Disclaimer: Este fanfic no ha sido creado con ánimo de lucro. Los personajes del mundo de beyblade pertenecen a Aoki Takao, excepto Samantha y otros personajes que han sido inventados por mí.
Parejas: Kai/ Samantha (OC)
Takao/ Salima
Max/ Mariam
Rei/ Mao
Advertencia: AU y Lemon
"Pensamientos"
–Diálogos.
ENTRE LA ESPADA Y LA PARED
–Kaily Hiwatari–
Era un día frío y sombrío, como lo estaba siendo todo el invierno. Un chico de cabello bicolor, ojos color carmesí, piel blanquecina y rostro algo serio, iba caminando por la calle. Estaba bien abrigado y aun así, sentía cómo el frío le traspasaba hasta los huesos. Llevaba unas zapatillas blancas, un pantalón azul vaquero, una camiseta de interior de manga larga y de cuello alto blanca, un abrigo de lana rojo y una chaqueta vaquera que estaba forrada de piel por dentro. En el cuello, llevaba una bufanda de color blanco.
Ante sus ojos vio caer unos copos de nieve. Rápidamente, miró por inercia hacia el cielo. Efectivamente, estaba empezando a nevar y con bastante intensidad. Empezó a levantarse un poco de viento. Quizás venía una ventisca. Al ser domingo, no tenía que trabajar y nada mejor que hacer, salvo pensar.
Las calles estaban totalmente desérticas de gente dado la hora que era. Únicamente circulaban por la carretera algunos coches. Miró hacia el suelo y suspiró. Levantó su vista y miró hacia la derecha, para ver unos escaparates de ropa, sin dejar de caminar. Por inercia, miró hacia la izquierda, ya que quizá, había algo más interesante hacia ese lado.
Se dio cuenta de que había una chica sentada en el bordillo de la acera de la calle, con los pies puestos en la carretera y los brazos cruzados, descansando sobre sus rodillas. Era hermosa, y su cabello era rizado, largo y oscuro, recogido en una cola. Su mirada parecía estar perdida y aunque no la conocía, juraría que estaba triste.
Parecía que no le importaba pillar un resfriado, ya que no vestía con ropa muy abrigada. Una blusa de manga larga con cuello en forma de pico de color blanco y unos jeans azules, junto unas zapatillas blancas.
O quizá, estaba tan absorta en sus pensamientos, que no se había dado cuenta de que estaba nevando. Pasó por su lado y la miró unos segundos disimuladamente. Pudo apreciar cómo de sus ojos salían unas lágrimas.
Aunque aquello no tenía nada que ver con él, decidió pararse por si necesitaba ayuda, cuando lo normal en él, hubiese sido pasar de largo, ya que lo que le sucediese a esa desconocida no era su problema.
–Perdona, pero deberías irte de aquí. –Miró de nuevo hacia el cielo, para después regresar la vista hacia la chica–. El tiempo va a empeorar. –afirmó, seguro de sus palabras.
La chica pareció no haberle escuchado, y lloraba desconsoladamente en silencio. El chico la vio tan sumida en sus pensamientos que se puso frente a ella. Se agachó y con la mano, le levantó la barbilla lentamente, para que le mirase. No sabía lo que sucedía, pero, su mirada reflejaba dolor y angustia.
–Oye, chica. ¿Estás bien? ¿Puedo ayudarte en algo? –se ofreció, ya que parecía estar bastante mal. Pudo apreciar que sus ojos eran de color marrón y su tono de piel no era ni muy claro ni muy moreno.
La chica le miró a los ojos. Parecía haber reaccionado de alguna forma. Pero lo único que hizo, fue negar con la cabeza lentamente, sin dejar que sus lágrimas se detuvieran.
El bicolor miró a su alrededor. Salvo los coches que seguían circulando, no había nadie que pasase por allí y comenzaba a nevar con más intensidad–. Creo que deberías de irte a tu casa. El tiempo está empeorando y podrías resfriarte.
La chica separó los labios para hablar–. Es que no puedo volver allí. –Confesó con tristeza–. Al menos de aquí nadie me echará.
El joven de ojos carmesí meditó unos segundos sobre esas palabras. Quizás sus padres la habían echado de casa– ¿Y no tienes otro sitio al que puedas ir?
–No. Además, no tengo ni familia, ni amigos. –sorbió el moquillo para intentar seguir hablando –. Tampoco tengo trabajo y en la única persona en la que confié, me ha engañado. –se limpió las lágrimas con el dorso de su mano y empezó a temblar inconscientemente, debido al frío.
–Pues tienes un grave problema. –Añadió, al comprender su situación–. Espera, me presentaré –dijo, al caer en la cuenta de que no lo había hecho–. Soy Kai Hiwatari y me gustaría ser tu amigo. Quiero ayudarte.
–Yo soy Samantha –respondió.
–Es un nombre muy bonito. –pensó un momento en su situación y en la de la chica. Quizá podría hacer algo que beneficiaría a los dos-. Dime, ¿querrías trabajar para mí? No te preocupes por donde dormirás y comerás. De eso ya me encargo yo. Dime, ¿aceptas? –preguntó, esperando su contestación.
Pensó en su situación. Necesitaría un trabajo cuanto antes y ese extraño se lo estaba ofreciendo–. Sí, aceptó encantada. Además, no creo que tenga otra elección, ¿no? –argumentó con una media sonrisa.
