dejar salir, pero que se dibuja claramente en mi mente con letras grandes y rojas.

¿Estará Misaki bien? ¿Y si le ha pasado algo?

¿Por qué estoy pensando esto? No es como si a mí me importara lo que ese crío 11 centímetros más bajito que yo haga o deje de hacer.

No, no me importa pero…

¿Qué le puede haber pasado?

Otro pinchazo me da en el pecho mientras sigo andando, y me vuelve esa ansiedad que me da cuando hace mucho que no sé nada de él, pero esta vez es diez veces peor, cien veces peor, mil veces peor, porque ahora se une con la incertidumbre de no saber qué le pasa ni dónde está.

Tampoco es que yo pueda hacer algo para solucionarlo, si ese enano se ha metido en problemas no es asunto mío, debería crecer de una vez por todas y dejar de ir así por la vida…

Alzo la vista y entonces me doy cuenta del lugar en el que estoy.

Maldita sea, mi memoria me traiciona.

¿Debería hacer algo? ¿O debería simplemente quedarme parado ante la puerta de la casa de Misaki?

-o-

Hum, sinceramente adoro a Yata, y tenía ganas de escribir algo que tuviera que ver con él, así que se me ocurrió esto y bueno, quién sabe dónde acabará ¿qué les parece?

¿Sugerencias? ¿Peticiones? ¿Faltas de ortografía? ¿Quejas? ¿Tostadoras valientes que dan mítines para conseguir la paz mundial burlándose de la Miss Universo?