Lo sé, yo de nuevo con otro fic XD Pero haciendo a un lado, este fanfic podría catalogarse como "spoiler" de una de mis dos historia porque nos sitúa varios años después, pero bueno, no creo que interese. Tenía muchas ganas de escribir algo sobre Kamui cuando fuera padre, que terminé haciendo esto (también menciono que tengo por ahí una mala conciencia que me da ideas lol); así que no se preocupen, no será ni largo ni los capítulos estarán muy extensos. Espero disfruten de mis ocurrencias y de un padre poco convencional :D
Lección 1
Nadie dijo que ser padre fuera una tarea fácil
¿Qué es lo que se espera recibir después de una temporada larga y cansada fuera de su cómodo hogar? Seguramente un acogimiento digno de alguien que estaba cada día más próximo a hacerse del temerario título del "Rey de los Piratas" o tal vez un banquete repleto de la suficiente comida para saciar su creciente apetito.
Sin embargo, lo primero que obtuvo después de que abrió la puerta e hizo notar su presencia fue a ese pequeña personita corriendo cada vez con mayor ahínco hacia él solamente para impactar su pequeño pero bien formado puño contra su inmovible palma. Había sido un puñetazo perfecto pero insuficiente para el hombre que le sonreía con enorme satisfacción.
—Eso estuvo mejor que la última vez —le felicitó tras haber cerrado la puerta y percatarse de que allí solamente se encontraban ellos dos.
—Algún día tendré la suficiente fuerza como para hacer que retrocedas, papá —eso parecía indudablemente una promesa que estaba muy seguro de conseguir.
—Si sigues entrenando, seguramente un día podrás hacerlo —afirmó con tranquilidad.
—Aunque si mamá se entera de que práctico a diario se enfadará y volverá a castigarme como aquella vez —susurró con la mitad de su cara azul—…Esos brebajes sabían horribles…
—Ciertamente tu madre da un poco de miedo cuando se enfada de verdad~ —canturreó burlonamente, como si poco o nada le importara que su mujer le escuchara.
—Por cierto, ella no está. Ha salido y se ha llevado a Kazuya consigo —informó ese pequeño que no debía exceder los seis años de edad y cuyo celeste de sus pupilas era idéntico al de su progenitor—. Pero te dejó una nota.
— "Trata de no hacer explotar la casa hasta que regresemos" —leyó Kamui antes de hacer bolita el recado y arrojarlo lejos de él.
—¿Y si aprovechamos que no está mamá para salir y buscar algún contrincante interesante? Tú siempre hablas de todos esos enemigos imponentes con los cuales te has topado mientras estás trabajando —alguien estaba sumamente motivado hasta el punto en que su mirada brillaba y no la despegaba del pelirrojo—. Quiero conocer al samurái con permanente que tanto mencionabas antes.
—No sería mala idea visitarlo —al menos él no era el único que estaba muriéndose de hambre. Quién se imaginaría que padre e hijo se encontrarían sincronizados hasta el punto en que sus tripas chillaron simultáneamente.
—Mamá dejó suficiente comida. Sólo hay que calentarla.
Se trasladaron hasta la cocina y con cierta prisa sacaron todo lo que se encontraba en el refrigerador. Inclusive aquello que no formaba parte del menú elaborado; es que nadie puede ignorar una gran tarta de crema batida con fresillas o ese bote de helado que estaba en la nevera.
—¿Será tiempo suficiente para que se caliente? —se preguntaba el niño después de haber metido varias cosas dentro del microondas—. ¿Y estuvo bien meter tanto? Mamá siempre mete una cosa por ves.
—Si hacemos eso demoraremos mucho —bueno, era un razonamiento semi-lógico.
¿Qué es lo peor que podría ocurrir si se saturaba la capacidad del electrodoméstico y se metían cosas que no deberían? Lo supieron en cuanto escucharon esos ruidos extraños que no estaban dándoles buena espina, esos mismos que concluyeron en el incendio del aparato mientras toda la comida había explotado y manchado toda la cocina.
—Va a matarnos. Mamá va a asesinarnos lenta y dolorosamente cuando vea lo que le ocurrió a su cocina —dijo el pelirrojo al tiempo que la salsa de tomate y un montón de espagueti le escurrían sobre toda la cabeza.
—Al menos todavía nos queda pastel —alguien tan despreocupado como él ya se encontraba comiéndose directamente la tarta. Hasta tenía migajas alrededor de la comisura de sus labios.
—Oh, este helado es mi favorito —ya que el helado no había caído en manos de su papá, aprovecharía para comérselo. Es que de tal palo, tal astilla.
Tras el enorme desperdicio vivido y su escaso aprecio por los vegetales y frutas optaron sabiamente por salir de casa. Ya encontrarían algún restaurante cercano en el cual pudieran detenerse. Sin embargo, ¿por qué razón todos los lugares estaban atiborrados de gente?¿Por qué motivo el sol brillaba tan fuertemente, como si deseara que optaran por regresar y encerrarse para no caer víctimas de insolación?
—¿Por qué a mamá le gusta tanto este planeta? —si bien llevaba consigo su parasol, no podía evitar sentir calor. Aunque en parte se debía a que se encontraban en pleno verano.
—Por eso —señaló hacia arriba, hacia esa brillante estrella—. Le gusta aun cuando sabe que nuestros cuerpos no lo resisten por demasiado tiempo.
—¿Puedo acompañarte en tu siguiente trabajo? —interrogó en busca de un sí.
