Disclaimer: Katekyo Hitman Reborn! no me pertenece, todo el crédito a Akira Amano *~*


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Eternidad

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Cuando sobrevenía la oscuridad, su tormento iniciaba. Noche tras noche era así, desde aquella vez que luchó contra Hibari y en medio del momento culminante, en el que su consciencia estuvo a punto de desvanecerse por la falta de oxígeno, fue probado por el anillo de los Vongola; experimentando en su mente, todas las memorias y pecados que habitaron palpitantes en la sangre carmesí que se derramó sobre la joya. Y a pesar de que negó con vehemencia, y gritó a flor de piel que acabaría con ese interminable historial de muerte y destrucción, a pesar de que el primer jefe hubiese aceptado su voluntad, a pesar de no querer verse aún más envuelto en las sofocantes espinas de la mafia... ya era demasiado tarde, y tuvo que pagar el precio de su linaje maldito.

Tsuna sabía que estaban allí, agazapadas en las penumbras de su habitación, lo miraban con ojos vacíos, atormentando sus sueños, encarnando sus pesadillas, perforando sus oídos con amargos sollozos y quejidos de agonía. Gritos desgarradores hacían temblar sus huesos, un repugnante olor metálico y dulzón intoxicaba sus pulmones, mientras él, con las rodillas juntas a su pecho, y los dedos enredados con desesperación en sus cabellos castaños, miraba con los ojos desencajados de terror la pared, el corazón bombeando desbocado, queriendo romper sus costillas, las lágrimas deslizándose inevitables por sus mejillas, hasta gotear por su barbilla y caer en las sábanas. El granate manchaba brillante las infernales memorias que guardaba el anillo, y estaba esparcido por toda su habitación, su visión era borrosa y el aliento había sido atascado en su garganta, no podía gritar, no podía ignorarlo... no podía seguir. Miraba de reojo a Reborn, pero él seguía durmiendo pacíficamente. Sólo le ocurría a él, sólo el podía escuchar los gritos desgarradores de los niños clamando por sus madres, de traidores rogando por la vida de sus familiares, de las llamas al devorar vidas, podía percibir el olor a carne quemada, los estallidos producto de explosiones, los balazos atravesando los cuerpos de las personas, el filo de las espadas al cortar sin compasión.

Quería que todo se detuviera, pero al apretar los párpados tratando de despejar su mente; dejaban de observarlo desde la esquina de la habitación y se acercaban a él en un suspiro, la cama cedía y traqueteaba ante el peso invisible, lo tocaban con sus frías y descarnadas manos, murmuraban a su oído con un gutural susurro. Almas perdidas, sedientas de justicia y reclamantes de venganza.

Cuando ya no lo soportaba más, y sentía esas presencias cerniéndose finalmente sobre él, el aire era capaz de ser expulsado y gritaba, abría los ojos desesperado, su mirada se encontraba con la faz de la luna, el peso de la fatiga pesaba sobre él como el concreto, y añoraba la suavidad de las sábanas, sin embargo, ellos estaban ahí, esperando envueltos por las sombras, acechándolo desde las paredes, estudiándolo desde el techo. Finalmente, Tsuna ocultaba el rostro en las palmas de sus manos, deseando la llegada de la claridad, el final de su tomento, pero mientras escuchaba nuevamente el roce de esas cosas al arrastrarse por el suelo hasta llegar a él, comprendía que el castigo infinito que pagaría por los pecados de sus antecesores sería eterno.

Y las noches nunca tendrían final.

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