Capítulo 1: Tiempos pasados.

Hace 5 años.

Una niña rubia y de grandes ojos azules corría por el patio del orfanato buscando a su hermana pequeña, que había desaparecido de su vista en un momento de despiste. La chica no tendría más de 11 años y sin embargo era la mayor de cuatro hermanos; Derek era el único chico en la familia y tenía 10 años, Stella era la segunda hermana y tenía 8 años, el pequeño círculo familiar era cerrado por Danielle, que tenía tan solo 7 años.

Era esta última la que había desaparecido para preocupación de su hermana mayor, pues desde que habían quedado huérfanos, poco después de nacer Danielle, Kate, que así se llamaba la chica, se había autoproclamado cabeza de familia y se había impuesto el deber de cuidar de sus hermanos.

Varias veces habían intentado adoptarla, a ella o a alguno de sus hermanos, pero no lo había permitido. Si era su caso, ella se fugaba de su casa de adopción en cuanto podía, y si lo intentaban con su hermano o sus hermanas, los papeles de adopción siempre desaparecían misteriosamente. Ella tenía claro que si algún día salían de allí sería porque ella los sacaría, pues eran una familia y no iban a separarse.

Mientras contemplaba el patio en busca de la pequeña, vio a un niño que no debía ser mayor que su hermana, llorando junto a los columpios.

Kate sabía que debía seguir buscando a Danielle pero no podía ignorar al pequeño que lloraba, así que se acercó a él. El niño tenía el cabello negro y a pesar de las lágrimas, Kate pudo distinguir unos bonitos ojos azules.

-Hola - le saludó -. ¿Por qué lloras?

El chico la miró sorprendido y luego agachó la cabeza para seguir llorando.

-¿Te encuentras mal? - insistió ella - ¿Quieres que llame a la maestra?

Él negó con la cabeza, aún agachada.

-¿Puedo ayudarte en algo? - preguntó.

El muchacho negó de nuevo y Kate suspiró. Ahora que se daba cuenta, no le parecía haber visto a ese niño antes, bueno, eso explicaba su reacción, los recién llegados solían llorar mucho, salvo ella claro, ella no había vuelto a derramar una lágrima desde la muerte de su madre.

Normalmente al cabo de un par de días esos llantos convulsos solían cesar, pero por alguna razón, ese niño le producía una extraña ternura, le recordaba a su hermano cuando era más pequeño, a pesar de que físicamente no se parecían en nada, pues en su familia, salvo su madre y Stella, todos habían sido rubios.

Se sentó a su lado en silencio, pero él no pareció notarlo.

-Yo llevo siete años aquí ¿sabes? Sé que al principio es difícil, que toda la gente es desconocida y hasta da un poco de miedo pero con el tiempo aprendes que vivir aquí no es tan malo - los sollozos del chico se detuvieron un poco -. Cuando yo llegué era más pequeña que tú, tenía sólo 4 años, mi madre había muerto y mi padre había desaparecido, y como no tenía otros parientes mis hermanos y yo vinimos a parar a este lugar - el llanto del chico cesaba poco a poco -. Yo soy la mayor así que tengo la responsabilidad de cuidar de ellos, ahora mismo estaba buscando a mi hermana más pequeña, Danielle, la he perdido de vista un momento y se ha esfumado, es una chica de ojos azul oscuro con el pelo rubio recogido en dos trenzas, ¿me avisarás si la ves? - terminó ella mirándole.

El chico había dejado de llorar y se le había quedado mirando, ninguno dijo nada durante un momento. Kate juzgando que el muchacho ya estaba lo suficientemente bien como para poder dejarle solo y que ya era hora de retomar la búsqueda de su hermana, se levantó del suelo.

-Bueno, voy a seguir buscando. Hasta luego.

Se dio la vuelta para irse cuando sintió que algo (o más bien alguien) tiraba de su camiseta. Se giró y vio al pequeño de pie, sujetando débilmente la parte trasera de su ropa.

-Me llamo Mokuba, es mi primer día aquí, he venido con mi hermano mayor pero nos hemos separado un momento y este sitio es tan grande que me he perdido.

Kate sonrió con dulzura.

-Hola Mokuba, yo soy Kate, ¿quieres que te ayude a buscar a tu hermano?

El chico esbozó una tímida sonrisa y ella le tomó la mano.

-Los recién llegados siempre suelen estar por la zona de los dormitorios, así que miraremos allí primero ¿de acuerdo?

