Sailor Moon © Naoko Takeuchi

Adaptation de la novela de Kinley Mac Gregor "Master of Desire"

Adavertencia! Esta historia tiene lenguaje adulto y escenas que pueden afectar a corazones sensibles.

Dueño del Deseo

PROLOGO

— "¡Él es el mismo diablo!"

Seiya Kou, cuarto conde de Ravenswood, resopló audiblemente ante la convicción que demostraba la voz de Kenji mientras ambos permanecían de pie ante el trono del Rey Artemis, con el hermano de Seiya y uno de los de hombres de Kenji ligeramente detrás de ellos. Era un epitafio que había escuchado más veces de las que podía contar.

Curvando el labio en un retorcido gesto de diversión, Seiya asintió rápidamente.

— "Engendrado en el infierno y amamantado con la teta de un demonio. No puedo pretender otra cosa." —Después de todo, era de su reputación de lo que estaban hablando y, en este país envuelto en el caos, Seiya era el campeón indiscutible.

Dos guardias, que permanecían tan inmóviles como estatuas, flanqueaban el trono donde el rey se sentaba. Vestido de púrpura oscuro y con su corona brillando bajo la luz de las antorchas, Artemis no parecía muy complacido cuando clavó la mirada en ambos nobles. Aún cuando Seiya había vertido su propia sangre, y derramado la ajena todavía más, para afianzar la corona de Artemis, conocía los límites de la tolerancia de su monarca, y, a estas alturas, el rey ya había sido presionado más allá de sus límites.

Kenji dio un paso imprudente hacia el trono de Artemis.

— "Quiero que deje mis propiedades en paz, Majestad. Con toda seguridad, posee bastante tierra como para apaciguarse con ellas, así que bien podría abandonar Warwick."

El rey Artemis no era un hombre al que uno debiese acercarse imprudentemente. Era un hombre que se había hecho a sí mismo con una férrea determinación y un valor endiablado; un hombre que tenía mucho en común con Seiya, y mejor aún, un hombre que estaba en deuda con Seiya.

La mirada en el rostro de Artemis fue la imagen misma de la ira de los infiernos.

Recuperando de nuevo la cordura, Kenji retrocedió y clavó la mirada en el suelo empedrado.

Artemis miró a Seiya y suspiró.

— "Nos no entendemos cómo empezó este conflicto. Seiya, dices que él te atacó, y Kenji, tú dices que él te atacó a ti, de modo que ninguno admite haber instigado este asunto. Esto nos recuerda a dos niños malcriados peleando por un juguete mientras ambos aducen injusticia. Particularmente, esperaba algo mejor de ti, Seiya.

Seiya hizo todo lo que pudo para no mostrar la furia que le invadía. Había servido fielmente a Artemis durante más de la mitad su vida. Aun así, no era el bufón ni el peón de ningún hombre, y no respondía ante nadie salvo ante sí mismo. Artemis había aprendido ese hecho hacía tiempo, y era eso mismo lo que hacía de Seiya un valioso aliado para él. Su alianza había sido forjada con sangre, en la batalla.

Con la furia hirviendo a fuego lento en su interior, Seiya osó enfrentar la mirada del rey como si fuese la de un igual.

— "Como bien sabes, mi señor, no soy ningún cobarde, y no me inclinaré ante este hombre mientras siga atacando a mis campesinos y asaltando mis tierras. Si Kenji quiere una guerra entonces, por Dios, soy definitivamente el que se la va a proporcionar. "

Artemis miró hacia arriba como si buscase la ayuda de los sagrados santos.

— "Nos estamos aburridos de que nuestros señores luchen entre ellos. Nos damos cuenta de que los años de reinado de Esteban fueron muy permisivos, pero esos tiempos ya han terminado. Ahora soy yo, Artemis, el que reina en este país, y nos lograremos que se extienda la paz en él" —miró directamente a Seiya—. "¿Comprenden?"

— Sí, mi señor.

La mirada de Artemis se volvió entonces hacia Kenji, cuyos ojos seguían clavados en el suelo, a sus pies.