–La verdad es que no –sonrió. Ella intentó levantarse y él le ofreció su mano para ayudarle a ponerse en pie. Acto seguido, se quitó la chaqueta para colocársela a ella en los hombros.
–Oye, Kai. No hace falta que… –decía al ver cómo le ponía la chaqueta encima–. No tengo frío y tú te puedes resfriar.
–No digas tonterías, estás temblando. Además no me enfermo así como así. Vamos –le animó.
Caminaron una media hora, hasta que por fin llegaron a unos edificios. Parecían ser nuevos y bastantes modernos por fuera. Cuando llegaron a la puerta de su apartamento, Kai la abrió con la llave. Invitó a la chica a que entrara antes, y cuando entró él, miró a su alrededor.
La chica se encontró con un corto pasillo vertical. Dejó que Kai la guiase. Ese pasillo, cruzaba a su vez con otro que tenía forma horizontal. Al final de éste, en el lado izquierdo había dos puertas. La de la derecha, era la habitación de Kai. La de la izquierda, era el cuarto de baño. Al lado de la habitación de Kai, siguiendo por la derecha, estaba la cocina, y enfrente de ésta, otra habitación. Sin moverse de su posición, miró ahora hacia la derecha. La primera puerta que se encontraba, conducía al comedor. En frente de éste, había otra habitación y al final del pasillo, otra puerta, que conducía a la terraza.
Kai pasó al interior de comedor–. Puedes sentarte dónde quieras. –le indicó.
–Vale –contestó, mirando a su alrededor. Unos sofás en mitad del comedor, con una mesita de cristal en frente. Más separada, pero en la misma dirección, estaba el mueble con la televisión. Al final de la habitación, estaba la ventana con las cortinas. Y a la derecha de la puerta de entrada, había una mesa con seis sillas. Caminó hasta uno de los sofás para finalmente sentarse. Observó que el bicolor, caminaba por el pasillo de una dirección a otra, pero no sabía para qué. Pensaba en si ese chico estaría buscando algo, cuando sintió cómo algo le tocaba el hombro. Tras un respingo, vio que era una mano pequeñita. Confundida, se dio la vuelta, encontrándose con una niña pequeña. Su cabello era rubio, lacio y corto por los hombros, con flequillo recto. Sus ojos verdes y su piel clara. Vestía un vestido azul celeste y unos zapatos negros–. Hola. –sonrió–. ¿Tú quién eres? ¿Cómo te llamas? –se atrevió a preguntarle, al verla tan callada con una sonrisa. Quizá era tímida.
Kai al escuchar hablar a Samantha, caminó hasta el comedor, encontrándose ahí con la personita que andaba buscando–. Así que estabas ahí, ¿eh princesita? –se agachó con una sonrisa y extendió sus brazos, para recibirla–. Vamos, dame un fuerte abrazo. –la animó. La niña así lo hizo con una sonrisa. Ya que la pequeña parecía estar pendiente a su padre, decidió que era el momento de las presentaciones–. Mira cariño, esta chica es Samantha y se va a quedar aquí con nosotros. –le explicó, para dirigirse ahora a la mayor–. Samantha, te presento a mi hija, Erika.
–Hola, Erika –la saludó en tono cariñoso–. Eres muy guapa. –apreció, con una sonrisa.
–¿Por qué no le enseñamos a Samantha cual va a ser su habitación? –le preguntó Kai a la pequeña. Erika asintió con la cabeza y separándose de su padre, cogió las manos de Samantha para llevársela a su habitación, la que ellos llamaban habitación de invitados.
Samantha detuvo a la niña con un suave tirón, haciendo que ésta la mirase confundida. La joven pensó que aquella situación, quizá podría ser incómoda–. Un momento, Kai no quiero ser una molestia para vosotros. Además, ¿qué dirá tu mujer? –preguntó, viendo cómo éste se ponía en pie, ya que todavía había permanecido agachado.
Al escuchar esas palabras, Kai miró a su hija–. Princesita, ve a jugar a tu cuarto, ¿vale? Ahora voy yo. –Kai esperó a que su hija se fuera. Cuando escuchó una puerta cerrarse, indicando que la pequeña estaba en su habitación, decidió hablar–. Verás Samantha, yo soy viudo desde hace dos años. Mi mujer murió en un accidente de coche cuando Erika tenía cuatro años. Le traumatizó tanto la noticia, que no ha vuelto a hablar desde entonces. –le explicó.
Al escuchar aquello, la joven se sintió fatal–. Kai, no lo sabía. Yo... lo siento mucho, de verdad. No era mi intención. –se disculpó.
–Tranquila es normal que no lo supieras. Yo no te lo he contado. Nos acabamos de conocer –le recordó, cayendo entonces en la cuenta de algo–. Tampoco te he dicho en que vas a trabajar todavía. Verás, tendrías que hacer de niñera para mi hija. ¿Crees qué podrás hacerlo?
–Claro, sin problemas. Además me encantan los niños. –le sonrió. "Aunque no podré hacerlo por mucho tiempo" pensó, al recordar su situación–. Dime, ¿va al colegio?
–No, porque aunque ella intenta comunicarse con los demás mediante señas, los demás niños no la entienden. Así que en mis ratos libres, cuando no estoy trabajando, le intento enseñar a leer y a escribir. –Le hizo saber–. Tendrás que bañarla, vestirla, darle de comer, jugar con ella y llevarla al parque. No hace falta que me pidas permiso para eso, ¿vale? No es alérgica a nada y come de todo. Yo me voy por la mañana y no regreso hasta la noche, así que estaréis todo el tiempo juntas –le explicaba, esperando que no se le olvidase nada.
