Este fic lo escribí para pedir disculpas porque no he actualizado recientemente, ojalá lo disfruten. Oh por cierto, odio escribir en primera persona, debe estar terrible, pero en fin. Mi Beta Karla la cual ha estado un tanto extraña y distante conmigo me ha revisado este fic mientras además de que me espera, siempre es un amor, te adoro, tú siempre serás mi linda herbívora (?)

· Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Himaruya Hidekaz y no hago esto por fines de lucro, sólo por entretención mía y de los lectores.
· Parejas: Alfred/Arthur - (Estados Unidos/Inglaterra).
· Advertencia: Asdf, lo descubrirán ustedes.


Mi trasero estaba malhumorado, no quería permanecer en la silla y sabía exactamente el por qué de eso.

La clase de biología, una de las asignaturas que más me fascina ahora me mantenía en la punta de la mesa con la boca abierta, suspirando, estresado como si estuviéramos en las finales, tema reiterativo que pasan cada dos por tres en los medios masivos de comunicación era el objeto de estudio en esa clase. Horroroso, lanzaría la mesa lejos de una patada mortal pero me mirarían como un demente. Hice una mueca de asco, la mayor rebeldía que podría manifestar la verdad, tiemblen ante mí, como si alguien no se enterara de las condiciones en las que se divide el mundo. Al menos, hace unos años atrás, yo era procedente de una isla de abundantes riquezas llamada Inglaterra, ahora, estoy encerrado en el maquiavélico círculo estudiantil, cada norma tiene que seguirse al pie de la letra.

El profesor ponía una didáctica imagen en la pantalla a través de un proyector. En una, salía poco menos un cavernícola devorando un pernil de cerdo, en otra, un sujeto de ropas más decentes y que parecía más sensato, sujetando el mismo pedazo de porcino pero en la otra mano traía una candente lechuga -Sí, las lechugas son candentes-, para que finalmente, en el último recuadro saliera un ser casi hippie rodeado de naturaleza, filántropo y con aires inteligentes de autosuficiencia.

Casi dejé escapar una risa, ya sabía a qué quería llegar el profesor. Resumidamente era algo así…

1. CARNÍVOROS: El hombre cavernícola estúpido.

2. OMNÍVOROS: El medio normal, pero no lo suficiente.

3. HERBÍVOROS: La creación misma, los dioses, el inteligente.

—Alumnos, empezando con la división del mundo entre razas, ¿Qué pueden decirme acerca de…—el profesor hizo una pausa, ocultando una pequeña risa. —…los carnívoros, por ejemplo? —sonrió apuntando a un alumno, no era necesario voltearme para saber que era el estúpido de la clase.

— ¡Unos imbéciles caníbales, están bien exiliados, los muy hijos de puta! —la sonrisa del profesor, bastante imparcial diría yo. Casi sentí que era para darle la razón.

Tosió un poco antes de responder, se nota que disfrutaba con humillar a los carnívoros, de cierta manera es entendible, yo no he pasado por lo que él, sus padres fueron devorados por esa raza de manera brutal en la crisis de 1964, justo cuando se inició la guerra más nauseabunda y dolorosa del mundo, gracias a ella se escogieron las fronteras entre las diferentes razas, los herbívoros nos iríamos al sur, donde la naturaleza goza de poder y llueve con mayor regularidad, los carnívoros estarían justo delate de nosotros, azotados por los climas cálidos, conectados a los omnívoros, que estaban intermediados entre ambos al este.

Levanté la mano, engatusado por la ignorancia de la que se valía la clase por un resentimiento pasado.

—Puede hablar, Kirkland.

—Son altos, más altos que nosotros los herbívoros, sus cabellos son dispares según genética, poseen pieles más bronceadas por el clima al que se vieron sometidos, poderosas quijadas, mas no en exceso, grandes para triturar carne, condición económica estándar, inferior a la nuestra por unas cuantas cifras, salvajes, una vista de cazador, ven a grandes distancias a su presa, de velocidad elevada, ellos son… fascinantes. —ante la última palabra me mordí la lengua, la clase me miraba en un silencio demasiado incomodo.

