Su reaccion fue instantánea; se dejó caer al suelo, las rodillas golpeando contra los manises del suelo, resonando por toda la habitación.

Mimi había tenido las más horribles pesadillas. Creía que se había preparado para todo, que había considerado todas las opciones. Pero eso la superaba, no sabría como afrontarlo.

Sora salió a su rescate, como usualmente hacía cada vez que le daban uno de sus ataques. Le susurraría unas palabras para calmarla y se quedaría con ella hasta que todo pasara... Pero esta vez no podía pasar. Había visto la figura del mismísimo diablo. Estaba apoyada en la puerta, y a pesar de los gritos de advertencia de Mimi, amenazaba con avanzar hacia ella y destruírla.

-No pasa nada, Mimi -le dijo Sora en tono maternal, masajeándole la espalda.

Mimi dirigió su rostro lloroso hacia ella. ¿Cómo podía ser posible que su amiga no fuera consciente de la gravedad de la situación? Su mundo estaba desmoronándose sobre ella.

Entonces el ser, ese horripilante híbrido habló, y ella sintió como su pureza desaparecía por momentos. Nunca imaginó perder la inocencia de aquella forma. Sin duda, era preferible la muerte.

-No pensaba que iba a afectarte tanto, Mimi, pensé que sería gracioso, querida -dijo malévolamente Yolei.

Yolei, la chica de las gafas y el casco de aviador, la que se había acercado como una serpiente para susurrarle que era su amiga. Se maldijo por ser tan tonta de no darse cuenta de los límites a los que estaba dispuesta a avanzar.

-¡Aléjate de mi, yo no soy tu amiga! -chilló Mimi, muerte de pánico y tristeza.

No podía soportar aquella injusticia. La traidora de su amiga había cometido el más horrible de los crímenes: combinar el estampado de zebra con el de leopardo.