–Vale, ¿y cuándo empiezo? –preguntó interesada.
–Cuando estés lista.
–Solamente quedan dos cosas. La primera, que la niña esté de acuerdo y la segunda, tendré que regresar a lo que antes llamaba casa y recoger mis cosas.
–Está bien, vamos a comprobar la primera. Ven conmigo. –le pidió.
Caminaron hasta la habitación de la niña, que era la que estaba al lado del cuarto de baño. Abrió la puerta y encontró a su hija, jugando con una muñeca encima de su cama.
Nada más entrar, frente a la puerta y pegado a la pared, se encontraba una estantería con juguetes y algunos libros. A la izquierda, pegada a la pared se encontraba la cama, colocada de forma vertical, encajada en un mueble que tenía dos armarios, uno al principio de la cama y otro al final. Encima de la cama, y junto con el resto del mueble pegado a la pared, había tres puertas pequeñas para guardar lo que cada uno quisiera.
Si uno se ponía enfrente de ese mueble y lo veía con la cama, hacía la forma de una A cuadrada. En el suelo, junto a la cama había una alfombra. Y enfrente de esto, había un escritorio con una silla.
–Erika, ven un momento– le pidió amablemente su padre. La niña caminó hasta él y se puso a su lado–. Bien, quiero que pienses muy bien lo que te voy a preguntar –ella asintió– ¿Quieres que Samantha sea tu niñera? –la niña sin pensárselo dos veces, corrió hacia Samantha y le abrazó las piernas. Samantha le correspondió el abrazo con una sonrisa– ¿Lo ves? –le preguntó Kai mirándola–. Está totalmente de acuerdo. Así que no se hable más. Iré a preparar la cena, mientras tanto, podéis empezar a conoceros mejor.
El bicolor dejó a solas a ambas y se dirigió a la cocina. Su cabeza no dejaba de pensar en si era correcto lo que estaba haciendo. Después de todo, ni siquiera conocía a Samantha y ya le había ofrecido trabajo y alojamiento en casa.
"¿A qué se refería al decir que la persona en la que confió la había engañado? Y según me dijo ella, también la habían echado de casa. ¿Quién es tan cruel como para echar a alguien de su casa? ¿Y qué hizo ella que fuese tan malo? Cuando la vi llorar, me conmovió por completo y parecía tan arrepentida... Su mirada era tan triste y su cara reflejaba tanta preocupación. En ese instante, sólo sentí unos terribles deseos de ayudarla."
Cuando terminó de preparar la cena y poner la mesa, caminó hacia la habitación de su hija, para avisar que todo estaba listo. Para su sorpresa, las encontró a ambas encima de una alfombra en el suelo, coloreando un cuaderno con dibujos que le había comprado hacía dos semanas a la niña. Apoyó su hombro en el marco de la puerta con los brazos cruzados, y se quedó observando cómo pintaban. Y sin darse cuenta, sus ojos miraron a la joven durante bastante tiempo, observándola en silencio. No sabía cuánto tiempo estuvo así, pero fue Samantha la que le sacó de ese trance.
–Kai –le llamó, y viendo que éste no contestaba, decidió volver a llamarlo– Kai.
–¿Uhm? –preguntó confundido.
–¿Estás bien?
–Sí, claro. –se separó de marco de la puerta y dio un paso hacia delante–. Sólo venía a deciros, que ya podemos empezar a cenar.
–Vale. –contestó.
Ambas se levantaron y caminaron los tres hacia el comedor para cenar. Una vez que terminaron, quitaron la mesa y Kai fue a acostar a su hija, que se había quedado dormida en el sofá viendo la tele, mientras los adultos hablaban sobre ella. Cuando éste regresó al comedor, se sentó en una silla que estaba al lado de la joven.
–Es increíble.
–¿El qué? –preguntó ella sin comprender a que se refería.
–No sé cómo lo has hecho, pero jamás Erika había cogido tanta confianza con alguien en tan poco tiempo. Ha debido de verte algo especial, de lo contrario no hubiera sonreído. Hacía tanto tiempo que no la veía tan feliz… Gracias.
–No tienes porqué dármelas. Tu hija es muy lista y es un encanto. Y soy yo la que tiene que darte las gracias –dibujó una diminuta sonrisa en sus labios–, pero...
–¿Pero? –le animó a continuar.
–Sólo me quedaré aquí dos ó tres meses. Después me iré de aquí.
–Escúchame Samantha –la cogió de la mano–. Soy tu amigo, ¿vale? Si te puedo ayudar en algo, sólo tienes que decírmelo. Yo siempre estaré ahí para lo que necesites. Pero para eso, necesito saber que problemas tienes. Dime, ¿por qué te echaron de casa? –se atrevió a preguntarle. Después de todo, desde que ella se lo dio a entender, se lo había estado cuestionando. Lo único que hizo fue aprovechar una oportunidad que necesitaba. Encontrar una niñera para su hija, ya que él no disponía del tiempo necesario, para poder cuidarla. Fue por eso que cuando recogió a esa chica de la calle, se sintió aliviado de no tener que seguir buscando.