Ciertamente, había sonado como un admirador ante su cantante favorito, realmente no es eso, es el estudio de la biología y de los seres vivos lo que me atrapa, no ellos como tal, por eso, que el profesor transforme esta maravillosa investigación en hechos históricos me fastidia, pero creo que me excedí, perfecto, gané unos cuantos enemigos más.

Estoy listo para la lista negra a final de año, oh sí, sería el primero por obvias razones.

Sí, definitivamente me fui feliz de la vida cantando las mañanitas cuando salí del colegio lleno de miradas asesinas en mi espalada, soy tan amado, es de envidiar, un poco de curiosidad no es mala, sin embargo en esta sociedad tan cuadrada parece prohibida y tentaba a seres como yo. Caminé hasta las orillas del bosque, cercana a la gran represa, antes de entrar a mi casa extendí la mirada sobre la frontera, otra razón por la que me tienen miedo es que vivo en el "punto muerto", el punto muerto es donde se intercepta la tierra de los herbívoros con los carnívoros, es más, desde mi casa, sólo a unas cuantas cuadras estaba la línea divisora, sin reja ni apartamiento, una norma que dictó el gobernante de la raza contraria.

Si un carnívoro osaba pasar la frontera y era descubierto, su misma raza se lo comería, sonaba bestial, pero querían demostrarle al mundo que ellos no eran unos bárbaros, que tenían autocontrol y de cierta manera, han pasado décadas en que ningún carnívoro pisa estas tierras, sin embargo, la ley de no tener barreras iba en viceversa, si es que un herbívoro entraba por cualquier motivo a las tierras de los predadores sería devorado.

No se aplicaba justicia si lo mataban, ya que él entró a esas tierras prohibidas.

Entré a la casa suspirando con cansancio, ni todos los libros que existían sobre esa raza tan peligrosa mataría la anhelante curiosidad que sentía hacia ellos, se me helaron los huesos cuando vi el mensaje en el frigorífico, casi quise desmayarme allí mismo, no, no, mierda.

"Querido Arthur.

Por cuestiones de negocios, tu padre y yo hemos
viajado inesperadamente a la zona verde del noroeste.
Hemos dejado todos los refrigerios para la semana y
un poco de dinero bajo tu almohada.

Por cierto, tu hermano ha accedido amablemente
a cuidarte hasta nuestro regreso.

Te quiere mucho, Mamá."

Me quería morir, la palabra más horrenda de mi vida empezaba con "H" y terminaba en "ermano". Quizás era una mala broma de mi risueña madre que sabe que padezco de hermanofobia, precavidamente miré detrás de la puerta, la bulliciosa tele casi a máximo sonido, el olor a tabaco que casi me hacía vomitar, los ojos afilados y cansados yendo desde su móvil hasta la televisión, allí estaba, mi hermano escocés. Mi pelirrojo pariente ubicado en el sillón dirigió una gélida mirada hacia la cocina después de aspirar un poco el aire.

Maldición, tan instintivo como siempre.

—No me hagas pararme a saludarte, mocoso.

—N-No era nada de eso Scott, sólo estaba mirando la pared, es tan linda… ¿Te habías fijado en sus colores? —la respuesta no lo dejó muy feliz, me miró con sus ojos álgidos, entumiéndome, era el diablo cuando era pequeño, ahora me parecía un tanto más controlable, un mini-satanás o un ángel caído.

Pero no me metería con él, de cierta manera, tiene ventaja en fuerza, rapidez e instinto. Es un omnívoro. Ciertamente, un carnívoro no puede entrar a estas zonas y también se aplica en viceversa, en cambio, la raza bendecida realmente eran ellos, los omnívoros, que tenían libre albedrío en cualquier frontera, ellos podían estar en la zona sur, centro, oeste, este y norte, donde ellos quisieran, Scott Kirkland ha estado en todo el mundo, pero es reservado, no cuenta nada, serio y calculador.

— ¿Qué te ha traído a casa, hermano? —vamos, socializar con este sujeto no puede ser tan difícil.

—Mi casa es Escocia, no esta porquería…—susurró vacilante, creo que se arrepintió un poco de su infundada teoría al pensar que este era el actual hogar de sus padres. —Realmente, me aburría un poco, pedí unas semanas libres en el trabajo para venir aquí, definitivamente me arrepiento, lo más monótono del mundo es la zona verde sur…

— ¿Qué tal la zona verde del oeste?