— "¿Y tú?"

— Sí, sire.

Los severos rasgos de Artemis se relajaron un tanto.

— "Está bien, entonces. Pero como Nos sabemos que no deberíamos dejar en libertad dos ratones mientras el gato está ocupado en otros menesteres, debemos sellar este pacto de manera más permanente."

Un nauseabundo sentimiento de miedo se atravesó en la garganta de Seiya. Conocía a Artemis lo bastante bien como para comprender que aquello no iba a ser de su agrado.

Artemis continuó.

— "Como ninguno de ustedes parece querer admitir quién atacó primero, nos deberemos aplicar la sabiduría de Salomón. Si alguna de ustedes toma posesión de algo a lo que el otro tiene en alta estima, puede que entonces sus señorías se lo piensen dos veces antes de llevar más lejos las hostilidades."

— "¿Majestad?" —preguntó Kenji, y su voz arrastraba el peso de su propio estremecimiento.

Artemis se mesó la barba

— "Tienes una hija, ¿no es así, Kenji? "

— "Sí, sire, tengo tres que aún siguen con vida."

Artemis asintió, y entonces se volvió para observar a Seiya, que le devolvió la mirada con impertinente franqueza.

— "¿Y qué me decís tu, Seiya?"

— "Tengo un hermano derrochador del que llevo deseando librarme durante años."

Dicho hermano echaba espuma por la boca por la indignación unos diez pasos por detrás de él, pero, con gran sensatez, guardó silencio ante su rey.

Absolutamente perplejo, Artemis consideró el asunto.

— "Dinos, Yaten" —dijo dirigiéndose al joven hermano de Seiya—. "¿Qué es lo que tu hermano estima más en esta tierra?"

Seiya se volvió ligeramente para contemplar cómo se retorcía Yaten ante la mirada de su rey. Con la cabeza respetuosamente inclinada, Yaten respondió.

— "Para serle sincero, Su Majestad, él tan sólo valora su honor. Moriría por defenderlo."

— "Sí" —dijo Artemis pensativamente. —"Nos hemos comprobado los límites a los que él llegaría para mantener limpio su honor. Muy bien, nos exigimos que Seiya jure por su honor que no hará incursión alguna ni atormentará a Kenji, y éste entregará a una de sus hijas como promesa de su buena conducta."

— "¿Qué?" —bramó Kenji de forma tan escandalosa que Seiya casi esperaba que las vigas del techo comenzaran a caerles a su alrededor—. "No puede estar hablando en serio."

Artemis dirigió una acalorada mirada a Kenji.

— "Señor, se está extralimitando. Es a su rey a quien se está dirigiendo, y su traicionero suelo el que está pisando."

El rostro de Kenji se puso más rojo que la sobreveste carmesí que Seiya llevaba sobre la armadura.

— "Su Majestad, se lo ruego, no me pida esto. Mis hijas son las más gentiles criaturas, y no están acostumbradas ni a pasar penalidades ni a la compañía de los hombres. La mayor va a casarse de aquí en pocas semanas, y su hermana es una monja que ha hecho votos en Santa Ana. Con toda seguridad, usted no puede exigir que abandonen sus votos para convertirse en rehenes durante un tiempo.

— "¿No hablasteis sobre una tercera hija?"

Un absoluto y genuino horror se reflejó en el marchito y alargado rostro de Kenji.

—"Señor, Serena es la más gentil de todas mis hijas. Se estremece ante el más ligero sobresalto. Una hora en Ravenswood y moriría de miedo. Se lo suplico, por favor, no me exija esto."

Artemis entrecerró los ojos.

— "No desearíamos que sus señorías nos hubiesen dejado alguna otra opción. Estamos cansados de las constantes quejas y acusaciones de nuestros señores. De hecho, el día siguiente al de hoy tenemos un compromiso en Hexham para poner en orden otra disputa entre dos barones a los que no parecen importarles sus propias tierras. ¡Todo lo que queremos es paz!" —bramó Artemis. El brillo de la mirada del rey se intensificó—. "Kenji, fuiste tú quien solicitó la intervención de la corona en este asunto. Nosotros te hemos dado nuestra solución, así que permite que se lleve a cabo, y apiadate de la atolondrada alma que ose desafiar a esta corona "—Artemis pareció calmarse un tanto—. "Lady Serena le será entregada a Seiya para que él la custodie."

