Disclaimer: Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen.
El mejor regalo.
Parte I
Era una bella mañana de un tres de Noviembre como cualquier otra. El caballero de Escorpión, se había levantado perezoso de su cama para vivir el nuevo día que se presentaba ante sus ojos.
Entonces miró en el calendario ¡Pronto sería su cumpleaños! Entonces el Escorpión sonrió, pues por ese motivo debía realizarse una enorme fiesta en el santuario, fuese como fuese. Ya se la imaginaba y es que Athena había celebrado los cumpleaños de sus compañeros de maneras muy elevadas así que ya se imaginaba que la de él sería igual o de mayor emoción y efusividad. Y eso era lo que más deseaba.
Se vistió, desayuno y tan pronto terminó se dirigió a la casa de Acuario, pues ahí reposaba su entrañable amigo y de quien quería se hiciese su cómplice para la celebración de su cumpleaños.
Al llegar al recinto de Acuario, Milo buscó con la mirada a su dueño.
— ¡Camus! — El escorpión recorrió con sus bellos ojos azules el templo y siguió pasó a la habitación de Camus. Al estar frente a su puerta, se tomó la molestia de tocar ya que se hallaba muy feliz.
— Pasa. — Dijo acuario desde dentro. Y Milo así lo hizo.
Pero se extraño cuando vio a Camus empacar algunos libros y ropa. — ¿Camus?
— ¿Qué sucede Milo? — Preguntó el francés mientras doblaba algunas prendas para guardarlas en una maleta colocada en su cama.
— ¿Qué haces?
— Iré de viaje algunos días a visitar a Hyoga en Siberia.
— ¿Y cuando regresaras?
— Regresaré en un día o tal vez dos. No tardaré mucho, solo iré por Hyoga, eso es todo.
— ¿Seguro?
— Sí, — Camus dejó de doblar para mirar a Milo a los ojos, un tanto extrañado —. ¿Algún problema?
— Bueno, en realidad no… es solo que pensé que te habías olvidado de algo.
Entonces el francés frunció el ceño. Recordó porque Milo hablaba así y sonrió con delicadeza.
— No Milo, claro que no lo he olvidado. No te preocupes, estaré aquí para tu cumpleaños a tiempo. Aún faltan algunos días. — Le miro. Entonces Milo sonrió.
— Más te vale, porque si me fallas probaras Antares.
— Sí, Milo, sí, lo que tú digas. — Camus cerró su maleta y se levantó de su cama. — Bien, me voy amigo. Por cierto, feliz casi cumpleaños. Ya estas viejo.
— Pero mira quién habla. — Ironizó Milo. Se despidió de él y Camus salió de su estancia.
El Escorpión se quedó un poco decepcionado, solo ahí en el templo de Acuario. ¿Ahora quien sería su cómplice para armar la fiesta? De pronto la iluminación llegó a sus ojos, era como si viese a Buda, o más bien a Shaka… o tal vez como si viese a ¿Un Shaka gordito como Buda? Como fuese, entonces chasqueó los dedos.
— ¡Aioria y Kanon! — Una sonrisa pilla se dibujó en sus labios. Algo le decía que en esos días se divertiría, y más porque la gata dorada y la sirena de mar seguramente le alegraría los días.
Trascurrieron así los minutos, las horas y los días, hasta el esperado ocho de Noviembre. Sin embargo, con lo que Milo no contaba, es que, a pesar de que se armó una increíble fiesta en el santuario, como para una cruda estupenda, mejor de lo que se imagino; fue que Camus no se apareció por ahí toda la noche.
La música resonaba en toda la estancia de Escorpio que se hallaba hasta el tope de invitados. Había un concierto en vivo como regalo de la misma diosa, e inclusive el cuarto de Milo se encontraba inundado de regalos de todos sus compañeros. Como por ejemplo Kanon quien le regaló una caja de condones (¡Que conveniente!) Aioria le regalo algunas píldoras anticonceptivas (No pues Milo ya tenía fama) Shaka le regaló un libro sobre el Kama Sutra, Aldebarán le regaló una botella de vodka, Saga le regaló algunas prendas femeninas… ejem, creo que ya ha quedado claro. ¡Pero no se crean! Porqué no todos los regalos se referían a un mismo tema… en parte.
