La despedida del comienzo

Un joven caminaba por las solitarias calles de la ciudad de Nerima muy temprano en la mañana, aquel muchacho de azulados ojos y cabello azabache recogido en una trenza, miraba con curiosidad como había cambiado aquel lugar.

-Esto es lo que pasa cuando te ausentas 5 años- pensó

Iba caminando por una calle junto al río que él conocía muy bien cuando de pronto dos adolescentes un hombre y una mujer pasaron por su lado corriendo en dirección a su escuela para no llegar tarde, ambos iban vestidos con el uniforme del instituto Furinkan y Ranma los podía escuchar discutiendo acerca de quién tenía la culpa de aquel retraso.

Una sonrisa se formó en su rostro al recordar aquellos tiempos donde él mismo había vivido similares situaciones al lado de una bella pero un poco violenta jovencita. Una que, aunque no la había visto desde que se marchó, la seguía queriendo igual o incluso más que cuando eran adolescentes.

Aún recordaba la última vez que la vio. Fue en la estación de trenes antes de partir a China, la joven había llegado una vez que sus familiares y las siempre oportunas "prometidas" habían salido del lugar dejando al muchacho a punto de abordar.

Cuando la vio corriendo tuvo que contener el aliento, Akane estaba deslumbrante como siempre aunque podía notar como sus hermosos ojos color café estaban vidriosos tratando de retener las lágrimas aunque no tenía mucho éxito.

-A... Akane- sólo atinó a decir, la verdad es que estaba sorprendido de verla.

Habían discutido el día anterior cuando él había anunciado su decisión de ir a China en busca de la cura de su maldición. La joven había insistido en acompañarlo y en el fondo de su corazón él también quería lo mismo, la idea de separarse de ella lo estaba matando por dentro pero no podía arriesgarse a perderla una vez más como casi sucede en su fatídica batalla con Zafron donde el sentimiento de impotencia y tristeza era casi insoportable. Debió decirle que la amaba y que no quería perderla, que todo esto lo hacía por el bien de ambos para que tuvieran un camino juntos sin dificultades, debió decirle la verdad que todo lo hacía por ella para que cuando por fin se curará completarían esa locura de boda que se había cancelado unos años antes, que una vez que el regresara se haría cargo del dojo y la cuidaría para siempre. Pero se acobardó como de costumbre y en vez de eso argumento que no podía acompañarlo porque era demasiado torpe y sólo lo retrasaría en el viaje con su mal carácter y sus costumbres poco femeninas. La discusión término con Akane diciéndolo que lo odiaba y lanzando por los cielos con uno de sus potentes golpes.

Por eso cuando la vio llegar se alegró con todo su ser; no podría haber soportado irse sin verla una vez más.

-Ranma, llegue a tiempo...- decía con agitación la joven de tanto correr

- Ranma... Yo...yo- empezó a decir la chica y automáticamente sus mejillas se colorearon

Era su oportunidad, pensó Ranma, estaban solos sin que nadie interfiriera.

-Akane, yo lo siento... Por lo de ayer - comenzó el muchacho

-No, Ranma, perdón... No quiero que te vayas enojado conmigo.

- Akane, yo... Veras... La razón por ... Yo siempre... Yo ...yo...- que difícil resultaba decirle lo que sentía, Akane lo miraba con curiosidad.

-Ranma... Esta bien no te preocupes- le dijo Akane con una sonrisa

El joven no podía más. Respiro hondo y se armó de valor. Le diría que la amaba que volvería por ella.

Pero una voz habló antes de que él pudiera emitir un sonido. Era la llamada para abordar el tren que lo llevaría a su destino. Ya no tenían tiempo.

Akane con sus lágrimas apuntó de caer lo abrazo con todas sus fuerzas, pegando su rostro al pecho de Ranma. Este al ver el gesto de su prometida se sorprendió pero le correspondió con infinita ternura tratando de decirle en ese abrazo lo que no podía decirle con palabras.

-Deseo que te vaya bien Ranma-le dijo la peli azul y con su mirada le suplicaba que no la olvide y que vuelva pronto.

- Cuídate Akane- le respondió el chico alejándose de ella "regresaré por ti por favor espérame" dijo en sus pensamientos.

Los minutos pasaban y el chico de la trenza tenía que subir al tren el cual lo llevaría al comienzo de un largo viaje. Cogió su equipaje y se dirigió a abordarlo.

Las puertas se cerraron y los jóvenes quedaron separados por el frío hierro de la locomotora viéndose a través del cristal de la ventana. Una vez más no pudieron decirse que se amaban, no pudieron intercambiar una caricia que no fuera sólo de amigos, no se hicieron ninguna promesa al menos ninguna dicha en voz alta.

El tren partió de la estación dejando la silueta de su triste prometida atrás. Sentía el corazón cerrado en un puño, la iba a echar de menos y no pudo despedirse como deseaba.

Se disponía a guardar su equipaje cuando vio una pequeña horquilla de cabello caer de su mochila. El conocía aquella horquilla era uno de los tesoros más valiosos que Akane poseía ya que había sido el último obsequio que le dio su madre antes de morir, ella misma se lo había contado. El sólo se la había visto puesta un par de ocasiones una de ellas era aquella boda que no llegó a realizarse.

Se agachó a recoger el delicado objeto al cual lo acompañaba una pequeña nota que decía.

"Así se que volverás"

Se imaginó el rostro de su prometida con sus cortos cabellos y sus castaños ojos y esa sonrisa que le robaba el aliento.

Entendió perfectamente el mensaje Akane. Al darle algo tan valioso para ella era una forma de decirle que tenía que regresar, que tenía que devolvérselo. Claro que no ella no necesitaba darle algo, él estaba más que seguro que regresaría por ella. Pero sonrió y agradeció en silencio el sencillo gesto.

Eso había sido hacia poco más de 5 años... Desde ese entonces no tuvo contacto alguno con ella. En los primeros meses un par de cartas y llamadas que terminó por desparecer por completo con el pasar del tiempo.

Ahora estaba de vuelta después de todo ese tiempo. Inconscientemente sujeto la horquilla que ella le había dado, la cual llevaba alrededor del cuello en una larga cadena cerca de su corazón desde que partió de la estación. Ese era el único objeto que conservaba de ella y nunca se lo quitaba ni durante sus entrenamientos ni sus viajes.

Pero había llegado el momento de devolvérselo a su dueña y eso le asustaba...