Disclaimer: Todo pertenece a JKRowling y las entidades correspondientes a excepción de algunos personajes. Si Harry Potter fuera mío, Voldemort habría vencido y se habría casado con Hermione; y por supuesto, Regulus seguiría vivo.
El baúl estaba lleno por los libros y pergaminos que usaría aquél último año en el colegio de magia y hechicería Hogwarts. Después, entraría en la Orden del Fénix y lucharía por matar a aquellos que mataron a sus padres y que tanto daño estaban haciendo al mundo mágico. Mortífagos al servicio de un vil villano propio de los cuentos muggles para asustar a niños. Aquél que nadie pronunciaba su nombre por temor. Lord Voldemort.
Mayorie tenía claros sus planes desde que a los once años, el once de octubre de 1972, sus padres murieran brutalmente asesinados por mortifagos. Por no hablar de su hermano pequeño, Harry. Era un crío de cuatro años, que no tenía culpa de nada. Sí, sus padres eran aurores. Y según Alastor Moody -íntimo amigo de sus padres- eran de los mejores. Tenían a sus espaldas uno de los mayores historiales en la caza de magos del otro bando. Y habían muerto acribillados. Mayorie ya no pensaba en ellos apenas. A veces pensaba en Harry, o en su perro, aquél pastor alemán que debió alertar a sus padres, y sin embargo no lo hizo. Lo habían matado también.
—¿Estás lista?—Preguntó James Potter, quien era su mejor amigo. Había sido su vecino desde siempre, habían jugado de pequeños juntos, pero habían perdido el contacto cuando Potter entró un año antes al colegio. Sin embargo, cuando James Potter se enteró de la masacre cometida con los padres de Mayorie -los señores Anderson-, se había puesto a buscar como un loco a la chica de pelo rubio, por todo el colegio.
Dio con ella en el baño del segundo piso, donde sabía que nadie la vería. La abrazó con fuerza y le dijo que nunca la iba a dejar. Desde ese momento, no la había dejado sola en ningún momento en el que la chica se sintiera mal. Pasaban el verano y las Navidades juntos, y los fines de semana en Hogsmeade, también. Y es que Los Merodeadores se encargaban de que la pequeña chica de pecas -como la conocía la mayoría de la casa Gryffindor- no pudiera tener citas. Se encargaban de asustar a cualquier chico que intentara invitarla a tener un encuentro a solas.
—Me parece tan.. increíble. Es tú último año. El año que viene estarás en la academia de aurores conmigo y con Sirius. Será maravilloso. —Dijo James, abrazándola por los hombros.
—¿Por qué no se me avisó de que había un abrazo de grupo?—Bromeó Sirius Black, uniéndose a este. Los padres de James, -Dorea y Charlus-, se unieron a este también.
Los señores Potter habían llegado a la conclusión de que no solo tenían un hijo: Tenían tres. La idea les apasionaba. Dorea adoraba tener una chica en casa con la que compartir secretos de belleza, y el viejo Charlus se encargaba de que la chica no tuviera ningún novio. Eran íntimos amigos de los abuelos de Mayorie, quienes también vivían en el barrio, pero ya estaban muy mayores y apenas salían de su casa, sólo en Navidades, para ir a cenar a casa Potter.
Mayorie atravesó el andén nueve y tres cuartos con seguridad, iba a ser su último inicio de curso y aquello la mareaba, pero no pensaba permitir que se notara. Remus Lupin, Peter Pettigrew, Sirius Black, Lily Evans y James Potter la acompañaban.
Los alumnos viejos los miraban con respeto, eran "Los Merodeadores" y la "Prefecta Perfecta", por lo que tenían una reputación. Sirius Black sonreía a toda chica mona que viera, mientras Remus le pegaba en el costado.
Se fundieron en un abrazo, mientras Lily se retiraba las lágrimas. Era muy sensible.