Como fuese, por más sorprendente que suene, ya iban a dar las doce de la noche, y hasta los bronceados andaban hasta el tope de… felices, Milo seguía en sus casillas y ni una gota de alcohol había cruzado su garganta. Y eso era porque el Escorpión, aparte de divertirse al ver como los demás hacían el ridículo por el estado en el que se hallaban; quería esperar a Camus para embriagarse con él.
Total, ya eran las doce y Camus jamás se presentó, entonces Milo no dudo en que seguramente no se presentaría, puesto que Camus no suele ser impuntual. Un tanto triste se sentó en el sofá con la mirada perdida.
— ¡Hey, hey, hey…! — Kanon se sentó a su lado. — ¿Por qué razón el fes-feshtejado esh es único que no chelebra? — Lo tomó por el hombro.
— Camus me ha hecho rabiar. — Dijo con desdén.
— ¡¿Qué?! ¡¿Qué qué?! ¡Ese malnacido… yo te lo dije! Seguramente ahora eshtá con Hyoga bebiendo vino en un bar con dos rushas sentadas en shus piernas…! ¡Pero no le desh el lujo de burla…! ¡debes demostrarle que no es el único que se está divirtiendo está noche!
— Seguramente no es el único. — Milo sonrió al mirar la estancia completa de santos y amazonas de lo más felices por decirlo de un modo… decente.
— ¡Pero vamos Milo! — Entonces Kanon le extendió una botella de tequila. — ¡A fin de cuentash es tu cumpleaños! ¡No dejesh que por una minimiedad, no, digo, no dejesh que por una minimininidimen…ah! másh bien, lo que quiero decir es que no dejesh que tu cumpleaños she arruine por algo que no vale la pena…
Milo lo miró pensativo para después sonreír.
— Tienes razón.
— ¡Claro que la tengo!
— ¡Sí Camus no llega eso no debe nublar mi cumpleaños!
— ¡No, claro que no!
— ¡Dame esa botella! — Milo tomó la botella y le dio un gran sorbo.
— ¡Así she hace amigo!
— ¡A divertirse se ha dicho! — Dicho esto Milo se levantó de su lugar a bailar y pasarla bien.
Kanon tenía la intención de seguirlo, sin embargo se sintió mareado y prefirió quedarse ahí a descansar por unos minutos. No obstante, en el lugar donde se hallaba Milo, vino a sentarse Shura con Geist en las piernas, felices a más no poder, que inclusive se mostraban esa "felicidad" de maneras candentes y muy cariñosas. Kanon seguía ahí a su lado y frunció el ceño molesto.
— ¡¿A sí?! ¡Con que estash traemos! — Dijo del completo indignado, por su parte la pareja feliz no le prestó atención. Ante esto, Kanon más molesto, extendió un brazo a la mesita de centro y tomó un sándwich que se hallaba entre los refrigerios y se lo engulló de inmediato.
— ¡Para que veash Shura, yo también estoy comiendo! — Gritó con la boca llena. — Mmm ¡Seguro eshte está más rico! — Y volvió la vista a su sándwich. — ¡Era nimiedad… minimiedad… sabe! — Siguió contento comiendo su sándwich.
Horas más tarde Milo ya se encontraba en medio del escenario cantando.
— ¡Bienvenida a la jungla bebé! — Cantaba ya muy feliz y animado el santo de Escorpión.
—Woow! Esha Milo! ¡Ea, ea, ea, ea! — Le alentaban un Saga y Kanon tomados de los hombros. Ya que eran los únicos que se mantenían de pie. Ni que decir de los de bronce o plata. Los de oro apenas y podían.
— ¡Milo, la de columpio es la mejor pocisishión! — Gritó Shaka dándole un sabio consejo. Ni hablar que el santo de la Virgen estaba delirando. — Te lo digo por experiencia! No le hagas mucho caso al libro, ¡Eshe libro me lo regaló Buda el día de la peregrinación donde debíamos purificar nueshtrosh cuerposh! ¡De todos modos cuídalo mushoo!
