Prologo:

"Hola… ave bonita…"

Casi pude escucharlo estremecerse. Encogerse de hombros, intentando esconderse entre sus plumas.

El velo de la oscuridad me escondía de su vista, haciendo mi voz más amenazante de lo que yo había pretendido.

"¿Q-quien eres?"

Miedo… eso era lo que sentía en su voz… y era delicioso, tentador, seductor…

Yo era nada más que un espectador, una reclusa en mi mente.

"Eso depende…"

Miraba aterrorizada lo que ocurría en el exterior. Impulsado por los instintos de mujer que había reprimido durante años, mi cuerpo se había rebelado contra mi mente… y la había derrotado rotundamente.

"¿D-depende… depende d-de que?"

Rogaba a quien sea que la voluntad de ese guacamayo frente a mi fuera más fuerte que la mía.

"Depende de lo que me respondas… ¿Te gusta lo que ves?"

Sentí mis piernas moverse, mis alas alzarse, y el velo caer. La luz de la luna se filtró dentro de nuestra prisión, y yo pude verlo.

"¿Y bien?"

"Yo… este… yo… si… ¡Digo no!"

Me reí… o mejor dicho, mi cuerpo cegado fue quien rio… la clase de risa que te hiela la sangre.

El pobre estaba temblando, hipnotizado por la burda y patética demostración que yo le estaba ofreciendo.

"Olvidémonos de esto… no tenemos mucho tiempo"

Por un segundo, o quizás la mera fracción de uno si quiera, me atreví a soñar, a tener esperanza, a creer.

"¿Eh? ¡Oh, sí! ¡De acuerdo! ¿Tienes un plan para escapar? Estos pernos están un poco oxidados, así que…"

Me atreví a pensar, tan solo por un momento, que una tregua se había declarado. Que mi cuerpo y mente una vez más eran uno. Que ese terrible error se podía evitar.

"¿Escapar? Cariño, hay muchas cosas que pienso hacer contigo. Sin embargo, escapar no es una de ellas…"

Todas mis esperanzas se vinieron abajo.

Mis últimas plegarias se resquebrajaron como antiguos vitrales arrojados contra el piso.

Con un dolor incesante en el alma, hacia lo imposible para tratar de hacer la paz con la idea de los actos por venir.

Una de mis primarias se deslizaba por el pecho de mi compañero.

"Yo… yo… señorita… me siento… vera… tengo…"

"¡Vaya, Vaya…! Al parecer, el gato te ha comido la lengua…"

"Yo… no creo…"

"¿Ah, no? Entonces, creo que tomare mi oportunidad…"

Es difícil describir el sabor de un beso, mas creo yo que depende del tipo de beso.

Los besos de amor son dulces, suaves.

Los besos apasionados son fuertes, intoxicantes.

Los besos apurados son casi insulsos, insensibles.

¿Los besos robados? Curiosamente, son los mejores.

Y admito, con suma pena, que el de este guacamayo era delicioso.

"¡No! ¡Por favor, detente! ¡T-tengo familia!"

A el autómata que una vez había sido mi cuerpo le importo poco la objeción.

A mi me partió el corazón, porque sabía todos los problemas que sobrevendrían de esto.

"Nadie lo sabré… relájate, y te aseguro que te divertirás conmigo…"

El guacamayo esta embriagado por mi esencia, por mi aroma a mujer deseada, buscando una compañía.

El guacamayo sufría mi misma desdicha, siendo prisionero de sí mismo. Su mente había sido recluida, y era solo su cuerpo el que estaba con el mío.

Regreso el beso con la misma hambre que se esperaría de un amante, una compañero secundario, intentando hacer feliz a su ave antes que llegara el otro ignorante.

"B-buen chico…"

Nuestras plumas se rozaron y nuestras lenguas bailaron.

Mis alas lo recorrieron entero, y él toco en lugares donde yo jamás había sido tocada.

Lentamente abrió sus patas para mí, extendiendo una invitación que no dude en tomar.

Nos sentimos pecho con pecho y nos intoxicamos de calor. Nuestros cuerpos se unieron en un frenesí salvaje, desesperados por tenerse y no soltarse jamás.

Saciamos todos y cada uno de nuestros deseos carnales en el cuerpo del otro, y más de una vez perdimos el aire.

Esa noche no fue obscura, ni fue clara… fue, en su forma, perfecta.

Y me sentí una basura…

Pero hoy… tras cinco años… una sonrisa adorna mi cara mientras contemplo las durmientes pruebas de mi pecado.

La luna ya se ha ido, mas no quiero despertarlos.

Hoy es el día en que los llevo a visitarlo.