¡Una dama en su hogar! Seiya pudo sentir como sus labios empezaban a curvarse ante ese pensamiento. Estuvo a punto de decirle a Artemis que olvidase todo el asunto, pero una con una simple mirada pudo darse cuenta de que era mejor no cuestionar los dictados del rey.

Entonces sucedió una de las cosas más increíbles que había visto en su vida. Kenji se postró de rodillas ante el trono de Artemis. Las sobrevestes blancas y amarillas ondearon como un charco a su alrededor cuando se doblegó y apoyó la frente sobre el suelo de piedra.

— "Por favor, Majestad" —rogó Kenji con voz trémula—. "No puede tomar a mi hija y, en cambio, exigirle a Ravenswood un simple juramento. Se lo suplico. Serena es… ella es mi vida. Puede quedarse con mis tierras pero, por favor, deje a mi hija donde está."

Por un instante, Seiya casi sintió compasión por aquel hombre; hasta que recordó el pueblo que había incendiado en el silencio de la noche. Las mujeres que habían sido violadas y asesinadas con saña en sus lechos.

Si no hubiera sido por el mandato de Artemis, habría sitiado el castillo de Kenji costara lo que costase, y habría visto cómo las murallas del conde se caían a pedazos.

Pero Artemis tenía una deuda de sangre con el padre de Kenji, y como campeón del rey, Seiya se había visto obligado a no hacer daño a Kenji sin el permiso real.

De cualquier manera, Seiya sabía que sólo la presencia de la hija de Kenji en su hogar garantizaría un comportamiento benevolente por parte de éste hacia su gente. Y, como de costumbre, haría lo que fuese necesario para proteger a su pueblo, y obedecería la orden del rey.

Artemis se acariciaba la barba pensativamente mientras escuchaba a Kenji seguir implorando su misericordia.

— "Levantate, Kenji."

Kenji se puso de pie; tenía los ojos brillantes por las lágrimas no derramadas.

— "Nos hemos escuchado tu súplica, y podemos asegurarnos que Seiya se toma sus votos muy en serio. Le hemos visto llevar a cabo su deber con obras de incuestionable lealtad. Sin embargo, como tú eres conocido por faltar a tus juramentos, nos debemos asegurarnos de alguna manera de que se conserve la paz."

El rey hacía referencia al hecho de que Kenji había prometido apoyar el reclamo de Artemis al trono sólo para, alrededor de dos meses más tarde, unirse a las fuerzas del rey Esteban.

Kenji no era alguien en quien se pudiese confiar. Jamás.

— "Si su Majestad tiene dudas acerca de mi lealtad, ¿por qué aún conservo mis tierras?" —preguntó Kenji.

Los orificios nasales de Artemis se abrieron ostensiblemente.

— "Debes agradecerle eso a tu padre, y mejor que cuestionar mis motivos, deberíais sentirte complacido de seguir gozando de nuestra misericordia y actuar mostrando la apropiada gratitud. Seiya custodiará a tu hija durante un año. Si durante ese tiempo has demostrado ser honorable, te será devuelta.

El semblante de Kenji se volvió duro como el granito.

— "Actúa como si hubiese sido yo el que instigó todo este asunto" —murmuró—. "¿Por qué debo ser castigado mientras que él…?"

"¡Silencio!" —rugió Artemis—. "Una palabra insolente más de tu parte y haré que te despojen de todo lo que te es querido."

Kenji contuvo su lengua juiciosamente, pero sus ojos brillaban con auténtico rencor.

Artemis le hizo un gesto con la mano a su escribano para que plasmara sobre el papel su decreto.