De pronto, Máscara de Muerte se subió al escenario junto a Milo. — ¡Quítate! — Le gritó al solista de guitarra y tomó la suya para interpretar el gran solo que se aproximaba. Todos los santos dorados meneaban sus cabelleras al ritmo.
— ¡Así se hace Masky! —Gritó Aioria quien se subió a tocar la batería.
— ¡Wuuju! ¡Sigo yo, sigo yo! — Afrodita tomó el lugar de segundo guitarrista.
— ¡Hey, yo también! — Kanon tomó el lugar del bajista. Los dorados se movían al rito de la música. Dohko, Shion, Saga y Aioros junto a los dorados restantes aplaudían orgullosos con algunos lagrimones en el rostro.
— ¡Esosh son mish hijos! — Aplaudió Shion.
Los integrantes originales del grupo los miraron extrañados, para después mirarse entre sí y encogerse entre hombros. Luego comenzaron a seguir el ritmo.
— S-shon muy buenosh ¿Verdad? — Saga le habló al cantante original.
— ¡Shi! — Este se estaba acabando una botella restante con su grupo.
— ¡Noshotros somos sus representantes! — Aioros sonrió orgulloso. — ¡El de la batería esh mi hermanito menor! — Le dijo a quien casualmente era el baterista. — ¡¿No es el mejor?!
— ¡Por shupueshto! — Le respondió alegre, — ¡La banda que estaba anteriormente daba ashcooo!
La noche transcurrió así hasta que los pocos que se mantenían de pie, se rindieron al fin.
Mientras tanto en Siberia, Camus estaba muy excitado, la situación en la que estaba hacía que no quisiese dormir si quiera todas las noches venideras. La razón: se hallaba frente a una máquina de escribir, pues desde hace algunos meses venía escribiendo un libro. Toda su vida había vivido de los libros, los había amado tanto como a sus amigos e hijos (Milo, Hyoga e Isaac) y ahora ¡Él mismo escribía uno! Tan metido estaba en este nuevo proyecto que se le había olvidado que el ser humano necesita dormir.
— ¿Maestro? — Hyoga lo miró con ojos arrugados. — ¿Todavía sigue ahí? ¿No ha dormido?
— No te preocupes Hyoga. — Sonrió el galo. — ¡Ahora voy a la cama, solo unos capítulos más!
— Pero maestro, ya es de día.
— ¡Ah! ¡Tan temprano y quieres que duerma Hyoga! No exageres… — El Cisne solo suspiró.
A la mañana siguiente, Milo despertó por completo soñoliento. A su lado reposaba una amazona que dormía plácidamente.
Milo sonrió al saber que esa noche no se había ido solo a la cama. Lo cual lo alegro y le hizo olvidarse del enojo provocado por Camus. Entonces se viró para ver quien había sido la amazona suertuda de haber vivido una noche con él.
— ¡¿Shina?!
— ¡¿MILO?! — La amazona de Cobra de tanta sorpresa y confusión, hasta asco, fue a dar al piso. Ni hablar que Milo igual.
Y así pasaron algunos días hasta que al fin, Camus regresó al santuario junto a Hyoga. El galo venía más feliz que nunca. Estaba a unos capítulos de terminar su bien amado libro.
Tan pronto Milo se enteró que Camus había llegado, molesto se dirigió a la casa del francés.
Al estar ahí vociferó molesto el nombre de Acuario. Sin embargo, el primero al salir a su encuentro no fue otro más que Hyoga.
— ¡Hola Milo! — Lo saludó cortésmente el ruso con una botella de vino entre sus manos. — Camus ahora está durmiendo, pero mira tu regalo. — Sonrió.
— ¿Qué? — El escorpión abrió los ojos al mirar la botella que ahí se presentaba. ¡Vino francés! Y era justamente de su favorito y de hecho el más caro en la amplia variedad. Entonces sonrió, sabía que un regalo así solo podía venir de su mejor amigo.