— ¿Otra vez con tus preguntas acerca de carnívoros? ¿Verdaderamente buscas meterte en la boca del lobo? ¿Ser devorado? ¿Te gusta sentirte vulnerable? —me sonríe sutilmente, con una mezcla de burla y prepotencia. —Bueno, ciertamente, lo prohibido es lo que más te tienta…—lo último lo dijo mientras se mordía los labios, de cierta manera, me sentí acechado.

Siendo realistas, cualquiera se siente acorralado de sólo mirar a ese escocés, ni siquiera sé como es que consigue trabajos por su "simpatía" ¿Simpatía dónde? ¿Su hígado era simpático quizás? ¿Tal vez su intestino era bueno charlando? Algo que no podía ver de seguro. Claro, ese sujeto rara vez ha sido simpático en su amargada vida, a no ser de que se trate del cumpleaños de nuestra madre donde se le ve sonreír tres veces, precisas: Cuando llega, cuando se canta el Happy Birthday y la más alegórica es cuando se va.

Scott apretó con fuerza el control al no ver respuesta de mi parte, me mordí los labios, él hizo lo mismo, no le podía mantener la mirada durante mucho tiempo, me sofocaba, era tedioso.

—Voy a la cama. —respondí, de cierta manera, escapando.

—La computadora es mía.

—Hay dos esta vez Scott, no tienes que ir a invadir la pieza. —Su mirada pareció tragarme vivo, apretó nuevamente el móvil, otra vez esa costumbre de sacarse el cigarro de la boca y morder su dedo pulgar se hacía presente.

Sabía que si preguntaba sobre ella se pondría de mal humor, todo pone de mal humor a ese escocés, sí, todo menos los cigarros.

Las horas con él fueron realmente una tortura y se mantendría durante una semana más, el muy maldito decide llegar presagiando mal augurio aquel viernes trece como un cuervo carroñero, trato de mantener mi mente ocupada en otra cosa. Muerdo el lápiz cuando veo algunos documentales acerca de la guerra entre razas, me estremezco, odio la historia, pero los estoy observando a ellos, a ellas, criaturas que ven a distancias lejanas para nosotros, el estremecimiento de su voz, su garganta rugiendo, como sus ojos, antes hermosos y cautivadores adquieren un toque animal al iniciar la batalla, realmente me fascinan.

Tecleo para ir a un enlace, sus orígenes, releo las frases tratando de encontrar algo nuevo que anotar en mis informes personales, los archivos de los herbívoros son un asco. Aunque le tengo algo de desagrado a la raza de Scott, debo admitir que los que más complementaban la escasa información de los depredadores eran ellos. Maldije su suerte, si sólo hubiera sido escocés, quizás. No, mierda, ser un Scott dos colorín, no, por dios no. Moriría de cáncer al pulmón a los treinta, le queda poco a mi hermano mayor, lo presiento… o quizás así lo deseo.

Me quedé dormido aún con la ropa puesta mientras se reproducía un documental más, la voz me parecía ya un vozarrón lejano, no podía continuar con eso, cerré los ojos apagando el computador tirándome a la cama, la ropa tendría que espera hasta mañana, porque hoy no hay nadie dispuesto a sacarla de su lugar, y si es que hubiera, sería un tema raro, bastante raro. Hubiera sido agradable decir que al día siguiente me despertó el hermoso sonido de las aves sobre los frondosos arboles que rondaban nuestra casa de color ocre y el techo café cubierto de hojas. Pero no, no podía tener tanta suerte.

Era el golpe casi infernal de la bota de Scott casi echando abajo la pobre e inocente puerta de mi habitación, "maldito cabrón" pensé entre susurros, pateó más fuerte la puerta para que despertara a hacer mis quehaceres, creo que el muy desgraciado me ha escuchado, después de todo ese muy mal nacido tiene un oído casi tan agudo como el mío, pero claro, sólo lo usa para el mal, todo lo usa para el mal, aunque a veces, sólo a veces siento que es demasiado sobreprotector. Cuando mis hermanos se marcharon de estas tierras, vaya el discurso que les dio aquel primogénito, de cierta manera, Scott siempre ha estado muy solo, quizás, lo único que tiene y quiere proteger sea a su familia, pero su personalidad de ogro debajo del puente le quita todas sus cualidades que ya son escasas.

