Clary Morgenstern estaba en su habitación. Sola.

Hacía tiempo que no se sentía tan sola como en aquella ocasión. Hacía bastante que no se ponía a pensar en sí misma. Las luces se colaban por entre las cortinas de su cuarto en el Instituto, haciendo parecer más solitario el lugar de lo que ya estaba. La mesita de noche estaba movida de las misma manera de hace dos días y hacía un frío infernal, congelándole todo el cuerpo hasta la médula.

Hacía bastante tiempo, que todos se habían marchado, dejándola ahí sola.

Se habían ido a una misión pero no la habían dejado ir con ellos. Se lo impidieron rotundamente alegando que ahí podía estar perfectamente bien. Protegerla era otra de las estúpidas excusas para que Clary no fuera con ellos y lo arruinase todo. Incluso se habían llevado a Simon. Ella era la única en el Instituto y sospechó que ahí se quedaría durante un tiempo más, ellos no habían dicho cuanto se tardaría y ya llevaban tres días, tres días en los que ella había pasado las peores aburriciones de las que fue capaz de soportar. El viejo y sucio gato llamado Iglesias se convirtió en su máxima compañía junto a las sombras del Instituto.

No sabía que debía hacer.

Ya había hecho todo lo que había podido para tener un poco de diversión, pero todo terminaba por acabarse y el aburrimiento venía nuevamente. Lo odiaba.

Los odiaba.

Jace le había hecho jurar que se mantendría al margen y que se quedaría en Instituto todo ese tiempo, además de no intentar seguirlos. Eso había hecho Clary durante todo ese tiempo y le estaba comenzando a cansar.

Así que se puso una sencilla sudadera blanca encima de su camiseta azul y se ajustó unos jeans que se le pegaban a las delgadas piernas. Se puso unas botas y comenzó a caminar por el instituto con su boceto de dibujos y un lápiz bien afilado para ver si podía dibujar algo interesante en el enorme edificio. No le quedaba más que hacer.

Se sentó en una de las múltiples escaleras que había y comenzó a observar sus dibujos con determinado cuidado para ver cuales valía la pena conservar y cuales simplemente arrancar. No le gustaba tener cosas innecesarias en su libreta, quería crear un libro de dibujos buenos. No de intentos hechos en vano. Observó que en uno de los dibujos aparecía Simon, alto, con su cabello negro cayendo sobre su frente y su sonrisa tímida de siempre, lo dejó pasar, en el otro había dibujado varias runas, luego seguían dibujos sin sentido que arrancó con desinterés. Y al cabo de un rato, se topó con los muchos bocetos de Jace en su libreta, ninguno le satisfacía. Ninguno se parecía del todo a Jace, siempre había un detalle que parecía faltar.

Las arrancó todas y las mando a un bote de basura, molesta.

El hecho de que los Lightwood, Simon, Magnus, Luke e incluso su madre la hayan abandonado ahí para irse a su misión completamente divertida la ponía hecha furia. Odiaba que la consideraran débil después de todo, ella no era débil y podía con todas las misiones si se lo proponía. Pero lo había prometido, había jurado que se quedaría ahí adentro.

Clary Fray cumplía sus promesas. Pero quizá Clary Morgenstern no.

Tomó el cuaderno y el lápiz nuevamente y se levantó, dirigiéndose escaleras arriba a paso calmado mientras intentaba contener las lágrimas de impotencia que sentía al saber que después de todo, ni su novio, ni su mejor amigo, ni su madre, pensaban que era lo suficientemente buena como para ser llevada a una misión. Por más peligrosa que fuera, ella ya se había enfrentado a muchas cosas antes, podría con una más, no importa qué. ¿Y si moría? Que carajos importaba, de todas maneras, ya la estaban matando dejándola ahí, dándole a entender que seguía siendo una mundana.

Una intrusa.

Se secó las pocas lágrimas que cayeron y se obligó a continuar caminando en el silencioso instituto, siendo acompañada por las sombras y los pocos rayos de luz que se colaban en la cortina. Seguramente, al día siguiente estaría nevando si el frío seguía así.

Fue entonces cuando escuchó los pasos.

No eran los suyos ni los de Iglesia, eran de otra persona.

Clary fingió no escucharlos y se llevó una mano al pantalón, en la bolsa de atrás, decepcionándose de que no tenía ningún arma. Maldijo y abrió su boceto fingiendo que estaba poniendo algún interés en él mientras pensaba que hacer en caso de que alguien la atacara en cualquier momento. No tenía armas, ni nada parecido, debía pensar en algo.

Al momento, se dio cuenta que era estúpido estar pensando en eso. Ese era el Instituto, debía de sentirse segura, ahí no podría entrar nadie, Jace había tomado las necesarias medidas para proteger ese horrendo edificio. Nadie podía entrar. Así que finalmente, suspiró y tranquilizó sus nervios dispersados para después peinarse con una coleta de caballo y agarrarla con la liga en su muñeca.

