Disclaimer maldito: todos los personajes pertenecen a la Diosa Rowling.

Notas: Este era un oneshot, y solo se componía del capítulo "Un segundo". Luego de un tiempo, decidí hacer un three shot, y aquí está la segunda publicación. En fin, el orden es independiente. Son bastante trágicos los oneshots, pero es por donde puedo canalizar mi pena por la muerte de mi amado personaje, Severus Snape, como el de tantos. Fue injusto. Su muerte fue injusta... en fin. Dejen sus comentarios. Besotes!


VERDE ESMERALDA


Recordándote

"Tiene los ojos de su madre". Otra vez. Estaba cansado de oír eso. Se lo habían reiterado por más de diez años, al punto de "te lo refriego en la cara; grábatelo en el cerebro", sin contar las veces que lo escuchaba sin intención. ¿Qué tan cierto podía ser? Y si tenía los ojos de su madre¿qué era lo asombroso de todo eso? Sólo eran los ojos, y según los mismos que comentaban aquello, decían "pero es la copia de su padre". Eso era asqueroso, era un insulto. Por eso, los ojos contra todo el cuerpo, no valía nada. ¿Qué tan maravilloso tenía que ser ese muchacho? Lo más probable era que fuera igual de arrogante que su padre, lo cuál era mucho más abominable. Imposible era que sacara algún talento de ella, imposible…, y lo peor era que ya había prometido darlo el todo por el todo. O… bueno, el hecho de si tenía o no talento el chico, lo sabría dentro de poco, cuando McGonagall llegara con los estudiantes de primero.

A su lado, Quirrell vacilaba nervioso. Otro idiota del montón que hablaba grandezas de Potter. Potter… ¡Potter! "El niño que vivió" ¿Qué tan bella era la vida? Pues para él, Severus Snape, era un asco, aborrecía vivir, si es que a eso se le podía llamar vida. Se odiaba a sí mismo, y no encontraba nada heroico el haber sobrevivido al Avada Kedavra, cuando ella, su amada, había muerto por eso.

–Ya llegan –susurró Flitwick, unos puestos más allá, emocionado al ver que Minerva aparecía por la gran puerta del comedor.

Direccionó su mirada hacia allá, pero sólo distinguió una masa de niños demasiado pequeños, todos con la cabeza dirigida hacia el cielo raso, admirando la visión de las nubes preparadas para una tormenta, las velas flotantes, los tapices de las cuatro casa, las paredes de piedra…

Miró su plato vacío de comida y se puso la mano en la barbilla, pensativo. Tenía cierto temor de encontrarse con el hijo de Lily. Tenía miedo de ver a la persona de la que había jurado ayuda incondicionalmente, por ella. ¿Y si, por el hecho de ser idéntico a Potter, fallaba¿Lo ayudaría? Sí, seguro que sí, ya que seguía siendo el hijo de ella.

Se quedó toda la ceremonia de selección pensando en eso, y apenas gruñó cuando Minerva pronunció "Harry Potter": era, en efecto, igual a James. Apretó la mano alrededor de la copa de oro, tratando de aplacar su rabia. No obstante, apenas podía distinguir los ojos del chico.

La subdirectora terminó de hacer el llamado, y luego del discurso de Dumbledore, procuró distraerse, entablando conversación con Quirrell, quién quería saber cuánto tardaba la poción espanta-vampiros. Era una conversación bastante inútil, pero le sirvió para mantenerse un poco ajeno a la realidad. Luego del tema de las pociones, cambiaron el rumbo, no obstante, Severus dejó de colocar atención. Sintió una mirada sobre él, y sin pensarlo, instantánea e instintivamente, giró la cabeza. Luego, lamentó haberlo hecho, o tal vez no, fueron sentimientos encontrados. Sus ojos oscuros se toparon con los de Potter. Fue como si le recorriera una corriente en la espina dorsal. Mantuvo, como pegado por un imán, la mirada un par de segundos, y luego se volteó hacia Quirrell, e intentó seguir hablando con normalidad, lo que le costó montones.

