El día transcurría en aparente calma, eso pensarían los mortales que no logran ver mas allá del cumulo de espesas y esponjosas nubes que cubrían el cielo esa mañana.

-Queda poco tiempo- susurro al muchacho de cabellera roja como fuego el hombre que se encontraba al tanto de la situación de salud del monarca del lugar.

-Como puedes decir ello, si hace poco dijiste que se encontraba tan fuerte como el muro que protege el castillo- le reclamo Kenshin al anciano.-eso fue hace unos años muchacho, cuando él era fuerte. Ya la edad está haciendo meya en su salud, el hecho que luzca joven, no es signo de que lo sea aun, tu padre se ah mantenido con vida, aferrado a la idea de verte casado y que le des un nieto- dijo con resignación el anciano, mientras notaba en el rostro del pelirrojo un pequeño gesto de remordimiento por lo que le había dicho, si bien nunca le había agradado la idea de buscar una esposa, no quería que su padre falleciera sin conocer a su nieto aun inexistente.

- te aconsejo muchacho que busques a la mujer que te dará ese hijo y a tu padre ese nieto que tanto anhela.

-Por lo visto ya te quieren colocar la soga al cuello, se carcajeaba uno de sus hermanos al escuchar los motivos por el cual descendería de su territorio hacia el territorio de los mortales.

- déjame en paz- le reclamo Kenshin a su hermano Sanosuke, un joven dragón de 27 años en apariencia, pero ya acuestas llevaba más de dos siglos.

- según Saítoh, hermano mayor de los dos jóvenes y que ya había formalizado su relación con una joven mortal, la pareja que durante mucho tiempo había buscado. Tal vez por ello los dragones tendían a vivir tanto, encontrar a su pareja era una

Tarea difícil de evadir y de la cual dependía mucho el bienestar de estos, estar enamorados, formar parte de una familia era casi lo primordial para los dragones a parte que frecuentemente las batallas en las que eran participes era precisamente por defender el honor de alguno de sus semejantes y la lucha constante de mantener su existencia en secreto. Durante años los dragones eran calificados como criaturas violentas y sin alma que carecían de sentido del orden y del amor. Por lo contrario, las pocas personas que eran conocedoras de su existencia, eran consientes del gran sentido de unidad que poseían estas criaturas, durante siglos su forma de bestia predominó en los cuentos e historias de caballeros y guerreros que se enfrentaban a estas criaturas. Pero en la actualidad bajo la apariencia de un ser humano o mortal, como se referían a esta raza convivían con estos, siempre manteniendo bajo secreto la verdadera naturaleza de sus ser, para los dragones era en realidad importante convivir con los humanos, era la única manera de encontrar entre las mujeres mortales a quienes se convertirían en sus jinetes o parejas.

La brisa se hacia fuerte revoloteando los cabellos azabache de la hermosa campesina de ojos azul oscuro. Su vida transcurría en medio de fantasias, la mejor manera que había encontrado para evadir los malos momentos que había vivido durante los 2 últimos años. La muerte de sus padres y el perderlo todo después de las batallas que se habían generado por el poder y el dominio de las tierras donde habitaba desde pequeña, cuando era feliz, cuando la inocencia de la niñez le mantenía alejada de todos los infortunios de la realidad. Si bien había encontrado refugió en una noble familia, a la cual había conocido por casualidad y por el inmenso cariño que surgió entre la joven heredera y ella. Luego de reconocer que sola no podría subsistir en aquel territorio, acepto la amable ayuda de un hombre, que al final traiciono su confianza convirtiéndola en artículos, para luego venderla como criada .Gracias a la buena suerte con que contaba Kaoru, termino convirtiéndose en la mejor amiga de la heredera de los señores Makimashi ganando con ello algunos privilegios, pero aun se mantenía en su función de criada, no se veía en un rango más alto que la joven heredera que aun que al principio se comporto caprichosamente con ella por celos, ya que uno de los tantos jóvenes que le pretendían, había quedado impactado con la belleza de la joven de melena oscura y ojos del mismo color de una gema preciosa. Claro que en los ojos femeninos podía rescatar una picardía que le hacía aun más atractiva. Afortunadamente para Kaoru, el joven caballero termino por enamorarse perdidamente de su joven señora y así se convirtió en la cómplice perfecta que Aoshi necesito para poder conquistarla.

Bajo los cielos donde el imponente castillo de la familia de Kenshin vivía se encontraba un pequeño territorio, tan amplio y verde como se pudiera imaginar, un paraíso. Si bien los humanos no eran mucho de su agrado reconocía el gran esfuerzo que colocaban estos en mantener sus territorios productivos, eran criaturas trabajadoras, siempre dispuestas a luchar por sus ideales y aun que su existencia era ínfima comparada con la de los dragones, eran capaces de dejar huella con sus acciones sobre la tierra que les brindaba su sostén.

Buenas tardes señor- saludo un joven pastor que durante su pequeño receso, después de contar y arrea el pequeño rebaño a su cargo, se había distraído al ver aparecer de la nada al hombre pelirrojo, no parecía tener mucho dinero en los bolsillos, era claro, pero no se podía negar el aire solemne e imponente del joven de cabellera roja que tan pronto le vio acercarse a él le saludo con una cortes reverencia, su rostro bonachón, brindo al muchacho algo de confianza.

¡Yahico!- se escucho una voz femenina llamar afanosamente al moreno niño que se encontraba frente a Kenshin. Noto en el rostro del muchacho un gesto de fastidio que imagino se debía a la joven doncella que se acercaba a ellos con amplias zancadas y a su lado un perro de melena descuidada y de color insondable por el barro y las hojas secas que se encontraban enredadas en el pelaje del animal.

Ya esta cérvida la cena- le reclamo Kaoru al niño que ayudaba en el pastoreo de los rebaños de la casa Makimashi, halando una de sus orejas le arrastro prácticamente tras ella, mientras un sorprendido pelirrojo observaba con atención la escena.

Como un golpe de agua helada había sido el sentimiento que le embargo al ver el rostro de aquella muchacha, de cabellos un tanto enmarañados y tez tan blanquecina como la nieve, se preguntaba si ello era el tan mencionado sentimiento del amor, del cual su hermano le había relatado tanto. Podía pasar horas frente a saíto escuchando acerca de lo feliz que se sentía y era desde que había encontrado a su jinete, la humana mujer que se entregaría a él para siempre, para amarle sin precedentes y acompañarle hasta el fin de sus días. Lastimosamente las mujeres morían y dejaban en solitario a sus dragones obligándolos a buscar de nuevo una compañera. De ello era consiente Kenshin, hace mucho tuvo cabida en su corazón su primer jinete, una linda mujer de ojos tan negros como la noche y cabellera del mismo color, con la piel tan blanca como la de la chica frente a él. Les había seguido casi inconscientemente hasta la puerta de la amplia puerta tras la cocina de la casa