Este fic no es mío, pertenece a Ofravenwings que podréis encontrar en inglés en esta misma página. Así que todos los derechos le pertenecen a ella. Yo simplemente lo he traducido al español porque me gustó muchísimo y creo merece ser difundido en más idiomas.


El guardia presiona un botón y la pesada puerta de acero se abre deslizándose. Mira hacia arriba brevemente, sus ojos moviéndose sobre su tarjeta de identificación, entonces regresa al iPad apoyado en su escritorio. Darcy echa una mirada hacia la pantalla mientras se lo pasa. Una especie de documental mostrando una araña cuyo caparazón brilla con tonos verdes iridiscentes. El sonido aparece elevado y ella escucha el "clic" de las patas de la araña como si se desplazara a través de la web, envolviendo un insecto en la seda. Hay tanta seda que es imposible decir de qué insecto se trata. Aparta la mirada antes de que la araña pudiera clavarle sus colmillos.

La puerta se cierra tras ella con un vacío sonido final. Hay un susurro de aire frío contra la parte posterior de su cuello como si el ventilador lo sacudiera. Todo está sellado aquí, nada puede escapar.

Ella se detiene apoyándose contra la puerta, el aire enfría el sudor bajo su cuello. Sujeta la bandeja temblando, los cubiertos de plata chocan contra la blanca porcelana. Hay algún tipo de guiso aquí, con vegetales y lentejas. Pan blanco y un plato de arándanos frescos.

Con esto último ella quiso tirar la bandeja contra la pared. Nadie en Nueva York tenía arándanos ahora. Nadie en la ciudad, probablemente. Durante meses han estado escasos de fruta fresca o vegetales de las que nadie ha podido disponer. El pan es igualmente difícil de conseguir. Ella ha estado viviendo de su alijo de Pop-Tarts[1], judías enlatadas y Spaghettios[2]. Y ha estado agradecida por ello, sabiendo que hay muchos quienes tienen mucho, mucho menos.

Y aquí está ella, con unos jodidos arándanos a punto de echarles mano, para el monstruo responsable de la destrucción de su mundo. Durante un momento considera tirar la bandeja y comerse los arándanos, incluso se plantea escupir sobre ellos.

La ventilación susurra otra vez y en este sonido ella escucha, sin pedirlo, la voz de su madre: Cuando hagas algo, hazlo como se debe, chica.

Ella quiere decirle a su madre que no perpetró esto, que ni siquiera le dieron una elección, pero no dice nada, simplemente suspira profundamente y avanza hacia adelante con los hombros cuadrados.

La celda está localizada en lo más profundo de la base de la torre, con tres muros de sólido hormigón. Darcy recuerda a alguien contándole que los muros tenían cinco metros de espesor, el techo y el suelo diez, y todo ello reforzado con alguna tecnología de Stark. Ella lo había visualizado en zonas después todo. La poderosa tecnología que Stark usó bien podría ser magia, era por eso que nadie más que Stark lo entendía. De todas formas, las paredes, el suelo y el techo eran inquebrantables.

La última pared, la que está de cara al corto pasillo, es de algún material parecido al plexiglás, algo traído de Asgard. El casi-plexiglás anula su magia, es irrompible e insonorizado.

Él está atrapado, enjaulado, silenciado y aún así sus manos tiemblan cuando se acerca a la celda y puede verle.

La celda tiene un catre, una silla, una mesa, una columna y escondido tras una pantalla traslúcida, el baño. A pesar de la disponibilidad de asientos, él está sentado en el suelo. Viste de negro: pantalones ajustados y camisa de manga larga. Su cabello está largo, disperso bajo los hombros. Una pierna doblada, un brazo descansando sobre la rodilla. Su otra mano apoyada en el suelo, largos dedos apoyados contra el hormigón. Sus ojos están cerrados. Parece que duerme, parece que está muerto.

Darcy mira hacia arriba a las cámaras que cubren la entrada. Hay más cámaras escondidas en la celda, ella lo sabe. Es imposible que él pueda hacerle nada sin ser visto.

Hay un conjunto de intervalos dentro del casi-plexiglás cerca de ella. Por encima está el botón que activa el sistema de comunicación. La pequeña abertura de espacio se supone que es segura de alguna manera, pero ella no confía del todo. No quiere hacer esto, no quiere estar aquí.

Comienza a alejarse pero la cara de su madre aparece ante ella, su rostro arrugado en esa misma vieja apariencia. Lo único que dice es que Darcy ha fallado de nuevo, que se lo esperaba desde el principio.

Darcy traga, su garganta está seca, finalmente abre el hueco.