—Te levantas ahora o te tiro amarrado a la línea divisora, conejo…—su voz era amenazante, este tipo no tenía sentido del humor, o al menos empatía, estoy cagado de sueño, me quedé hasta las tres de la mañana viendo documentales, mi vena investigadora salió a relucir gracias a la fastidiosa clase de biología.

— ¿Puedo apelar a la misericordia? —sinceramente estaba medio muerto.

—No conozco a tal señora, después me la presentas, cuando friegues los putos platos y hagas el living… —la voz era ácida, notaba las malas vibras a millas, seguramente él se había levantado tipito seis de la mañana para tener el día libre haciendo su parte.

Scott era malvado, es verdad, pero nunca dejará que yo cocine los vegetales, se podría decir que es lo único totalmente mío a lo que mi hermano le teme, desconozco las razones, volteo hasta un poco de ropa limpia amontonada, unos jeans a cuadros oscuros con corte casual, una camisa de manga larga de color claro y un chaquetón de color rojo oscuro y apagado. Las patadas continuaron un tiempo más hasta que me paré de la acogedora cama, ya destrozándome el sueño se retira, sabía que mis obligaciones serían realizadas con una brevedad instantánea, me gusta ser ordenado en mis cosas, sólo que hoy he tenido un desliz.

Del baño a mi ropa. De mi ropa a mis zapatos. De mis zapatos a mover los putos pies. Mis putos pies moviéndose para ordenar el baño. Del baño ordenado a un intento de desayuno con pan integral. Del intento de desayuno añejado con odio escocés a ordenar el living. Del living a lavar y ordenar los platos. De los platos a las malditas tareítas extra que se le ocurrían a última hora a Scott. De las malditas tareas a mi cuarto. Y de mi cuarto a la libertad: afuera, lejos de donde está mi hermano con mi libro de observaciones.

La casa me hacina, es como la claustrofobia, pero sólo me da cuando implica estar en las mismas paredes con ese escocés.

Me pasé todo el día en un lugar que considerarían de locos, a unos cuantos metros de la línea. Con suerte, a veces veía unas sombras pasar, ninguna lo suficientemente tonta para retar a su instinto y ponerse al borde a sentir la fragancia que despiden los "veganos", como suelen tildarnos a veces por lo que sé. Claro, anoto cada movimiento y lo que distingo a lo lejos. Detrás del espeso bosque alcanzo a ver unas cuantas casas, a veces humo y ruido de ciudad, más al centro deben estar las grandes conglomeraciones de gente, como ya he mencionado, a los pocos carnívoros que viven en la frontera sólo hay una forma de clasificarles: Masoquistas.

¿Qué otra razón les obligaba a permanecer al borde de la espada, aspirando el filo proclamando su muerte? Era una raza fascinante, no sabía nada de ellos y ya estaba completamente enganchado. Las horas pasaban rápidamente, sólo me molesté en ir a comer algo junto al fosforito que no se veía muy contento con mi ausencia, como si me importara, él fue el único hermano que nunca estuvo allí para mí.

Mis pensamientos parecían tomar forma y ser gritados a su oído, siempre tan serio y susurrante. A penas el sol empezó a tocar el horizonte vino, con su mirada letal y certera sobre mí. Me hizo arrugar mis pesadas cejas, lanzarle maldiciones, ¿ahora qué demonios quería? ¿Que lo fuera arropar en la camita y le cantara una nana para dormir? ¿Que hiciera de reloj despertador en la mañana?

—A la casa, fenómeno…—murmura frío, quizás estaba aburrido. Pobre y solitario Scott.

—Me quedo aquí, animal.

—A casa, en serio, tómalo así, soy tu niñera malvada, o te metes dentro de la casa o…

— ¿Me jodes? —sonreí.

Mi hermano se irguió mordiéndose los labios. —No me provoques, mocoso… ¿Qué mierda estás haciendo aquí? ¿Qué es esto? —se acercó un poco, me distrajo con la mirada, aparentando que dirigía su atención a otro punto.

