AZKABAN
"Azkaban.
Azkaban, el infierno en la tierra. Tal vez no, pero una aproximación bastante buena, si mi opinión cuenta para algo."
El prisionero gruño silenciosamente, tragándose sus propios ácidos pensamientos y envolviéndose estrechamente en la delgada manta que era su única ropa de cama, mirando por la enrejada puerta de la celda como un tenue rayo de luna alcanzaba una determinada baldosa resquebrajada.
"En torno a las diez mas o menos"
Un ruido aproximándose por el corredor. Con los sentidos repentinamente alertas, escuchó la cadencia de los pasos, hasta que los identificó y se relajó.
"Thomas, esta noche, entonces. Duro y seco, pero al menos en su turno…" Thomas creía que aquel muchacho estaba más loco que otra cosa, y que San Mungo seria un sitio mas adecuado para él que Azkaban. Fingiendo estar dormido, el joven se tumbó sobre su camastro. Al menos por esa noche, podía intentar dormir.
El guardián alcanzó su puerta y se detuvo para chequear al ocupante de la misma. Profundas ojeras marcaban la piel del joven, así como marcas de hematomas. Y en su frente, la gélida luz de la luna hacia destacar sobre su piel, pálida y sucia, una antigua cicatriz en forma de rayo.
El hombre se alejó y mientras sus pasos se perdían en el solitario corredor, Harry se preguntó, una vez más, en que momento su vida se había ido definitivamente por el retrete. Ahogando un sollozo, se volvió hacia la pared, para que nadie viera como las lágrimas brotaban de sus tristes ojos verdes.