–Bueno –hizo una pausa antes de continuar hablando–. No puedo decirte el porqué. Sólo te diré que ya no tiene marcha atrás, aunque para mí no es algo tan terrible. Mañana regresaré allí y recogeré mis cosas. –le hizo saber.
Kai notó que ella no estaba dispuesta a decírselo todavía. Era normal, después de todo, eran unos desconocidos y cada uno tenía su propia privacidad–. Como quieras. Está bien. Si no me lo puedes decir ahora, no pasa nada. Pero no olvides lo que te dicho, ¿de acuerdo? –Miró el reloj–. Es un poco tarde, mejor me voy a dormir. Mañana tengo que madrugar. –Se puso de pie–. Buenas noches, que descanses.
–Sí, yo también me voy a dormir –se puso de pie–. Hasta mañana. –le despidió, con una sonrisa.
KAI&SAMANTHA
Al día siguiente, Kai se levantó y se fue a trabajar. Regresó de noche. Es decir, la misma rutina de siempre, excepto por la gran pregunta que había tenido todo el día en su cabeza. ¿Cuál es tu secreto Sam?
–¡Hola, ya estoy aquí! –avisó, nada más entrar por la puerta del piso.
–¡Estamos en mi habitación! –avisó Samantha.
El bicolor caminó hacia allí y encontrándose la puerta de la habitación abierta, vio cómo la niña le ayudaba a Samantha a colocar la ropa en el armario.
La habitación, era de grande como la de la niña. Aunque no estaba tan amueblada. La cama estaba a la izquierda de la habitación, puesta en forma horizontal y con el cabecero pegado a la pared, junto con una mesita de noche a su lado izquierdo. Un armario más grande, estaba al final de la habitación, puesto de la misma forma, haciendo esquina. En el hueco entre la cama y el armario, se encontraba la ventana, adornada con cortinas. Al lado derecho de la puerta, estaba el escritorio con una silla.
Kai cogió a la niña en brazos y le dio un enorme beso– ¿Cómo te has portado, cielo? –Ella cerró su puño y levantó el dedo pulgar hacia arriba, indicando que se había portado bien–. Esa es mi campeona –le sonrió, dirigiéndose ahora a Samantha– ¿Y qué habéis hecho hoy?
–Pues hemos ido de compras, hemos ido a pasear, hemos jugado con la nieve, y también hemos escribido y coloreado. Sólo queda bañarla y ponerle el pijama. –le informó.
Kai miró a su niña– ¿Te has divertido? –ella asintió.
–Bueno esto ya está. –Decía la joven, cerrando el armario–. Vamos Erika, hay que bañarte –le recordó con una sonrisa. Kai dejó a la niña en el suelo y las dos se cogieron de la mano–. Por cierto, la cena está en la cocina. –le avisó. Si quieres puedes empezar sin nosotras.
–Tranquila, os esperaré. No tengo prisa –aclaró.
–Está bien, cómo quieras –dijo esto último, escuchando cómo sonaba un teléfono.
–Ya lo cojo yo –le avisó Kai. Se fue al comedor, el cual estaba enfrente de esa habitación y lo cogió– ¿Diga?...hola, ¿qué tal?... la están bañando... sí, estamos muy bien... sí, una niñera... pues aún no ha conseguido hablar, pero se ve mucho más contenta. Está casi todo el día sonriendo. Al parecer se llevan muy bien... ¿Qué cómo es? Pues simpática, dulce, alegre y divertida. ¿Qué? Bueno sí, también es guapa –miró a su alrededor, para asegurarse de que sólo estaba él–. Pues es más o menos de mi estatura, ojos marrones, cabello oscuro largo y rizado. Su color de piel es normal, ni muy blanca ni muy morena, delgada... ¿pero a qué viene ese interrogatorio?... Bueno alguien tenía que reemplazarte, ¿no crees? –Sonrió al escuchar las palabras de la otra persona–. Claro, esta siempre será tu casa, ya lo sabes... ¿el sábado que viene? De acuerdo... sí, se lo daré de tu parte. Cuídate... Adiós –colgó. Se sentó en el sofá y después de quince minutos, las dos entraron al comedor, una de ellas bañada y con el pijama puesto–. Erika, ¿a que no sabes quién va a venir a visitarnos? –ella negó con la cabeza y se acercó a él–. La abuelita Maggie– Erika salió corriendo hacia Samantha, la cogió de la mano y la llevó hasta donde estaba su padre y allí la abrazó– ¿Piensas que si viene la abuela, Samantha se va a ir? –ella asintió–. No tienes de qué preocuparte. Samantha es ahora tu niñera, la abuela sólo viene a verte y a conocer a Samantha.
–¿A mí? –preguntó Samantha confundida.
–Es que quiere saber cómo es la niñera que hace tan feliz a su nieta. –la miró y le sonrió.
Samantha se sonrojó ante esa mirada–. Bueno... yo –no sabía muy bien qué decir. La niña le dio pequeños tirones en los pantalones, llamando así su atención de nuevo– ¿Qué pasa? –le preguntó. La niña se tocó la barriga–. Tienes hambre, ¿verdad? Venga vamos a cenar.
–Claro –contestó Kai.
Después de cenar, los tres estaban sentados a la mesa y la niña de vez en cuando, se restregaba un ojo, debido al sueño.
–Será mejor que te acuestes Erika, ya es un poco tarde. –refirió Samantha. Erika asintió y se fue con su padre para darle un gran beso de buenas noches en la mejilla.