Mokuba asintió y siguió a Kate al interior del edificio. Ella suspiró, tendría que buscar a Danielle en otro momento, al fin y al cabo ella no se perdería, llevaba viviendo allí toda su vida, y ahora mismo, el pequeño que llevaba de la mano la necesitaba más.

...

Seto estaba desesperado. Mokuba y él habían sido llevados a los dormitorios y cuando la mujer que les había recibido anunció que no podrían dormir en la misma habitación (los dormitorios estaban distribuidos por edades) Mokuba había estallando en llanto y salido corriendo sin que él ni la mujer que estaba con ellos pudiera hacer nada.

Ella le había dicho a Seto que no se moviera, que ella se ocuparía de traer a su hermano de vuelta, pero Seto no le había hecho caso. ¿Acaso pensaba aquella mujer que él iba a quedarse de brazos cruzados mientras su hermano pequeño estaba desaparecido?

A pesar de no conocer el lugar, Seto había recorrido cada pasillo, y abierto cada puerta que había encontrado, ganándose más de un reproche de los dueños de las habitaciones, pero a él no le importaba, su hermano había desaparecido y él debía encontrarlo.

-¿Buscas algo? - preguntó una voz desde atrás.

Al girarse, Seto vio a una niña rubia de ojos azules, con trenzas, que debía de tener aproximadamente la misma edad que su hermano.

-¿A ti que te importa? - dijo de mal humor.

La niña se quedó con los ojos abiertos.

-Eres un grosero ¿sabes? Yo sólo pretendía ayudar.

-Ahórrate tu ayuda, puedo apañármelas solo.

-Como quieras, yo sólo intentaba ser amable.

-No necesito tu amabilidad.

La chica hizo un mohín con los labios y le dio la espalda dispuesta a irse.

-Mi hermana siempre dice que hay que ser amable con todo el mundo, pero creo que eso no debería aplicarse a personas tan desagradables como tú.

Dicho esto se marchó por el pasillo. Seto la ignoró y siguió buscando.

...

-¿Cómo es tu hermano Mokuba? - preguntó la chica.

-Bueno… - pensó el pequeño -, él tiene 11 años, el cabello corto y de color castaño, y los ojos azules, como yo.

-Bien, vamos a ver.

Habían llegado a la zona de los dormitorios de los chicos, Kate no pudo evitar pensar en el lío en el que se metería si la pillaban allí, aunque tanto ella como sus hermanas se habían colado varias veces para ver a Derek, no era lo mismo ir sola que acompañada de un pequeño que obviamente no debía preocuparse por esconderse cada vez que llegaba un adulto.

Apartó esos pensamientos de su cabeza y comenzó a recorrer el pasillo principal, en busca de la puerta adecuada, al llevar tantos años allí, Kate sabía perfectamente el sistema de distribución de los dormitorios, y si el hermano de Mokuba tenía 11 años, estaría en la misma zona que Derek, la de 10 a 11 años.

Habiendo hecho ese camino tantas veces, Kate lo recorrió casi de forma automática, por eso al ir metida en sus pensamientos el grito de Mokuba la sobresaltó.

-¡Seto!

El pequeño se soltó rápidamente de su mano y corrió hacia su hermano mayor, que lo abrazó con fuerza.

-¡Mokuba! ¿Dónde te habías metido? Estaba muy preocupado.

-¡Lo siento mucho Seto! - dijo el pequeño aferrándose con fuerza a su hermano mayor.

Sonriendo, Kate miraba esta escena desde lejos y decidió que ya era hora de irse, Mokuba ya se había reunido con su hermano y ella debía retomar la búsqueda de Danielle antes de que la pequeña se metiese en algún lío.

Tras un último vistazo a ambos hermanos, desapareció tranquilamente por el pasillo.

Mokuba se separó de su hermano y le miró.

-Oh, Seto, ven, quiero que conozcas a alguien. Ella me encontró, y me ha traído hasta aquí para que pudiera encontrarte.

Mokuba se dio la vuelta pero Kate ya no estaba.

-Yo no veo a nadie - dijo Seto.

El pequeño corrió hasta la esquina del pasillo, seguido de cerca de Seto, que no pensaba volver a perderlo de vista ni un momento. Sin embargo, al doblar la esquina tampoco había nadie.

-¿Dónde estará? - preguntó Mokuba con tristeza.

Seto, notando el tono de voz de su hermano dijo:

-No te preocupes Mokuba, ella vive aquí también ¿no? Seguro que vuelves a verla.

Esto animó al chico, que asintió sonriendo.