The Forsaken
Solo camino sobre cadáveres
Y mi presencia pasa por lo años
Nadie mira, nadie escucha
Son como yo, olvidados.
- CAPITULO I -
La Legión Roja
No sé por donde empezar este libro, tal vez estaría bien desde que nací… cuando pasé mis mejores años, cuando podía ver el hermoso y eterno color azul. Azul, mí añorado azul. Nunca pensé extrañarlo tanto, nunca pensé que se volvería una obsesión, después de pasar todos estos años en la oscuridad, mi compañera. Tan silenciosa, embriagante en un principio e insoportable cuando sientes que tu presencia en este mundo no tiene sentido.
Veo pasar a las personas y sus efímeras vidas llenas de complicaciones, angustias, tristezas, alegrías, tan hermosas para ser descifradas cuando me alimento de ellas. Cada esencia de una bella dama o de un caballero, pasa a ser parte de mí. Subsisto de ellas, de sus almas, de sus pesares… cada siglo recorre mi cuerpo y sus conocimientos.
Yo nunca fui así, es decir, tenía una vida mortal, como la de mis innumerables presas. Tuve una familia, hermanos, alguien a quien amar, y un reino… el mejor de todos, el más hermoso, el más codiciado. Déjenme contarles mi historia, mi vida y como me abrí hacia la oscuridad.
Fui el 4to de 8 hermanos, y el designado a llevar la corona de Moodor. Mis cualidades no pasaron desapercibidas pues desde los 14 años llevaba las cuentas de la economía del reino; dominaba las letras y artes. Pensaba en convertirme en monje o algo por el estilo, pero mas tarde cuando el corazón llama, me daría cuenta que era por entonces un niño. Y como todo un niño, todo lo tomaba de buena manera, hasta llevar las cuentas de la economía de Moodor me parecía un juego muy interesante, que claro, dejo a los buitres del consejo de ancianos sin nada que robar.
Mis años se pasaron en una tranquilidad profunda, aunque con un conflicto en mi interior, que se calmaba cada que me escapaba a otros lugares fuera del castillo, o cuando me enfrentaba a mi tutor en defensa, mi querido Borophir, quien también sentía una fascinación indescriptible por el arte, así como yo. Él decía que matar lo podía hacer cualquiera, pero cuando combinabas el arte y la muerte, estabas creando el arte de matar, y eso era hermoso. Amaba pasar todo el resto del día con mi maestro, aprendí de él muchas cosas… hasta que no supe más de él. Nunca me dijeron por qué desapareció, por qué dejo todo… por qué me dejo a mí.
Después que se fue mi maestro, las horas se hacían mas largas y no me bastaba con solo abarrotarme de quehaceres en el reino, tampoco las artes, ni pintar, ni contradecir o explicarles de mis criterios al consejo de ancianos y los de la orden sagrada, aplacaban mi incomodidad. Me había convertido en un desconocido en mi castillo, pues tampoco estaba en él. Escapaba muy seguido, por no decir, siempre. ¿A dónde iba? Eso es simple… iba a donde podía ser libre ¿libre de qué? Pues no sé, libre del castillo, libre de la prisión dentro de mí… lo más lejos posible.
Esa mañana desperté en el castillo, rodeado de sabanas de ceda, la más suave, confeccionada por los tejedores de mi reino, el mejor de todos. Estaba despierto, pero no me levantaba, no tenía ganas de seguir un día más en el castillo, por lo que la idea de otro escape me sonaba demasiado bien. "Manos a la obra" dije, e inmediatamente me aliste, tomé la espada que Borophir me había regalado, me dijo que con ella ganó su primera batalla y con ella defendía a Moodor. Tome algunas provisiones, de los almacenes del castillo… "uno o dos paquetes que faltasen, no los matará de hambre" decía en mis pensamientos, mientras alistaba mi caballo, que por supuesto, me lo regalo Borophir.
Mientras salía del reino a galope me acordaba de Borophir, como de costumbre. Recordé esta vez, cuando era apenas un niño de 7 años, a quien le presentaban a su tutor de defensa; un caballero de por lo menos dos metros, ojos azules intensos, cabello dorado como el sol, amarrado con una cinta que era regalo de su difunta hija. Dicen que la primera impresión dice mucho de las personas, pues la de Borophir me dejo anonadado. Desde ese día quise ser él; grande, fuerte, sabio… creo que yo también le caía muy bien, pues en una conversación él me dijo, que yo le recordaba a uno de sus hijos fallecido.
