Disclaimer: Rusia y Letonia son propiedad del maestro Himaruya~


CELOS BÁLTICOS



Raivis estaba temblando. Temblando porque estaba a unos centímetros de la potencia soviética. Quería llamar su atención pero no sabía exactamente cómo hacerlo. El ruso últimamente pasaba demasiado tiempo con Lituania y se sentía desplazado en aquella casa. Quizá anteriormente se hubiera sentido aliviado de que no le pusiera tareas, pero ese no era el caso ahora. Alargó entonces, todavía dubitativo, la mano sobre la ropa del mayor y tiró de ella para llamar su atención.

—Señor Rusia... —no se atrevió a hablar en voz muy alta por si acaso molestaba al ruso y éste le castigaba. Iván miró hacia abajo, y al ver al muchacho temblando y con dos lagrimitas en los ojos, le dieron ganas de abrazarle y cogerle en brazos cual muñeco de peluche.

—¿Qué sucede, pequeño Letonia? —preguntó con su tono infantil usual, poniéndole la mano en la cabeza al menor de los bálticos y acariciando su pelo.

Los temblores de Raivis se incrementaron, pero aun así su voz sonó lo más firme que pudo:

—¿No hay nada...ninguna tarea que tenga que hacer?

Rusia se sorprendió. Normalmente, lo que Letonia le preguntaba era si podía irse a su casa después de haber hecho las tareas.

—No, ya le he pedido a tu hermano Lituania que lo haga todo. Tú ya puedes volver a tu casa si quieres, Raivis —respondió el ruso, en tono casual, sin tener idea del efecto que esas palabras iban a tener en el muchacho báltico.

Letonia bajó la cabeza, sintiéndose derrotado. Derrotado por Lituania, a pesar de que ni siquiera estaba presente. Tenía ganas de llorar, y las lágrimas se agolpaban en sus ojos.

—¿Por qué, señor Rusia? —sollozó—. ¿Por qué prefiere a Toris para hacer las tareas, si hasta ahora me he estado ocupando yo? ¿Acaso ya no me considera útil?

Iván le puso las manos en los hombros al verle así. Nunca había visto a Letonia así. Al parecer estaba celoso de Lituania por algo.

—Sí te considero útil, ¿por qué estás diciendo eso? —le levantó la cabeza de la barbilla y le secó las lágrimas con un beso—. Eres el más útil para mí de los tres. Puede que no te lo parezca, pero tenerte en mi casa es lo único que me hace sonreír cada día, Raivis.

Lo abrazó cariñosamente y le atrajo hacia él, casi hundiéndolo en su gabardina. Nada de lo que había dicho era mentira. Toris y Eduard le alegraban el día al verlos, pero con el pequeño Raivis las cosas eran muy diferentes. Estando con él, Iván se olvidaba de sus problemas por completo.

—Señor Rusia... —sintió a su corazón conmovido por la calidez del mayor y las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas antes de abrazar al ruso—. Gracias...muchas gracias —le susurró enterrando su cabeza en el pecho del mayor.

—Mi pequeño Letonia —el ruso le acarició los cabellos y la cabeza-. No tienes nada que agradecer, nada —lo besó varias veces en la rubia cabecita—. Hoy pasaré todo el día contigo, Raivis.

Cogió al chico en brazos y comenzó a andar por el pasillo cargando al letón mientras le sonreía con los ojos cerrados.

El letón dejó escapar una risita, que se le antojó muy tonta. Luego se acomodó en los brazos del mayor, mientras sonreía. Por fin, le había ganado a Lituania.