Título:El jardin de las delicias
Autora:Mariasa
Anime:Hetalia Exis Powers/World Series
Parejas:USUK (AméricaxInglaterra), Spamano (EspañaxItalia del Sur), Gerita (AlemaniaxItalia del Norte)
Categoría: M
Resumen:AU. Antonio, Alfred y Ludwig son tres pobres trabajadores a las ordenes de un despreocupado y vividor prusiano, el cual no ve mejor sitio para celebrar una cena de empresa que en un "particular" club de strip-tease
Advertencias: Puede crear traumas ciertos "ropajes" y lencería fina descrita a lo largo del fic. La autora no se hace responsable de lo sucedido.
El jardin de las delicias
Antonio, Alfred y Ludwig se dejaron caer con pesadumbre en sus asientos dentro de aquel apabullante local, siendo indicados por una bonita chica de corta falta y labios tan rojos que dolían de ver. Los tres suspiraron, mientras miraban con resignación como todos y cada uno de sus compañeros comenzaba a desabrocharse chaquetas, con caras de felicidad suprema y soltaban silbidos varios.
– ¿Un club de strip-tease para una cena de empresa? – Mustio Ludwig por tercera o cuarta vez desde que les habían informado a donde irían aquella noche, como si por mas veces que lo dijera, no fuera a hacerse realidad y de repente se irían a un local normal, para cenar tranquilamente.
– De verdad… no sé que otra cosa podíamos esperar de él – Susurro Alfred entre dientes, mientras se desajustaba la corbata con un gesto seco y una media sonrisa en los labios, divertido, señalando a Gilbert, el causante de la cena, la idea de aquel lugar y, por encima de todo, el jefe de la empresa.
– Por favor, esto no esta mal, ¿No crees, Ludwig? –La cantarina voz del muchacho de ojos verdes que estaba a su lado hizo que el americano se riera con fuerza. Antonio siempre era positivo ante todo. Y aunque ese todo fueran las decisiones disparatadas de su loco jefe.
– Dejarme… en este momento… solo quiero asesinarlo… – El nombrado tenia las manos en la cara, como deseando desesperadamente que se lo tragara la tierra.
– ¡Ohh venga Ludwig! No puedes asesinarlo. Te despedirá y lo peor, te tirara de tu casa – Rió el español, mientras le daba unos pequeños golpes de animo en la espalda – No dirás que le tienes miedo a estos sitios…
– ¡No es eso! Es…es… – El alemán se sonrojo fuertemente, mientras miraba hacia otro lado, en dirección contraria a sus dos compañeros, seguramente abrumado. Alfred y Antonio se miraron, cruzando una risa de intimidad. A Ludwig aquel tipo de situaciones lo descolocaban, ellos lo sabían, aun que él no lo admitiera
– Pero realmente, ¿Qué interés tiene que estemos aquí? – Alfred volvió a tomar la voz cantante, removiendo sin mucho animo su copa de coñac, claramente aburrido y con el semblante entristecido, algo verdaderamente raro en él– A ninguno nos interesa lo que vamos a ver, la verdad… ¿No creen?
– No me importa si nos interesa o no…. No me parece apropiado – Susurro Ludwig, endureciendo la mirada y frunciendo los labios.
– Bueno, siempre podemos marcharnos…. – Mustio Antonio, sin perder la sonrisa, echando una rápida mirada hacia la mesa donde Gilbert reía escandalosamente, agitando con agresividad su jarra de cerveza mientras hablaba– … aunque me parece que no seria una buena idea; además, ¿Qué pasa? Solo son mujeres desnudas….
– Exacto, ¡Mujeres desnudas!- Exclamo el alemán, aún más rojo que antes- ¡Me parece denigrante! Os juro que lo mato….
– Por mi parte me quedare aquí y cuando vea que el grupito esta emocionado, me largo – Espeto Alfred, mientras miraba su vaso, con verdadero hastío, señalando al mismo tiempo al resto de sus compañeros de trabajo, que silbaban, impacientes. Se llevo una mano al pelo, revolviéndolo con rapidez– ¡Maldita sea, de verdad esto es un aburriendo! Podría estar haciendo mil cosas mejores… – Lloriqueo, volviendo un poco mas a su línea quejica y ruidosa– ¡Podría estar probando alguno de mis juegos nuevos!
Antonio estallo en risas, divertido– Amigo mío, si prefieres jugar videojuegos antes de ver mujeres desnudas, esta clarísimo de que pie cojeas… – Se burlo el español, mientras Ludwig los miraba con reproche a ambos, quizás por estar tomándose la mayoría de la situación de broma.
