Historias de Ooo

Historia 1: La Leyenda de Bubblegum

Había hace cientos de años, un reino gobernado por una dulce mujer... que vestía ropajes rosados, como si fuera un chicle refinado, y sus súbitos eran dulces de caramelo, de todos los sabores, en donde no se conocía la amargura ni la desdicha, un reino donde todos eran felices y que ciertamente podía catalogarse de dulce.

- ¡Hey! ¡Te concederé un deseo! - le dijo un dia el diablo a la dulce princesa del reino.

- ¡Jamás! ¡Vete de aquí, demonio, como si no supiera que lo que quieres es mi alma!

Tras unos días, el diablo volvió a proponerle lo mismo, pero la dulce princesa lo volvió a rechazar. Siempre que el diablo le proponía un deseo, ella lo negaba. ¿Porqué tenía que pedirle favores al diablo si ella era bastante feliz en su reino?

Sin embargo, un dia, el olor de felicidad del Dulce Reino, llegó al bosque... y a los animales ciertamente les espantaba ese olor tan... industrial, pero el olor siguió su cauce hasta dar con una escotilla a medio cerrar... en donde habían seres de 2 patas y dos ojos que gustaban muchísimo de ese olor... pero que no podían salir de la escotilla. Al comienzo intentaron ignorarlo, pero el olor se hacía mas penetrante, que algunos de ellos querían salir.

- ¡No salgan! - dijo uno de ellos - ¡Abrir la escotilla sería abrir la maldición del mundo exterior!

Al principio, los demás se consolaban con esa advertencia, pero el olor los volvía locos... algunos no podían dormir, por solo imaginar ese olor de pasteles, rosquillas y masapanes... era algo tentador, para ellos que solo vivían comiendo pescado de los lagos subterraneos. Muchos de ellos empezaron a perder la razón... babeaban sin parar, y el pescado les parecía poco, lo escupían o no lo comían... y se acercaban a la escotilla.

- ¡No salgan! ¡Abrir la escotilla sería abrir la maldición del mundo!

Pero el olor era mas poderoso, que finalmente abrieron la escotilla, y el olor penetró con todo su poder en sus narices... y los transformó... convirtiéndolos en bestias bípedas que reptaban desesperadas intentando ubicar el origen de ese dulce aroma... algunos mordieron los árboles, pero dijeron:

- ¡Este no es el sabor! - pateando y tumbando el árbol que no era el sabor que deseaban.

- ¡Este no es el sabor! - dijo otro que mordió un animal y que simplemente pateó el cuerpo inerte que quedó.

- ¡Este no es el sabor! - dijo otro que mordió las plantas, y que tiraba al suelo las hojas que no eran del olor esperado.

Siguieron caminando, como vagabundos que no sabían a donde ir... hasta que llegaron al Dulce Reino... donde identificaron el sabor... y ni cortos ni perezosos empezaron a devorar todo lo que podían... casas, subitos del reino, todo... mordiendo con ahinco... volviendose esclavos del azúcar y su cautivante aroma.

La Dulce Princesa mandó a sus ejércitos reales, pero ninguna de sus armas podía combatir a esos extranjeros, que parecía gustarles todo lo que sabiera como esos dulces, no perdonando ni las armas... comiéndose los implementos y a los propios soldados sin piedad, mientras sus estómagos se hacian mas grandes, pero eso no parecía detenerlos.

- ¡Hey, te concederé un deseo! - le dijo el diablo a la Dulce Princesa.

Ella estaba presa del pánico... su armada real estaba destruida, los habitantes habían sido devorados, ya no quedaba nada de su reino... todo lo que forjó desaparecería en los estómagos insaciables de esas bestias bípedas... llamadas... humanos.

Y entonces ella aceptó... y le dijo al diablo:

- ¿Qué quieres de mí?

- Tu alma... quiero que te encarges de la sobrepoblación de demonios... luchando contra esos seres indeseables que pueblan la tierra.

La princesa tuvo que aceptar el trato y entonces fue cuando pidió su deseo:

- Deseo ser por siempre la gobernante de este lugar.

- Concedido - le dijo el diablo entregándole una bellísima gema - Esta gema, es tu alma... mientras la conserves contigo, no morirás jamás.

En ese momento, se encapotó el cielo y decendieron rayos que cayeron sobre esos seres humanos, empachados de dulce y los fulminaron... mientras ardían como velas producto de todo el azúcar acumulado en sus cuerpos... no quedó ni uno solo, se volvieron cenizas... y de este modo, el Diablo cumplió el deseo a la princesa.

La Princesa vivió cientos de años, pero pronto empezó a desesperarse... no podía hacer mas que luchar contra esos seres que poblaban la tierra, abominaciones que los mares y los lodos escupían... pero era el precio a pagar por su pacto con el diablo. Sin embargo, nunca perdió sus dominios, nadie que intentaba atacarla, inclusive estos animales, lograba su cometido.

Pero ni en sueños lograba olvidar, esos animales, invisibles para todos la perseguían en sus sueños y con visiones dia y noche sin parar, como voces que susurraban riéndose de ella una y otra vez. Así que tras largo tiempo, decidió volver a llamar al diablo.

- ¡Han pasado cientos de años, quiero ser libre! - le exigió ella al diablo.

- Imposible, haz firmado un contrato con tu alma. No puedes salirte...

- ¡Haré lo que sea! No puedo disfrutar de mi reinado...

- Sólo si puedes conseguirme un alma tan capaz como la tuya de experimentar pesar, podrás ser libre de tu contrato.

La princesa buscó en el sinfin del mundo, buscando un alma como la de ella, capaz de sentir dolor... pero no encontró nada. Todos eran felices, porque ella combatía las abominaciones de la tierra. Hasta que tras buscar en todo el mundo se dió cuenta de que había un sitio donde no había visto nunca... la escotilla donde salieron esas bestias bípedas.

Cuando ella entró vio que solo habían dos de ellas... y entonces preguntó:

- ¿Cuantas almas hay en este lugar?

- Pues hay 3 almas... - le respondieron - Pero una de ellas, es 2 almas en 1 sola.

Había encontrado lo que ella deseaba. Entendió que un alma fusionada era mejor que 2 almas solas.. y la arrancó de su contenedor... y de los 2 seres bípedos, ya no quedó ninguno.

- ¡Enhorabuena! - le dijo el diablo - ¡Haz obtenido el alma que necesitas para salirte de tu contrato! Un alma que son dos en una. ¿Estás segura de querer salir?

- ¡Quiero ser libre!

- Entonces debes asegurar que esta alma tenga un equilibrio, una dosis alta de felicidad... y luego una dosis alta de sufrimiento que la hunda en la desesperación más absoluta.

- Puedo hacerme cargo - le dijo la princesa.

- Pues entonces, tu alma seguirá en la joya... pero el día que el equilibro de felicidad y desesperación de esta alma se cumpla... ella te quitará la joya... y tu morirás.

Y desde entonces esa princesa juega a dar felicidad y hacer sufrir a la vez a esa alma... que a veces hace sufrir mucho y consuela muy poco... y a veces alegra mucho y la hace sufrir muy poco...porque sabe que si solo es buena o solamente mala con esa alma, se cumpliría el equilibrio y su vida se perdería... el sufrimiento de esa alma y su falsa consolación es lo único que mantiene al reino en pie... pero esa alma nunca lo sabrá... ¿verdad?