–Buenas noches –la besó en la mejilla–. Qué descanses, princesa.
Samantha se levantó de la silla. Iría a acostar a la niña–. En cuanto la niña se duerma, volveré para quitar la mesa –le avisó Sam.
–Oh, no hace falta. Ya la quito yo –le restó importancia Kai.
–No, de eso nada. Tú estás muy cansado. Además hoy has debido de tener un día muy duro. –percibió.
–Bueno sí, pero...
–A mi no me cuesta nada. Anda –le rogó por el hecho de que le permitiera quitar la mesa a su regreso.
–Vale. –contestó–. Pero mañana la quito yo, ¿de acuerdo?
–De acuerdo –cogió a la niña de la mano–. Vamos, Erika.
El joven de ojos carmesí, observaba cómo ambas salían del comedor, para marcharse a la habitación de Erika, aunque desde ahí, no podía verlo. Recordó que hasta hacía unos días, su hija no era feliz. Ahora incluso sonreía, y eso era un gran avance, debido al estado en el que se encontraba después de la muerte de su madre. Nunca le había faltado amor a la niña por parte de su padre y eso que él mismo en el pasado, no conocía ese sentimiento. El mundo se le echó encima cuando le dieron la noticia de la muerte de su esposa. Pero siguió adelante solamente por su hija, su pequeña.
Se parecía tanto a su madre… Su cabello rubio, lacio y corto por los hombros. Sus ojos verdes, su piel clara. Incluso en su forma de ser, siempre tan cariñosa con los demás. Es por eso que pudo hacer su vida más soportable tras perder a su mujer. Porque veía algo de su difunta esposa en su niña.
Otra persona pasó por su cabeza. Samantha. Un precioso nombre, como ella. Él quería compartir ese problema que la atormentaba y que estaba seguro que todavía guardaba dentro de ella, pero que no se atrevía a contarle por vergüenza, desconfianza o miedo. Por muchas vueltas que le daba a la cabeza, no podía imaginar lo que la tenía tan triste.
Aunque cuando estaba con su hija, si se podía ver en su rostro algo de felicidad. "Por cierto, hace un rato que te has ido a la habitación y aún no has regresado. ¿Me pregunto por qué?". No se lo iba a preguntar por mucho tiempo, ya que iba a averiguarlo ahora mismo.
Se levantó de la silla y empezó a caminar hacia la habitación de su hija sin hacer ruido. Escuchó en el pasillo cómo la joven le susurraba algo a la niña, aunque lo hacía tan bajo, que no lograba entenderlo. Se asomó un poco por el marco de la puerta, al estar ésta abierta y allí la vio. Samantha estaba sentada en una silla, con un libro en la mano, mientras que Erika estaba ya dormida, aunque la mayor parecía no haberse dado cuenta y continuaba leyéndole el cuento de caperucita roja. Kai casi sin darse cuenta, volvió a quedarse embelesado al verla, por su belleza. No sabía cuánto tiempo había permanecido así, pero le gustó lo que vio a continuación.
–Pero abuelita, que ojos más grandes tienes –leía, intentando cambiar un poco su voz, para hacer bolar la imaginación de la niña más fácil. Miró hacia la niña por reflejo y cerró el libro al verla dormida–. Buenas noches, Erika –le susurró. Se agachó, para darle un beso en la frente, apartándole un poco su flequillo de la frente con suaves caricias.
Kai ya había visto suficiente por esa noche. Caminó hasta su habitación para ir a descansar.
KAI&SAMANTHA
La semana pasó muy rápida y con ello llegó el sábado. Tocaron el timbre del apartamento.
–Ya voy –anunció Sam.
Abrió la puerta, encontrándose con una mujer. Su cabello era bastante corto, de color grisáceo y alguna que otra mecha blanca. Sus ojos eran azules y su piel algo morena. Tendría cerca de cincuenta años. Vestía con una falda negra hasta las rodillas y zapatos del mismo color. Su chaqueta de traje, atada por dos botones, con escote en pico, era de color blanca. La camisa interior, de cuello redondo que llevaba debajo, parecía ser de color rojo suave.
–Hola. –saludó la recién llegada.
–Hola, ¿puedo ayudarla en algo? –preguntó con una sonrisa.
–La verdad es que sí. ¿Está Kai aquí?
–Lo cierto es que está trabajando y no regresa hasta más tarde... –le informaba, cuando fue interrumpida por la otra mujer.
–Perfecto, así nos conoceremos. –comentó entusiasmada.
–¿Conocernos? –preguntó confundida.
–Sí. Soy su suegra –comentó refiriéndose a Kai–. Y la abuela de Erika. Me llamo Maggie. –se presentó.
–Yo soy Samantha, encantada de conocerla. Pero, pase por favor. –la invitó–. Siento no habérselo pedido antes, pero no la conocía y bueno... –intentó explicarse, haciéndose a un lado para permitirle a la mujer pasar.
–Tranquila mujer, es normal. A propósito, ¿dónde está mi nieta? –preguntó, escuchando cómo cerraban la puerta a sus espaldas.
–Está en su habitación pintando. –le informó.
–Estoy deseando de ir a verla. –Comentó emocionada– ¿Puedo pedirte un favor?
–Claro.
–No me hables de usted, me hace sentir muy vieja –aclaró Maggie con una sonrisa –háblame de tú, ¿de acuerdo?
