A Abraxas Malfoy le picaba la nariz. Por demás, era una nariz perfecta: una nariz alargada, elegante, discreta y refinada. El patriarca Malfoy contaba una frente aristócrata y unos pómulos que resaltaban con gracia su rostro pero no tanta como para que resultaran vulgares. La sangre pura que corría por sus venas le confería un pedigrí tan perfecto como el del mismísimo Salazar Slytherin, uno de los más admirables magos del mundo.
Tenía recogido, en una coleta mediana, el hermoso cabello rubio que cargaba, un digno cabello que se había heredado en todos los Malfoy de su familia, cabello que tendría suelto con total libertad si no fuera que su padre le había sugerido- con mucha amabilidad y delicadeza digna de un Malfoy- que lo mantuviera atado para verse más imponente en su trabajo en el ministerio. Así que ahí estaba él, todo un aristócrata mago sangre pura Malfoy con un peinado que le molestaba y una nariz que le picaba que no se podía rascar, porque cientos de magos le estaban contemplando en el discurso del ministro.
Y es que, con toda seguridad, el que te ascendieran de puesto sorpresivamente en el peor día de tu vida podía complicar las cosas para este mago.
Abraxas se había enterado hacia tan solo unos segundos que el actual ministro de magia se retiraría de su cargo para cedérselo a un mago con "talento y capacidad" de dirigir el ministerio de magia. Se estremeció con tan solo pensar que la persona con tales descripciones era un nacido de muggles, per entonces se obligó a concentrarse en otra cosa, como el hecho de que la mayoría de los presentes estaban, al igual que él, conmocionados con la noticia, el que el día parecía querer nublarse cada vez más a tal punto que el cielo parecía estar a punto de romperse, o de igual manera en el que su nariz estaba picándole.
La rabia y la cólera le subían de una manera tan veloz, que el aparecerse se quedaba corto ante tal velocidad que su cerebro asemejaba la situación. Nunca en su vida quiso tener el cargo de ministro de magia, ni en sus más remotos seños pensó tal agonizante trabajo, pero el hecho de que su nuevo jefe iba a ser un indecente sangre sucia le enojaba. Su desmoronamiento era tal que nuevamente tuvo que alejar sus pensamientos del discurso de despedida del ministro, tan solo esperaba ir a casa.
Los hombres que le hacían flaquear se acercaron a él. El nuevo ministro de magia le tendió la mano para saludarle mientras su padre le sujetaba firmemente por el codo, lastimándole al instante. El joven mago sonrió ante el acto y le dio la mano a su nuevo jefe, todo ante la mirada de repugnancia oculta de su padre, definitivamente haría un alboroto del tema en la mansión al terminar la ceremonia.
Abraxas reprimió un grito de impotencia sujetándose la túnica con el brazo que su padre aprisionaba, de verdad quería salir de ahí lo antes posible. Pero su suerte no era tan buena, justo después de ese vergonzoso y grotesco momento de incomodidad para su familia el ex ministro de magia Ignatius Tuft se acercó hasta ellos para invitarlos al banquete de celebración que se levaría en uno de los salones de gala del ministerio.
- Insisto Abraxas- le dijo con total familiaridad el ex ministro, cosa que molesto un poco a ambos magos Malfoy- no todos los días se puede tener una celebración pacifica como esta.
- Estoy de acuerdo señor- le contestó el joven mago- pero he dejado sola a mi esposa, sería una gran pena para ella si no regreso temprano a casa.
El ex ministro de magia soltó una carcajada ante el comentario del mago y le dio un golpe amistoso en el hombro, cosa que hizo irritar aún más a Abraxas.
- Entiendo eso chico- tras eso y unas cuantas palabras más sobre la vida del mago que no importaban para nada le dejó ir- Te deseo suerte ¡Ah! Y salúdame a tu esposa, es una chica encantadora.
- Con gusto señor.
Abraxas pasó de estar con el ministro a buscar de forma un tanto desesperada a su padre para despedirse, pero no lo encontró más en la fiesta. Estaba decidido a partir cuando una mano en el hombro le detuvo. Abraxas se giró elegantemente para mirar al nuevo ministro de magia, y su actual jefe, Nobby Leach, el cual se cargaba una sonrisa radiante y, aunque nunca lo diría en voz alta, envidiable que le hacía bastante popular entre las féminas y magos amistosos.
Abraxas le sonrió igual, pero no tan amistosamente, esperando a ser liberado de su actual cabecilla, pero nunca aso, en cambio el hombre le aprisiono aún más recordándole a su padre unas horas antes.
-Malfoy- Leach dijo su nombre como si de un dulce se tratase, se había escuchado como si el sujeto hubiera saboreado cada silaba de su apellido, algo asqueroso y disgustan te- tú padre se ha ido hace unos instantes- le comunico sin dejar de mirar directo a su ojos, cosa que le empezaba a incomodar- así que me pidió que te lo comunicara.
A abraxas le pareció sospechoso, pero no dijo nada, su voz no salía por alguna razón, así que simplemente asintió.