– Oh, cállate – Sonrió el estadounidense– No nos pongamos a decir de que cojea o lo que le gusta a cada uno…
Una risa estruendosa resonó detrás de los tres amigos, haciendo que se giraran al unísono. Su jefe se había acercado a ellos y se reía a pleno pulmón, mientras ponía una de sus manos en el hombro de su hermano pequeño, ganándose una mirada de odio por parte del alemán– ¿Qué pasa, nenazas? ¿A que vienen esas caras largas? ¡Estamos en un sitio para divertirnos! Con esos gestos conseguirán deprimir incluso a alguien tan maravilloso como yo si siguen así…
– Gilbert, te juro que… – Ludwig apretó los puños amenazadoramente, mientras clavaba sus ojos azules en el rostro del albino. Alfred soltó una risa mal disimulada, tapándose la boca, mientras volvía a intercambiar otra mirada con Toño, que también parecía estar a punto de estallar de risa a causa de la escena familiar.
– ¡Oh "Ludy"! ¡Relájate! Además, no hace falta que aprietes los puños, no puedes hacerme nada – Gilbert sonrió con malicia, y soltando una carcajada– o si no ya sabes que puede pasar, kesese~…
– Seguro que Eli estará encantada de saber a donde llevas a tus empleados de cena de empresa – Mustio el rubio, torciendo los labios.
Alfred y Antonio trataban de permanecer a parte en la conversación, pero finalmente estallaron en carcajadas al ver el rápido cambio de expresión de su jefe, seguramente de imaginarse la atemorizante idea de que su novia se enterara de ello.
– Deja a Eli tranquila, y no le cuentes cosas innecesarias – Mustio aclarándose la garganta mientras se aflojaba el cuello de la camisa, ocasionando más carcajadas por el dúo americano-español. Les dirigió una mirada de advertencia, para luego recuperar la sonrisa– Venga "Ludy", no lloriquees como un niño pequeño. Además, ¿Qué manera es esa de desconfiar de tu hermano mayor y jefe? ¡Nunca te traería a un lugar donde no fueras a disfrutar, hermanito…! –Miro a los tres con una sonrisa mas amplia y ojos brillantes, poniendo los brazos en jarra– Donde TODOS disfrutaran, ¡Así que prepárense, luego les tocara pedirme disculpas y darme las gracias! – Rápidamente, se acercó a Antonio, golpeándole la cabeza y también dándole un pequeño puñetazo en el brazo a Alfred, alejándose para volver a su mesa.
– Ese idiota… – Mascullo Ludwig, tapándose los ojos y suspirando profundamente– Muchachos, creo que me voy…
– Sabes que eso lo cabreara más – Murmuro Alfred, sonriente y llevándose el coñac a los labios– Aguanta, finge que te diviertes y la noche habrá acabado antes de lo que te imaginas –Sentencio, aun que no parecía muy convencido
Las luces se volvieron mas tenues mientras empezaba a sonar una suave melodía, sensual y rítmica. El alemán volvió a poner los ojos en blanco, mientras sus dos acompañantes hacían el tonto, danzando burlonamente al son de la música, intentando desesterarse antes de lo que ocurriría a continuación.
Antes de que se dieran cuenta, una figura había aparecido en el escenario, siguiendo el compás con gracia y estilo, deslizándose hacia el centro con un caminar sensual. Estaba enfundada en un corto uniforme militar, luciendo unas largas, esbeltas y apetitosas piernas, moviéndolas con gracia al ritmo de la música. Antonio y Alfred se quedaron mirando la figura unos segundos casi sin respirar, perplejos, para después desviarse hacia la mesa de su jefe, llenos de sorpresa. Gilbert se encontraba riendo, escandalosamente, mirando a la silueta bailarina, aplaudiendo, silbando y pidiendo más. ¿Exactamente a aquello se refería al decir que "Se divertirían"?
Confusos, volvieron la vista al escenario, comprobando que "la" militar se había acercado a la zona de la escena mas próxima a la mesa de los tres amigos, y de esta manera pudieron observar con mas detenimiento sus brillantes ojos color avellana, su atractivo y delicado rostro y su brillante sonrisa, picara y dulce al mismo tiempo.
Antonio esbozo una sonrisa, divertido, mientras golpeaba a codazos a su compañero estadounidense, el cual soltaba pequeñas risitas, también sin perder detalle de lo que ocurría y acomodado mejor en la silla. Tras unos instantes en los que ambos se perdieron en la danza, no se percataron de algo que había ocurrido. Ludwig había dejado de quejarse.
– Oye Alfred… Mira – Señalo el español, apunto de ponerse a reír de nuevo, haciendo que Alfred mirara en dirección a Ludwig, que no había abierto la boca desde que comenzó la danza. Y finalmente los dos estallaron en silenciosas risas.
– Oye Ludwig… – susurro Alfred, acercándose al alemán, que parecía completamente ido– Se te cae la baba, compañero…