Me estremecí cuando me di cuenta que me lo había quitado de mis manos, mi valioso libro, gruñí exasperado, sin idear plan alguno, empujándolo para que me lo devolviera, rió autosuficientemente y con alegoría, esquivándome con gracia mientras sus afilados ojos seguían mi cansado andar, me sentía un tanto inútil dando vueltas a su alrededor para arrebatarle mi tesoro.

Golpeé un poco su punto ciego, tropezó con rabia y me dio un suave golpe, retándome a intentarlo de nuevo, de cierta manera titubeé, lo que le sacó otra alargada sonrisa, las que parecen de un pirata insatisfecho, la que yo mismo solía poner hace unos años atrás cuando me veía envuelto en peleas callejeras tratando de encontrar algo con sentido.

— ¿Otra vez con esto, Arthur Kirkland? —su sonar no pareció agraciado ni con rastro de alegría, era serio y repulsivo, como si hubiera visto a su hijo jugando con fuego. —Te dije que no te metieras en esto, mocoso… ¿Tanto lo quieres? ¿Esta puta cosa? —encaró mi cuaderno en mi rostro mientras sentía como otro puñetazo se acercaba a mi torso, uno que logré esquivar.

—Es mío, Scott…

—Pues ve por él, estúpido. —su voz ya no resuena, mi mirada no procesa el acto de su brazo izquierdo, arrojando con fuerza el libro. Estiro los brazos, siento como si fuera un niño pequeño siendo martirizado por el matón. Corrí hacia él, me detuve, paralizado, la línea blanca con borde rojo me advertía que si daba unos cuantos pasos, yo…

— ¡Tú, puto escocés! —la ira me consume, él sólo sonríe.

—Te dejo pequeño. Abandona esto, no maltrato tu sueño, no devoro tu curiosidad, sólo te alejo de las obsesiones que te aniquilarán algún día, créeme, es mejor de esta manera…

— ¡Aún así, no tenías que arrojarlo!

—Me largo, te espero en media hora en casa o te obligaré a entrar. —Ni siquiera mostraba arrepentimiento por lo que había hecho, prende un cigarro mientras se pone contrario al viento, incrusto la mirada de resentimiento hacia él, se mete una mano al bolsillo.

Me observa, lo siento más distante que nunca, como si lo hubiera hecho recordar a alguien, a algo.

Paso minutos enteros viendo el cuaderno, casi rozando el borde de la línea, la adrenalina corre por mi piel, estaba tan cerca, unos cuantos metros, tenía que sólo cruzarla por un par de segundos y… era un sector vacío, no escuchaba ruido alguno, podía cruzar, no se veía nadie. Sólo tenía que correr allí y marcharme.

Aún así, algo oprimió mi corazón, el éxtasis de sentirme presa era abrumante.

—Sólo te-tengo que…—maldije a Scott, estaba temblando, apretando los dientes, tomé impulso, vaya tontería, no era tanto, sólo correr de allí hasta acá.

Sólo correr de allí hasta allá, dos metros cambiaron mi destino si no mal recuerdo. Sentía mis pasos más ligeros que nunca, el primer paso, no sentí ruido alguno mientras estaba corriendo, con el corazón removiéndose alocadamente en mi pecho, apretando los ojos hacia mi libro, en el segundo paso, pude tocar la cubierta de mis anotaciones, y el tercero… ya no pude darlo. Un cuerpo sobre el mío, un brazo oprimiendo mi cadera, di un respingo suave antes de procesar que había pasado, la mirada seria azulada y los cabellos rubios insistentemente oprimiendo mi atención, sentí un rugido, esta vez el extraño me tomó de la espalda y levantó mis pies, los fuertes brazos incrustándose en mi cuerpo, sentí el calor antes de ser arrastrado hacia el bosque, él era tibio, él era peligroso, él era fascinante y me llevaría a la perdición, sólo bastó eso.

Sólo bastaron cinco segundos y dos metros para cambiar mi vida y ser capturado por ese intrigante y oscuro muchacho.


Próximo capítulo: Carnívoro.


Son tres capítulos nada más, lo dejo hasta aquí por hoy, espero que con este fic, que no es en particular muy bueno, me perdonen tantas demoras.