-Sabes, he escuchado algunas cosas en el ministerios- De seguro lo hacía, ese sujeto no paraba de meterse en asuntos que no le incluían- y unos compañeros del trabajo me hablaron de un amigo tuyo.
Ante tales palabras abraxas sudo frio.
¡No! ¡No piénsese en nada y tampoco te pongas nervioso! aclaro su mente e intento que su brutal golpe mental no se notara en su semblante Malfoy Ellos no saben nada Abraxas, es tan solo una suposición sin pruebas
-¿De verdad?- le dijo haciéndose el desentendido- ¿puedo saber el nombre de esa persona?, ministro.
Nobby Leach ensanchó su sonrisa y, soltando el brazo de Malfoy que tenía aprisionado, negó con la cabeza- Hablaremos de eso después Malfoy- le dijo en un tono solemne- escuche que tu esposa te espera en casa, no me gustaría ocasionarle el disgusto de no ver a su marido.
Abraxas no supo si su semblante había expresado la emoción de incertidumbre que sentía, pero por la mirada que el sangre sucia le había dado de seguro que había hecho algo fuera de lo normal. El ministro entonces se giró lentamente para perderse entre la multitud de magos, dejando a abraxas en el olvido.
Necesitaba algunos momentos para tranquilizarse y despejar su cabeza de tal extraño y temerario encuentro con Leach, y solo lo encontraría en las cómodas paredes de su hogar.
Pocas horas más tarde, aquel insignificante consuelo de ir a su hogar tras el encuentro con su jefe desaparecieron por completo siendo arrebatado por Septimus Malfoy, su padre, quien se había presentado en su casa con una expresión de total enojo y supremacía. Abraxas nunca entendería por completo las intenciones de su padre ante el ministerio, en su tiempo él había sido uno de los asesores más importantes y aclamados ¡llegando a decirse que el rea el verdadero ministros en los tiempos de Unctuos Osbert! pero las cosas ahora eran diferentes. Las comunidades mágicas habían empezado a aceptar más a los traidores de la sangre y a los estúpidos nacidos muggles como algo aceptable en su comunidad ¡Toda una locura! Solo esperaba que sus antecesores no se retorcieran en su eterno descanso por el hecho de que trabajaría para un nacido de muggles.
La atmosfera del despacho de Abraxas era muy pesada y poco tolerable, tanto así que se vio obligado a intervenir en esta.
- No quiero parecer insensible ante tu preocupación padre, pero por ahora no es el momento de venir a lamentarse a mi casa. Sé que el ministro Leach es un sangre sucia abominan te, pero quejándote aquí no solucionaremos nada. Según el ministro Tuft no había otro mago más capacitado que Leach y…
Su padre se volvió hacia él, tenía sus ojos clavados en los suyos con una expresión de total desagrado y decepción. En muchas ocasiones había visto esta mirada de su padre clavada en sus compañeros de trabajo o personas de ninguna importancia, pero el verla dirigida hacia sí mismo le causaba un sentimiento desagradable. Pasaron unos momentos mirándose hasta que con total tranquilidad su distinguido padre se volvió y se fue por la Red Flu de su despacho.
Cuando su padre se hubo ido Abraxas sintió que volvía a respirar, en ocasiones el ex patriarca Malfoy era simplemente insoportable y huraño, tanto así que ni el mismo se comprendía.
- Tu padre tan solo está enojado.
Habían pasado algunos días desde que su padre se había marchado con su orgullo en alto de su casa, y desde entonces no se había dignado a responderle su correspondencia o visitarle en su casa ¡Ni siquiera en el trabajo le veía! Si decía que no se preocupaba por tales comportamientos mentiría, su padre no solía ignorarle ni enojarse con él durante tanto tiempo ¿Qué había pasado ahora?
- Debes entender que el pobre ya no es un mago joven, Abrax- su esposa le insistía mientas cepillaba sus cabellos- ha de haber sido difícil la noticia del ministro para él.
Abraxas se tensó entonces nuevamente ante la mención del nuevo ministro. Desde la plática en la fiesta su jefe no había parado de acosarle en cualquier oportunidad que tenía para que hablaran sobre "su tema sin concluir" había logrado huirle por algunos días, pero sabía que su suerte no sería la misma y pronto le acorralaría sin oportunidad de escapar.
- ¡No me digas! ¿igual estás enojado por eso?- su esposa parecía genuinamente impresionada- ¡Por dios, esas son tonterías Abraxas! cualquiera puede ser ministro de magia.
- No voy a cambiar mi idea Louisa
- ¡Pues claro que no lo harás!- replico su esposa- ninguno de ustedes magos insensatos lo hace.
Abraxas la miro de reojo y simplemente la ignoro.
Lou era una mujer enérgica y vivas, nunca en su vida había conocido a alguien tan maravillosa y peculiar como su esposa. Su mujer era una de las poscas cosas que de verdad atesoraba en su mundo, pero en ocasiones ese sentimiento le impedía ver más allá de la realidad. Lou y Abraxas era personas totalmente diferentes.