La vida de Borophir no fue siempre servir al reino de Moodor, lo supe por muchos rumores. Su pasado fue horrible, toda su familia; esposa y sus 5 hijos fueron asesinados por La Legión Roja, una secta de sanguinarios, los más despiadados y guardianes del reino Brahja, nuestro peor enemigo. Él presencio la muerte de su familia, y juró venganza y muerte a todo ese clan de sanguinarios. Desde ese entonces peleó solo, buscando a cada integrante de dicha legión, pero nunca encontró a uno. Se decía que solo salían de noche y nunca iban solos, peleaban y comían en la oscuridad. Así que una noche él se aventuró; decidido a encontrarlos en una cueva en los límites del reino de Brahja. Con espada en mano entró en la cueva, sigilosamente caminando por entre cadáveres sintió la presencia de personas luchando, entonces corrió hasta donde provenían esos ruidos. Al acercarse los ruidos se convirtieron en gritos desgarradores…
La historia termina en ese párrafo, nunca me contaron el por qué esos gritos desgarradores. Lo que si sé, es que en esa batalla se encontraba mi padre, solo, pues sus demás soldados yacían muertos en el suelo, desangrados, supongo yo, por el filo de la espada enemiga. Cuando las esperanzas parecían acabarse, Borophir ayudo a mi padre, y los dos acabaron con ese grupo de sanguinarios. En ese momento mi padre le estuvo muy agradecido. Lo nombro líder de la legión sagrada y prometió darle más batallas contra La Legión Roja, luchando hombro a hombro… nació así una amistad muy fuerte entre mi padre y Borophir, y de hecho, fue mi padre quien dispuso que Borophir fuese mi maestro.
Borophir y mi padre, Valader, fueron los guerreros mas temerarios de todo el reino, se dice que arrasaron con toda La Legión Roja. Los dos, constituían el arma más poderosa del reino, pero a la partida de Borophir, no solo se creó un caos dentro de La Legión Sagrada, sino que el horror empezó de nuevo. La Legión Roja, no había desaparecido, todo había sido un engaño, ellos se encontraban "dormidos" esperando que estos temerarios cesaran de cazarlos. Y así, empezaron a saciar su sed de venganza devastando muchos pueblos de Moodor, dejando todo en ruinas, y sangre por doquier.
Mi madre siempre se preocupaba por mí, cuando regresaba al castillo. Temía que me encontraran los de La Legión Roja, e hicieran algo de mí. "¿algo?... algo sería poco, si se enteran que soy sucesor a la corona de Moodor" respondía con sarcasmo, mientras veía a mi madre pálida de horror, y a mis hermanas menores regañarme por hacer sufrir a mi madre. La verdad es que no me daba miedo el enfrentarme a La Legión Roja, creo que era debido a mi valentía juvenil por ese entonces. Sin embargo, llevaba una corazonada que al encontrar a esos sanguinarios, encontraría también a mi maestro, enfrentándolos, despedazando sus cabezas con esa hermosa danza de muerte, con su espada.
Mientras me acordaba de más cosas, sentía como mi corazón se presionaba en mi pecho, sentía una tristeza muy grande, pero a la vez mucha furia dentro de mí. Furia que esperaba ser liberada. Incliné mi cuerpo y galopé más fuerte, alcanzando el ocaso que se ponía frente a mis ojos. "Que hermoso…" pensé por un momento que las cosas mas insignificantes pueden darte tranquilidad, como el ocaso que presenciaba en ese momento, y que nunca volvería a ver.
La noche cayo sobre un monte, no sabía donde estaba, pero lo que sí podía estar seguro, era que aún me encontraba dentro de Moodor. Mi seguridad, hizo que pasara la noche en ese monte, y dormir al aire libre. "Tal vez, sentir la naturaleza me haría calmar un poco" pensé. Me tendí sobre el pasto llano, y cerré mis ojos esperando que llegase pronto la mañana y proseguir mi viaje hacia lo desconocido… eso creí. Pero mí sueño fue interrumpido cuando alcancé a oír, que alguien andaba por los matorrales. Mi corazón se aceleró de un solo golpe, no sé si era de susto, o porque estaba emocionado de blandir mi espada.