— "Si atacas a Seiya, a su gente o sus tierras durante el próximo año, tu hija pasará a ser de su propiedad y podrá hacer con ella lo que le plazca."

Kenji recorrió a Seiya con la mirada.

— "¿Y si él le hiciese daño o la deshonrara, sire?"

El rostro de Artemis se endureció.

— "Siendo la mano derecha de la corona, Seiya sabe de primera mano lo que hacemos con los traidores. Le hemos confiado nuestra vida a Seiya, y aceptaremos su juramento sobre los huesos de San Pedro de que no le hará daño alguno. Para aliviar tus temores, enviaré a uno de mis médicos personales para que examine a tu hija ahora y de nuevo dentro de un año, asegurándonos así de que regresa a ti en las mismas condiciones en las que abandonó tu protección."

Y, entonces, mirando a Seiya, Artemis añadió:

— "Lady Serena será considerada nuestra pupila. Cualquier daño que se le haga, nos será hecho también a nosotros. ¿Podemos confiar en que tú la tratarás en consecuencia?"

— "Sí, Su Majestad. La protegeré con mi vida."

— "Entonces todo resuelto. Ahora partan y empiecen las preparaciones. Seiya, busca a nuestro sacerdote para que te tome juramento" —Artemis dirigió su mirada a Kenji, y dijo amenazadoramente—. "Seiya cabalgará contigo hasta tu hogar para proteger a tu hija. Si los emisarios reales regresaran de Ravenswood con noticias de que ella no se encuentra allí, no estaremos nada complacidos."

Al mismo tiempo, los hombres se inclinaron en una reverencia y caminaron hacia atrás para abandonar el salón del trono. Una vez que las pesadas puertas de madera se hubieron cerrado tras ellos, Kenji se volvió hacia Seiya.

— "De una u otra manera, conseguiré que mueras por esto" —siseó.

— "¿Es eso una amenaza?" —preguntó Seiya con un dejo de diversión en la voz. La última cosa bajo los cielos a la que temía era a la muerte; de hecho, habría supuesto un bienvenido alivio.

Yaten agarró a Seiya y lo separó de Kenji.

— "El rey está dentro escuchando" —susurró con furia—. "¿Es que deseas mantener otra conversación con él?"

Los ojos de Kenji lo miraron con furia, y entonces giró los talones y se alejó a grandes pasos.

— "No tema, Kenji. Le daré a su hija la mejor de las bienvenidas."

Una maldición hizo eco en el vestíbulo, pero Kenji no volvió la mirada, y sólo después de que el conde hubiese desaparecido de su vista, Seiya permitió que su rostro mostrara lo disgustado que se sentía.

Ninguna dama había pisado Ravenswood en muchísimos años. Cerrando los ojos para difuminar sus recuerdos, Seiya deseó poder bloquear también los gritos de terror y los ruegos de misericordia que resonaban en su cabeza.

Y ahora iba a llegar otra dama.

— "Sólo será un año" —murmuró Yaten.

Seiya lo miró a los ojos.

— "¿Es necesario que te recuerde la maldición, hermano?"

— "Tú no eres tu padre."

Él arqueó una ceja.

— "¿Crees que no? ¿Acaso no soy su igual en cuanto a lo que prosperidad y batallas se refiere? ¿No comenta todo el mundo que soy su viva imagen?"

— "Tú no eres tu padre" —repitió Yaten.

Pero Seiya no le escuchó tampoco esa vez. Porque él sabía la verdad. Era el hijo de su padre, y al contrario que en Yaten, la maldición de la hedionda sangre de ese hombre corría por sus venas.

Llevar a una mujer de buena cuna a Ravenswood era lo mismo que firmar su sentencia de muerte, y Seiya estaba a punto de comprometer su honor por el bienestar de la dama

La suerte era una puta cruel, y ese día se estaba riendo de él a carcajadas.


¡Hola!

Jeje dije que lo haria rapido y estoy cumpliendo.

Bueno, esto es solo el principio. Ya en el proximo capitulo va a aparecer Serena.

Les mando un BzO!

Akari