Disclaimer: Yo no soy dueña de pokémon, salvo de los videojuegos que compre para mi uso personal y porque así de ociosa soy.


Participante en el reto "We are a Family" del foro "DexHolders del prof. Oak"

Dedicado a los admin, porque, pos nomás. Y a mis fangirls (May, Kotomi y Ryuu) porque me aguantaron mientras les vomitaba toda la trama por facebook.

Advertencias:

-AU
-Posible OoC.
-AliasShipping (NxYellow)
-Aparición de un OC, como protagonista de la trama.
-Habrá –de ser posible y si puedo lograrlo- un cambio en la narración a lo largo de la historia. No es error, es intencional.


Sol.

Y lo primero que hizo fue mirar el cielo, porque estaba tapizado de estrellas, porque era lo más hermoso que había visto en toda su vida y porque simplemente no podía mirarlo a él.

Tal vez era el pudor y la vergüenza que le recordaban que era la primera vez que estaba desnuda delante de un hombre, o posiblemente la culpabilidad que no dejaba de susurrarle que no lo amaba en cada caricia que recibía… de cualquier forma no podía dejar de ver esa bóveda celeste que le ofrecía cobijo esa noche.

Un par de manos blanquecinas recorrían su cuerpo con ternura; tomándola, apreciándola, y venerándola con tanta devoción que por un momento juró que eso que hacía era amor de verdad.

¿Era realmente relevante?

Porque esos besos en su vientre, esas manos en sus caderas y esas sensaciones de placer que la hacían temblar hasta la médula eran lo más maravilloso que había poseído en su vida.

Era muy diferente, y al mismo tiempo tan puro…

—Gracias… —gimió en un susurro al hombre que sabía de sobra no la escucharía. Así que lo besó en la cabeza, aprovechándose de que ocultaba su rostro en su cuello.

Este respondió, besando aquella zona tan sensible para ella, justo al mismo tiempo que se introducía una vez más dentro de ella. Y lo hizo una vez, y otra vez, y otra vez… por cada vaivén, por cada caricia y cada beso, podía sentir una pequeña explosión dentro de ella, una sensación que viajaba desde el calor de su vientre a cada parte de su cuerpo, obligándola a cerrar los ojos, a percibir con cada uno de sus sentidos. Ya no había bosque, o césped debajo de ella; el aire se había transmutado con el resto de la naturaleza en una leve melodía que inundaba sus oídos en un crescendo sinfónico, resonando en cada rincón de la creación. Por un instante ya no eran él y ella, eran mucho más; uno y todo, principio y fin, la inmensidad del universo y la tierra en su efímera existencia.

Y fue cuando al fin pudo verlo, ver todo aquello que el oía. Ya no sólo era el cielo estrellado, era más que eso: la perfección en la imperfección de la naturaleza, el diseño exacto y preciso, la obra maestra del caos. El fin y el nacimiento de galaxias, de estrellas, planetas… podía ver el paso del tiempo en el todo, no sólo en una sola parte.

Era el epítome de las capacidades humanas.

Esa noche, mientras se fusionaba con su igual en el acto más puro de confianza supo porque él no la oía. Entendió que así como él sólo podía escuchar el cosmos, sus ojos sólo podrían atestiguar el principio y fin del universo de ahora en adelante.

—Puedo verlo —confesó—… al fin puedo verlo.

Y él la besó.