—Este año va a ser muy importante para ti.—Dijo Lily.—Quiero que te concentres en los estudios. Piensa que necesitas una buena nota en los EXTASIS si quieres entrar en el cuartel de aurores.
—Estoy con Lily. Concentrate en los estudios. Sé que te será muy difícil no hacer bromas, pero confío que ahora que no estaremos te centrarás más y..—Remus daba su discurso, el mismo que llevaba dándole todo el verano. Sirius, James, Mayorie y Peter habían desconectado de sus palabras.—.. y por eso creo que deberías centrarte en lo más importante.
—Estudia, pero no olvides quien eres, demuestra que eres más que una cara bonita llena de pecas y una rebelde nata.—Dijo James, abrazando a su novia Lily por los hombros, para que esta dejara de llorar.
—Y no salgas con chicos. Con ninguno. Te estaremos vigilando, princesita.—Dijo muy serio Sirius, que siempre había sido el más celoso de todos. —Ya sabes como son los chicos a los diecisiete, bueno, de hecho no lo sabes porque no los has conocido.. Pero yo si se como son y solo piensan con.. con una cosa que tardarás mucho en conocer y.. Mantente alejada de ellos. Por favor. ¿Por mi?
El revisador del tren avisó de que era la última llamada, así que los Merodeadores, la prefecta perfecta y la chica de pecas se fundieron en un último abrazo, antes de que esta se despidiera de ellos con la mano, mientras cargaba su baúl.
—¡Nos vemos por Navidad!—Gritó Peter Pettigrew una vez la chica estuvo sentada en un compartimento, desde donde les veía todavía. Les saludaba con la mano, y rió ante el comentario de Peter.
—¡Tenlo por seguro, Pet!—Dijo mientras el tren comenzaba a andar. Se sentó bien en el asiento y esperó a que la única de sus amigas cercanas que aún estudiaba en el colegio apareciera.
Sin embargo esto no pasó. Al menos no durante la primera media hora en la que estuvo despierta con su libro muggle de "Las crónicas de Narnia" había sido un regalo por parte de Lily, en su último cumpleaños, y por el momento, estaba amanado cada palabra de dicho libro. Los hermanos Pevensie la intrigaban, y sentía una simpatía innata por Lucy, la más pequeña de los hermanos.
Quizá porque compartía nombre con Lucy Goldman, su mejor amiga.
Quedó dormida con el libro entre sus manos, después de haber comprado unas cuantas golosinas, -en especial Grageas de Bertie Bott, con las cuales estaba obsesionada-. Despertó casi cuarenta y cinco minutos después, estaban a punto de llegar a Hogwarts, así que cerró las cortinas y se colocó el uniforme.
Por primera vez en siete años lo llevaba bien colocado. Iba hacer caso a sus dos conciencias -Lily y Remus-, realmente quería ser aurora.
Se permitió pensar en que haría si se encontrara con el asesino de sus padres, nunca se había parado a pensarlo. ¿Lo mataría o lo dejaría vivo? No lo sabía y en aquellos momentos no creyó que importara. Tenía que centrarse.
Llegó al castillo después de un paseo en thestrals -a los cuales no veía, pero sabía de su existencia- con unos chicos de segundo de Hufflepuff, muy amables y que la habían reconocido como la chica que había corrido campo de Quidditch abajo, cuando James Potter había sido derribado por una bludger el pasado año.
La cena pasó rápida, mientras se encontraba sentada con Lucy, a la que encontró nada más pisar el colegio, y de Ephran, el hermano de esta. Los niños nuevos. Un pinchazo recorrió su espina dorsal. Si Harry siguiera vivo, sería su primer año en Hogwarts.
Comenzó a notar como le faltaba la respiración. Cerró los ojos y la imagen del día once de octubre de 1972 llegaron a su cabeza. Cuando Ojoloco Moody le había comunicado que sus padres habían muerto.
—¡Eh, May! ¿Sigues ahí?—Bromeó Lucy. Ella asintió volviendo en si. No podía permitirse pensar en eso.