— Gracias Hyoga… y dale las gracias a Camus.
— ¿por qué? — Preguntó Hyoga confundido.
— Por el regalo.
— ¡Ah! No… este es de parte mía. No sé cual sea el regalo que te tenga preparado Camus…
Milo parpadeo sorprendido y se quedó perplejo unos segundos. No obstante, antes de que dijera palabra alguna Camus salió de su habitación, y tan pronto lo vio le sonrió y le saludo.
— ¡Milo! ¡Qué bueno que estás aquí, ven! — El francés se dirigió a él y lo tomó por el hombro, era obvio que se hallaba muy feliz. — Ven, mira hay algo que quiero que veas.
Escorpio no dijo nada, sin embargo miraba extrañado a Camus y su inusual sonrisa en los labios. Tal vez tramaba algo, una sorpresa o algo por el estilo. Entonces decidió esperar a ver lo que Camus quería mostrarle.
Por su parte el galo lo llevó a su habitación y ahí le mostró su libro casi terminado.
— ¡Mira Milo! — Sonrió orgulloso —. ¡Ya casi lo termino! Me tardé mucho a decir verdad… ¡Pero creo que todos los esfuerzos valieron la pena! ¿No te alegras?
— ¿Un libro? — Milo estaba perplejo.
— Sí. Un libro.
— ¿Por eso te tardaste en regresar?
— Bueno, pude haber regresado antes… es solo que fue irresistible, pasé días sin despegarme de la máquina de escribir, solo hasta que Hyoga me sacó ahí de patadas y me trajo. ¿Sabes? La verdad no sé porque lo hizo, no fue mucho tiempo, ese muchacho exagera…
— Camus — Milo apretó los dientes, — ¿Sabes qué día es hoy?
— Umm… ¿Catorce de Noviembre?
— ¿Y?
— ¿Y? — Entonces el francés abrió los ojos sorprendidos. — ¡No me di cuenta antes! ¡Milo!
— Sí, ya lo noté. — Dijo en tono molesto el Escorpión.
— ¡Es el cumpleaños de Orfeo, hay que hacer fiesta!
— ¡No idiota! — Explotó al fin Milo. — ¡Fue mi cumpleaños hace seis días y tu prometiste estar presente!
— Milo…—Entonces Camus se sorprendió y su sonrisa se borró por completo. ¿Cómo rayos pudo haberlo olvidado? — Disculpa yo…
— Estuve esperándote toda la maldita noche ¡¿Y qué paso?! ¡El siempre puntual Camus, que no falta ni a una llamada del patriarca jamás llego al cumpleaños de su mejor amigo!
— Milo no fue mi intención…
— ¡Confié en ti Camus de Acuario! ¡Quería pasar el día de mi cumpleaños junto a mi mejor amigo pero no! ¡El señor serio tenía que estar más feliz escribiendo que pasándosela con uno de sus amigos!
— Milo… — Camus no tenía palabras para expresarse.
— ¡Todos tus malditos cumpleaños siempre fui yo el primero en darte tu regalo y tú ni si quiera un "felicidades" me has dicho! ¡Eres tan desconsiderado! ¡Solo te preocupan tus malditos libros con un Hades!
— Escucha Milo, yo no quise…
— ¡Me estoy volviendo viejo demonios, y eso es algo de alegrarse! ¡Athena nos dio la vida de nuevo y eso es un mérito, el seguir viviendo, pero a ti no te importa eso!
— Milo…
— Ya no digas nada. Aquí el exagerado soy yo. A fin de cuentas no soy tan importante para ti como tus libros que de ellos te acuerdas y de mí no. — Dicho esto Milo dio la vuelta y se fue. Camus se quedó con los ojos tan abiertos como platos.
— Maestro… ¿Está bien? — Cuestionó Hyoga asomándose por la puerta.
— Claro que sí Hyoga… ¿oíste algo?
— Todo el santuario. — Pensó el cisne. — No, claro que no…
Continuará…