Agradeció a los cielos cuando Dumbledore dio por finalizado la cena, y los envió a todos a dormir. Él no perdió tiempo para hacerlo también. Se levantó de la silla, hizo un gesto general con la mano, y se esfumó como alma que lleva el diablo por la puerta de salida para profesores. Bajó unas cantas escaleras, zigzagueó por algunos pasillos y llegó a su despacho.

Y todos los sentimientos llegaron de repente. Su corazón se aceleró, la sien le empezó a palpitar, su frente goteaba de sudor, y cerró la puerta de un portazo. Se mordió el labio inferior, y se apoyó en su escritorio, con firmeza. Recordó la mirada que había recibido hace media hora atrás. Ese par de de ojos verde esmeralda que había visto por última vez, en el castillo. No era necesario acercarse demasiado al chico, la mirada era la misma.

Cerró los ojos, y entonces vio otra vez…

Estoy nerviosa –le susurró, jadeando, mientras caminaban por un sendero, siguiendo al gigante que les conducía hacia el castillo. Acababan de navegar en los botes.

Es normal que lo estés –le respondió –, pero tú eres buena, no tendrás problemas en nada.

Que fe me tienes –suspiró Lily mientras subían los escalones del castillo.

Por supuesto, cómo no tenerla –le animó Severus y le dedicó una sonrisa.

Llegaron a la puerta y entraron al vestíbulo.

Realmente es fabuloso –murmuró su amiga observando la araña de velas que tenían sobre las cabezas.

Sí –contestó Severus mirándola a ella, distraído.

La profesora McGonagall salió de algún lado, mucho más joven, y dio un severo discurso. Todos callaron y luego la siguieron, formando dos hileras.

Lily se acarró del brazo de su amigo y se lo apretó.

Estoy ansiosa… aprender cosas nuevas, hechizos. Cosas que ansiábamos… ¿Y si no me sale bien¿O si no soy lo suficientemente poderosa?

Severus, hartado, le tomó la mano, la miró penetrantemente a los ojos y le susurró:

Eres poderosísima, lo has demostrado desde que nos conocimos. Serás la mejor. Confía en mí.

Lily sonrió y dio un suspiro, aliviada.

La profesora comenzó a llamar. Severus no le soltaba la mano porque ella temblaba.

Unos segundos antes de que dijeran "Evans", Lily se giró hacia él, golpeándole con su rojo cabello en la cara, y le estranguló la mano.

Severus –murmuró entre dientes – ¿y si no quedo en Slytherin?

Severus tomó aire, aguantando el dolor de la mano, y le dijo.

Seguiré siendo tu amigo, pase lo que pase.

¡Lily Evans! –llamó McGonagall.

Gracias –susurró y se desprendió de su mano.

Severus vio como se alejaba, con su melena pelirroja moviéndose en su espalda, alcanzando el taburete de tres patas, calzándose el Sombrero Seleccionador en la cabeza, que luego gritaría "Gryffindor".

"Confía en mí", "seguiré siendo tu amigo, pase lo que pase". Golpeó el escritorio con sus puños, gruñendo más rabioso aun.

Mentiras. Había dicho mentiras. ¿Qué clase de hombre era? Confiar… él era el menos indicado para que la gente confiara.

Escupió al suelo con ira.

Amiga¿amistad¿Podía él entregar amistad? La había dejado abandonada, había dejado todo.

– Maldito hijo de puta –farfulló. Se tiró en su silla, sintiéndose desfallecer.

Tal vez tendría que acostumbrarse a esa rutina: dar un portazo, apoyarse en su mesa, escupir, maldecir y caer. Iba a tener que estar mirando a esos ojos durante sientes años. Lo peor era que no podría evitarlo… eran los ojos de Lily Evans.

–Mierda –dijo –, tiene los ojos de su madre.

Esa era su maldición, tendría que estar recibiendo los golpes emocionales con los recuerdos por haberla traicionado.

oOo