–Como quieras –contestó la más joven, sonriéndole.
KAI&SAMANTHA
Mientras tanto en la oficina...
Dos jóvenes compartían una habitación con dos escritorios, puestos unos al lado del otro. En sus escritorios tenían ordenadores y todo aquello necesario para seguir con su trabajo. Aparte de eso, en la habitación había dos armarios, en los que guardar todos aquellos papeles importantes.
–¿Quién es ella? –preguntó un chico pelirrojo, más alto que Kai, de ojos azules y piel clara, llamado Yuriy. Que al igual que Kai, vestía de traje con corbata, mientras escribía en el ordenador.
Kai seguía revisando papeles en su mesa – ¿Eh? No sé de qué hablas. –comentó.
–Vamos, llevo observándote una semana entera y he notado que estás distraído y muy sonriente. –le explicó.
Kai dejó lo que hacía y miró a su compañero – ¿Y?
–Pues que no te veía así desde... bueno, ya sabes. Hace mucho tiempo. –finalizó.
–Es que... Erika está mejorando mucho. –excusó.
–¿Ah sí? ¿De verdad? –Preguntó dejando lo que hacía, para mirar a su compañero–. Oye, hace un mes que no la veo. Creo que iré a verla y de paso... –alargó la frase.
–¿Qué? –le animó a continuar.
–Veo a la mujer que te tiene medio idiota. –finalizó divertido, viendo la cara de molestia que el otro ponía–. Además, hoy llegaba tu suegra, ¿no?
–Sí. –contestó, cayendo en la cuenta de eso.
–Pues ya tengo la excusa perfecta.
–Haz lo que quieras –se levantó de la silla–. Ah, por cierto. Nadie me tiene medio idiota –dejó claro, antes de salir de esa habitación.
"Sí, eso ya lo veremos", pensaba Yuriy con una sonrisa.
KAI&SAMANTHA
En la casa...
Las tres estaban sentadas a la mesa del comedor. Sobre la mesa había un estuche con varios lápices de colores y ceras.
Erika había hecho un dibujo y estaba intentando escribir papá, mientras Samantha le decía cómo hacerlo. Maggie las contemplaba feliz.
–A papá le va a gustar mucho –decía Maggie, viendo la sonrisa de Erika.
–¿Tenéis hambre? –preguntó Sam, viendo cómo Erika asentía.
–Sí –contestó Maggie.
–Pues me voy a la cocina para hacer la cena. –anunció Sam. Erika la cogió de la mano–¿Tú también vienes? –le preguntó, viendo cómo ésta asentía–. Vale, pero primero tienes que recoger los colores y ponerlos en su sitio. ¿De acuerdo? –La niña asintió, recogió todo y salió corriendo hacia su habitación– ¡No corras, yo te espero! ¡No voy a empezar sin ti! –le advertía.
–Yo también voy con vosotras. –Anunció la otra mujer–. Por cierto, la niña ha mejorado mucho desde la última vez que la vi y te tiene mucho aprecio. En todo el día no se ha querido separar de tu lado.
–Bueno, supongo que le pasaría igual con otras niñeras.
–Hasta donde yo sé, tú eres su primera niñera oficial. Antes solía dejarme a mí a la niña y si yo no podía, pues Kai se la dejaba a Yuriy. –le hizo saber.
–¿Yuriy? –preguntó, poniéndose en pie.
–Sí, un amigo de Kai –sonrió, imitando el gesto de Samantha, al ponerse en pie–. No sabes muchas cosas acerca de él, ¿verdad? –se atrevió a preguntar Maggie, refiriéndose a Kai.
–No. Apenas nos conocemos –la niña regresó y cogió de la mano a las dos y las llevó hasta la cocina.
Comenzaron a preparar la cena y estaban poniendo la mesa, cuando sintieron que la puerta principal del apartamento se abrió.
–¡Ya estoy aquí! –anunció el bicolor, seguido por Yuriy, quien cerró la puerta al entrar en la casa. La niña recibió a su padre en el pasillo, con un caluroso abrazo–. Hola, preciosa.
–Hola, Erika. –La saludó Yuriy–. Vaya, qué grande estás –comprobó. Éste se agachó para darle un beso a la niña en la mejilla. Erika salió corriendo en busca de su abuela a quien traía de la mano desde el comedor.
–Hola –abrazó y besó a Kai, nada más verle, siendo correspondida – ¿Cómo estás?
–Bien –refirió Kai. Maggie saludaba mientras a Yuriy.
–Señora, cada día está más guapa. –reconoció el pelirrojo.
La mujer no tuvo más remedio que echar una sonrisa ante ese comentario–. Yuriy, sigues siendo tan adulador como siempre.
–¿Y Samantha?– preguntó Kai con interés.
–¿Quién? –preguntó Yuriy confundido. "Así que después de todo, había alguien" pensaba.
–Está en la cocina. Por cierto, es muy guapa y se ve que es buena chica. –susurró-. Pero pasad –les invitó con un tono normal–. La mesa está puesta –anunció. Estos tan pronto entraron al comedor, se sentaron a la mesa, uno junto al otro, pudiendo ver así la puerta de entrada a esa habitación.
–Kai, ¿quién es Samantha? –preguntó Yuriy.
–Tranquilo, en cuanto venga, te la presento. Por cierto, ¿te vas a quedar a cenar? –le preguntó al pelirrojo.