—Generalmente son misiones riesgosas, por lo que seguramente sabes la respuesta que te dará tu madre.
—No debería ser tan sobreprotectora. El siguiente año cumpliré siete años, por lo que seré un niño grande —espetaba torciendo el cejo.
—Ella siempre suele exagerar un poco las situaciones. Es así desde que la conocí —relató como si recordara todo aquello. Incluso soltó una pequeña carcajada—. No me mires de ese modo, Kyohei.
—Si se lo pides a mamá, estoy seguro que te dirá que sí… Ella rara vez te niega algo —si por medios ese niño no paraba.
—Prefiero no discutir con ella —todas esas riñas verbales y físicas amparaban su conclusión—. No después de lo que pasó cuando te llevé conmigo a escondidas.
—Fue ese día cuando descubrí que mamá sí sabe cómo patear el trasero de alguien —mencionaba con cierto nerviosismo.
Las coincidencias existían, eso quedó más que claro cuando se cruzó con ese hombre de mirada de pescado muerto y semblante apático. Ese que parecía compartir extrañamente su mismo destino, restregó sus ojos en cuanto miró a padre e hijo.
—¡…Son como dos malditas gotas de lluvia…! —dictaminó, señalando primero al padre y después al hijo—. El mismo tono de pelo, los mismos ojos, la misma sonrisa embaucadora y hasta su sombrilla es del mismo tono… Aunque no tiene esa ridícula perilla…
—Papi, ¿quiénes son ellos?¿Mellizos?¿Cobradores de impuestos? —sus violetas pupilas no se apartaban de esos dos que bien podrían parecer hermanos.
—Digamos que son peores que los cobradores de impuestos…De hecho, un perro gigantesco de cuatro metros con dientes afilados lanza veneno sería mucho menos letal que ese par de idiotas que ves frente a ti. Así que sé una niña inteligente como tu padre y mantente alejada de ellos. ¿Entendido, Shiho? —sus amables palabras estaban dirigidas en esa adorable niña que compartía el particular plateado en sus cortos cabellos.
—Está bien, papi —le sonrió cálidamente.
—Ni se te ocurra armar un jaleo aquí mismo, idiota —le susurró a Kamui tras acercarse hasta él—. Mi hija es demasiado joven y frágil como para que vea lo que un sanguinario psicópata como tú es capaz de hacer —espetó con ese tono propio de un padre que es demasiado sobreprotector—. Y tampoco creo que sea bueno que tu mini copia lo vea… ¿Sabes que se lo diré si se te ocurre, verdad? Ambos sabemos lo que sucede cuando ella se enfada. Ni siquiera yo tengo las b**** suficientes para tentar mi suerte cuando toma su sombrillita y empieza a cargárselos a todos.
—¿Y en qué trabaja tu padre? —Kyohei se acercó a la callada niña. Aparentemente tenían la misma edad, aunque él era un poco más alto—. El mío es el Vice capitán de una de las tripulaciones más temidas de todo el universo. Se encarga de las misiones más difíciles de todas… Cuando crezca y me haga más fuerte me uniré a él.
—El mío tiene un negocio independiente que hace cualquier tipo de trabajo a cambio de un pago —dijo con enorme orgullo.
—¿Y por qué no tienes el pelo rizado como él?
—Papi me lo planchó y ahora soy completamente lacia... Pero mami no lo tomó bien y le enterró kunais en lugares a los que no le llega el sol. Incluso lo amenazó con deshacerse de todos sus postres y su colección invaluable de Ketsuno Ana… Pero la violencia doméstica forma parte de nuestro día a día. Hasta en los mejores hogares ocurre.
—Sí, cuando papá hace enfadar a mi madre con sus infantilismos, ella siempre tiene ganas de golpearlo. Pero él parece disfrutar de ello —relataba el pelirrojo—. No comprendo cómo funciona la cabeza de los adultos.
—Además, deberías aprender a mí que no pasa ni un solo momento lejos de su retoño. Los niños son criaturas frágiles, fácilmente manipulables y que pueden adquirir malos hábitos en cuestión de segundos…—indicó el peli plateado para alguien que indudablemente continuaba siendo demasiado fresco pese a que ya no era un mocoso y ahora tenía una familia de la cual hacerse cargo—. Si no mantienes bien vigilado a tu crío pronto podría convertirse en un delincuente peligroso buscado por todo el universo. O peor, podría terminar travistiéndose, que con esa cara de nenita que tiene nadie notaría la diferencia…
—Oh, han desaparecido.
—¡¿Cómo que han desaparecido?! —Sakata se giró hacia su espalda, hacia donde en teoría debería estar su adorable y hermosa hija. Pero lo único que encontró eran esas líneas blancas que delineaban su ausente silueta—. ¡¿Dónde, dónde, dónde estás?! Los niños no desaparecen a menos que hayan sido secuestrados y llevados lejos de casa —y allí estaba buscando a Shiho hasta por debajo de las piedras—. Si su madre se entera que la he perdido de vista lo menos que hará será hacer que cometa Hitokiri —no hacía mal en temer, en preocuparse por lo quebradiza que se volvió la línea de su vida desde que se casó—. ¡Y tú también deberías estar buscando a tu mini yo! No me culpes si amaneces tirado en un río cercano mientras estás completamente encadenado y totalmente amordazado.
—No creo que haya nada de qué preocuparse~
—Le llamaré ahora mismo y le diré que has perdido a su precioso hijo de vista.