Iba camuflándome por entre los arbustos, siendo mi única luz el resplandor de la luna, que me iluminaba. Para sorpresa mía, no paso a ser más que una bella pueblerina practicando tiro al blanco con su arco. Me hubiese ido a dormir, de no ser por los movimientos tan precisos y hermosos de esa dama. Era como la danza que hacía mi maestro con su espada; lo llamaba "la danza de la muerte" cuando combinabas el arte y la sed por matar. "Cuando logras obtenerlo, tus movimientos se vuelven como un hechizo… nadie escapa, nadie sobrevive" recordaba lo que decía Borophir. Mis sentidos estaban siendo controlados por esos movimientos, prácticamente era como un hechizo… hasta que la flecha rozo mi rostro, y me despertó de aquella bella fantasía.
No terminaba reaccionar del todo, cuando el rostro de la bella pueblerina con arco y flecha apuntaba hacia mí. Apareció tan repentinamente, que la impresión hizo que me cayera tendido al pasto. No sabía como reaccionar, y por lo que veía la bella pueblerina no pensaba bajar su arco… y lo que era peor, tenía el presentimiento que esa flecha que rozo mi rostro lo tiro a propósito, y esta flecha que me apuntaba, si daría en el blanco…
- sanguijuela…
Mi reacción en ese entonces, no era buena, pero logré captar que sanguijuela se refería a La Legión Roja. Así que, traté de convencerla que no pertenecía a ese grupo de sanguinarios, pero las cosas iban de mal en peor. No le podía decir que era el príncipe de Moodor, pues o no me creería o estallaría a carcajadas, y no me sentía con los ánimos suficientes como para que una bella dama se burlase de mi.
- estas equivocada, no pertenezco a ese sucio grupo de sanguinarios.
- … yo no lo creo así, sanguijuela. Sino te mato a ti, seguro iras por más de los tuyos.
Pronto saque mi espada, cuando sentí que dispararía contra mí, su flecha. Mi reacción rápida logró romper su flecha y salvarme de una posible muerte. Había soñado que mi primera batalla sería contra un sanguinario, pero jamás con una mujer. Aunque para ser exactos, estaba en bastante desventaja.
- ¡¡¡ sanguijuela!!!
La impresión de mi espada, hizo que se exaltara. No sé en que momento saco su espada, tan igual a la mía, y empezamos a luchar. "la muerte y el arte son una misma en el campo de batalla" recordaba sin cesar las palabras de mi maestro, cuando veía cada movimiento de esa mujer. Comparado a mis movimientos tan bruscos y torpes, las de ella eran simplemente un arte, todos calculados, todos como una danza.
- nunca luche contra una sanguijuela tan torpe.
- es porque no lo soy. ¿No me has escuchado, cierto?
Pensé que había muchas matanzas en todo el reino, a manos de estos sanguinarios. Cuando llegase el día que me coronen, tendría que ver por el bienestar de todos mis pueblos, como este, pensé.
- ningún lado es seguro en las noches, con esas sanguijuelas vivas, rondando por las aldeas, y con sed de sangre.
- ¿con sed de sangre¿A que te refieres con lo que acabas de decir?
- forastero¿Acaso no conoces lo que verdaderamente son? El castillo de Moodor sabe bien, quienes son La Legión Roja. Ellos son los señores de la oscuridad, jamás los verás en el día, porque duermen en ataúdes que los protegen… pero en las noches, se levantan con sed de sangre, se alimentan de ella. Así subsisten, y así nosotros morimos. Su fuerza es incomparable… y tú llevas la espada de uno de ellos.
Esta historia la hice hace buen tiempo, y pues, aúnno la he terminado por alguna razón.
Les explico a como va esto. No solo es género Vampiresco, no señores, pues esta mesclado con figuras épicas de la Edad Media, porque así me gusta. Tiene mucha influencia de "Vittorio el Vampiro" obra de Anne Rice (nótese mi favoritismo).
Espero les agrade, este pequeño "libro" como así yo lo he hecho tiene tres partes: The Forsaken, Enelya, y otro libro (que aún no tengo el nombre, pero creo que se llamara Knights Nigthmare). Y si, es como una trilogía, siempre me han gustado así, y así como yo escribo. En fin, si lo leen, dejen reviews