–Pues no sé. No quiero ser ninguna molestia –contestó el pelirrojo. En ese momento entró Samantha.
–Hola –saludó Sam, al encontrarse con Kai y un desconocido.
–Hola –respondió Yuriy.
–Samantha, este es mi amigo Yuriy. Yuriy, te presento a Samantha –se estrecharon las manos.
–Encantada de conocerte –dijo ella.
–Igualmente –respondió el joven de ojos azules.
–Samantha, ¿crees que habrá suficiente comida para Yuriy también? –preguntó Kai, ya que no había entrado a la cocina y no sabía ni que cenarían.
–Claro. Voy a por los platos. –les hizo saber.
–Y yo a por los cubiertos, vamos Erika. –dijo Maggie.
Yuriy se aseguró de que estuvieran solos, antes de comenzar a hablar–. Menuda morenaza –dijo mirando a Kai con una sonrisa pícara.
Kai estaba mirando hacia la puerta por la que había salido Sam–. Ajá.
–Está como un queso. –aseguró, refiriéndose a que era una verdadera belleza.
–Y que lo digas. –reconoció.
Maggie llegó a la mesa y colocó los cubiertos y después Samantha entró con dos platos. Cuando ambas fueron a por el resto de las cosas, continuaron hablando.
–¿Has visto qué trasero tiene? –continuó diciendo, por si Kai no se había percatado de esa zona.
–Sí –afirmó Kai.
–No me extraña que estés medio idiota.
–Claro –cayó en la cuenta de lo que estaba contestándole–. Oye, espera un momento –replicó. Miró a Yuriy y éste estaba riéndose– ¿Qué me estás haciendo decir?
–Jajaja, tranquilízate. No te pongas así. Tampoco has dicho ninguna mentira. –le hacía ver–. Sólo procura tener un babero puesto la próxima vez que la mires.
–Yuriy –le nombró enfadado.
–Ya me callo. –aseguró éste.
Tan pronto como estuvo todo dispuesto, comenzaron a cenar. Samantha se había sentado frente a Kai, a su lado Erika, quien estaba frente a Yuriy y al lado de la niña, su abuela.
–Está todo buenísimo –reconoció Yuriy.
–Sí, está delicioso –continuó Kai.
–Sí, eres muy buena cocinando Samantha –celebró Maggie.
–Bueno no es para tanto. Además vosotras me habéis ayudado mucho –confesó Sam.
–Oye, Samantha. ¿De dónde eres? –le preguntó el pelirrojo.
–De Estados Unidos. California. –concretó.
–Dicen que es muy bonito. –continuó.
–Sí que lo es, pero me fui de allí cuando tenía diez años y empecé a vivir un poco en cada sitio.
–Entonces serás políglota, ¿no?
–Más o menos, no domino mucho todos los idiomas. Pero creo que sé defenderme.
–¿Y cuánto tiempo llevas aquí en Japón?
–¿Viviendo? Pues no más de dos meses. –Así estuvieron hablando un rato y por supuesto no faltaron las miraditas y las sonrisitas entre Kai y Samantha. Erika comenzó a frotarse sus ojitos, entonces Samantha se dio cuenta y le dijo al oído– ¿Le vas a dar la sorpresa a tu padre antes de irte a la cama a dormir? –Erika asintió y fue corriendo hacia su cuarto y se escondió el dibujo detrás de su espalda. Cuando llegó hasta donde estaba Sam y ésta le preguntó al oído si quería que le dijese a su padre que cerrase los ojos, Erika asintió. Ambas sonrieron y miraron a Kai.
–¿Qué pasa? –preguntó el bicolor curioso.
–Nada –aseguró– ¿Nos puedes hacer un favor? –preguntó la mayor de las dos.
–Claro.
–Cierra los ojos, por favor. –le pidió.
–Vale –los cerró– ¿Así está bien?
–Sí. –Contestó, viendo cómo la niña se ponía frente a su padre–. Ya puedes abrirlos. –le avisó.
La niña le sonrió y le dio el dibujo y Kai la sentó en sus piernas–. Hala, es precioso –decía mirando cada detalle– ¿Lo has hecho tu sola? –le preguntó, mirándole. Ella asintió– ¿Sabes lo que voy a hacer? Lo voy a colgar en mi habitación –le dio un beso–. Muchas gracias cariño.
La niña les dio un beso de buenas noches a todos y se fue a su habitación para que Sam la acostara.
–Bueno, yo ya me tengo que ir. –Anunció Yuriy–. Muchas gracias por todo, Kai –dijo levantándose de la silla–. Disfruta de tu día libre mañana y no olvides lo del babero. –le recordó con gracia, al no encontrarse ahí la chica presente.
–Mmm... Adiós, Yuriy –le despidió, viendo cómo éste salía por la puerta.
Maggie permaneció callada, pero no por ello era despistada. Así que ayudaría a Yuriy en lo que éste pretendía–. Kai –le llamó la atención, aprovechando que ya se encontraban ellos solos en el comedor.
–Dime.
–Ella es perfecta. –aseguró.
–¿Para qué? –la verdad, no sabía muy bien a qué se refería con aquello.
–Ya lo sabes. Y no creas que no me he dado cuenta de tus miraditas. Me he dado cuenta de que no os conocéis. ¿Por qué no la invitas a cenar mañana? Yo puedo quedarme con Erika y así vosotros os vais conociendo mejor.
