American Gods pertenece a Neil Gaiman.

Esto es un pequeño desastre que se me ocurrió pensando en Loki y... bueno, espero que no os parezca muy horrible.


La primera vez que se habían encontrado había sido en un campo de batalla, en una guerra ya olvidada.

Aquel día el cielo lloraba y las aves de la tormenta arrancaban truenos del aire con sus graznidos. Cientos de hombres se enfrentaban por razones que muchos ni comprendían. El sonido de las armas al chocar competía con los sonidos de la naturaleza, los soldados pasaban por encima de sus hermanos caídos para seguir luchando contra los otros.

La llanura estaba sembrada de caballos heridos y hombres heridos con las carnes desgarradas. La hierba verde que había cubierto la tierra se había convertido en barro mezclado con la sangre de los caídos.

Los hombres luchaban sin darse tregua, sin pararse a pensar, con los corazones llenos del temor de caer allí y no volver a ver sus hogares, de no recuperar sus vidas.

Y mientras el cielo seguía llorando.

Tan solo un hombre entre todos parecía estar pasándolo bien. Este ni siquiera luchaba, iba con el uniforme embarrado de uno de los bandos y se mantenía en la retaguardia, riendo y pateando a los heridos que encontraba, rematándolos.

Su cabello naranja brillaba cuando los truenos llegaban a la tierra inundándola de luz. Se regodeaba en ello, en el caos.

Era su propio tributo, aquella batalla, todas las muertes, los llantos y los animales caídos eran su tributo, le hacían sentirse fuerte, divino.

Fue el último de los truenos el que hizo que la viera, una mujer con una larga cabellera roja, bailando a lo lejos, que despertó su curiosidad.

No le costo dirigirse hacia ella bordeando la batalla y caminando sobre los cuerpos. Ella también debió verle a él porque comenzó a caminar en su dirección.

Llevaba la chaqueta del uniforme enemigo sobre los hombros, agujereado y cubierto de sangre.

Se detuvieron, en silencio, uno frente al otro. Ojos verdes analizando ojos verdes. Ambos fuertes y vigorosos, cobrando fuerza, tornándose parecidos a como fueron en el pasado.

Intercambiaron nombres por pura inercia. Loki y Eris, ambos dioses del caos y la discordia de la vieja tierra.

A penas hicieron falta palabras o gestos, ambos se entendían y sabían lo que eran. Eris le retó con la mirada y Loki la atrajo por la cintura, ambos rieron de forma semi histerica para luego fundirse en un beso pasional y demandante, ambos mordiéndose, arañándose, haciéndose daño y disfrutándolo.

Ambos estaban cargados de nuevas energías y se sentían atraídos como moscas por la luz.

No había amor entre ellos, podían prescindir de eso, solo sexo. Cayeron al suelo revolcándose en el barro, llenándose de sangre ajena y de la propia, llenando sus oídos de los gritos de los otros y de sus propias risas, codiciosas.

Aquel si que era su mundo.