Cunado contrajeron nupcias Abraxas sabia de la fascinación de su esposa por defender a los nacidos de muggles, ¡Como aborrecía esa parte de su mujer! De verdad la detestaba, nunca en su vida pensó que su futura esposa defendería aquellos seres que el tanto abominaba, pero de igual manera la adoraba. Louis traía a su vida eses sentimiento de tranquilidad y amor que nunca antes pensó ver en los miembros de su familia, su esposa era la criatura que le hacía ver el mundo con otros ojos y querer ir en contra- solo en algunas ocasiones- de los ideales que se le habían inculcado.
El mago suspiro y centro su atención en el acogedor fuego de la habitación, en algunos días más iría a ver a su padre para resolver sus asuntos.
Durante los siguientes siete meses Abraxas se sumió en una agonía incalculable, tanto así que su aspecto había cambiado ocasionando que los periódicos sensacionalistas empezaran a publicar extraños y descabelladas historias sobre su vida privada y laboral en el ministerio ¡Menuda clase de magos ignorantes! Las horas en el trabajo se habían vuelto una tortura para el joven mago. De noche eran escasas sus horas de sueños y la sensación de ahogo jamás desaparecía.
En los meses transcurridos la vida de Abraxas Malfoy había dado un giro inimaginable, para bien o para mal la vida del mago había cambiado de un día para otro. Por un lado la sublime noticia del embarazo de Louisa le había alegrado y quitado un peso de encima de sus hombros ¡Cuantos meses no había esperado el que su esposa pronunciase esas palabras que tato esperaba! Simplemente había sido maravilloso el escuchar la noticia del futuro heredero de los Malfoy, ¡hasta su poder le había mandado una lechuza felicitándole por la ocasión!
Pero por otro lado el ministerio se estaba derrumbando sobre sus hombros día tras día. En las mañanas debía presentares en el trabajo donde era acosado y vigilado constantemente por los ojos sigilosos del ministro Leach. Ese hombre era verdaderamente despreciable y poco razonable, y hasta eso ¡Nunca lo imaginó del sangre sucia! Eses hombre era la cosa más despreciable que el ministerio había tenido en casi veinte años ¡Trabajaban peor que elfos domésticos en navidades! El inmundo sangre sucia no conocía el significado de "descanso" e "invasión a la privacidad" definitivamente un mago detestable a sus ojos.
- Malfoy- el joven mago dio un respingón, haciendo que los papeles que llevara entre sus brazos por poco terminaran en el suelo del pasillo. Un poco avergonzado y cabreado el mago giro su ser para toparse con el rostro sonriente de su jefe, este parecía estar libre y dispuesto a fastidiarle.
- Señor ministro- Abraxas dijo con un diminuto tono de repugnancia, cosa que no paso desapercibida por su jefe quien maravillado ensancho sus sonrisa acercándose con zancadas peligrosas al rubio.
Abraxas nunca entendería cual era la afición del muggle por ensillarse con él ¿Acaso habría escuchado los rumores que había esparcido? No lo creía, eran tan vagos y poco dignos de él que simplemente nadie sospecharía.
Cuando Malfoy vino a ver tenía a su jefe a escasos centímetros de su ser, observándole divertido y analítico ¿Qué era lo que tanto le veía de todos modos aquel mago de pacotilla?
- ¿necesita algo?- le dijo con su ágil lengua para cortar la extraña atmosfera que con cada segundo se formaba- si no le molesta señor, necesito entregar esto antes de la hora del almuerzo. A Weasley no le gusta esperar por tanto tiempo los informes del…
- ¡Oh, cuanto lo siento!- le dijo de manera descarada y poco creíble interrumpiendo al Malfoy- ya he hablado con Septimus Weasley sobre esos informes, acabamos de tener la junta, de hecho para eso venía a verte Abraxas- la manera en que aquel sujeto pronunciaba su nombre no le terminaba de agradar- te permite de la junta.
Fue entonces cuando el mago sangre pura noto aquel detalle ¡La junta del consejo se había realizado! Eso le cabreo a tal punto que su perfecto rostro sin emociones presento una pequeña arruga en su alisada frente ¡Nadie le había informado del cambio de horario y día de la junta! vamos que hasta había ido a hacer los informes dos veces por que un chulo le había robado los otros…papeles.
Abraxas entonces pos su mirada de odio al ministro, quien sonreía triunfante ante el recién descubrimiento de datos que su cerebro acababa de procesar ¡Ese sí que era un tirano, un cabron hecho y derecho!
- Lamento el que nadie te comunicara Abraxas, pero solo necesitábamos a los esenciales en la junta- un pequeño tic se formó en su mano que, gracias a Salazar, estaba oculta en los papeles- ya arrugados- que cargaba en sus brazos. Si ese tipo quería duelo, él se lo daría.
Una semana más tarde las cosas en la vida del mago cambiaron.