–Yo... no sé qué decir. –confesó. Que su suegra le insinuase salir con otra mujer, era un poco chocante.
–Mira, Kai. Sé que amaste mucho a mi hija y sufriste mucho con lo de su muerte. Pero tú necesitas rehacer tu vida y Erika necesita una madre. A mí no me molestaría verte con otra mujer. –le hizo ver–. Sabes que te quiero como el hijo que nunca tuve y deseo que seas feliz. –sonrió–. Kai, volverse a enamorar no es ningún crimen.
–Bueno, veré lo que puedo hacer –se refirió al hecho de tener una cita con la chica.
Samantha entró al comedor– ¿Dónde está Yuriy? –preguntó al no verle en la habitación.
–Se ha ido –contestó el chico.
Maggie los miró a ambos, y decidió que era el momento oportuno para actuar–. Oye, Kai. ¿Por qué no me dejas pasar mañana el día entero con mi nieta? Es que me voy el lunes y quisiera comprarle ropa y darle un buen paseo en el parque –le explicó.
–Claro –respondió éste, aunque no sabía hasta que punto era verdad lo que estaba diciendo.
–¿Te parece bien que la recoja a las once de la mañana? Así podréis descansar. –decía, viendo cómo la chica empezaba a recoger los platos de la mesa, amontonándolos uno sobre otro.
–Sí, claro.
–Bueno, pues entonces me voy. Hasta mañana. –dijo poniéndose en pie.
–Hasta mañana –la despidieron los dos. Kai se puso de pie y comenzó a ayudarla.
–Si estás muy cansado, puedo quitarla yo sola.
–No. Además, mañana no trabajo, así que me puedo acostar un poco más tarde. Oye, Samantha. –La llamó, captando así su atención–. Ya que mi suegra se va a llevar a la niña todo el día y nos vamos a quedar tú y yo solos. ¿Qué tal si salimos por ahí y nos conocemos un poco mejor? –Refirió un poco avergonzado–. Es que me he dado cuenta que no sabemos nada uno del otro y creo que sería bueno salir de estas cuatro paredes –al ver que la chica se quedó unos segundos pensativas, decidió continuar–. Claro, si no tienes nada que hacer.
–Me parece bien. –contestó con una sonrisa, quitando el último plato. Tan pronto quitaron la mesa, y fregaron los platos, salieron al pasillo.
–De acuerdo, buenas noches.
–Buenas noches. –le dijo también.
Entraron en sus habitaciones y cuando se pusieron los pijamas, se metieron cada uno en su cama.
Kai no dejaba de pensar en las palabras del pelirrojo. Tapado con las sábanas hasta el pecho y sus brazos cruzados bajo su cabeza, no podía dejar de mirar hacia el techo, como si encontrase ahí algo interesante. "Maldito Yuriy, mira que hacer que le cuenta la verdad inconscientemente... y yo soy un imbécil por dejar que mis sentimientos salieran así como así. Hasta mi suegra se ha dado cuenta." Chasqueó la lengua irritado.
"Pero no lo puedo evitar, es tan bonita y quiere mucho a mi niña, eso se le nota. Esos ojos ahora tienen un brillo que antes no tenían y su sonrisa es tan sincera... Sus labios son tan seductores y jugosos que desearía tenerlos junto a los míos." Suspiró "Me parecía imposible, pero me he vuelto a enamorar." Reconoció.
KAI&SAMANTHA
Samantha también estaba pensativa. Estaba acostada de lado y las sábanas la cubrían hasta los hombros. Había apagado la luz para intentar dormirse, pero muchas cosas le estaban sucediendo y se sentía de muchas formas diferentes.
"Estoy tan feliz. Pero no debo encariñarme tanto con ellos, porque sino cuando me vaya dentro de unos meses, lo echaré mucho de menos y voy a sufrir muchos cuando no los pueda volver a ver. Pero es que Erika es tan cariñosa, tan buena y tan pequeñita que me da muchas ganas de protegerla. Debe de sentirse muy sola, aunque Kai pasa todo el tiempo que puede con ella." Suspiró al llegarle otro pensamiento, el que más le preocupaba en esos momentos.
"Kai... siento una calidez tan grande en mi corazón cada vez que me miras a los ojos y me siento tan bien cuando estoy contigo. Aunque no nos miremos o hablemos, pero tu presencia me hace sentirme segura. ¿Por qué me he tenido que enamorar de ti? Ah, claro." Metió su mano izquierda bajo las sábanas.
"Quizás sea porque eres muy guapo, atractivo, tienes unos ojos de color carmesí preciosos, eres alto y creo que algo musculoso ¿Por qué tienes que ser tan irresistible? apenas ha pasado una semana y ya estoy loca por ti." Se mordió el labio inferior y luego hizo una señal de negación con la cabeza.
"Venga Samantha, baja ya de las nubes" se regañaba mentalmente. "Sabes que el imbécil de Mark, no te dejará tan fácil y es muy probable que aunque te echara de casa, te estará buscando." Al caer en la cuenta de esa posibilidad, se sintió más nerviosa. "Bueno, mejor no pienses en él ahora y sueña con algo bonito."
Continuará...
KAI&SAMANTHA
¿Qué os parece? ¿Bien? ¿Mal? Decidme vuestra opinión para saberlo. Hasta el próximo capítulo. Sayonara.
