Jamás imaginó que su vida terminara de esa manera, en aquel planeta de mala muerte, defendiendo la vida de una simple humana y de un bastardo que nunca aceptó como hijo legítimo.

Y todo por culpa de su maldita debilidad. Ella lo era, por ello la odió y la amó a partes iguales, la abandonó cuando más lo necesitaba y la acompañó en noches infinitas de pasión.

Nunca aceptó que era incapaz de vivir sin esa mujer, y sin embargo ahora estaba muriendo por ella... y por su hijo.

El enemigo no tuvo piedad y lo atravesó de parte a parte, derramando a chorros el preciado líquido vital.

—Bu... Bulma... T-Trunks...

Fueron sus últimas palabras en un acto que redimió una existencia plagada de maldad y muerte. "Sacrificio", pensó.

En un último esfuerzo de su mente extenuada la vio. Su mujer. Sí, ahora podría admitirlo. Lo era... lo fue. Sus ojos, su aroma, su piel. Su carácter indomable. Fueron suyos más de una vez, o quizá fue una vez solamente. Esa vez fue su vida entera.

Sonrió. "Sí. Ha merecido la pena".