El aire que viene de dentro de la celda es más cálido que el aire del pasillo de entrada, se tiñe débilmente con la esencia de la piel, de algo como el hielo. Ella necesita un momento para darse cuenta que está sintiendo el aire caldeado debido al cuerpo caliente de él. Traga de nuevo, su estómago se retuerce y deposita la bandeja en el hueco empujándola dentro de la celda. Cierra el espacio otra vez con una oleada de alivio.

Él no se ha movido, no ha dado la más leve indicación de que sabe que ella está allí. Eso, más que todo lo que él hizo, provoca en ella una creciente cólera. Golpea con su puño en el botón para comunicarse.

— ¡Hey, hijo de puta!— dice aporreando el plexiglás. —¡Hey! — ella escucha su propia voz haciéndose eco en su celda.

Él no se mueve, la única indicación de que todavía está vivo es la lenta subida y bajada de su pecho. Darcy golpea la pared otra vez, tan fuerte que se hace daño en la mano, pero no le importa. Se siente bien, el dolor. Se siente como algo al menos, como estar viva.

Él no reacciona en absoluto.

Después, cuando ella es enviada a recoger la bandeja, él todavía permanece sentado exactamente en la misma posición. La bandeja está en el hueco, esperando ser recogida. Los platos están vacíos, los cubiertos alineados al montón de cuencos.

Ésta vez, ella no dice nada. Sostiene su aliento cuando abre la trampilla y entonces se da la vuelta.

Darcy camina a casa desde el metro. Una vez, hacía mucho tiempo, nunca podría haber caminado sola a través del vecindario. Demasiado peligroso incluso con su táser. Se había creado un complejo sistema con otros estudiantes para hacer seguro que una chica caminase sola fuera de clase, pero incluso entonces, algunas chicas fueron atacadas. Ahora ella era la única persona en la calle. Muchas de las construcciones por las que pasaba estaban vacías, sus ventanas hechas añicos. A veces echaba un vistazo y su ojo notaba movimiento saliendo de una columna, pero cuando se volvía no veía nada.

Tras el ataque, la gente abandonó la ciudad. Las áreas adineradas se vaciaron primero, personas escapando a lugares de su propiedad en lo más profundo del país. Después de un tiempo, la gente comenzó a trasladarse hacia los apartamentos vacíos. Al principio la policía les forzó a abandonarlos, pero al final, eran demasiados a los que hacer frente. Y von el transcurso del tiempo, la policía dejo de hacer nada.

El chico que había vivido debajo de Darcy se mudó a un apartamento con vistas a Central Park y vestía a su novia con pieles abandonadas por los antiguos propietarios. Darcy habido ido a visitarle pero encontró el lugar vacío, todo lo que permaneció fue piel manchada de sangre y pedazos de madera quemada.

Ella tiembla con una brisa que baja por la calle y se envuelve con su abrigo alrededor. Pronto llegaría el invierno y esperaba que la calefacción se mantuviera. Por ahora tenía calefacción, agua y electricidad. ¿Pero por cuánto tiempo?

—Ellos volverán, —dijo a la calle vacía. —Esto es Nueva York, todo regresará.

La calle no le envió una respuesta.

Su apartamento era pequeño, la fachada tenía una gran mancha abrasada. Ella no sabía qué ocurrió durante el ataque o si alguien había decidido tratar de quemar el edificio para tirarlo abajo. Ahora no importada, en cualquier caso.

Se paró en el portal y se dio la vuelta hacia donde podía ver la Torre Stark. El letrero no se había reparado aún, sólo se vislumbraba una luz llameante en el cielo. Ella pensó en él, seguro y calentito en su celda. Quizá tuviera más arándanos para cenar, a menos que la comida la entregara otro empleado, no ella.

Su puerta todavía estaba cerrada, gracias a Dios, y ella entró dentro volviendo a cerrar una media docena de cerrojos que había añadido a la puerta. Dentro está tan frío que no se quita el abrigo. Conecta su iPod a unos altavoces portátiles y activa el modo aleatorio. Se cerciora de que el volumen está bajo, no necesita avisar de su presencia a nadie que pudiera estar pasando por allí.

Abre una lata de judías para cenar y se la come sentándose en la ventana observando la Torre Stark. Es sólo cuando se está cambiando a un viejo pijama que las lágrimas comienzan a caer. Hay una fotografía sobre su mesa: una adolescente sonriendo incómoda, flanqueada por dos chicos jóvenes en un lado y un par de cabellos blancos en el otro.

Apenas reconoce a su yo más joven en esos días. Ella desearía no reconocer al resto de su familia, fantasmas ahora, todos ellos. Como Nueva York.

Como ella.


[1] Galletas rellenas de distintos sabores: chocolate, fresa, etc.

[2] Espaguetis ya preparados en lata.