Dio un paso hacia adelante y siguió caminando como si nada, pero entonces se comenzaron a escuchar de nuevo los pasos, los sonidos melodiosos del caminar de alguien. A Clary los pelos se le pusieron de punta, esta vez estaba segura de que había alguien ahí, estaba segura de lo que había escuchado y tenía el presentimiento de que aquello no era bueno.

Se aferró a su lápiz y a su libreta. Dio varios suspiros en el largo pasillo del Instituto.

Fue entonces cuando los pasos se comenzaron a hacer más sonoros, mostrando que el atacante sabía que Clary había advertido su presencia. La chica no tenía miedo, pero si se sentía infinitamente desprotegida. Si alguien había podido penetrar al instituto…

Se obligó a hablar, con voz pausada.

─ ¿Quién eres y que quieres?

Los pasos callaron, indicando que el que parecía ser el verdadero intruso se había detenido. Un escalofrío recorrió a la muchacha cuando comenzó a sentir la mirada de alguien atravesarla. Comenzó a mirar a todo su alrededor, apretando sus labios conforme el sonido de su respiración se hacía más acelerado.

─ Clary─ Una voz fría, baja y amenazante invadió los tímpanos de Clary, estremeciéndola. El miedo palpito fuertemente en su pecho. Conocía esa voz.

─ No─ Murmuró─ No puedes ser tú.

La madera crujió atrás de ella y Clary cerró los ojos de golpe, no queriendo ver lo inevitable, sin creerse de la realidad.

─ ¿No crees que sea yo, hermanita?

El pecho de la muchacha dio una sacudida.

─ Sebastian─ No se le ocurría otra manera de llamarlo. Jonathan sonaba de lo más malévolo y hermano se le antojaba asqueroso.

─ Tiempo sin vernos─ El muchacho la rodeó para quedar frente a ella. Llevaba un traje común, una chamarra de cuero y unos pantalones de mezclilla, su cabello rubio estaba despeinado y sus malignos ojos negros la observaban con detenimiento

─ ¿Qué haces aquí? ─ Preguntó la chica, apretando los puños─ ¿Y qué quieres?

─ Son preguntas que seguramente tú ya sabes la respuesta, Clarissa─ Sebastian se acercó más a ella, y la chica pudo escuchar su respiración─ En las dos la respuesta es tú.

A la muchacha se le atragantaron las palabras, quería gritar, hacer algo, pero sabía que sus posibilidades eran escasas teniéndola tan cerca, él podría anticipar cualquier movimiento. Estaba atrapada.

─ La Clave te busca, no deberías de estar aquí.

Sebastian lanzó una carcajada al aire.

─ ¿Te parece? ─ Negó con la cabeza─ Sigues siendo muy ingenua, Clarissa.

─ Tú eres el ingenuo─ Respondió Clary, mirándolo con odio─ ¿Cómo creíste que podrías venir aquí y amenazarme?

─ Logré pasar todas las medidas de seguridad que tus queridos amigos había dejado en el Instituto─ El muchacho alzó una ceja─ Tengo todo para amenazarte.

─ Se enterarán─ Le dijo la chica, apretando sus puños─ Si me llevas, ellos se enterarán y te irá muy mal.

Sebastian volvió a lanzar una carcajada, como si la situación le fuese cómica.

─ Para cuando se enteren, tú y yo estaremos muy lejos─ Extendió una mano para tocar su mejilla pero Clary se apartó, mirándolo con odio.

─ No iré contigo a ninguna parte─ Masculló.

─ Oh, claro que lo harás─ Una sonrisa maliciosa atravesó su perfecto rostro─ ¿Crees que después de todo lo que me hiciste te dejaría en paz?

─ Debes hacerlo.

─ No lo haré─ La miró, sus ojos negros serpenteando─ Y ahora tú debes venir conmigo.

─ ¿Qué pasa si no lo hago? ─ Clary lo retó, quería ver su reacción.

─ Tú eliges─ Sebastian se encogió de hombros, caminando para atrás, como si estuviera dispuesto a perderse en las sombras otra vez. Que le hubiera dado a elegir dejó tan atontada a Clary que se quedó muda por la sorpresa, confundida hasta que él volvió a hablar ─ Pero si no vienes estaré enviando a mis hombres contra todos tus amigos. Los verás morir, sufrir. Soy más poderoso de lo que crees. Ya no están seguros.

Clary se quedó nuevamente callada e impactada, dejó caer su lápiz y su boceto en el suelo, con la boca entreabierta. Ella no podía permitir que les sucediera eso a sus amigos, no podía arriesgarse a no confiar en Sebastian y que él de verdad cumpliera su amenaza. No quería que ellos siguieran sufriendo por ella. No quería dar más problemas de los que ya había dado. Tenía que tomar una decisión. Y esa era irse con su hermano, porque si lo hacía, se aseguraba de que nadie saliera herido.

Sebastian la penetró con la mirada.

─ Tú eliges, Clary─ Respondió el muchacho─ Ellos o tú.

La respuesta no la pensó dos veces, se ajustó la chamarra y dio un paso adelante.

Tomo su decisión.

Ellos.